El ELN: una guerrilla distinta en el mismo conflicto - Razón Pública
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El ELN: una guerrilla distinta en el mismo conflicto

Escrito por Alejo Vargas
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Alejo_Vargas_La mirada panorámica y cercana de un experto da razones convincentes para iniciar el proceso de paz con “la otra” guerrilla de Colombia.

Alejo Vargas Velásquez *

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El ELN ha vivido una historia de altibajos, pero también ha mostrado una capacidad de sobrevivencia y de reproducción que no debe perderse de vista.
Foto: ecuador.indymedia.org
 

Una guerrilla distinta

En el análisis político se observa con frecuencia una tendencia a simplificar la realidad con el fin de hacerla más comprensible. Pero casi siempre el análisis que se elabora así no corresponde a la realidad que pretende describir o analizar, sino a la que construye el propio analista. Por supuesto, los analistas de inteligencia del Estado – civiles o militares – caen en la misma desviación.

Eso ha sucedido en el análisis de las organizaciones guerrilleras colombianas, muy especialmente en los casos de las FARC y el ELN. Simplemente se ha pretendido reducirlas a proyectos militares y por lo tanto su valoración y comparación se realiza sobre la base de indicadores de tipo militar (cuántos frentes o grupos de combate, cuántos supuestos miembros tiene cada uno para aventurar número de hombres–arma, cuantas acciones militares, de qué tipo y en qué regiones para construir los mapas de la confrontación…).

Este ejercicio es necesario, pues ayuda a comprender la dinámica de un conflicto armado, pero es insuficiente porque deja por fuera otras variables y complejidades asociadas con el conflicto mismo, especialmente las de carácter político y social.

Esto ha sido particularmente cierto en el caso del ELN. Siempre se ha dicho que se trata de una guerrilla más pequeña –en términos militares- y por lo tanto más débil, de donde se infiere que negociar con ella debe ser más fácil, “más barato” y más rápido. Esa fue la equivocación de varios gobiernos – Andrés Pastrana y Álvaro Uribe – que ojalá no repita el actual gobierno.

Tres etapas en la historia del ELN

El movimiento guerrillero colombiano — con las peculiaridades de las diversas organizaciones — tiene raíces en las luchas de los sectores populares. En esa medida, a diferencia de otros conflictos, los factores externos obran más como elementos condicionantes que como determinantes.

El origen del ELN se asocia con el influjo de la Revolución Cubana en Latinoamérica y en especial con el impacto que ella produjo entre los jóvenes, pero igualmente se asocia con luchas nacionalistas como la de los obreros del petróleo, con acciones de resistencia armada como las que mantenían los remanentes de guerrillas liberales en la región del Magdalena Medio, y con la expectativa que la guerrilla misma crea en sectores de la llamada ‘nueva izquierda’, combinada con el descontento social.

Se trata de un proceso primariamente político que se entrecruza posterior o simultáneamente con dinámicas sociales y regionales que les van a aportar el tejido social sobre el cual se implantan y desarrollan.

El ELN ha vivido una historia de altibajos, pero también ha mostrado una capacidad de sobrevivencia y de reproducción que no debe perderse de vista:

  • Inicialmente vive un período caracterizado por la organización jerárquica y el caudillismo en cabeza de su primer comandante Fabio Vásquez, cuando los miembros de la organización interiorizaran aquel estilo de mando. Durante esta primera fase el ELN cuenta con una estrategia, de viabilidad discutible, pero después de todo una estrategia: la de una guerra de liberación nacional al estilo del M-26 cubano, lo que implicaba conectarse con los movimientos sociales, algo que la guerrilla logra parcialmente en la segunda mitad de los 60s con su influencia en el movimiento universitario y el Frente Unido de Camilo Torres Restrepo.
  • Luego viene su período de crisis profunda, posterior a la derrota militar y política de Anorí a comienzos de los 70s y a los traumas internos que le sucedieron, cuando el ELN estuvo al borde de la disolución.
  • Su tercer período, a partir de los 80s, se construye un poco sobre la negación parcial de su historia anterior, especialmente el caudillismo y el manejo personalista, lo cual lo lleva a asumir una organización confederal, con débiles mecanismos de mando efectivo y cierta lentitud en la toma de decisiones. El dirigente conciliador es preferido al caudillo carismático.

La concepción político–militar del ELN en sus comienzos marcó su desarrollo posterior: ha pretendido convertirse en un ejército miliciano (los ejércitos son por esencia organizaciones jerárquicas y disciplinadas) y ha buscado influir sobre las organizaciones políticas próximas: en toda agrupación política la participación y la democracia son características centrales.

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El origen del ELN se asocia con el influjo
de la Revolución Cubana en
Latinoamérica y  en especial
con el impacto que ella produjo
entre los jóvenes.
Foto: resistensanleo.blogspot.com
 

Su estrategia en este período trataba de incidir sobre poderes locales y regionales, mostrando su capacidad de adaptarse a cambios institucionales como la descentralización, pero también tratando de incorporar experiencias como la salvadoreña del llamado ‘doble poder’.

Desde el punto de vista militar, a finales de los 80s el ELN abandona como prioridad fundamental, probablemente transitoria, la idea de construir fuerzas militares regulares, y centra su atención en desarrollar o expandir Frentes en áreas geográficas nuevas para ellos (Nariño, Cauca, Tolima, Chocó). De este modo se buscaba hacer presencia en buena parte del territorio nacional, dejando a un lado su arraigo inicial muy santandereano.

Los últimos años

El ELN previó tempranamente la necesidad de adecuar sus estructuras y su táctica a la situación militar que iba a presentarse bajo el gobierno de Álvaro Uribe: documentos de ese momento así lo demuestran. En esa medida podría decirse que el ELN organizó una especie de hibernación de sus fuerzas militares entre 2003 y 2009: recién en los últimos tres años comienza a salir progresivamente de ese auto–repliegue.

Justamente, en los últimos tres años su actividad militar tiende a hacerse más visible (aunque a escala distinta de la de las FARC, por supuesto). Han tenido más iniciativa: las instituciones que hacen seguimiento a la actividad militar registran un promedio de 250 acciones militares al año, entre sabotajes, hostigamientos y combates. Pero, ojo, ya lo hemos dicho, lo militar es solamente uno de los indicadores para valorar la actuación de una organización de este tipo: no olvidar las influencias sociales.

Las zonas de mayor actividad militar han sido: Arauca, Catatumbo, Sur de Bolívar, Choco, Cauca y Nariño, siendo importante destacar una mayor presencia en el Chocó.

Arauca, sin embargo, tiene el mayor peso de estas acciones militares, alrededor del 50 por ciento del total. Igualmente, se debe resaltar que han vuelto a tener presencia pública en el Bajo Cauca y el Nordeste Antioqueño, de donde algunos suponían que habían sido desplazados, porque no habían hecho ruido militar.

No hay duda. Las cifras de actividad militar así parecen indicarlo: el ELN viene en un proceso de reactivación de fuerzas militares, de mayor presencia territorial –por supuesto a una escala moderada-, pero finalmente de recuperación, lo cual ratifica la importancia de iniciar conversaciones con esta guerrilla.

Conversaciones con el ELN

El ELN concibe la salida política al conflicto armado como un proceso donde participen diversos actores sociales y políticos, dentro de los cuales ellos se consideran uno más, aunque aparentemente se auto-atribuyan una especie de rol de ‘veedor armado’. En esta medida las conversaciones se conciben como un proceso de construcción de consensos a los cuales se sumaría el ELN, guardando para sí la discusión bilateral con el Estado de los temas estrictamente militares.

   
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El ELN previó tempranamente la necesidad de adecuar sus estructuras y su táctica a la  situación militar que iba a presentarse bajo el gobierno de Álvaro Uribe.
Foto: web.presidencia.gov.co
 

Su propuesta de Convención Nacional refleja lo anterior: un espacio diverso de representación social para abordar de manera paralela los temas de la agenda. Se van entregando a la Mesa de Conversaciones consensos sobre las respuestas a los mismos. De no haber consenso, se procedería a comunicar las diferentes posiciones existentes, de manera que la Mesa defina o precise un procedimiento para hacerlo.

Sin duda, una propuesta semejante resulta difícil de aceptar para el gobierno Santos, pues su equipo ha concebido un tipo de negociación sin mucho protagonismo de la sociedad civil. Aunque es oportuno decirlo: se observa una cierta flexibilización del gobierno en la Mesa de Conversaciones de La Habana.

Ojalá el gobierno Santos esté adelantando acercamientos preliminares con el ELN, de tal manera que pueda imaginarse un horizonte donde los diálogos con ambas guerrillas o bien concluyan en la misma Mesa (hay temas comunes como Participación Política, Víctimas y Terminación del Conflicto), o por lo menos, con una temporalidad no muy distante entre uno y otro proceso.

Podría aprovecharse lo avanzado con el gobierno de Álvaro Uribe en las ‘rondas de La Habana’ y tomar como punto de partida los borradores del llamado ‘Acuerdo Base’ para avanzar en un proceso entre el ELN y el gobierno Santos.

Esperemos que el ELN haya adoptado una seria disposición para iniciar la búsqueda de salidas a este largo conflicto interno armado, con sus peculiaridades, pero teniendo presente las nuevas realidades políticas en la región y en el país y el proceso en curso con las FARC, tal como lo ha reiterado públicamente Gabino, su máximo comandante.

Deseo que la conducción del ELN tenga el tino político para comprender que el momento de unas conversaciones serias ha llegado y para actuar en consecuencia.

* Profesor titular de la Universidad Nacional, coordinador del Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa.

twitter1-1@alejovargasve

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