Durante 25 años el narcotráfico y sus secuelas de crimen y violencia han sido cuidadosamente monitoreadas por un experto estadounidense, quien revisa en profundidad las tendencias de este fenómeno cada vez más extendido y dinámico.
Bruce Bagley*
Las tendencias del narcotráfico
Este artículo resume lo esencial de un ensayo[1] que analiza las siete tendencias principales que han caracterizado la evolución del tráfico ilícito de drogas y el crimen organizado en las Américas durante los últimos 25 años, con especial énfasis en las principales transformaciones o adaptaciones -económicas, políticas y organizacionales- que han tenido lugar dentro de la economía ilegal de drogas de la región durante la primera década del siglo XXI.
Las tendencias o patrones clave en la evolución del narcotráfico en el hemisferio son: la globalización del consumo de droga, las victorias parciales en la ‘Guerra contra las Drogas', la proliferación de áreas de cultivo y rutas de tráfico, la dispersión y fragmentación de organizaciones criminales, el fracaso de reformas políticas y esfuerzos de construcción del Estado, el fracaso de las políticas de control de drogas de Estados Unidos y, en fin, la búsqueda de alternativas: el debate sobre la legalización
La globalización del consumo de droga
Varios líderes políticos latinoamericanos han argumentado por mucho tiempo que si la población de los Estados Unidos no consumiera tan grandes cantidades de drogas ilegales entonces los países latinoamericanos no producirían tan grandes cantidades de marihuana, cocaína y heroína para exportar, y la región no estaría tan plagada de poderosas y bien financiadas organizaciones narcotraficantes -frecuentemente llamadas carteles- que han surgido en los últimos 25 años.
Es correcto afirmar que Estados Unidos ha sido por décadas, y sigue siendo hoy, el mayor mercado de consumo de drogas ilícitas del planeta. Aunque no hay un estimativo definitivo, el valor de las drogas ilícitas vendidas anualmente en Estados Unidos puede alcanzar los 150.000 millones de dólares. Solo en cocaína pueden gastarse alrededor de 40.000 millones por año. Sin embargo, el uso ilegal de drogas no es una enfermedad exclusivamente estadounidense, a pesar del título de la obra más famosa de David Musto sobre el tema[2]. Pero en la última década, los ahora 27 países de la Unión Europea casi han igualado con sus 4.1 millones de consumidores los 5.3 millones de usuarios regulares de cocaína en Estados Unidos.
De hecho, los niveles de uso de cocaína en Estados Unidos han permanecido aproximadamente estables en los últimos diez a quince años, mientras que el consumo de cocaína en Europa se disparó exponencialmente durante la primera década del siglo XXI. Aún más, los europeos pagan aproximadamente tres veces más por gramo, onza, kilo o tonelada que los consumidores estadounidenses.
De hecho, el mercado estadounidense ha absorbido en las dos últimas décadas unas 200 toneladas de cocaína anualmente; se estima que hoy Europa importa alrededor de 125 toneladas cada año[3], aunque consume cantidades significativamente más altas de heroína per cápita.
En la última década o más, el volumen de heroína consumida en Europa ha salido de Afganistán (con más del 90 por ciento de la producción mundial), mientras que la mayoría de la heroína consumida en Estados Unidos viene ya sea de Colombia (aproximadamente el 0.11 por ciento del suministro mundial) o México (aproximadamente el 3.7 por ciento del suministro mundial).
La cocaína, en contraste, es producida sólo en tres países del hemisferio occidental: Colombia (45 por ciento), Perú (35-40 por ciento) y Bolivia (15-20 por ciento).
El consumo de cocaína no está limitado solamente a los mercados capitalistas avanzados, tales como el de Estados Unidos y Europa. Su uso en Latinoamérica se ha disparado también en la última década. Se estima que los consumidores latinoamericanos en el 2010 absorberán más de 100 toneladas.
Hasta el 2009, Brasil era considerado el segundo mercado más grande de cocaína, detrás de Estados Unidos. En su Informe Mundial sobre las Drogas 2010 (World Drug Report 2010), las Naciones Unidas reportó que Argentina había reemplazado como el segundo mayor consumidor de cocaína al Brasil, que pasó a ocupar el tercer puesto, y España había quedado en el cuarto. Las tasas de consumo de cocaína en Rusia, Europa del Este y Asia también parecen estarse creciendo rápidamente.
Los dramáticos aumentos del consumo de cocaína en Europa y Suramérica, específicamente, han expandido en gran medida la demanda en el mercado mundial de este producto ilícito andino en la última década. Como consecuencia, una pronunciada tendencia hacia la proliferación de nuevas rutas globales de tráfico y el involucramiento creciente de redes de tráfico criminales fuera de la subregión andina, es cada vez más evidente.
Victorias parciales en la ‘Guerra contra las Drogas'
Desde mediados del siglo XIX hasta mediados de los años 1980, Perú y Bolivia fueron los dos principales países proveedores de hoja de coca y cocaína refinada para los mercados de Estados Unidos, Europa y resto del mundo.
Hasta 1985, Perú producía aproximadamente el 65 por ciento del suministro mundial de hoja de coca; Bolivia, aproximadamente el 25 por ciento y Colombia, 10 por ciento o menos.
Con las ‘victorias parciales' alcanzadas en la ‘Guerra contra las drogas' conducida por Estados Unidos en el sur de los Andes durante finales de los años 1980 y comienzos de los 1990 -específicamente los programas de erradicación de cultivos en el Chapare boliviano bajo la presidencia de Víctor Paz Estensoro después de 1986 (Plan Dignidad) y la interrupción del ‘puente aéreo' entre el área de cultivo del Alto Huallaga en Perú y Colombia a mediados de los 1990- el cultivo de coca en los Andes se movió rápidamente a Colombia a mediados y finales de los años 1990.
Para el 2000, se estima que Colombia cultivaba el 90 por ciento de la hoja de coca del mundo mientras que la producción en Perú y Bolivia decreció a mínimos históricos.
A comienzos de los años 1990, durante la administración de César Gaviria, el apoyo de Estados Unidos a la guerra total de Colombia contra el capo de las drogas Pablo Escobar condujo a su muerte el 2 de diciembre de 1993 y a la rápida disolución del cartel de Medellín.
Posteriores acuerdos judiciales en 1994 y 1995, durante la administración de Ernesto Samper, con los principales capos del Cartel de Cali, los hermanos Rodríguez Orejuela, catalizaron su desmantelamiento.
Algunas grandes redes criminales de tráfico (por ejemplo, el cartel del Norte del Valle) continuaron operando en Colombia a finales de los años 1990 y comienzos de los años 2000, y unas 300 organizaciones de tráfico de droga más pequeñas (conocidas como cartelitos) también aparecieron para ocuparse del comercio de drogas.
Hacia finales de los años 90 -básicamente como consecuencia imprevista de la desaparición de los dos principales carteles del país- las guerrillas izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y los grupos paramilitares de derecha de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) avanzaron para llenar el vacío y tomar el control del cultivo de hoja de coca en Colombia, precipitando el incremento de la violencia relacionada con las drogas entre estos dos grupos de actores ilegales armados, cada uno de los cuales buscaba eliminar al otro y consolidar su control territorial sobre las regiones cultivadoras de droga a lo largo y ancho del país.
Como resultado directo, los niveles de violencia originados por la droga se dispararon para finales de los años 1990 y comienzos de los 2000. De hecho, durante gran parte de la primera década del 2000 Colombia llegó a ser uno de los países más peligrosos y violentos en el mundo.
En julio del 2000, el presidente Clinton y el gobierno de Estados Unidos respondieron apoyando la administración de Andrés Pastrana en su guerra contra el desbocado tráfico de drogas mediante la adopción del Plan Colombia.
En agosto del 2002, el recién inaugurado gobierno de Álvaro Uribe recibió asistencia adicional para la guerra contra las drogas de parte de Washington y de la administración Bush después de los ataques terroristas del 11 de septiembre en los Estados Unidos.
Gracias en gran medida a la ayuda de unos 8.000 millones de dólares del Plan Colombia a lo largo de la década, el presidente Uribe con su programa de "Seguridad Democrática" había logrado para 2010 repeler a la guerrilla de las FARC, desmovilizar muchas -si no todas- las bandas paramilitares del país y reducir substancialmente los astronómicamente altos niveles de violencia relacionados con las drogas.
A pesar de estos logros substanciales, Colombia continúa siendo en el 2010 la principal fuente de hoja de coca y de cocaína refinada en los Andes, y la violencia y criminalidad relacionada con la droga parecen estar de nuevo en ascenso.
Más significativo, y como consecuencia involuntaria de la guerra contra las drogas respaldada por Estados Unidos, el centro del interés criminal organizado en el tráfico de cocaína gradualmente se movió hacia el norte, de Colombia a México.
Mientras la administración Uribe tenía éxito en Colombia, las principales redes en México sacaban provecho del vacío dejado en el comercio de drogas para apoderarse de las operaciones de tráfico de cocaína en Estados Unidos. Como consecuencia, la violencia y criminalidad relacionadas con las drogas también se movieron hacia el norte en el territorio mexicano debido a la competencia por el control del aún altamente lucrativo tráfico desde Colombia y los Andes hasta el gigantesco mercado de Estados Unidos.
Así, el baño de sangre actual en México relacionado con las drogas es, en parte, directamente atribuible a la victoria parcial en la guerra contra las drogas alcanzada en Colombia en los años recientes gracias al Plan Colombia.
Si la Iniciativa Mérida respaldada por Estados Unidos que en la actualidad está siendo implementada en México alcanza resultados similares a los del Plan Colombia, no detendrá el tráfico de drogas ni acabará con el crimen organizado en aquel país o en la región.
El resultado más probable será que los volverá más clandestinos en México, mientras que salpicará actividades de tráfico y operaciones de redes criminales hacia países vecinos como Guatemala y Honduras o de regreso a Colombia en los Andes. El "efecto globo" de nuevo en acción.
Proliferación de áreas de cultivo y rutas de tráfico
El Informe Mundial sobre las Drogas 2010 (World Drug Report 2010) indica que Colombia ha reducido exitosamente el número total de hectáreas de cultivos de coca dentro de su territorio nacional desde el 2008, aunque estas no han retornado a los niveles anteriores al 2000.
Un tema controversial es qué tan grandes han sido las reducciones en los cultivos de coca en los últimos años en Colombia, debate plagado de datos inadecuados, problemas metodológicos y grandes incertidumbres. De todos modos, los cultivos de coca en Perú y Bolivia han comenzado a expandirse gradualmente de nuevo.[4]
La mayoría de los observadores creen que la producción total de hoja de coca y la disponibilidad de cocaína permanecen aproximadamente a la par de los niveles del 2000 y muy por encima de aquellos de 1990 ó 1995.
El "efecto globo", que permitió que los cultivos de coca se movieran del norte de Bolivia y Perú a Colombia a fines de los años 1980 y comienzos de los 1990, continúa operando, pues hay evidencia de que los cultivos desde Colombia se movieron de regreso al Perú y Bolivia a finales de la primera década del 2000.
Varios observadores han señalado la posibilidad de que el cultivo de coca podría expandirse en los próximos años de sus tradicionales áreas de crecimiento en las laderas orientales de los Andes hacia Brasil y otros sitios en la cuenca amazónica, gracias a la variedad tropical de coca -conocida en portugués como epadu – si los esfuerzos de erradicación actuales o futuros prueban ser exitosos en Colombia, Perú y Bolivia.
El Informe Mundial sobre las Drogas 2010 (World Drug Report 2010) indica una declinación en la producción de coca en Colombia durante el 2008 y el 2009[5]. Pero el realismo debería moderar el entusiasmo sobre tales estadísticas.
La razón clave de una significativa reducción en la producción de coca en el 2008 y 2009 es que el gobierno Uribe pasó de la casi exclusiva dependencia de la fumigación aérea (respaldada por Estados Unidos), a una mezcla más efectiva de fumigación y erradicación manual, unida a extensos programas de desarrollo alternativo en áreas clave de cultivo de coca tales como La Macarena.
En combinación con el debilitado control de las FARC de vastas zonas rurales de Colombia y la desmovilización parcial de las bandas paramilitares involucradas en el tráfico de drogas, el período 2008-2009 marcó el comienzo de una importante declinación, después de casi tres años de incremento sostenido en la producción total.
Mientras tanto, el incremento en cultivos de coca en Perú y Bolivia sugiere que el foco de la atención y recursos de Estados Unidos en Colombia ha llevado a la desatención de los cultivos de coca en estos países.
Para prevenir una recurrencia del "efecto globo" – correr el cultivo de un país solo para que reaparezca en otros – la administración Obama tendrá que buscar restablecer una relación viable con el presidente Evo Morales en Bolivia y encontrar formas efectivas para combatir el resurgimiento de Sendero Luminoso y los cultivos de coca en el Perú de Alan García.
Si se falla en realizar cualquiera de las dos tareas, simplemente la producción de coca se moverá de regreso al Perú y a Bolivia, anulando por lo tanto cualquier progreso real a mediano plazo en reducir el cultivo de coca en Colombia.
En los años 1980, en gran parte como resultado de la formación de la Fuerza de Tarea del Sur de la Florida (South Florida Task Force) del gobierno de Estados Unidos en 1982 -dirigida por el vicepresidente G.H.W. Bush- las rutas establecidas del Caribe usadas por los carteles de Medellín y Cali fueron cerradas por las operaciones policiales y militares estadounidenses.
Pero fueron rápidamente reemplazadas a lo largo de los años 1980 y comienzos de los años 1990 por nuevas rutas que usaban a Panamá y América Central, el Golfo de México y el Corredor Pacífico para alcanzar a llegar a México y luego pasar a Estados Unidos. Cuando los carteles mexicanos ocuparon el lugar de los de Medellín y Cali a finales de los años 1990, el Corredor del Pacífico llegó a ser la principal ruta de tráfico hacia el norte, desde Colombia hasta Estados Unidos, aunque la ruta del Golfo también permanecía activa.
Desde el primero de diciembre de 2006, el presidente mexicano Felipe Calderón ha conducido una intensa campaña militar contra los principales carteles de la droga mexicanos, y ha contado con la ayuda activa de Washington desde el 2008 a través de la Iniciativa Mérida.
Aunque en modo alguno ésta ha sido exitosa en eliminar los grupos importantes de traficantes de droga, la militarización de la guerra de Calderón ha hecho que el tráfico a través de la frontera Estados Unidos-México resulte incuestionablemente más peligroso y caro en 2010que en años anteriores.
Como resultado, algunas de las organizaciones narcotraficantes mexicanas han comenzado a moverse hacia Centroamérica – especialmente a Guatemala y a Honduras – para sacar provecho de estos estados mucho más débiles.
También hay disponible abundante evidencia que indica el creciente uso de los territorios ecuatoriano y venezolano por los traficantes colombianos para reemplazar las cada vez más problemáticas rutas de México.
Venezuela es el trampolín para el tráfico a través de Caribe a la costa este de Estados Unidos o por el Atlántico a través de África Occidental hasta Europa. Venezuela también es usada para vuelos con droga hasta Honduras y Guatemala donde los embarques son transferidos a camiones y transportados por tierra a través de la frontera entre Guatemala y México, hacia el norte hasta Estados Unidos.
El "efecto globo" producido por las victorias parciales en la guerra contra las drogas en los cultivos y las rutas de tráfico son evidentes. En los últimos 25 años o más, la guerra contra las drogas conducida por Estados Unidos y su aliados en América Latina y el Caribe ha sido repetidamente exitosa en desplazar los cultivos de coca de un área a otra en los Andes y en forzar frecuentes cambios en las rutas de tráfico. Pero ha sido incapaz de interrumpir seriamente, y mucho menos de frenar permanentemente, tanto la producción como el tráfico en el hemisferio.
Y lo peor de todo, las exitosas adaptaciones constantes de los traficantes a las medidas de las fuerzas del orden designadas para acabar con sus actividades ha llevado a la progresiva contaminación de más y más países en la región con el comercio de drogas y la criminalidad y violencia concomitantes.
(En la segunda parte de este análisis, se exploran las otras cuatro tendencias o patrones clave: la dispersión y fragmentación de organizaciones criminales, el fracaso de las reformas políticas y la construcción del Estado, el fracaso de las políticas de control de drogas de Estados Unidos y, en fin, la búsqueda de alternativas: el debate sobre la legalización)
* Ph.D en Ciencias Políticas. Profesor en la Universidad de Miami. Autor de diversos libros sobre el tema de las drogas.
Notas de pie de página
[1] Bagley, Bruce: "Tráfico de drogas y crimen organizado en las Américas: tendencias principales en el siglo XXI". University of Miami, Coral Gables, Florida. November 1, 2010
[2] Musto, David: "The American Disease: Origins of Narcotic Control"
[3] World Drug Report 2010, United Nations Office on Drugs and Crime p. 71
[4] World Drug Report 2010, United Nations Office on Drugs and Crime p. 65
[5] World Drug Report, 2010, United Nations Office on Drugs and Crime, p. 66