En los mercados mundiales el dólar venía cayendo y seguirá cayendo por un buen tiempo.
César González Muñoz *
Lo que ha ocurrido en las últimas semanas con la tasa de cambio del peso tiene una dimensión global: el dólar pierde valor en los mercados cambiarios del centro de la economía mundial, y a países como Colombia les toca un poco el coletazo de esa ventisca.
Lo que pasa, sin, embargo, es que en Colombia se le añade injuria al insulto y el manejo económico local refuerza de modo dañino la tendencia universal.
Según los índices que construye el banco JP Morgan, desde el último trimestre de 2008 (después del colapso de Lehman Brothers) hasta mediados de este año, el dólar se revalorizó no menos del 20 por ciento frente a las divisas de las mayores naciones comerciales (se usa un promedio ponderado por el volumen de comercio de cada país).
Desde entonces, la descolgada del dólar, medida según el índice JP Morgan, ha sido casi tan veloz como su ascenso en la primera mitad de 2009. En realidad, la pendiente del tobogán de los dos últimos meses es parecida a la velocidad de la devaluación del dólar desde comienzos de 2006, cuando el yuan chino "se despegó" de la divisa gringa e inició una paulatina y leve revaluación real. Uno puede ir más atrás, y encontrar que el dólar ha perdido valor continuamente desde 2002, excepto por los nueve meses siguientes al estallido de la crisis financiera en Estados Unidos. Mientras tanto el euro, por ejemplo, llegó a una revaluación real del 31% durante la década hasta fines del año pasado. Después de un tumbo de quince puntos porcentuales, la divisa europea ha reiniciado su marcha de valorización frente al dólar y a las demás monedas principales.
Lo que le ocurre ahora al "lomoverde" no es nuevo ni extraordinario, ni es la expresión de la crisis del año pasado; tampoco es inminente el canto del cisne de la divisa de Estados Unidos como principal moneda de reserva. El dólar sufre más bien una muerte lenta, causada por la incesante y excesiva expansión de la oferta de activos denominados en dólares, en pago por el financiamiento fiscal y del déficit comercial de la superpotencia.
En una aparente paradoja, en el fragor de la incertidumbre y la recesión el dólar se hizo especialmente atractivo en los mercados cambiarios, a pesar de que su titular, el Tío Sam, es el principal actor responsable de la crisis. En realidad, el único flujo financiero importante en el primer semestre de 2009 era el movimiento de grandes marejadas de capitales financieros hacia activos denominados en dólares y suscritos por el gobierno federal de Estados Unidos. El tío Sam podrá estar en la mala, pero es digno: sigue gozando de la más alta confianza como depositario de las riquezas financieras acumuladas en todas partes del mundo. Ahora, cuando son cada vez más frecuentes las noticias de la salida del hueco de la economía global, el capital financiero se atreve a moverse más hacia otros aleros: El dólar vuelve a su tendencia de largo plazo.
Tampoco es razonable afirmar que el fin está muy cerca para este sistema monetario mundial, montado sobre la preeminencia del dólar. No sabemos con precisión qué puede pasar en el futuro, pero lo cierto es que este sistema le hace daño al capitalismo mundial y que habrá toda suerte de iniciativas para remplazarlo por otro fundado, quizás, en una canasta de monedas que incluya el euro como divisa dominante. No obstante, no creo que a Obama le toque vérselas con este episodio de transición.
El peso colombiano navega en este lago. Pero es altamente criticable cometer errores propios que lesionan aún más la posición internacional de la economía colombiana. Continuará…
*Miembro fundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí.