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El cubrimiento periodístico de la campaña presidencial

Escrito por Mario Morales
Medios de comunicación.

Mario MoralesQué hicieron –y qué no hicieron– los medios de comunicación a lo largo de estos meses: ¿nos aclararon algo o nos confundieron del todo?

Mario Morales*

Esclarecer y verificar

La campaña electoral ha sido larga, tediosa y poco iluminadora, salvo por el regreso de la plaza pública y el foco en las regiones como escenarios de conexión entre candidatos y ciudadanos.

El resto del diagnóstico ya lo conocemos así busquemos justificación en los “es que”:

  • Es que los discursos de odio,
  • Es que el hedor de las redes sociales,
  • Es que el poder de las maquinarias,
  • Es que la apatía de los colombianos,
  • Es que la ausencia de los partidos,
  • Es que solo tenemos las encuestas y sin embargo no son muy confiables,
  • Es que los debates cuadriculados y aburridos,
  • Es que las fake news…

¿Y el periodismo?  ¿cómo ha sido el cubrimiento en estos meses de tensa calma? ¿Sigue siendo necesario el periodismo en esta época de des-intermediación?

Ha habido momentos reveladores,

  • La disputa en el debate de Canal Capital entre Vargas Lleras y Petro por la autenticidad de las cifras que cada uno traía a colación con fuentes diversas.
  • La controversia más o menos seria sobre la metodología de las encuestas y las razones de sus dispersos resultados.
  • O cada vez que tuitea un partido y entra en acción el coro o la “bodega” de cada candidato.

El papel de medios y periodistas en el cubrimiento de las campañas es brindarle a la ciudadanía información útil para que pueda decidir, antes que buscar formatos innovadores, encuadres distintos o narrativas descrestadoras.  Y luego verificar, verificar y verificar: los dos mandamientos en los que se resumen todos los demás y cobran sentido.

La nuez de la discordia está en que los medios, que usualmente son referentes de comprobación, no han cumplido su deber de esclarecer y de verificar.

Ese papel orientador se extravió en esta campaña porque los medios no han podido establecer una agenda propia ni guiar la agenda política desde la perspectiva del interés de los ciudadanos.

Encuentre en Razón Pública la agenda de los medios en Colombia: lo que se dice y lo que no se dice.

El periodismo deslegitimado

Los estrategas políticos supieron cosechar en la incertidumbre que dejó el resultado del plebiscito y en la ambigüedad de la legislación electoral para “inventarse” una primera vuelta en los comicios legislativos antes de la primera vuelta, y de paso indicar cuál debería ser el foco de atención de la opinión pública, medios, tendencias digitales, encuestas, debates y, lo más importante, de la conversación ciudadana.

Una muestra preocupante ha sido el papel pasivo, libreteado e inánime de los periodistas moderadores en los debates presidenciales. Si preguntar era el oficio del periodista, en los debates esa tarea quedó inconclusa. Limitados por el formato, el tiempo y la intención de diferenciarse en la puesta en escena, los periodistas demostraron que en esos espacios son fácilmente reemplazables por un reloj sonoro, un maestro de ceremonias o una modelo elevada a la categoría de presentadora.

Eso contrasta con el espíritu inquisidor de quienes—con la disculpa de representar a los que no tienen voz—miden a cada candidato con un rasero distinto que, en efecto, deja entrever posiciones personales, cuando no bajas pasiones.

Así el tiempo o el número de palabras han pasado a segundo plano como indicadores de justicia en el tratamiento informativo para cada aspirante. La posición soberbia de quienes indagan arrinconando a los candidatos de izquierda y expresan una sutil sumisión cuando se trata de cuestionar a los de derecha no deja de ser inquietante.

Las hordas entre las audiencias y algunos candidatos como Uribe y Petro saben leer y aprovechar estas coyunturas para atizar fuegos, irse lanza en ristre sobre los comunicadores, los medios y sus intereses subterráneos.

El resultado: la paulatina deslegitimación del periodismo como mediador y garante de transparencia.

Tiempos de hiper-sensibilidad

Sobre-excitado el ambiente, cualquier evento dispara las reacciones. Basta con ver la agitación que produjo la inclusión de un comercial del candidato Duque durante el debate del Canal RCN.

Partiendo de la imagen –merecida- de este medio como tribuna del uribismo, las redes dispararon antes de preguntar. Cuando el canal aclaró que se trataba de una coincidencia—infortunada, pues recordaba su sesgo editorial—la atención de la opinión pública ya estaba en otros menesteres.

La susceptibilidad también fue evidente cuando la campaña de Petro denunció que dicho Canal no quería pasar sus comerciales. Prendido el fósforo, las masas no necesitaron más argumentos, pues no bastó con que el medio explicara, mediante su defensoría, que los comerciales tenían problemas técnicos o estéticos, como el uso indebido de símbolos y banderas.

Conocida la estrategia política de los candidatos y puesta en perspectiva con el uso alternado de propaganda negra, mensajes subliminales y su utilización muchas veces descarada para exacerbar prejuicios y creencias con falsos dilemas como el miedo y la esperanza, medios y columnistas (ingenua o perversamente) reciclaron esas emociones en sus portadas, titulares y notas persuasivas que dejaban ver su ideología fletada.

Espectacularización y show

Elecciones presidenciales.
Elecciones presidenciales.
Foto: Registraduría Nacional del Estado Civil

Mientras algunos medios le han apostado al fact checking y a contrastar los programas de gobierno o las posiciones de los candidatos sobre los grandes problemas del país, la mayoría de ellos siguen preocupados por la forma, llegando al extremo de contaminar y trivializar los contenidos y los formatos.

Tenemos como ejemplos

  • Los programas en manos de presentadoras de farándula, con mucho acento y poca ropa, tratando infructuosamente de darle un aire fresco a los perfiles de los candidatos,
  • Enfoques de secciones con preguntas ‘originales’ acerca de los pasatiempos y énfasis en detalles circunstanciales como la ropa, los zapatos o el color del pelo y su relación con sus propuestas políticas,
  • O los programas en canales internacionales con presentadores decadentes que viven del escándalo y que cuentan con invitados colombianos que sirven de pretexto para lanzar diatribas o hacer proselitismo empobrecido por la ausencia de argumentos.

Esa efervescencia del alma colectiva ha tenido momentos tensos y paradójicos: los primeros, cuando se revelaron amenazas de un maltratador vinculado con el Centro Democrático contra un caricaturista; y luego, las amenazas en contra de los mismos candidatos, que no tuvieron mucha resonancia debido a los señalamientos mutuos de que eran estrategias propagandísticas para la fase final de la campaña.

Las paradojas corrieron a cargo de los medios y la opinión pública que, así como solicitaban morigerar los tonos, también reclamaban con el mismo ahínco por la ausencia de confrontación en los debates.

Se trata de esa doble moral que no entiende la política como disenso ni como voz enérgica, pero tampoco hace énfasis sobre los señalamientos que desde redes sociales o en las regiones se enrostran mutuamente los candidatos o sus seguidores y que incluso rayan con lo penal.

Encuentre en RP: Las mentiras oficiales y los medios de comunicación en Colombia.

¿Y lo demás? Lo mismo, gracias.

Desde el punto de vista de las estéticas y narrativas, se siguen presentando carencias identificadas en procesos anteriores; prácticas repetidas que se han ido naturalizando a pesar de los diagnósticos reiterados:

-El ‘cerofuentismo’, el ‘unifuentismo’ y uso de fuentes del mismo origen que siguen viciando los relatos periodísticos. La información basada en las declaraciones, versiones, opiniones, debates o ruedas de prensa solo reivindica formas de decir, que suelen ser cambiantes, a veces contradictorias y sin base factual.

-Exposición de informaciones fragmentadas, episódicas e inconclusas que solo se comprenderían con el transcurrir de los días, y que, por ende, desconocen los hábitos dispersos de las audiencias que se quedan con los titulares, las imágenes o las primeras versiones.

-La verificación como método, estándar más preciado del hacer periodístico, y el periodismo de investigación, en los momentos en que más los necesita el ciudadano para tomar decisiones, parecen desligados de la reportería diaria. Es como si se tratara de una cesión de responsabilidades o de un cisma en la sala de redacción entre los periodistas “de registro” y los que profundizan y comprueban.

-El resultado son esas medias verdades o mentiras dobles, como el uso de mujeres en bikini a favor (o como contrapropaganda) de la campaña de Vargas Lleras, las vallas de Duque en Santander en alusión a Venezuela, los tuits alarmantes sobre el orden público del uribismo, los fantasmas que han financiado las campañas o los nunca comprobados estudios superiores del candidato Duque y la presunta carta a su hija.

-La ausencia de periodismo de interpretación en los medios masivos del país, más allá de los paneles de expertos, que hoy también parecen condenados a tomar parte en la dicotomía, el maniqueísmo, o la pugnacidad entre posiciones diametralmente opuestas, o a convivir bajo el ‘síndrome del poderoso’, en virtud del cual los expertos y los analistas han sido desplazados en los medios por políticos y funcionarios que, aunque ya tienen tribuna propia, aprovechan esos espacios para reforzar sus posiciones sin objeción de los ciudadanos.

-De esa manera quedan sin aclararse fenómenos como la “conversión” al uribismo de Vivianne Morales; el vargasllerismo de Armando Benedetti; o la diferencia entre los diversos tipos de encuestas, ya sea de percepción, conocimiento, favorabilidad o de pronóstico.

-Sigue la dependencia de las redes sociales, graduadas como fuente oficial. Sin embargo, estas no ofrecen la posibilidad de contrastar o contra preguntar; además, en la mayoría de sus perfiles, se insiste que las opiniones son personales: trasunto de sus emociones, rabias, disgustos y pasiones propios de la instantaneidad, la espontaneidad y la ausencia de reflexión.

-Escasean las historias, rostros y necesidades de la gente de a pie en relación con las propuestas, candidatos y debates de la campaña presidencial, relegados a aparecer como sujetos pasivos de las narraciones o, en el peor de los casos, como cifras o números deshumanizados.

-Adicionalmente, y aunque son las primeras presidenciales sin la presencia de las FARC como grupo armado ilegal, la labor periodística tiene dificultades en varias regiones del país, como el Catatumbo y algunas zonas del sur y del golfo de Urabá, amén de los 76 municipios con presencia del ELN, disidencias de las FARC o Bacrim.

Han surgido estigmatizaciones como las del exprocurador Ordóñez contra Ramiro Bejarano y las de Uribe contra Daniel Coronell. O amenazas, entre las que se cuentan en lo que va corrido de este año electoral, a tres periodistas en Valledupar, según el monitoreo de la FLIP, y agresiones en Cúcuta contra periodistas de Noticias Caracol, Caracol radio y Red Más Noticias.

Esto sin profundizar en los por lo menos seis casos de intimidaciones o amenazas durante las elecciones legislativas en Sincelejo, Pereira, Bogotá y Florencia, Caquetá; o en los 22 casos de agresiones y estigmatizaciones a periodistas y medios desde febrero, según el Censurómetro de la misma FLIP.

Evidentemente, el papel de la prensa no es animar esta fatigante campaña, aunque sea entendible su propósito de ganar audiencias. No puede perder su papel central de procurar el sentido de los hechos dispersos, contextualizarlos y relacionarlos y, sobre todo, de entregar información verificada y confiable para que el ciudadano pueda votar libremente.

Los vientos de odios y sectorizaciones, la lluvia de debates y encuestas y las mareas de las fake news, la propaganda y la violencia de las redes sociales no pueden ser un pretexto para resignarse o perder el rumbo en las veleidades ideológicas y los intereses personales, familiares o empresariales.

Parte del oficio es remar sin descanso, como un piloto insomne, en medio de las tempestades.

*Periodista, columnista y analista de medios, profesor asociado de la Universidad Javeriana. www.mariomorales.info
@marioeorales

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