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El contradictorio legado de Alfonso Cano

Escrito por Álvaro Villarraga
Alvaro Villarraga

Alvaro VillarragaUn recuento histórico y autorizado por el saber personal acerca de los intentos, los procesos exitosos y los fallidos de alcanzar la paz negociada en Colombia, donde “Alfonso Cano” jugó un papel importante aunque no suficiente para vencer su obstinación en la guerra.

Álvaro Villarraga Sarmiento*

Otra muerte

A diferencia de las voces gubernamentales y de otras que manifestaron felicidad ante la muerte en combate de Alfonso Cano, comandante general de las FARC, expreso pesar por la pérdida de su vida, así como debemos expresarlo por todos los servidores del Estado, por los insurgentes, y más aún por los civiles víctimas de los actores de la confrontación militar.

Con la muerte de Alfonso Cano perdimos la oportunidad de que una persona de su talla política, capacidad de interlocución y protagonismo en conversaciones de paz hubiera sido cogestor de la transición hacia una paz sostenible. Es el costo de la incapacidad estatal, gubernamental y de las FARC para conseguir un pacto de paz. Así mismo se pone en evidencia el declive de la insurgencia ante la inviabilidad histórica de un proyecto insurreccional, el resentimiento de la opinión contra los líderes de una guerrilla comprometida en actos de degradación humanitaria y carente de sintonía con la demanda de acción política, social y ciudadana para lograr las transformaciones que fundamenten la reconciliación.

Los ochenta

Alfonso Cano fue expresión de la juventud que en los sesentas y setentas se reveló contra el autoritarismo y la falta de derechos, y que luchó para cambiar el régimen político, conseguir reformas sociales y hacer posible el desarrollo en condiciones de soberanía nacional. Ello alentó el avance de las FARC, el ELN, el EPL y el M19 en los ochenta, cuando también afloró la posibilidad de la paz por vía negociada.

Precisamente entonces el gobierno Betancur suscribió con las FARC el primer acuerdo de paz, en Uribe, y paralelamente una tregua con el EPL que exigía convocar una Asamblea Constituyente, y con el M19 que propuso un Diálogo Nacional, mientras el ELN por su parte proponía un convenio de humanización de la guerra.

Desafortunadamente este pacto de paz con las FARC, liderado por Jacobo Arenas y Alfonso Cano, no tuvo éxito ante el plan de extermino emprendido contra la Unión Patriótica, a lo cual se sumó la inconsecuencia del Estado, el gobierno, los sectores del poder y, en cierto grado, de las propias FARC, para hacer realizables los compromisos establecidos.

La Constituyente del 91

Vendría luego una nueva oportunidad para la paz al final de los ochenta e inicio de los noventa, cuando todas las guerrillas agrupadas en la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar (CNGSB) propusieron una negociación conjunta, lo cual no se consiguió por distintos factores pero dio lugar a esfuerzos fraccionados:

– El M19 optó por negociar al margen de la Coordinadora un pacto político de paz con apoyo en mesas de concertación ciudadana.

– El EPL, al conseguirse la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, entró en negociaciones definitivas junto con el PRT y el MAQL, para participar en el proceso que culminó en la Constitución de 1991, que echó las bases de un régimen garantista.

– Así mismo, el M19 consolidó su proceso de paz con su presencia en la Constituyente, tras elegir un número significativo de sus integrantes en coalición con otras fuerzas políticas.

Sin embargo, el conflicto armado no cesó con las FARC y el ELN, dado que hubo coincidencia lamentable entre el gobierno Gaviria y estas guerrillas, al acentuar las estrategias de guerra sobre la posibilidad de recuperar la paz en aquella coyuntura histórica que fue el proceso constituyente.

No obstante, se dieron entendimientos propiciados por la Constituyente, que condujeron a los diálogos en Caracas y en Tlaxcala, los cuales no llegaron a conclusiones definitivas. Alfonso Cano sobresalió entonces como principal vocero de las FARC y demás guerrillas que decidieron proseguir la lucha armada pese a la transición democrática que hizo posible la Constitución del 91.

Los noventa

A partir de los noventa Colombia vive la dicotomía entre un desarrollo constitucional democrático soportado en el Estado Social de Derecho, y las dinámicas de guerra, violencia, empobrecimiento y crisis humanitaria. En este contexto se expandieron las FARC y en menor grado el ELN, pero de forma que las guerrillas se vieron implicadas en graves y frecuentes violaciones al derecho humanitario, a la vez que sobrevino la actuación de los paramilitares, agrupados en las AUC, dirigida principalmente al castigo de civiles señalados de colaborar con la insurgencia, lo cual ocasionó graves, masivas y sistemáticas violaciones de los derechos humanos, a menudo en cooperación o con anuencia de la fuerza pública.

En estos años Alfonso Cano dejó de lado su rol político y consolidó su papel como uno de los comandantes de las FARC.

Transcurrirán entre tanto numerosas manifestaciones en demanda de la paz, la solución política y el respeto de las normas humanitarias, configurando el llamado movimiento ciudadano por la paz.

– Afloraron hechos plebiscitarios que presionan la reglamentación del Artículo 22 de la Constitución sobre el derecho a la paz, hasta conseguir la formación legal del Consejo Nacional de Paz.

– Surgieron manifestaciones de resistencia desde comunidades y localidades afectadas, como Asambleas Municipales Constituyentes, Comunidades de Paz, Territorios de Paz, y Zonas Humanitarias.

– Desde los pueblos indígenas –fuertemente afectados por el conflicto- se exigía el respeto de autonomía territorial, gobierno, organización social y cultura propias.

En tal contexto, el gobierno Pastrana inició conversaciones de paz con las FARC y de manera más eventual con el ELN. Entre 1999 y 2002 se convinieron agendas, mecanismos y acuerdos parciales de soluciones humanitarias y tratamiento de algunos de los temas definidos, pero finalmente el proceso fracasó en medio de las incoherencias de las partes, tanto en lo relativo a actuaciones y propuestas que allanaran la posibilidad de un acuerdo definitivo como ante la persistencia de violaciones a los derechos humanos y al derecho humanitario.

Alfonso Cano no participó en las comisiones de diálogo y negociación, al parecer debido a que no se llegó a la fase de negociación de acuerdos sustanciales, aunque fue encargado de promover el Partido Comunista Colombiano (Clandestino) y el Movimiento Bolivariano, que en medio de las hostilidades no pasaron de ser redes de apoyo de esta guerrilla.

Los años de Uribe

Bajo las administraciones Uribe se profundizó la estrategia de guerra con mayores recursos técnicos y económicos conseguidos por el anterior gobierno Pastrana mediante el Plan Colombia. Así fue refrenado el avance guerrillero y las FARC fueron golpeadas hasta llevarlas a un marcado repliegue militar. Tan solo recientemente esa guerrilla recuperó cierta iniciativa, mediante actuación más fluida y eventual, reiniciada precisamente en el suroccidente del país bajo la comandancia de Alfonso Cano, quien tras la muerte del líder histórico Manuel Marulanda, ocupó la comandancia general.

Pero esta vez surgió un masivo rechazo de las FARC por la toma de rehenes y la prolongación injustificada del cautiverio y los maltratos contra integrantes de la fuerza pública, de forma que aunque los familiares de las víctimas alentaban el acuerdo de intercambio humanitario y la comunidad internacional prestaba sus oficios, la masacre de los diputados del Valle dejó sin piso esa opción y acrecentó la presión para que todas las personas en poder de la guerrilla sean liberadas de manera unilateral, hecho solo parcialmente logrado.

El tiempo de Santos

El presidente Santos declaró que es posible un nuevo diálogo de paz con las guerrillas, a condición de que cesen hechos como el secuestro, el reclutamiento de menores, el uso del terrorismo y los ataques a la población civil, lo cual corresponde al cumplimiento de obligaciones humanitarias.

Si bien este gobierno no ha adoptado una política de paz y aun da prioridad a la estrategia de guerra, no puede desconocerse su ruptura con el autoritarismo, la corrupción y la negación de derechos que caracterizó al anterior mandato, lo que alienta esperanzas en materia de paz.

También se debe reconocer que en este contexto de complejidades, Alfonso Cano a nombre de las FARC planteó la disposición a conversar con el gobierno, flexibilizó los términos sobre mecanismos para un posible diálogo y una nueva agenda, y calificó las iniciativas del presidente sobre reparación de las víctimas y restitución de tierras a los campesinos despojados y desplazados como medidas que podían contribuir a la paz. Aunque en respuesta a los persistentes ataques militares del gobierno, en su último pronunciamiento señaló al presidente de incumplir el ofrecimiento de diálogo.

Ambivalencia

En consecuencia, la muerte de Alfonso Cano deja un legado contradictorio por cuanto fue protagonista de eventos por la paz y argumentó a su favor de manera sostenida, pero también simbolizó terquedad en la vida armada, subestimación de los cambios políticos, y fue corresponsable de los fracasos en procesos de paz emprendidos, en el nivel de degradación y arbitrariedad de la guerrilla y en la incapacidad de éste movimiento para retomar iniciativas políticas, asumir con realismo los compromisos que hagan posible la solución negociada y respetar las exigencias humanitarias.

Quienes lo conocimos personalmente y hemos seguido de cerca el pulso a todas estas circunstancias podemos dar fe tanto de las virtudes como de los problemas que en esta forma moldearon el perfil y legado de este personaje nacional.

*Presidente de la Fundación Cultura Democrática.

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