El cine del yo: ¿un nuevo aire en el cine colombiano? - Razón Pública
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El cine del yo: ¿un nuevo aire en el cine colombiano?

Escrito por Jaír Villano
Producciones cinematográficas colombianas

Producciones cinematográficas colombianas

Jair villanoLa tradición “realista” de nuestra industria cinematográfica parece estar siendo trastocada por una tendencia renovadora: un cine intimista que se distancia del compromiso y el retrato social. ¿Se avecina la ruptura de un canon?

Jaír Villano*

La actualidad del cine colombiano

¿Se pude definir el cine colombiano? Cuando algo carece de forma (o de carácter y personalidad), es llamado amorfo.

Pero este no es el caso de nuestra industria cinematográfica. Con la Ley de cine del 2003 los largometrajes colombianos han avanzado en términos cuantitativos, pues se hacen más películas, y cualitativos, dado que las apuestas son cada vez más arriesgadas. O eso parece.

A pesar de pertenecer a un mismo espacio geográfico, el cine comercial y el cine alternativo no conversan entre sí, sino que a veces parece que chocan, puesto que el primero es más visto pero menos valorado que el otro, y el segundo, más valorado pero menos visto.

En relación con las características de la cinematografía nacional, en Cine colombiano: cánones y discursos dominantes, Pedro Adrián Zuluaga hace una pertinente retrospectiva sobre lo que algunos estudiosos colombianos, la mayoría con cierto tufillo socialista, han propuesto como buen cine.

Hay una tradición de hacer un cine que retrata los problemas nacionales, a la vez que están surgiendo unas apuestas que no se encuadran en esta herencia de cine “social”.

De las múltiples citas del libro, vale la pena rescatar unas palabras de Oswaldo Osorio: “Es la realidad del país la columna vertebral del cine nacional en cuanto a sus temáticas, y entre más aciagos son los tiempos, más se empeñan los directores en hablar de lo que está pasando”. También es pertinente la conclusión de Zuluaga: “Hoy por hoy el cine colombiano se está reinventando […] Las hebras de este discurso son todavía difíciles de unir, pero hay un rechazo, inconsciente si se quiere, a esa tradición heredada, a esa ley padre. Y está bien que así sea”.

Aunque estas afirmaciones parecen apuntar en direcciones contrarias, y a pesar de que fueron dichas hace seis o siete años, me parecen significativas y útiles para comprender el actual escenario cinematográfico colombiano. Hay una tradición de hacer un cine que retrata los problemas nacionales, a la vez que están surgiendo unas apuestas que no se encuadran en esta herencia de cine “social”.

Largometraje colombiano, “9 disparos”.
Largometraje colombiano, “9 disparos”. 
Foto: Festival Internacional de Cine de Cali

Quiero hablar de algunas películas recientes que se inscriben en esta última tendencia, es decir, en una forma de hacer cine que, en mi opinión, abre posibilidades para desligarse por completo de los discursos dominantes que han imperado en el séptimo arte colombiano.

Estas películas representan a un cine que, aunque tiene similitudes, puesto que no se preocupan por fines ajenos a su condición de cine, no es homogéneo; un cine que no rompe esquemas ni cambia estructuras, que diluye los límites entre realidad y ficción, y que podría parecer pueril e innecesario para los analistas más conservadores. Un cine que, en algunos casos, simplemente voltea la cámara hacia sí mismo. Un cine intimista, personal, narciso: válido.

La auto-representación y el documental

Si el canon lo hace el tiempo, la tendencia la hace el momento. Podría ser arriesgado intentar hacer un corpus sin saber si la siguiente lista de películas obedece al azar o si, por el contrario, hay un impulso común que las comprehende.

En cualquier caso, no es gratuito que en un festival de trascendencia nacional, como el FICCALI, cinco de las ocho películas de su selección oficial tuvieran características similares. Me refiero a Yo, Lucas (2016) de Lucas Maldonado, Amazona (2016) de Clare Weiskopf y Nicolas Van Hemelryck, Nueve disparos (2016) de Jorge Giraldo, Ciro y yo (2017) de Miguel Salazar y My Way or the Highway (2017) de Silvia Lorenzini.

En estas obras los autores hacen representaciones de sus vidas y, por ende, de quienes los rodean. Podríamos agrupar algunas de estas películas en dos categorías: por un lado, la auto-representación en un país víctima de la violencia, donde hallamos a Nueve disparos y Ciro y yo; por otro lado, la exploración de lo materno y lo paterno, donde se inscriben Amazona y My Way or the Highway.

Yo, Lucas merece ser destacada, ya que es una pieza singular, debido a su cinismo y porque en ella el autor se dedica a contar su vida a través de su testimonio y de personas que lo han soportado.

Estas clasificaciones podrían estar sujetas a cambios, pero lo cierto es que estas películas se insertan en la intimidad de sus directores para hablar de temáticas punzantes, como la maternidad en contraposición con el concepto de libertad (Amazona), el encuentro paternal después de la ausencia (My Way or the Highway), la paternidad en medio de la guerra, la esperanza en medio de la adversidad (Nueve disparos), los golpes que se han vuelto comunes, la condensación de los horrores de la guerra en alguien cercano (Ciro y yo) y una sonrisa ante lo difícil que es llevar una vida asediada por las drogas y el alcoholismo (Yo, Lucas).

El tiempo lo dirá, pero es indudable que producciones como estas van abriendo su propio espacio en la escena del cine nacional. Además, ejemplifican un cambio de carácter.

De esta selección oficial quedan por fuera tres filmes que si bien no son del todo cercanos a los que he mencionado, comparten su apuesta por historias profundamente conmovedoras (Señorita María, la falda de la montaña), maravillosamente cotidianas (La defensa del dragón) y con una poética sutil (Interior).

Por fuera de esta lista está Epifanía, que podría pertenecer a un tipo de cine que busca plantear distintas reflexiones a partir de dramas íntimos, y Genaro, donde se representa la violencia desde una perspectiva distinta de la que tradicionalmente ha primado en el cine colombiano.

¿El quiebre de un canon?

Festival Internacional de Cine de Cali, FICC.
Festival Internacional de Cine de Cali, FICC.   
Foto: Alcaldía de Santiago de Cali

El tiempo lo dirá, pero es indudable que producciones como estas van abriendo su propio espacio en la escena del cine nacional. Además, ejemplifican un cambio de carácter.

Lo ideal sería que su contenido despertara debates. Un largometraje como Nueve disparos, ganador en el FICCALI, debería estimular una discusión profunda que supere los comentarios infantiles y prejuiciosos. Por ejemplo, este largometraje resulta pertinente en un país que busca una transición social, donde se debe oír el discurso del victimario y el de la víctima, dado que muchas veces la condición de cada uno transmuta cuando se conoce el contexto desde el cual ellos hablan.

Creo que las películas que he mencionado refrescan la cartelera de nuestro cine y dan insumos para pensar que se está caminando con pasos propios.

Y no sé ustedes, pero para mí eso es positivo.

* Escritor y periodista
@VillanoJair.

 

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