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El caso de Génesis Rúa: más allá de la conmoción

Escrito por Rocío Rubio
Maltrato infantil

Rocio RubioLa reacción de los vecinos, de los medios, de las redes, de los políticos y de nosotros los adultos no resuelve el problema, sino que lo perpetúa. ¿Cuándo tomaremos en serio la protección de la infancia?

Rocío Rubio Serrano*

La violencia en entornos familiares

Más temprano que tarde pasará al olvido la tragedia que sacudió al país esta semana.

Es el caso de Génesis Rúa, una niña de nueve años que en el barrio Porvenir en el municipio de Fundación en Magdalena fue violada, asesinada y luego incinerada por Adolfo Arrieta García, un hombre de 47 años, a quien le bastaron dos horas para llevar a cabo todos esos hechos.

El confeso perpetrador de este feminicidio e infanticidio no era un desconocido. De hecho, se trataba de un vecino que jugaba billar con uno de los tíos de Génesis. La familiaridad del victimario le permitió acercarse a Génesis.

De acuerdo con Medicina Legal, el 88 por ciento de los casos de violencia sexual contra los niños y sobre todo contra las niñas son ejercidos por un adulto presente en sus entornos familiares, escolares o comunitarios. El espacio familiar debería ser el lugar donde las niñas y niños deberían estar más protegidos, pero en efecto son los escenarios principales para las más variadas violaciones de sus derechos. ¡El 77 por ciento de las violaciones tienen lugar dentro de la residencia de la niña!

Puede leer: Ocultos a plena luz: la violencia contra niños y niñas en Colombia

Otro caso olvidado

El caso de Génesis será otro más de la violencia sexual que se ejerce sin reparo alguno. Hará parte de las estadísticas al servicio de la justicia mediática, que flaco favor le rinden al proceso judicial y al análisis de contexto que serían necesarios para diseñar métodos de prevención más efectivos.

El 88 por ciento de los casos de violencia sexual contra los niños y sobre todo contra las niñas son ejercidos por un adulto presente en sus entornos familiares, escolares o comunitarios.

Génesis Rúa será recordada cuando suceda otro crimen que adquiera visibilidad mediática por ser igual de aberrante, o más cruel e indignante. Por el caso de Génesis hoy recordamos el caso de Yuliana Samboní; pero aún hoy no sabemos si los familiares de Yuliana recibieron una reparación integradora y transformadora que les haya permitido resignificar ese pasado doloroso y transitar hacia un futuro más esperanzador.

La descripción mediática de las graves violaciones a los derechos de los niños y las niñas colombianas se encontrará con un auditorio donde el morbo se camufla detrás de la conmoción, que no es solo un sentimiento colectivo de pena profunda sino también un sinónimo de alteración violenta.

La conmoción se queda en redes

Los niños en riesgo
Los niños en riesgo
Foto: Pixabay

Basta recordar la reacción de los vecinos de Génesis, quienes querían linchar al perpetrador y además incendiar su casa que fue el escenario del crimen.

Ni una sola palabra de reproche se ha pronunciado ante la pretensión de hacer justicia por manos propias. Habría que decir que el fuego provocado por los vecinos no borró la muerte de Génesis, pero probablemente sí las evidencias de este crimen y quizás otros actos violentos cometidos por Adolfo Arrieta.

La descripción morbosa de las violaciones le ganará al análisis, a la reflexión sobre el significado de ser una niña o un niño en nuestra sociedad. Sustituiremos nuestra corresponsabilidad en la protección integral de sus derechos por sumarnos a un numeral “#todos somos…X o Y” o postearemos caritas tristes junto a la noticia del día que circule en las redes sociales.

Al mismo tiempo el asesinato de Génesis revivió los llamados al populismo punitivo. Pero la experiencia repetida en todo el mundo demuestra que aumentar penas, llegar a la cadena perpetua o incluso apelar a la castración química no evitará estos crímenes.

Al apelar a estos castigos, olvidamos que ya hoy existen marcos normativos que garantizan la no impunidad y la sanción ejemplarizante de estos delitos. Basta decir que según el Código de la Infancia y la Adolescencia no cabe ningún tipo de atenuación o rebaja de penas cuando la víctima es menor de 14 años, y que la Ley 1761 de 2015 tipificó el feminicidio como un delito autónomo.

Pero otra vez pasaremos la página sin preguntarnos: ¿Por qué tanta violencia contra niños y niñas? ¿Cuáles son sus contextos, dinámicas y trayectorias? ¿Cómo las registramos, narramos y analizamos? ¿Cómo se reproduce? ¿Cómo empieza a ser normalizada y justificada en actos aparentemente inofensivos como las “palmadas pedagógicas”? ¿O con   relatos sobre niños que fueron objeto del maltrato, la explotación o la negligencia, pero a renglón seguido se reafirma que es un “adulto normal”?

Le recomendamos: Tragedias sin asombro: la violencia contra los niños y niñas en Colombia

La normalización

Campaña contra la violencia infantil
Campaña contra la violencia infantil
Foto: Flickr

Esta idea sobre la “normalidad” fue expresada incluso por el tío de Génesis cuando anotó ante los medios, textualmente, que Adolfo Arrieta era un hombre normal, un conocido de más de treinta años, que había tenido problemas con la mujer y la mujer se le había ido. Y por si hiciera falta agregó que Arrieta era su amigo y que no sabía por qué había cometido el crimen, si nunca “tuvimos problemas con él”.

No podemos pasar por alto la normalización social y cultural implícita en la declaración del tío de Génesis. El crimen perpetrado no es menos horroroso ni menos punible si había o no problemas con el victimario y las dificultades con su esposa.

Querían linchar al perpetrador y además incendiar su casa que fue el escenario del crimen.

En este caso, no conocemos las causas concretas como tampoco en el de Yuliana o, los ya olvidados: Nicol Palacios, aún hoy desaparecida; Andrea Marcela García cuyo caso lleva seis años en la impunidad; Julieta Valencia, quien no tenía ni siquiera un año cuando fue violada; Luis Santiago Lozano, asesinado por su propio padre; o Robinson Correa Hernández, un niño de siete años cuyo cuerpo se encontró descuartizado y con rastros de haber sido vulnerado en su integridad. Entre otros, muchos otros, nombres.

La prevención

Pero en cambio tenemos la certeza de que la oportunidad para cometer el crimen es el común denominador de todos esos hechos dolorosos. Y tenemos también la certeza moral de que tendríamos que reducir a cero esas oportunidades.

Por eso mismo hay que actuar desde otros frentes. Y actuar ya: la deuda con la infancia sigue creciendo simplemente porque no actuamos a tiempo.

Creemos que los niños y las niñas pueden transitar solos, sin una persona que los cuide. Además, afirmamos, sin preguntarnos, que ellos pueden hacer las cosas por sí mismos, sin los acompañamientos debidos. Olvidamos que son personas en formación y desarrollo.

Nos conformamos con el ruido y las descripciones mediáticas, pero no analizamos el contexto. Sin información validada y sin la evidencia simplemente no se puede prevenir la violencia.

Las advertencias sobre los riesgos que corren las niñas y los niños, como las que suele formular la Defensoría del Pueblo, son apenas informes que poco se leen y de poco sirven.

Las autoridades se limitan a repetir que sus entidades respectivas tienen programas o mecanismos de atención, pero no toman el caso como una prueba de que esos programas o mecanismos necesitan de correcciones o replanteamientos. Las lecciones no se aprenden o no se comparten.  No se trabaja en equipo. Y después nos lamentamos.

Pero además no notamos que las víctimas se ignoran: la familia de Génesis y sus hermanos menores. Los hijos de Adolfo Arrieta García. Los compañeros de escuela de los unos y de los otros. Las niñas y los niños del barrio Porvenir.

Según Noticias Caracol, en medio de la procesión en el funeral de Génesis Rúa, se oyó una voz que decía: “yo también soy niña, que Dios me salve”. Oír esto con respeto y seriedad es entender la dignidad humana y reconocer que las niñas y los niños son sujetos reales de derechos.

Más allá del fuero espiritual, tenemos el deber de protegerlos. Somos corresponsables por su vida y por su suerte. Ellos son el presente y el futuro.

La conmoción espasmódica es tan nociva como la indiferencia sistemática.

Sin altos en el camino y sin replantear nuestra forma de comprender la infancia y asumir nuestras responsabilidades en su sano desarrollo, el terreno está abonado para que todo vuelva a repetirse.

*Antropóloga, magister en Estudios Políticos, rubiorocio55@hotmail.com

@Antropologa1

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