El fin de la enfermedad holandesa, las oportunidades que abre la llegada de la paz, los réditos de la apertura comercial y el relativo éxito de la expansión del área sembrada, parecen ser las razones tras el inicio de la recuperación del sector agrícola.
José Leibovich*
El malestar
Según el último reporte del DANE, la economía colombiana creció un magro 1,3 por ciento durante el segundo trimestre de este año. Aunado al 1,1 por ciento conseguido en el primer trimestre, este dato resulta en un crecimiento semestral de apenas 1,2 por ciento.
Una cifra por supuesto mediocre, que sin embargo está en línea con el estancamiento o la desaceleración que viene presentando la producción nacional desde el derrumbe de los precios del petróleo a finales de 2014 y sus efectos posteriores sobre las condiciones comerciales del país.
Frente a este panorama el Ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, afirmó recientemente que la economía ya ha tocado su punto más bajo y que lo que sigue no puede ser otra cosa que un repunte gradual. Por lo mismo en su opinión, el 2017 cerrará con un crecimiento anual de 2 por ciento.
Sector estrella
En medio de este panorama desconsolador, empieza a brillar con luz propia el sector agropecuario que para el primer semestre de 2017 creció a una tasa de 6,1 por ciento, consolidándose como uno de los motores o líderes del crecimiento de la economía colombiana.
Lo anterior rompe con el rezago y lento caminar característicos de la producción agrícola desde comienzos del presente siglo, que le ha costado a la producción agropecuaria pasar de representar el 9 por ciento del PIB total en el año 2000 al 6 por ciento en la actualidad.
El sector agropecuario creció a una tasa de 6,1 por ciento.
Cuatro hipótesis podrían explicar el repunte inicial y la mejora ostentosa del agro colombiano durante los últimos trimestres. Pero las cuatro hipótesis deben tomarse de manera cautelosa porque la realidad macroeconómica y social sigue siendo más compleja de lo que alcanzamos a percibir y analizar.
Por eso mismo no estoy en condiciones de afirmar que alguna de las cuatro explicaciones sea más o menos acertada, pues esto nos podría hacer caer en la miopía que suelen implicar los análisis de corto plazo.
Adiós a la enfermedad holandesa
![]() Ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri. Foto: Presidencia de la República |
La primera hipótesis afirma que han comenzado a sentirse los efectos del fin de la llamada “enfermedad holandesa” que vivió Colombia especialmente durante la primera década del presente siglo.
Esta “enfermedad” resulta del aumento sustancial de las exportaciones en productos como el petróleo, el carbón y otros minerales, lo cual causó una entrada masiva de dólares y con ello una revaluación del peso colombiano, con el efecto consiguiente de aumentar las importaciones y disminuir tanto la producción para el consumo doméstico como las exportaciones de otros sectores intensivos en mano de obra como la industria y la agricultura.
Después de un período adverso entre 2015 y 2016, el sector agropecuario empieza a reaccionar positivamente ayudado por la nueva realidad del peso colombiano, el cual se devaluó un 45 por ciento entre finales de 2014 y mediados de 2015, manteniéndose luego alrededor de los 3. 000 pesos.
Tres ejemplos sencillos ilustran lo anterior:
- Entre diciembre de 2014 y diciembre de 2015, el precio internacional del café cayó 31 por ciento, pero la tasa de cambio se devaluó un 38 por ciento, de manera que el precio interno se pudo mantener -siendo así que, sin devaluación, el precio interno habría de haber caído en más de 30 por ciento-
- Las importaciones de maíz se contrajeron en 2016 en un 8 por ciento gracias a la devaluación del peso, siendo sustituidas en parte por producción nacional.
- Los cultivos de coca, aunque son ilegales, han aumentado gracias a la devaluación del peso.
La paz motor del campo
La segunda hipótesis está relacionada con las bondades que trae la firma de la paz entre el Gobierno y las FARC, pues a pesar de la polarización que el Acuerdo ha producido en nuestra sociedad, también ha comenzado a despejar un escenario más atractivo y de mayor seguridad en el sector rural.
La paz del campo estimula el desarrollo de nuevos proyectos productivos por parte de empresarios de todo tipo, así como de familias campesinas en zonas golpeadas por la violencia que ahora respiran un nuevo aire de tranquilidad.
Es claro que las enormes falencias en la política pública para el desarrollo rural – como el mal estado de las vías terciarias, la falta de asistencia técnica, los débiles canales de comercialización y la poca calidad y garantía de los derechos de propiedad sobre la tierra- han sido obstáculos enormes para el espíritu emprendedor en proyectos agrarios.
De manera especial preocupan los problemas alrededor de los derechos de propiedad, que han sido inherentes a la nación colombiana desde la fundación de la República. La nueva Ley de Tierras debería despejar este tema en lo conceptual para que así el Ejecutivo pueda acelerar la adopción del catastro multipropósito orientado a resolver problemas de rezago e incongruencia en la información de los avalúos catastrales rurales.
Los réditos de la apertura
La tercera hipótesis se refiere al efecto de los tratados de libre comercio que Colombia firmó durante la última década. Estos tratados parecen haber comenzado a dar sus primeros frutos en cuanto al aumento de las exportaciones de productos agropecuarios a nuevos mercados.
Los ejemplos de exportaciones de piña y aguacate hass con destino a Estados Unidos y Europa muestran que, una vez cumplidos los requisitos fitosanitarios exigidos por los respectivos organismos de control, esos tratados en efecto abren nuevos mercados de gran potencial para el sector hortofrutícola colombiano.
Peso colombiano, se devaluó un 45 por ciento entre finales de 2014 y mediados de 2015.
Si el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA) operaran de manera eficiente, con seguridad podríamos haber tenido resultados más temprano y en otros productos. Por ejemplo, las exportaciones de carne bovina a Estados Unidos podrían acelerarse si las entidades nacionales brindaran apoyo técnico para cumplir los requisitos exigidos por las entidades de control de ese país.
Colombia siembra ¡y mucho!
![]() Tratado de libre comercio, TLC. Foto: Embajada y Consulados de Estados Unidos en México |
La cuarta hipótesis gira alrededor de la efectividad de la política agropecuaria de corto plazo del actual gobierno plasmada en el programa “Colombia Siembra”. Según fuentes oficiales, en 2016 se sembraron 430.000 hectáreas nuevas en arroz, maíz, hortofrutícolas, forestales, palma, cacao y otros productos.
A través de este programa -que incluye créditos subsidiados, incentivos a la capitalización rural y acceso al Fondo Agropecuario de Garantías, entre otros- el Ministerio de Agricultura impulsó el aumento de los productores agrícolas y con ello la expansión de las áreas sembradas.
Sin embargo la sostenibilidad de esta expansión ha sido puesta en duda. El presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), afirmó en relación con la sobreproducción arrocera y la dificultad de absorberla por parte de la industria, que el Gobierno Nacional debería complementar “Colombia Siembra” con un programa como “Colombia Vende”, pues es preciso garantizar no solo una mayor producción agrícola sino también precios competitivos en los mercados.
¿Alegrías de corto o largo plazo?
Será precioso observar muy de cerca la evolución del sector agropecuario para determinar si el repunte es duradero o si se trata de un hecho transitorio o hasta efímero. A partir de esta base se irá haciendo posible examinar el peso relativo de las cuatros explicaciones anteriores – o quizás de otras que no se pueden ver para así, analizar cuáles son los factores determinantes en cualquiera de los dos escenarios.
Por lo pronto, con la miopía de no poder ver más lejos, pareciera ser que el sector va a seguir comportándose bien pues ni siquiera, por ahora, existen pronósticos de “Niño” o “Niña” que puedan estropear las próximas cosechas.
* Doctorado en Economía de la Universidad de París I (Pantheon – Sorbona, experto en economía cafetera. Director de Investigaciones Económicas de la Federación Nacional de Cafeteros.