El camino de la paz. Arandelas del proceso: más policía, menos gasto militar - Razón Pública
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El camino de la paz. Arandelas del proceso: más policía, menos gasto militar

Escrito por Francisco Leal Buitrago
Francisco-Leal-2012

Francisco-Leal-2012Mejorar la seguridad ciudadana y combatir a las “BACRIM” son tareas de policía, mientras que el gasto militar tendrá que reducirse. ¿Será capaz el gobierno de lograrlo?

Francisco Leal Buitrago*

El desbalance

Aunque el manejo sigiloso y prudente del primer acercamiento dio un buen comienzo al proceso, es evidente que este tendrá que superar muchos y graves obstáculos. No solo por la opinión negativa de los sectores que se oponen porque podría afectar sus intereses, sino además por razones objetivas que habrían de tenerse en cuenta para el manejo adecuado de las crisis previsibles.

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Las FFMM pasaron de 200 mil efectivos en 2002 a cerca de 300 mil en 2012, y la Policía Nacional de 110 mil a 165 mil.
Foto: Ejército

Una de las arandelas más complejas – pero poco mencionadas – se refiere al manejo de los recursos cuantiosos que hoy se destinan a la fuerza pública. A simple vista parecen excesivos en el campo militar, pero modestos respecto de la policía: las Fuerzas Militares pasaron de 200 mil efectivos en 2002 a cerca de 300 mil en 2012, y la Policía Nacional de 110 mil a 165 mil en el mismo período. Sin contar los enormes presupuestos en seguridad, ejecutados y adicionados.

Una eventual desmovilización de las guerrillas – ya de por sí disminuidas – plantea una pregunta clave: ¿quedarían sobredimensionados los militares, puesto que su objetivo primordial era combatirlas? Aún si ello no ocurriera, no se entiende por qué los militares han experimentado un crecimiento sostenido, mientras que la subversión está diezmada desde hace varios años, precisamente por la acción militar.

¿Será que todavía hay quienes creen sensatamente en el exterminio guerrillero a punta de bala?

Tareas de policía

La Policía Nacional tiene la tarea de enfrentar a las bacrim (bandas criminales), que no sólo se mantienen a pesar de la caída de sus jefes, sino que se han adaptado a nuevas situaciones.

Francisco_Leal_militares_desmovilizadosNunca fue explicada satisfactoriamente la alegre contabilización oficial de más del doble de desmovilizados, frente a los 15.000 que habían sido señalados previamente.
Foto: IPC.

Para entender el origen de las llamadas bacrim – neologismo oficial inventado para convencer a la opinión de que los paramilitares se habían acabado – es preciso analizar con lupa las cifras oficiales sobre desmovilización de las “autodefensas” durante el proceso que culminó en 2006: tales cifras siempre fueron ambiguas, para ocultar el ‘despelote’ que caracterizó al proceso.

Nunca fue explicada satisfactoriamente la alegre contabilización oficial de más del doble de desmovilizados, frente a los 15.000 que habían sido señalados previamente. La desorganización del proceso contrastó con el gran despliegue mediático de las desmovilizaciones, que orquestó el gobierno de entonces. Son hechos conocidos y probados:

  • la inclusión de narcotraficantes, que compraron franquicias a jefes ‘paras’,
  • las falsas desmovilizaciones y los falsos desmovilizados,
  • la mezcla de narcotraficantes y políticos,
  • la ineficacia de la política antidrogas impuesta por los gringos,
  • los frentes que no se desmovilizaron,
  • las numerosas reincidencias, estimuladas por la improvisación en los programas para reinsertar a los delincuentes en la sociedad, y
  • la ausencia de una visión política más allá de la coyuntura del momento.

Esta situación ha sido analizada por expertos en los últimos años y sirve de base para apreciar, grosso modo, la capacidad de reproducción de esa criminalidad.

A mediados de 2010 la Policía Nacional reconoció la existencia de seis ‘bandas criminales’ (con diferencias respecto de la versión de la Vicepresidencia): ‘Ejército Revolucionario Popular’, ‘Los Rastrojos’, ‘Banda Criminal Urabá’, ‘Banda Criminal Renacer’, ‘Los Machos’ y ‘Los Paisas’, sin contar a ‘Las Águilas Negras’. Hoy sobresalen entre otros ‘Los Rastrojos’ — que junto con ‘Los Machos’ existían antes de las desmovilizaciones —, ‘Los Urabeños’ y ‘Los Paisas’. Sin embargo, recientemente han sufrido cambios notorios tanto las organizaciones como los jefes de las bandas, su ubicación geográfica y sus formas de operación.

Pero además, con el crecimiento de la población y la mayor urbanización, las necesidades de policía son más altas, pensando sólo en su papel de brindar seguridad ciudadana, que por definición debe ser preventiva.

La exclusión social donde confluyen la pobreza, el desempleo, el empleo informal, el eterno problema de tierras y el ominoso contraste entre opulencia y miseria en las mismas zonas geográficas, seguirá persistiendo como el caldo de cultivo donde germinan toda clase de delincuencias.

A todo lo cual habría que añadir el uso de prácticas violentas como mediadoras de la política a lo largo de la historia colombiana, consecuencia de la inveterada y cultivada debilidad política del Estado. Paradójicamente, el fortalecimiento financiero del Estado durante las últimas décadas alimenta esa debilidad puesto que tiende a estimular aún más el clientelismo y la corrupción.

La nueva delincuencia

Hay una notoria disminución de los grupos armados con organizaciones cuasimilitares, incluso en las guerrillas. El uso de uniformes y unidades relativamente concentradas son ahora casi inexistentes, además de que sus formas de operación son mucho más flexibles.

Francisco_Leal_militares_flexiblesEl uso de uniformes y unidades relativamente concentradas son ahora casi inexistentes, además de que sus formas de operación son mucho más flexibles.
Foto: theprisma.co.uk

No se trata solamente del retorno de las FARC –y menos del ELN– a la convencional guerra de guerrillas, abandonada con arrogancia por un tiempo cuando esta guerrilla se creyó el cuasi-ejército de un Estado en gestación, en vísperas de tomarse el poder. Se trata de que las bandas de delincuencia organizada son ahora más dispersas y fraccionadas y que utilizan maneras de actuar novedosas y diversas.

En ello sobresale la efectiva difusión de ‘miedos secretos’ entre las poblaciones locales y la apropiación de actividades legales, además de las ilegales, mediante su penetración en los tejidos sociales. Son formas emergentes de delincuencias ‘silenciosas’ que se han expandido.

Incluso, la juventud encuentra allí una forma de ocupación alentada por el desempleo, la inmensa informalidad ocupacional, la concentración de la riqueza, la inequidad social y el crecimiento de actividades productivas con escasa mano de obra. Todo esto sin desconocer el desmadre en paralelo de la delincuencia común en las ciudades.

Esta realidad abre un gran espacio para la reorganización y el crecimiento de la Policía en su función preventiva, en particular frente a la necesidad de una mayor sofisticación en inteligencia técnica, pero más aún en inteligencia humana.

El gasto militar debe bajar

Al pensar en la sobredimensión del campo militar, la exigencia de argumentos es mucho menor. En efecto, ya se mencionó la necesidad de su reducción si llega a feliz término el proceso de paz.

Francisco_Leal_militares_costosLos costos de equipamiento militar son enormes, sobre todo con la sofisticación que requieren equipos para la guerra irregular, como helicópteros, aviones y aditamentos para el combate de última generación.    Foto: Ejército.

Esta reducción no sería sólo en términos de efectivos, sino sobre todo en sus finanzas. Los costos de equipamiento militar son enormes, sobre todo con la sofisticación que requieren equipos para la guerra irregular, como helicópteros, aviones y aditamentos para el combate de última generación, además del costo de adquisición, operación y mantenimiento de los buques de la Armada.

Se dirá que la misión militar es la defensa de la soberanía, pero en el mundo globalizado de hoy eso no tiene la presentación que tuvo durante el proceso de creación y desarrollo competitivo de los Estados modernos. El creciente entramado de interrelaciones entre países exige ahora más diplomacia que plomacia.

Pero también se dirá que eso no es del todo cierto, si se mira el peligro que representan los gobiernos de izquierda en la región, sobre todo los de la inmediata vecindad. Sin entrar a evaluar sus defectos — que los tiene y muchos – y pese al radicalismo del ‘uribismo pura sangre’ y sus fantasmas, el gobierno Santos ha demostrado que la diplomacia del ‘nuevo mejor amigo’ resulta más práctica que lamentaciones tardías, como que “faltó tiempo” para castigar la cobardía y la insolencia del vecino. Hoy se viven tiempos propicios para una mayor globalización, donde no quedan ya espacios políticos para bravuconadas machistas de provincia.

Entre los problemas políticos que surgirían con la decisión de reducir la dimensión militar sobresale el gran lastre de las prestaciones acumuladas durante los últimos 15 años de aumento del pie de fuerza.

Existe hoy una multitud de pensionados jóvenes — y muchos aún más jóvenes como los lisiados por las ‘minas quiebrapatas’ — además del creciente número de oficiales — coroneles para arriba — que disfrutan de salarios y pensiones nada despreciables. Pero este problema es en esencia de naturaleza fiscal y podría sacarse de la órbita castrense, no sin dificultades políticas.

Será preciso tener en cuenta la enorme resistencia que seguramente provocará una eventual decisión de frenar o dar reversa al crecimiento militar en todas sus dimensiones. Una fuerza nada despreciable está representada por el poder recalcitrante de los militares retirados de mayor edad, hoy alborotados por el ‘Puro Centro Democrático’.

Por fortuna – debido a razones que no son del caso explicar ahora – los militares activos ya no son tan proclives como antes a los ‘cantos de sirena’ de vocerías ventrílocuas de ‘intelectuales orgánicos’: militares retirados y civiles, bien conocidos.

En fin, es preciso identificar las arandelas del complejo proceso de paz que se avecina, para desmenuzarlas y buscar prevenir los inevitables ‘palos en la rueda’, que por desgracia no van a ser pocos.
 

* Profesor Honorario de las universidades Nacional de Colombia y de Los Andes.

 

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