Mucho se ha dicho que el retiro de Estos Unidos del Acuerdo de París beneficia a las grandes empresas, pero en la realidad las perjudica. Así que Trump salió perdiendo…y el Acuerdo saldrá fortalecido.
Manuel Guzmán Hennessey*
Preguntas y más preguntas
La decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París deja abiertas muchas preguntas. Por ejemplo,
- ¿Cuál es el mensaje de su estrategia del “no pero sí” que muestra cuando dice “Estamos saliendo, pero comenzaremos a negociar y veremos si podemos hacer un trato justo, y si podemos es genial”?
- ¿A qué y a quiénes defiende cuando expresa “su deber de proteger a Estados Unidos y a sus ciudadanos”?
- ¿Y de qué los defiende? ¿De los efectos del cambio climático o de las economías emergentes? ¿De China, de Isis, de Rusia o de los europeos?
Pero, sobre todo, son importantes los efectos que tiene la decisión de Trump para el mundo:
- ¿Será que él conoce las implicaciones de su decisión, especialmente para las poblaciones vulnerables, aún en su propio país? ¿Sabe realmente lo que está diciendo y haciendo?
- ¿Consultó a sus asesores internacionales acerca de si en el sistema de Naciones Unidas es viable que un país (el suyo) se salga unilateralmente de un acuerdo hecho entre 195 países (incluído el suyo) para, a renglón seguido, pedir “una transacción completamente nueva en condiciones que sean justas” desde la perspectiva de un país (el suyo)?
Escribo este artículo cuando el mundo está conmocionado, y quizás se necesite algo más de tiempo para procesar estos y otros interrogantes.
Pero entretanto voy a aventurar mi opinión sobre el asunto: como los argumentos del señor Trump son tan descabellados y tan contrarios a los hallazgos de todas las ciencias, debo decir que me preocupa más la evidencia empírica de que el presidente de Estados Unidos puede no estar en sus cabales que lo que ocurrirá realmente con el Acuerdo de París.
Empresas, petroleras, y cambio climático
![]() Ceremonia de la Firma del Acuerdo de París por el Cambio Climático. Foto: ONU |
En primer lugar está la pregunta quizás obvia que el periodismo ha empezado a formular acerca de a quién le conviene la retirada de Estados Unidos del Acuerdo. Y ante la tentación de responder que la decisión beneficia los intereses de las grandes compañías, especialmente las del sector energético, vale la pensa fijarse en algo que seguramente no ignoran los asesores del señor Trump, aunque él quizás sí: el ambicioso esfuerzo del llamado grupo de los ‘no estatales’ por reducir emisiones de carbono mediante la Agenda de Acción Lima-París que lleva a cabo sus actividades por fuera del ámbito de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Esta iniciativa está conformada principalmente por empresas y ciudades. El Acuerdo de París se fortaleció con el compromiso voluntario de estos actores no estatales que pusieron sobre la mesa metas más ambiciosas que los Estados para impedir que el aumento de la temperatura supere los 2ºC de ahora a 2050. No obstante, en el texto del Acuerdo de los Estados se reconoce que con los compromisos que hicieron en 2015 llegaremos a un aumento de 2,4ºC antes de 2050.
Por eso no es una sorpresa que hayan sido los empresarios los primeros en protestar por la decisión de Trump. Los presidentes de Adobe, Apple, Facebook, Gap Inc., Google, Hewlett Packard, Levi Strauss, Microsoft, Salesforce y otros firmaron una carta de rechazo a la medida. Ya lo habían hecho los científicos, quienes han aportado los datos más robustos al Panel Intergubernamental de Científicos por el Cambio Climático desde el año 1990. Y no cabe aquí la lista de las ciudades de Estados Unidos que ayer salieron a decir que no apoyan la decisión. Ya van 82.
Entonces, ¿conviene a las empresas la decisión? Evidentemente no. Movidas por una mezcla de responsabilidad climática empresarial y consideraciones de negocios, estas cambiaron su manera de entender y actuar frente a la crisis del clima. Desde 2007 se lanzó la coalición Caring for Climate que agrupa a compañías de cerca de 30 sectores en más de 65 países y más de 80 redes impulsadas por sus socios estratégicos (como Proyecto de Divulgación de Emisiones de Carbono, The Climate Group, Principios para la Inversión Responsable, la Fundación de Naciones Unidas y el Consejo Empresarial Mundial de Desarrollo Sostenible).
¿Conviene a las empresas energéticas la decisión? Evidentemente no. La iniciativa Oil and Gas lanzada en 2015 es una muestra de la ambición de las grandes petroleras y gasíferas por asumir su responsabilidad frente a la reducción global de emisiones. ExxonMobil, Chevron, Shell, Conoco, entre otras, han salido a defender el Acuerdo. Jeffrey Immelt, el gerente ejecutivo de General Electric, dijo que las compañías deben asumir la lucha contra el cambio climático independientemente de las acciones de los gobiernos. Y Darren Woods, gerente ejecutivo de ExxonMobil, escribió recientemente una carta al presidente Trump para pedirle que mantuviera a Estados Unidos en el Acuerdo de París.
Economía verde
Es cierto que el potencial económico de las energías renovables hoy mueve el interés de las empresas.
Los costos, especialmente los de la energía solar fotovoltaica, se han reducido drásticamente en la última década y hoy este rubro de inversión limpia pude resultar atractivo. Países como China, el propio Estados Unidos, España y Dinamarca son líderes en energía solar, y estas inversiones reducen en grandes cantidades las emisiones de carbono y favorecen la transición hacia un mundo sin combustibles fósiles.
En la última reunión de G-7 se anunció la nueva “ruta de la seda”. Según Foreign Affairs, China planea invertir 340.000 millones de dólares en fuentes de energía renovable para 2020 y Arabia Saudita está invirtiendo 50.000 millones de dólares. India duplicó su capacidad solar y está instalando paneles solares tan rápido que el primer ministro Narendra Modi estableció el audaz objetivo de alcanzar 100 gigavatios de capacidad solar en 2020.
La tendencia indica que el uso de energías renovables será incluso más barato que el de la electricidad convencional. Por ello han tenido mucho éxito iniciativas como RE100, que reúne a empresas que han decidido depender completamente de energías renovables. Entre ellas están nueve de las más grandes corporaciones norteamericanas: Nike, Wallmart, Goldman Sachs, Johnson & Johnson, Procter & Gamble, Salesforce, Starbucks, Steelcase, y Voya Financial.
Incluso la Casa Blanca lanzó en julio pasado una iniciativa para la sostenibilidad que involucra a grandes empresas de Estados Unidos. “La investigación demuestra que las empresas más ambiciosas han visto ya un retorno del 27 por ciento de sus inversiones bajas en carbono”, dijo recientemente Mark Kenber, consejero delegado del Grupo Clima.
Empresas del sector de los alimentos como Kellogg y General Mills, que dependen del clima para producir sus cereales, también apoyan el Acuerdo de París para proteger sus cadenas de suministros y, claro, ‘su negocio’. Y esto no está mal, pues las compañías deben mantener su crecimiento para producir un nuevo tipo de valor: el ‘valor sostenible’ que va a necesitar la sociedad del futuro para adaptarse a la crisis del antropoceno.
Depende de todos
![]() Empresa Multinacional, Google, una de las que está comprometida en la lucha contra el cambio climático Foto: Wikimedia Commons |
Ahora bien, Estados Unidos ocupa un lugar central cuando se habla de la producción de emisiones, pues emite el 15 por ciento del total del mundo: seis millones de toneladas de CO2. No obstante, a pesar de la decisión de Trump, el Acuerdo de París es hoy más fuerte, más importante y acaso más indestructible que antes.
Y me atrevo a vaticinar dos cosas.
- Primero, el Acuerdo saldrá fortalecido con la reacción y participación decidida de los ciudadanos del mundo, las empresas líderes de la economía y los colectivos gremiales (académicos, sectoriales, ciudadanos, etc) que actuarán en su defensa y adoptarán planes de acción aún más ambiciosos que los que hoy existen en la plataforma Lima-París.
- Segundo, la decisión Trump se volverá en su contra, como un oportuno boomerang que acabará por salvar a la humanidad de sus equivocadas decisiones.
El Plan de Energía Limpia de Obama es la base de la contribución de Estados Unidos al Acuerdo de París. Este plan se comprometía a reducir para 2025 las emisiones de gases invernadero de este país entre un 26 y un 28 por ciento con respecto a los niveles de 2005. Buena parte del cumplimiento de estas metas depende del sector privado y de los planes voluntarios de los Estados de la unión. Según Financial Times, hay 29 estados que tienen mandatos para el uso de electricidad renovable y muchos tienen exenciones de impuestos y otras ayudas para tecnologías que reduzcan las emisiones. California es la sexta economía más grande del mundo y tiene una meta de reducción de emisiones del 40 por ciento para el 2030.
Estos planes son ejemplo del verdadero liderazgo responsable de una ciudadanía activa que ha tenido que acostumbrarse a marchar hacia adelante, aún en contra de sus propios dirigentes. Los norteamericanos no serán inferiores al desafío global de defender la vida de las futuras generaciones. Y en el juego geopolítico global es claro que China y la Unión Europea tienen servida la mesa para tomar el liderazgo que abandonó Estados Unidos. Ya han anunciado que lo harán.
También América Latina tiene un papel que cumplir, y especialmente Colombia, Argentina, Chile, México y Perú. Y, por supuesto, también los países más vulnerables: los de África central y el sur de Asia, las naciones insulares y el resto de Latinoamérica.
En fin, debe buscarse la oportunidad en medio de la crisis, debe renovarse la esperanza. Tal vez este sea el remezón que necesitaba el mundo para que los ciudadanos de todas las naciones, y en especial aquellos de la llamada “generación del cambio climático”, se levanten y actúen en favor de un futuro viable para la vida.
*Profesor de la Universidad del Rosario, director general de la red latinoamericana sobre cambio climático Klimaforum Latinoamérica Network (KLN). director@laredkln.org
@GuzmanHennessey