Ya comenzaron a sentirse los efectos del acuerdo para que Irán renuncie a las armas atómicas a cambio de levantar las sanciones en su contra. ¿Qué implicaciones tiene este pacto en el convulsionado escenario del Medio Oriente?
Mauricio Jaramillo Jassir*
Una historia de tensiones
Tras verificar el cumplimiento inicial de las obligaciones de Irán bajo el acuerdo del pasado 14 de julio, esta semana empezaron a desembolsarse los millones de dólares que le habían sido retenidos a ese país, y con esto se revivió el debate acerca de las bondades o las desventuras del acuerdo.
Y es que en efecto el acuerdo que alcanzó el Consejo de Seguridad más Alemania (conocido en los medios como 5+1) con aquel país árabe cambia radicalmente la situación de la seguridad internacional y pone sobre la mesa la nueva apuesta por la estabilidad en Medio Oriente de las potencias del mundo occidental (matizada por las posiciones de Rusia y de China).
Este pacto además significa que un sector amplio de la dirigencia mundial entiende la necesidad imperiosa de actualizar el catálogo de amenazas contra la seguridad global.
En el pasado, Estados Unidos e Israel se esmeraron por convencer a la comunidad internacional de que Irán era una amenaza para el mundo. Y la llegada inesperada de Mahmmoud Ahmadinejad a la Presidencia de ese país en julio de 2005 exacerbó las tensiones históricas entre Occidente (incluido Israel) y el régimen de Teherán.
Durante los dos mandatos moderados de Mohammad Jatamí a finales de la década de 1990 y a comienzos del milenio, Irán se abrió tímidamente y se llegó a especular sobre la posibilidad de una apertura mucho más grande.
Pero entonces la sorpresa electoral de 2005 cambió el panorama y significó para muchos un retroceso. Ahmadinejad puso en duda parte de la evidencia sobre el genocidio de los judíos, criticó que fueran los palestinos quienes pagaran la deuda histórica de Europa frente a Israel y reivindicó el derecho de Irán a gestionar de forma soberana el acceso a la energía. Entre 2005 y 2013, período de Ahmadinejad, las tensiones entre Israel y Palestina fueron notorias y las incursiones de Tsahal en Gaza fueron fuertemente fustigadas por el gobierno iraní, partidario de la “liberación de Jerusalén”.
En medio de semejantes tensiones, Irán fue de los pocos Estados en Medio Oriente que se atrevieron a enfrentarse retóricamente con Estados Unidos por sus intervenciones en Irak y Afganistán y por su apoyo a Tel Aviv.
¿Quién es la amenaza real?
![]() El ex-presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad. Foto: Wikimedia Commons |
Aun bajo la propia administración de Ahmadinejad, Irán reafirmó su carácter pacífico mientras era señalado como una amenaza por el resto del mundo.
La realidad es que mientras Washington y Tel Aviv, los más enérgicos contradictores de Teherán, han recurrido a la fuerza contra otras naciones, desde el triunfo de la Revolución de 1979, Irán no ha agredido a otro Estado. Pero estos argumentos parecen débiles para quienes incesantemente han identificado a Irán como un Estado promotor del terrorismo radical y enemigo del mundo libre.
Más allá de que se trate de argumentos válidos o de simple retórica, lo cierto es que mientras a Irán se le acusó de ser una amenaza y se invirtieron recursos para sancionarlo y aislarlo, otras amenazas denunciadas por el propio Irán hicieron carrera sin que se aplicaran correctivos.
Irán fue de los pocos Estados en Medio Oriente que se atrevieron a enfrentarse retóricamente con Estados Unidos.
Tal es el caso del extremismo sunnita, que fue expandiendo sus márgenes de acción en Irak, devastado por la guerra, y en Siria, país cuyo régimen fue castigado no solo por las potencias occidentales sino por una amorfa disidencia interna apoyada desde el exterior.
Que Irán haga las paces con un sector del mundo occidental es una buena noticia pues así se desactiva, al menos en el corto plazo, una fuente fundamental de tensiones en una zona plagada de conflictos.
A esto se suma la reputación que adquiere la negociación como mecanismo ideal para resolver controversias globales. Desde la década de 1990 se ha pensado en las intervenciones militares como soluciones rápidas, efectivas y contundentes para reducir o neutralizar amenazas al orden global. Pero el acuerdo alcanzado demuestra que es posible enfrentar un estado de alta tensión con herramientas diplomáticas.
Ventajas del acuerdo
![]() Cámara del Consejo de Seguridad de la ONU en la sede de la organización en Nueva York. Foto: Wikimedia Commons |
Otras ventajas del acuerdo son:
- Se rescata el papel positivo de Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad tras décadas de desprestigio por los abusos de las grandes potencias que podían darse el lujo de ignorar o de pasar por encima de las instituciones internacionales.
Así se desactiva, al menos en el corto plazo, una fuente fundamental de tensiones en una zona plagada de conflictos.
Esto no quiere decir que Naciones Unidas tenga potestad para resolver todos los problemas que aquejan al conjunto de Estados, sino que existen más posibilidades de que todas las naciones sean consideradas como iguales ante la ley con instituciones de por medio. Lo cual parece una obviedad, pero vale la pena recordarlo, sobre todo cuando se ha violado de manera tan flagrante la soberanía de tantos Estados en nombre de la seguridad internacional, no solo por la vía armada, sino por la anacrónica política de sanciones, incompatible con el derecho internacional.
- Se recuerda que el derecho internacional puede ser un referente para limitar y manejar la conducta de las naciones. Lo que resulta lamentable es que mientras se gastaron varios años para llegar a una salida política con Irán y millones de ciudadanos pagaron ese aislamiento, aún hay países con armas nucleares sobre los que ni siquiera pesa la posibilidad de sanciones.
Los países con poderío nuclear son nada menos que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (los mismos que sancionaban a Irán) más India, Israel y Pakistán. El caso iraní muestra que todavía existe un grupo de poderosos que pueden vivir por encima del derecho, mientras que un puñado representativo de Estados del tercer mundo está obligado a respetarlo. Urge corregir esta desigualdad en las próximas discusiones globales sobre las reformas del sistema de Naciones Unidas.
- Finalmente, con este acuerdo Irán recupera parte del prestigio y de la dignidad que le fueron arrebatados durante tres décadas. Esto abre caminos para la eventual participación iraní en el ajedrez político de Oriente Medio, ante problemas tan urgentes como la amenaza de Al Qaeda y del Estado Islámico, enemigos acérrimos de Teherán que seguramente tratarán de golpearlo (en una versión fratricida del terrorismo de la que poco se habla).
Más allá de la delicada coyuntura, es muy saludable el retorno de Irán a la escena internacional. Este acuerdo permite pensar en mejores posibilidades para reducir las amenazas nucleares y para fortalecer la estabilidad de la región.
* Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario