Una educación sexual temprana es necesaria para abordar problemas como la violencia o la discriminación de género. Pero son muchos los detractores que la ven como una ideología perversa o anticristiana.
Ana María Ferreira*
Miedo y tabú
Recuerdo que mi mamá, que era educadora y que sabía que me gustaba mucho leer, me dio un libro para preadolescentes que tenía gráficos, imágenes y descripciones un poco abstractas de lo que les pasa a las niñas que se convierten en adolescentes.
Aunque el libro me enseñó algunas puntos importantes, casi me muero de un susto cuando me llegó la menstruación por primera vez porque nadie me había explicado con palabras claras y concretas lo que me iba a pasar. Esta no es una experiencia aislada en la sociedad colombiana.
Algo similar les pasa a muchos hombres cuando tienen que visitar el urólogo y a muchas mujeres cuando tienen que ir por primera vez al ginecólogo o cuando van a dar a luz. Estas experiencias pueden ser increíblemente traumáticas porque no hemos tenido una conversación sobre qué esperar en estas situaciones.
Precisamente, esta falta de información tiene que ser abordada en los salones de clase cuando se habla de educación sexual. A la derecha le gusta pensar que la educación sexual promueve el sexo o la homosexualidad, pero esta simplificación no es solo ignorante, sino que es extremadamente dañina, ya que los niños y los jóvenes tienen miedo a resolver sus inquietudes sobre su fisionomía y su salud.
Muchas personas en Colombia tienen miedo a hablar de sexo. Ese miedo se manifiesta en disgusto, incomodidad o incluso asco. Este tabú se extiende a las conversaciones sobre género o sobre algo tan normal como la menstruación, el semen o la maternidad como una experiencia biológica.
Además, este tabú propicia los chistes de mal gusto sobre los cuerpos de los otros, sobre el acto sexual o sobre las forma como otros expresan su género o su sexualidad. Este “humor” intenta aproximarse a estos temas sobre los que no podemos hablar con tranquilidad y confianza. Pero el humor se acerca muchas veces a la burla y al matoneo.
Matoneo y discriminación
Las organizaciones Sentiido y Colombia Diversa realizaron la primera encuesta de bullying escolar en 2006 y sus resultados siguen siendo válidos en la actualidad. La encuesta mostró que, por ejemplo, el 68 % de los estudiantes se sienten inseguros en su colegio debido a su orientación sexual y se sienten agredidos por sus compañeros, sus profesores e incluso por las directivas de su institución.
Las consecuencias del bullying no son menores. Un triste ejemplo fue la muerte de Sergio Urrego, un joven gay quien decidió quitarse la vida debido al acoso que sufrió en su colegio. El matoneo a los jóvenes miembros de la comunidad LGBTQ+ está relacionado con la dificultad para hablar sobre sexualidad y con una gran falta de educación la que, a su vez, se debe precisamente a nuestra reticencia a hablar del tema.
A la derecha le gusta pensar que la educación sexual promueve el sexo o la homosexualidad, pero esta simplificación no es solo ignorante, sino que es extremadamente dañina, ya que los niños y los jóvenes tienen miedo a resolver sus inquietudes sobre su fisionomía y su salud.
Por otra parte, la cultura cristiana es otro factor que empeora el problema puesto que concibe el acto sexual y al cuerpo mismo como pecado, aunque sus posturas están cambiando lentamente. Por todas estas razones, nuestra educación sexual es tan precaria. No tenemos el lenguaje ni el vocabulario para tener conversaciones francas y desprovistas de eufemismos sobre las partes del cuerpo o sobre el acto sexual.
La importancia de la educación sexual
La educación sexual no tiene que ver con únicamente las relaciones sexuales sino con cómo tener una relación saludable con nuestro cuerpo, con nuestros deseos y especialmente sobre cómo tener una aproximación respetuosa con los cuerpos de los otros, siempre desde el consenso.
A los niños y a las niñas hay que explicares cuanto antes que su cuerpo es importante y que les pertenece. Nunca es demasiado temprano para hablar sobre autonomía corporal y amor propio. La educación siempre es la solución.
Otro de los beneficios de una educación sexual temprana es que los niños que no son heterosexuales entiendan que su orientación sexual no es rara o anormal y que sus sentimientos y emociones son válidas. Esto no significa que los niños se vayan a volver homosexuales sino que, simplemente, se intenta crear un espacio seguro para ellos.
Conviene mencionar que los detractores de esta educación sostienen que de esta forma se sexualiza a los niños o se los introduce en temas para lo que no están preparados. Sin embargo, este argumento muestra la ignorancia sobre la sexualidad y los complejos sobre nuestros propios cuerpos, ya que es precisamente el respeto a la autonomía de cada uno donde está presente la importancia de una educación sexual.
En ese sentido, el propósito más importante de esta aproximación temprana es prevenir la violencia sexual en contra de los niños, los embarazos tempranos y la intolerancia tan enraizada en nuestra sociedad.
La educación sexual no pretende darles a los niños y jóvenes información vulgar o sexualizada. Lo que quiere es que los jóvenes conozcan su cuerpo, que normalicen hablar de relaciones sexuales sin hacer chistes inapropiados o hirientes y que quienes tengan preguntas sobre su propia experiencia o la experiencia de los otros lo pueden hacer en un ambiente sano y educativo.
Además, es importante que tengan las herramientas para reconocer experiencias con las que no están cómodos y su agencia para decir no y para pedir ayuda en caso de abuso.

Los ejemplos exitosos de una educación de este tipo son innumerables en diferentes países y en un sinnúmero de comunidades. Por nombrar uno, conviene resaltar el trabajo del profesor Luis Miguel Bermúdez, uno de los 10 mejores profesores del mundo.
La educación sexual no tiene que ver con únicamente las relaciones sexuales sino con cómo tener una relación saludable con nuestro cuerpo, con nuestros deseos y especialmente sobre cómo tener una aproximación respetuosa con los cuerpos de los otros, siempre desde el consenso.
A través de sus prácticas pedagógicas sobre educación sexual, Bermúdez transformó a su colegio y a su comunidad entera en apenas cuatro años. Su trabajo tuvo como resultado desnaturalizar el maltrato infantil, reducir la deserción escolar y reducir de 70 a 1 los casos de embarazo adolescente.
Todos habitamos nuestro cuerpo y tenemos derecho a tratarlo con respeto y amor. Este respeto debe extenderse a los cuerpos de los otros y una educación sexual es precisamente el camino para conseguirlo.
La derecha en Colombia, como otros movimientos conservadores alrededor del mundo, han demonizado el concepto de “ideología de género” y lo definen como un movimiento que pretende destruir la familia o sexualizar la infancia. Pero este discurso carece de conocimiento y no permite reformas educativas y culturales que son urgentes y necesarias en Colombia.