Economía Naranja y tres cuentos de hadas - Razón Pública
Inicio TemasArte y Cultura Economía Naranja y tres cuentos de hadas

Economía Naranja y tres cuentos de hadas

Escrito por Santiago Trujillo
Iván Duque en Leticia.

Santiago TrujilloEn este artículo cuentos infantiles y metáforas creativas nos ayudan a entender la política cultural que propone el gobierno del presidente Duque. Como en toda fábula, hay moralejas.

Santiago Trujillo*

Los golpes a la cultura

Recientemente, el presidente Duque comparó los siete pilares de la Economía Naranja—como llaman a las industrias creativas—con los Siete Enanitos del cuento de Blanca Nieves. Mientras nos distraemos con la cantidad de memes y burlas que surgieron del episodio, el gobierno hace de las suyas con el sector:

  • Pasan una nueva reforma tributaria, eufemísticamente bautizada Ley de Financiamiento, que amenazó gravar con IVA varios bienes y servicios culturales.
  • Promueven un proyecto de ley, el 152, que entrega el espectro electromagnético a grandes conglomerados por 30 años exigiéndoles apenas lo mínimo.
  • Acaban con la poca autonomía del ente regulador de la televisión.
  • Vulneran al mediano y largo plazo las fuentes de financiación de la televisión pública y del emprendimiento audiovisual independiente y alternativo.
  • Incluso han intentado desmantelar los beneficios tributarios y los fondos parafiscales de la ley del Espectáculo Público y las dos leyes del Cine, que han promovido una verdadera transformación de las fuentes de financiación de este sector.

Puede leer: La importancia de la ciudadanía en la modernización de las TICs.

Cambien o no el articulado de la ley de financiamiento, lo que queda demostrado es una auténtica crisis de liderazgo o al menos una falta de coordinación interinstitucional que augura aguas tormentosas para ese Consejo Nacional de Economía Naranja que cuenta con más de 12 altos funcionarios, de 12 entidades públicas que dejaron bastante que desear en esta primera salida de “ayudas” y “estímulos” tributarios y financieros para el desarrollo de este sector, hoy en la mira de los alcabaleros de un Estado carcomido por la corrupción pública y privada que mató, valga la metáfora, la Gallina de los Huevos de Oro y ahora quiere hacer un sancocho con sus huesos para alimentar ese leviatán de un solo ojo, de una sola y omnímoda visión, que se rasca la panza mientras se come a quien ose subir hasta las alturas de la nube oscura en la que vive.

En estos tiempos difíciles, es mejor contar fábulas para evitar que sucedan y sobre todo para que quien se sienta aludido tome las precauciones y pueda, si es el caso, valerse de la moraleja para no equivocarse. Vamos por partes y por cuentos

Cuento 1: Blanca Nieves y los siete enanitos

Y a la oposición, ¿cómo la recibe Duque?
Y a la oposición, ¿cómo la recibe Duque?
Foto: Facebook Presidencia de la República

La noción de extractivismo—que se usa normalmente para aludir a la explotación de recursos naturales por parte de grandes empresas nacionales y extranjeras pasando por encima de las comunidades afectadas—también puede ser aplicada a las prácticas, saberes y productos culturales que se crean, custodian y transforman desde los diversos territorios del país. Ahora que llegaron al debate los siete enanitos nos pueden ayudar a entenderlo.

Ellos salen todos los días cantando y en fila india hasta la mina donde extraen con esfuerzo las piedras preciosas con las que sostienen a Blanca Nieves, que duerme durante meses y meses por el efecto somnífero de una fruta (¿naranja?) envenenada. Finalmente es un príncipe extranjero quien la despierta con un beso y se la lleva dejando a los enanitos sin la princesa y sin el fruto de su trabajo.

Primera moraleja. El PIB mide el ingreso de los factores de producción dentro de las fronteras de la nación, sin importar quien percibe el ingreso. El PNB mide el ingreso de los residentes en la economía, sin importar si el ingreso proviene de la producción interna o de la producción exterior. Si el cambio del instrumento a la Cuenta Satélite de Cultura, que promueve el gobierno actual, además de medir el PIB midiera también el PNB tendríamos más claro un indicador que nos permita saber cuánto de lo que se consume en cultura en Colombia se queda en el país y cuanto se va. De acuerdo a un informe presentado por Lado B a la Cámara Colombiana del Libro y el Ministerio de Cultura en Colombia se importa 2.9 veces más cultura de la que se exporta.

Está bien que este nuevo instrumento de medición que anuncian se articule a la OMPI (Organización Mundial de Propiedad Intelectual), mal que como sucedió en gobiernos pasados muy similares a este, utilicen las modificaciones en los instrumentos estadísticos para romper la trazabilidad de las mediciones anteriores y terminemos validando cifras ficticias o maquilladas en temas como productividad o trabajo formal e informal.

Segunda moraleja. El emprendimiento cultural no puede servir para pauperizar el trabajo. Muchas veces los trabajadores culturales terminan explotándose a sí mismos como subempleados de su propio emprendimiento, mientras quienes los contratan—distribuidores y comercializadores—obtienen los beneficios de su talento y capacidad creativa. Como los enanitos, trabajan, trabajan y trabajan en la mina y al final las joyas, el castillo y la princesa se los lleva el príncipe.

En las economías creativas el mayor activo es el talento humano. Una política que no tenga el acento en el fortalecimiento del trabajo y el trabajador cultural es una política extractivista. Los enanitos no tienen seguridad social y trabajan en la informalidad; eso hay que arreglarlo. La informalidad laboral no puede ser el slogan publicitario con que Colombia pretenda vender a la inversión extranjera su entrada al país para invertir en temas culturales.

Para ser un buen gobernante es clave oír con más atención a los críticos que a los aduladores.

Tercera moraleja. En Colombia y en general en América Latina el conjunto de los emprendimientos creativos comparte dos características:

  • Por un lado, hay empresas unipersonales o de máximo dos o tres trabajadores formales o en proceso de formalización, y por el otro, grandes conglomerados que concentran la producción y distribución de bienes y servicios.
  • Sólo hay enanos o príncipes, no existen políticas y acciones claras para fortalecer un segmento medio que diversifique los modos de producción y promueva la competencia sobre la base de la innovación y practicas equitativas de distribución. En esto hay que trabajar conjuntamente.

Cuento 2: Jack y sus habichuelas mágicas

Del extractivismo cultural pasamos a la noción de transgenización de la cultura. Y para explicarla acudimos a la historia de Jack y sus semillas mágicas de habichuela.

En el cuento, unas semillas mágicas hicieron crecer una mata de habichuelas hasta las nubes y permitieron a Jack y su madre resolver sus penurias. La pregunta aquí es si las semillas capaces de hacer eso deben ser transgénicas o si basta con probar con las más de 300 variedades que existen.

O sembramos semillas transgénicas o dejamos que brote la diversidad. Esa es la preocupación de muchos gestores culturales colombianos: ¿qué tanto comprende esta nueva política la diversidad de nuestros territorios?

Primera moraleja. Hay aspectos de la cultura que pueden e incluso deben ser industrializados y dinamizados económicamente. Pero hay sectores, prácticas y saberes culturales que no pueden, ni deben serlo. El Estado debe comprender y defender la diversidad cultural.

Construir una política para la cultura donde solo priman indicadores económicos puede llevar a una crisis de sentido e identidad en el sector. El pensamiento cultural tiene una fuerza teórica y social propia que no puede subyugarse a las lógicas economicistas. Entonces, ¿cuáles son los indicadores culturales de la Economía Naranja?

Puede leer: La ley naranja: ¿otro intento fallido para fomentar la cultura?

Segunda moraleja. Parecería que el enfoque de la política pública en este asunto de las economías creativas plantea como prioritaria la exportación de productos y bienes culturales empaquetados a la medida de un mercado exterior. Lo colombiano se convierte en materia prima o mano de obra barata.

Se habla pomposamente de zonas francas culturales y áreas de desarrollo naranja para atraer inversión extranjera, pero casi nadie defiende una agenda de fortalecimiento del mercado y el consumo interno. Hacen falta circuitos culturales entre ciudades, formación artística en colegios y barrios para crear los públicos y audiencias futuras y descubrir los nuevos talentos. También, fortalecimiento de los festivales y fiestas patronales y un turismo cultural más allá del modelo todo incluido, que excluye la diversidad de las comunidades.

Tercera moraleja. Los líderes culturales de las regiones muchas veces se sienten ajenos y distantes los proyectos, eventos, monumentos y políticas culturales formulados desde afuera, que poco los entienden y los oyen y parecen más bien artefactos extraños de otros mundos. Para que las propuestas que se articulen a la Economía Naranja no sean OCNIS—Objetos Culturales No Identificados—es necesario un diálogo más abierto y diverso con la realidad territorial cultural del país.

Cuento 3: El Nuevo Traje del Emperador

Muchas comunidades se resisten a la mercantilización de su cultura.
Muchas comunidades se resisten a la mercantilización de su cultura.
Foto: Centro de Memoria Histórica

De todos los cuentos de hadas aún hay uno, escrito por Hans Christian Andersen, que se ajusta de manera contundente a la parodia de la Economía Naranja.

Había una vez un atribulado emperador que se preocupaba mucho por su apariencia y forma de vestir. Temeroso de la lealtad de su corte y para contener a su pueblo y vigilarlo, se dejó convencer de un par de modistas que le ofrecieron tejer unas mágicas prendas que poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo, que fuera irremediablemente estúpida o estuviera incluso en su contra.

Al final, sus ministros y asesores nunca aceptaron que no podían ver el traje. El mismo emperador, que tampoco pudo verlo cuando supuestamente se lo llevaron, por la vergüenza de admitirlo decidió desfilar ante su pueblo desnudo con un traje que nunca existió, pues los modistas se llevaron la seda y los hilos de oro que pidieron para confeccionarlo y huyeron con el botín y de paso con la credibilidad del Emperador.

El único que tuvo el valor para desenmascarar la pantomima fue un niño que con su sinceridad desprovista de prejuicios burocráticos o temores laborales grito en medio de la muchedumbre ¡Ese tal traje nuevo del emperador no existe!

Ya les conté la historia. Las moralejas son simples y cortas:

Prometer epifanías que no entienden la realidad puede causar más desilusiones que aciertos. Hay miles de gestores en comunidades abandonadas o en ciudades intermedias con brechas sociales y culturales gigantescas que piensan que la economía naranja los arropará con hilos de oro después de décadas de frío desamparo estatal. A veces es mejor desfilar con un vestido sobrio, pero bien cosido, que con un traje mágico de hilos de oro invisibles.

Lea en Razón Pública: El miedo de Duque a la oposición.

Finalmente, para ser un buen gobernante es clave oír con más atención a los críticos que a los aduladores. Siempre habrá un niño sincero que gritará la verdad en medio de la muchedumbre.

*Director de la maestría en Gestión y Producción Cultural y Audiovisual de la Universidad Jorge Tadeo Lozano; Director del programa de Cine y Televisión de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

 

Artículos Relacionados

Dejar un comentario

*Al usar este formulario de comentarios, usted acepta el almacenamiento y manejo de sus datos por este sitio web, según nuestro Aviso de privacidad

Este sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Leer políticas Aceptar

Política de privacidad y cookies