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Duque y la confusión en medio de las protestas

Escrito por William Duica
William Duica

El presidente Duque se está aprovechando de la confusión durante el paro para darle valor a su posición inflexible frente a las protestas.

William Duica*

El paro

El nefasto contraste que ha marcado los tristes días de la última semana se resume en días de justa protesta y noches de horror. Las manifestaciones convocadas con esperanza e indignación son tan distintas del odio y sevicia, como lo son el día y la noche.

Lo que cuesta entender es qué diferencia las protestas pacíficas de la violencia. Muchos se preguntan con auténtica inquietud ¿por qué las marchas acaban en violencia?; ¿por qué no pueden ser pacíficas?

De esto se aprovecha el presidente Duque para validar su inflexibilidad y su decisión de tratar la protesta como un problema de orden público.

En esta ocasión no puedo decir que los hechos son bien conocidos porque, precisamente, no lo son. Eso es parte de la tesis que quiero sostener: no hay conocimiento sobre lo que sucede en cuando se desata la violencia y por eso es difícil entenderla.

Desde el principio de las protestas, se han registrado imágenes, relatos, audios y fotografías que muestran civiles marchando pacíficamente, policías que acompañan las marchas; civiles tirando piedras, policías disparando gases; civiles violentos y policías que se exceden en el uso de la fuerza; y finalmente, civiles y policías disparando.

En principio, no necesito enredarme en una pretendida fidelidad a los hechos y las cifras porque lo que me interesa es la lectura que se hace de esas imágenes y esos registros.

“Las dos caras”

Ante las marchas, la opinión pública tiene básicamente dos interpretaciones opuestas. Para unos, la protesta expresa justos reclamos que de otra manera nunca serían atendidos. Para los otros, la protesta es simplemente parte de una agenda política que quiere desestabilizar al gobierno.

Muchos se preguntan con auténtica inquietud ¿por qué las marchas acaban en violencia?; ¿por qué no pueden ser pacíficas?

En este contexto, los medios de información y comunicación ayudan poco o nada a tener una perspectiva más completa. Su idea del equilibrio informativo los hace reducir todas las noticias a lo que llaman “mostrar las dos caras de la moneda”.

Los medios de comunicación muestran tanto al policía que propone que los protestantes saquen pañuelos blancos, como a la ciudadana que levanta los brazos y llama a la calma; al igual que muestra a los policías muertos y a los civiles muertos.

Es la miseria de la “justicia distributiva de la información”, pues es aparentemente justa pero pobre porque se limita a “cumplir” con mostrar los buenos y los malos de ambas partes; como si eso fuera lo que necesitamos para entender.

Foto: Cortesía Santiago Léon - En las protestas también hay vandalismo y una excesiva fuerza de la Policía para intentar controlarlas

La explicación del gobierno

Las mujeres abusadas, los muertos y los desaparecidos en las calles de Bogotá y Cali nos sobrepasan emocionalmente (quizá llegó a las ciudades la estupefacción que se vive en los campos desde hace décadas). La gente parece debatirse entre la indignación y la tristeza. Pero lo que verdaderamente me ha sorprendido es la cantidad de veces que he oído decir «no entiendo».

Ya no es simplemente el sentimiento de impotencia o la tristeza, es que aparentemente no contamos con una infraestructura conceptual para darle sentido a lo que está pasando.

Las marchas y la protesta social son entendibles y podemos darles una razón, compartida o no, acertada o equivocada. Sin embargo, en los últimos días vimos a un policía que desde su moto le disparó a un joven a quemarropa y siguió como si nada. También vimos a decenas de personas que lanzaron piedras y bombas incendiarias a un CAI con policías adentro.

¿Qué razón podemos dar? ¿Realmente esto lo explican el hambre y la falta de empleo? ¿Realmente quedamos satisfechos cuando nos dicen que esto se debe a la frustración?

No es que esté preguntando por las verdaderas razones que explican los hechos para oponerlas a unas malas razones. Es que ante estos hechos ni siquiera se da un desacuerdo porque nadie logra entender esto.

Los medios de información y comunicación ayudan poco o nada a tener una perspectiva más completa. Su idea del equilibrio informativo se reduce a “mostrar las dos caras de la moneda”.

En este punto, el presidente Duque se pronuncia diciendo que los hechos vandálicos son planeados y orquestados por el narcoterrorismo. Para Duque, los manifestantes están siendo instrumentalizados por organizaciones criminales. En esto se resume su “explicación” de por qué las marchas acaban en violencia.

No pretendo ofrecer una explicación alternativa; no es que esté en desacuerdo y quiera desvirtuar las explicaciones del presidente. Lo que pienso es que Duque mismo sabe que no está explicando nada, pues es imposible justificar lo que está pasando.

Duque sabe, como todos nosotros, que no puede explicar lo que está pasando. Solo que no es sincero, cree que la sinceridad es una debilidad en el arte de gobernar. La dificultad que tenemos para entender la situación, él la convierte en una razón para mantener su visión sobre el paro: «Mi obligación como presidente de la república es garantizar el derecho a la protesta pacífica, pero sobre todo garantizar la seguridad de nuestros conciudadanos». El giro que da con ese “sobre todo” le permite asentarse en su posición.

El razonamiento que parece seguir es este: la protesta ciudadana es un derecho, pero al estar infiltrada por el narcoterrorismo, las protestas acaban en una violencia que atenta contra la seguridad de los conciudadanos. Por lo tanto, para garantizar la seguridad de los ciudadanos es necesario detener la protesta social con la intervención de la policía, el ESMAD y el ejército.

La protesta y la violencia, así como la defensa de los ciudadanos y la violencia son hechos muy distintos. Sin embargo, la dificultad que hay para entender esas diferencias le permite al presidente validar su inflexibilidad: «La figura de asistencia militar seguirá vigente en los centros urbanos donde existe un alto riesgo para la integridad de los ciudadanos y donde se requiere emplear toda la capacidad del Estado para proteger a la población, está consagrada en la Constitución y la ley, y se mantendrá».

Pero no hay continuidad entre las marchas y la violencia, como no debería haberla entre la defensa de unos ciudadanos y la violencia contra otros. Las causas de la protesta ciudadana están en el descontento ante el panorama social, económico, de salud, educativo, etc.

Las causas de la violencia exacerbada de policías y civiles puede que se deba a estos mismos factores pero debe haber algo que alimenta esas mentes hasta llevarlas al delirio de la destrucción. Debe haber algo que les hace pensar que se puede desenfundar un arma y dispararle a otra persona. Peor aún, debe haber algo que les hace pensar que esa persona no importa.

Debe haber una relación entre el trino de Uribe que invita a apoyar el uso de las armas, la intervención apática y clasista de un estudiante de medicina de los Andes en una asamblea y la violencia incomprensible.

Aunque esas frases no explican nada podrían ponerse como el telón de fondo de las imágenes registradas esta semana porque revelan con lamentable elocuencia que hay algo profundamente importante sobre los seres humanos que no estamos comprendiendo.

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