Un análisis distinto de un discurso que dice cosas importantes y calla otras igualmente importantes.
Hernando Gómez Buendía*
En el mejor de los casos, dijo una media verdad; y en el peor de los casos, fue una gran barbaridad.
La verdad del presidente Petro ante la ONU fue denunciar la irracionalidad del Norte Global en relación con las drogas psicoactivas y el consumo de energías fósiles. Este reclamo le mereció el aplauso de los ambientalistas, de la izquierda internacional y de los muchos que piensan que Colombia es una víctima de aquella falta de racionalidad.
Es verdad que la demanda de sustancias psicotrópicas refleja problemas hondos de los países consumidores o, como dijo el presidente, “su sequedad en medio de sociedades sin afectos, competitivas hasta encarcelar el alma en la soledad”. Es verdad que la guerra contra las drogas ha implicado daños a la selva, represión de los cocaleros, cientos de miles de muertes en América Latina y encarcelamiento masivo en los Estados Unidos. Es verdad que el consumo de fentanilo está aumentando y que no todas las drogas vienen de nuestre región. Es verdad que el carbón y el petróleo son causantes principales del cambio climático que nos está destruyendo. Y es verdad que el afán de lucro está detrás del narcotráfico y de la industria energética.
Esas verdades sin embargo tienen el problema de ser demasiado fáciles. Por ejemplo, la relación entre soledad y narco-adicción es una tesis gaseosa, ignora que el 99% de los gringos no son adictos, o que algunos colombianos consumen cocaína. Decir que el “carbón y el petróleo son venenos” no demuestra que la cocaína no haga daño, equiparar el narcotráfico con la industria energética es un completo despropósito porque atienden necesidades muy distintas, responsabilizar al afán de lucro es ignorar que ese mismo afán es el motor de todas las actividades económicas…
Se dirá que un discurso ante la ONU no era el lugar para esos “detalles” académicos. Pero aún así falta un detalle que cambia por completo la pintura: además de petróleo, carbón y cocaína, el Norte Global demanda chicles, soya, microchips, aviones y servicios financieros que nosotros por alguna razón no producimos.
Las verdades a medias del presidente Petro esconden la mitad de la verdad, precisamente la que nos compete y debería importarnos más que todo: hay algo en la sociedad colombiana que nos hace depender de productos “venenosos” para adquirir las divisas que a su vez no permiten comprar chicles y soya y microchips… Echarle la culpa al otro es la salida fácil, la que ahorra el trabajo de mirar hacia adentro, la que por eso despierta el entusiasmo de las barras.
Pero precisamente por esta razón, el presidente Petro pronunció su discurso en el lugar equivocado: a Colombia no se la conoce por ser “uno de los tres países más bellos de la Tierra” sino por ser el primer productor mundial de cocaína. Uno puede decir que es injusto, y hasta puede morirse de la rabia. Pero con eso no cambia la verdad de que el mundo nos echa la culpa a nosotros, ni cambia la verdad de que el discurso aplaudido del presidente fue recibido por los profesionales de la ONU como una defensa del tráfico de drogas por parte de un país que tiene rabo de paja.
Petro no sumó aliados: el mundo no va a legalizar la cocaína.
Queda entonces entender que su discurso fue el anuncio de cambios en la política colombiana de drogas y energéticos: dejar que sigan aumentando los cultivos, “cese de fuego” con narcotraficantes, no extradición, no más exportaciones de carbón y petróleo… ¿De dónde entonces sacaremos las divisas? Más todavía, ¿A quién quejarnos por ser un narcoestado? ¿Cómo evitar que el mundo nos aísle por ser un narcoestado?