Desde cierta distancia que dan los años y habiendo llegado tarde al oficio académico, un profesor descubre un nuevo sindicalismo, más centrado en la acción colectiva alrededor del conocimiento, que en las reivindicaciones clásicas.
Bernardo Congote*
Antecedentes
Me acabo de hacer sindicalista. Académico, por demás. Hijo de un comerciante de clase media, traspasé en la universidad pública la puerta mediante la cual las mayorías podemos crear una vida social productiva.
Le había coqueteado a la academia mientras desarrollaba funciones ejecutivas empresariales, siempre conservando como disciplina una ardua como dignificante condición de estudiante. Y ahora que decidí declararle mi amor a la Universidad pintando ya algunas canas, regresé a la pública lanzándome con celeridad de vértigo a la fundación de su sindicato de profesores.
Misión de nuestra academia superior
Leyes sobre leyes y decretos sobre decretos emitidos por los no académicos y aceptados con sumisión por la academia, parecen haber convertido la universidad en una fémina deforme que intenta moverse sobre tres piernas: la cátedra, la investigación y la extensión.
No en vano la encuentro inmóvil en relación con la pluriversidad de recursos que le son propios. Adentro se habla y escribe mucho de que la cátedra y la investigación cubren las potencialidades creativas docentes, mientras que la extensión llena la esperanza, improbada en nuestro medio, de que la universidad pública, por excelencia, le sirva para algo a la sociedad que la sostiene mediante ingentes aportes tributarios directos o indirectos.
¿Y la misión sindical académica?
Este trípode inmóvil de la academia también ha estado acompañado de diversas manifestaciones sindicales. Sin embargo, el hecho de que en mi institución hayamos fundado un sindicato ha movido varias de sus aguas como si hubiera salido el monstruo que dice reposar en el fondo de Loch Ness. Siendo vistos nosotros, sus propulsores, ni más ni menos que como otro Víctor dándole vida a un renovado Frankestein.
El fenómeno devela la paradoja de que el monstruo de tres piernas que es hoy la universidad, ante el surgimiento de una fuerza sindical docente prende alarmas porque ¡puede ser puesto en movimiento! Añadiendo que la agitación de sus aguas relativamente estancadas, permite que salgan de madre gases de olores y colores varios que han de entrar a competir con el oxígeno que todavía contiene mínimos vitales en la atmósfera universitaria. No sería otro el problema ni otra la misión sindical en el seno de la academia, sobre todo si es pública.
¿Para qué un sindicato académico?
Hacerme sindicalista universitario significó sacrificar a consciencia caras misiones investigativas. Elevado riesgo que ha puesto en duda entre mis colegas no sólo que gané un concurso de méritos sino haberlo hecho merced a cierta tradición personal como estudiante, investigador independiente y escritor. Todo ello ha sido depositado por mí en al ara sacrificial del sindicato académico.
La razón consiste en que pronto percibí que en el medio académico, las reglas de juego que dicen incentivar las tres misiones, en la práctica tienden a operar como mecanismos clientelistas que desincentivan el juego limpio que debe caracterizar al ejercicio de la docencia, la investigación y la extensión. De esta forma el estudiante nombrado profesor y elegido sindicalista, se vio obligado a aceptar junto con sus otros quijotes pares, que mientras la universidad no se encuentre habilitada para impulsar de forma transparente y equitativa las remuneraciones de sus docentes, investigadores y asesores sociales, arriesga ser inocuo, degradante y, sobre todo involutivo, concentrar energías sólo en la docencia, sólo en la investigación o sólo en el servicio social universitario.
¿Más de lo mismo?
¿Cuál es nuestra posición frente a la tradicional concepción anárquica del sindicalismo obrero-patronal? Nuestro sindicato está dando un salto desde el anarco sindicalismo reinvidicativo, mendicante y clientelista, hacia una neo especie de sindicalismo cuántico en equilibrio inestable, celular, sin trayectorias predecibles, afiliando unidades de energía [1]. Cada una de estas concepciones descansa en visiones contrapuestas de Estado, la primera mecanicista y la segunda, dinámica.
El mecanicismo habría inspirado al aparato de Estado Lenin-Estalinista a la manera de una recomposición del Estado hobbesiano primitivo, pretendiendo sustituir el Leviatán eclesiástico-civil de Hobbes por un aparatchnik eclesial y confesional no menos monstruoso. Basados en la hipótesis de que el Estado era una cosa susceptible de ser separada de la sociedad, los mentores del mecanicismo estatal cayeron en su propia trampa asumiendo que así como el Estado había sido puesto sólo al servicio de la burguesía, de la misma forma podía ser puesto sólo al servicio del obrerismo [2].
Breve etiología del anarco-sindicalismo
Esa obrerización del Estado habría parido una errática concepción anarco-sindicalista del movimiento obrero cambiando aquí una falacia por otra. Durante buena parte del siglo XX el movimiento sindical habría surgido de la contraposición no siempre pacífica de reivindicaciones entre propietarios de la fuerza de trabajo contra los de tierra y capital, en un juego de suma cero que habría dejado a ese sindicalismo exánime, como en Europa, o en el cementerio, como ha venido ocurriendo en Colombia.
Para fortuna ese mecanicismo de Estado fue criticado por el neo marxismo francés durante los años 70-80. Con suficiente ilustración pues ya estaba cercana la caída del Muro de Berlín, el neo marxismo trabajó por deshuesar la trampa lenin-estalinista habiendo encontrado que en el propio Marx no había manera de explicar la mecanización del Estado puesta en marcha desde la URSS y luego expulsada hacia Europa haciendo metástasis sobre la China de Mao.
El sindicalismo cuántico
Por contrapartida, la concepción dinámica de Estado surgida de la crítica neo marxista habría permitido entender que entre propietarios de medios de producción, burgueses u obreros, no había lugar a relaciones mecánico-sustitutivas, sino al contrario, a relaciones dinámico-tensionales.
De modo que en medio de la oscilación cuántica de las cosas sociales, el Estado podía ser mejor una resultante de tensiones entre diversos poseedores de medios de producción decidiendo a favor de los unos u otros según fuera la correlación de fuerzas en un momento dado. Aclarando, por supuesto, que la inclinación de las fuerzas burguesas, militares y eclesiásticas dibujada por Hobbes, habría inclinado las tensiones hacia decisiones favorecedoras de esos intereses pero, nunca, anulando la posibilidad proactiva o reactiva de los propietarios de la fuerza de trabajo.
¿Sindicalismo cuántico en la academia?
Dado que según el marxismo clásico los poseedores de la fuerza de trabajo, lo son del único factor productivo susceptible de reproducirse, esta neo especie de sindicalismo cuántico acoge la hipótesis de que la correlación de fuerzas no necesariamente siempre se inclina a favor de uno sólo de los ejes tensionales [3]. Lo que traducido al escenario de la academia adquiere pleno sentido porque los actores docentes, tanto los gobernantes como gobernados, por un lado, somos ocasionales y, por el otro, todos compartimos el mismo y esencial factor productivo: el conocimiento.
Por esta inmensa razón, al tiempo que la oscilación en el ejercicio del poder del “Estado académico” necesariamente resulta más incierta y temporal, el movimiento sindical universitario está llamado estructural tanto como súper estructuralmente a interactuar dinámica, no mecánicamente, sobre la base de que, con base en supuestos democráticos quienes hoy detentan el poder no serán los mismos mañana. Fenómeno que conduciría las relaciones sociales de producción académica, si se permite la paráfrasis, a un nivel horizontal en desequilibrio no susceptible de existir en organizaciones productivas donde se cruzan mecánicamente intereses obrero-capitalistas.
A lo que habría que añadir que, por tanto, la plusvalía académica resulta, de iure y de facto compartida por el colectivo, pudiéndose probar que por sustracción de materia en la academia no encuentra fundamento alguno la vigencia de relaciones de explotación. Por consiguiente, cualquier señal de explotación en el seno académico, que las hay varias, obedecería a una crasa trastocación de las condiciones estructurales de producción científica en el seno de la universidad, si igualmente se admite esta paráfrasis.
Los docentes sindicalistas cuánticos
En este marco teórico cada docente se constituye en una unidad de energía cuya fuerza es susceptible de competir ventajosamente con la fuerza de cualquier otro de sus pares. De modo que en la academia la correlación de fuerzas obedece, no a simples determinaciones subjetivas de corte súper estructural inducidas por unos pseudo propietarios de los medios de producción universitarios, porque aquí la correlación de fuerzas obedece a un momento resultante de las tensiones entre unos y otros modos de conocer, de investigar y de prestarle servicio productivo a la sociedad.
Por ello el sindicalismo cuántico que estamos comenzando a dibujar, es un reto que nos induce a trabajar colectivamente sobre la base de que cada afiliado(a) al sindicato constituye una unidad de energía independiente y, al tiempo, cercana y alejada del equilibrio transformador (aplicando burdamente hipótesis de física cuántica contemporánea) [4].
¿Y la subcultura grupista?
¿Qué papel puede ejercer el sindicalismo cuántico en la tradición grupista del anarco sindicalismo trasvasado desde la empresa a la academia sin beneficio de inventario? En primer lugar, puede ser que el sindicalismo tradicional reproduzca en la universidad lo que ocurre en el seno de la política clientelista en la que sólo se distinguen grupos dependientes de o asociados a uno o varios proveedores de favores que, léase bien, son financiados con recursos públicos [5].
No podría esperarse más ni menos de un hecho político que, consolidado en Colombia con el Frente Nacional, habría parido en lo partidista la concepción de que el “Estado-cosa” denunciado por el neo marxismo se convirtiera en una torta susceptible de ser repartida entre ocasionales propietarios, dícese que elegidos para tales menesteres por minorías cooptadas también clientelarmente. Espejo del que la academia habría resultado fiel ejemplo, sobre todo cuando pública.
En este orden de ideas, la hipótesis política aquí esbozada permite apostar a que en un plazo incierto, unidades de energía sindicalizadas bajo la óptica de un agregado cuántico, conviertan el estadio anarquista de lo sindical tradicional, hacia otro que agremie unidades pensantes de docentes no susceptibles de ser manipuladas por el espejismo clientelista ya que la competencia de saberes se constituye en un antídoto singular.
De los favores a los logros
De esta forma se puede avizorar la superación de problemas relacionados con una docencia cuya eficiencia en el contacto estudiantil no es premiada; con una investigación cuya productividad es castrada mediante la asignación de magros recursos para ejecutarla, o con un servicio social universitario apenas visible y también cooptado por el clientelismo.
La fémina de tres piernas como lo son algunas de nuestras universidades, puede ser puesta en marcha rompiendo cuánticamente la sub cultura de los favores y los (las) favorecidos(as), hacia la resiembra del incentivo al logro con base en reglas de juego construidas por consenso, no entre grupos de pequeños caudillos, sino entre unidades docentes empoderadas por una cantidad de energía canalizada sindicalmente.
¿Y el poder para qué?
Despertar cuánticamente al docente, significará para los detentadores ocasionales del poder académico bajarse del pedestal cesarista que hoy les tipifica poniendo al desnudo qué tan obsoleta es su práctica de gobernar subiendo o bajando el pulgar para beneficiar a determinados (as) favoritos (as).
En la medida en que el traje de este emperador experto en el micro gobierno de favores, se denuncie invisible muy a la andersoniana, el sindicalismo cuántico demostrará poseer la cantidad de energía suficiente para profundizar la premiación del logro creativo como ocurre en la gran academia global. Sólo así se abandonaría la fantasía clientelar de que podemos conquistar la columna más alta del conocimiento incentivando la permanencia en la universidad del gobierno de los docentes menos productivos.
La conjugación cuántica del verbo gobernar, significa desparramar sobre cada escuela superior en la que se transformen los hoy denominados “proyectos curriculares”, la capacidad docente para premiar el logro y sancionar la improductividad desde y hacia el estudiante, desde y hacia el laboratorio, desde y hacia la sociedad.
¿Hacia una intrarreforma universitaria?
Resulta por lo menos curioso que la universidad deba ser reformada por los políticos cuando ella tiene la reforma social por vocación. El hecho de que el poder académico sea simétrico por nacer de pares, debería hacer inocuo todo intento externo por reformar lo que la academia está capacitada para cambiar desde adentro.
En este orden de ideas un salto hacia el sindicalismo cuántico en la academia puede ser clave de una deseable y posible intrarreforma universitaria. Y adelgazar el anarco sindicalismo y, por ende, la falacia obrero-patronal que se habría sembrado adentro de la universidad contrafácticamente, constituirían pasos transformadores.
Sustituir el favorecimiento por el logro, la petición por el respeto al derecho, la especulación por la investigación y la manipulación presupuestal por una asignación racional de recursos hacia la excelencia, puede salirle adelante y ventajosamente a cualquier intento politiquero.
Para la muestra el que ha impulsado el gobierno Santos, que desoyendo a la propia academia, como acaba de hacerlo con el Poder Judicial, inevitablemente terminará cargando esa pretendida reforma con el lastre heredado de la fantasía tecnológica construida por el gobierno anterior haciendo del Sena la entidad emblemática de la educación colombiana un micro modelo que no en vano resultó gerenciado ahora por una experta comercial transformada en Ministra de Educación (¡).
* Profesor de planta, Universidad Distrital Francisco José de Caldas y Presidente del SIPRUD (Sindicato de Profesores de la Universidad Distrital FJDC), Registro I 062, Junio 30 2011, Minprotección social, Colombia.
** Las opiniones aquí emitidas son actualmente materia de debate en el seno del SIPRUD y de la Universidad Distrital FJDC.
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