El presidente sigue siendo popular y el gobierno va por buen camino, pero tendrá que acelerar el paso de los anuncios a las soluciones. Aquí diez desafíos para el gobierno del Pacto Histórico en los meses y años por venir.
César Caballero*
Un comienzo que promete
El gobierno del presidente Petro va bien:
- En el Congreso, avanzó su agenda legislativa, incluyendo una importante reforma tributaria; además, mantiene una coalición política funcional.
- En lo económico, termina el año con una tasa de desempleo de un dígito; comenzó a estabilizar las cuentas fiscales; aprovecha un buen crecimiento económico; logró un acuerdo con sindicatos y empresarios para el aumento del salario mínimo, y se superaron las metas del recaudo tributario.
- En orden público, puede destacar la disminución en las tasas de homicidios en Buenaventura y Medellín, la instalación de la mesa de negociación con el ELN y un cese al fuego unilateral de varios grupos. Esto dentro de su estrategia de paz total.
- En relaciones exteriores, reestableció las relaciones consulares y diplomáticas con Venezuela; ha impulsado una agenda sobre la legalización de la marihuana, el medio ambiente y el maltrato animal, y respalda la aplicación de la sentencia de la Corte Constitucional sobre el aborto.
- En temas agrarios, ha alcanzado logros importantes: el acuerdo con Fedegan, la legalización de títulos a comunidades y la entrega de la emblemática finca de un paramilitar a víctimas del conflicto.
Algunos funcionarios han cometido “fuego amigo” con una serie de declaraciones que no son imprudencias sino claras irresponsabilidades, con lo que agravan la incertidumbre de agentes económicos. Allí está el ministro de Hacienda, como el “adulto responsable”, tapando los autogoles de algunos miembros del propio gobierno.
Todo ello explica que mantenga altos índices de favorabilidad: según la última encuesta polimétrica de Cifras & Conceptos (de agosto de 2022), tiene una aprobación del 62 %, con lo que supera los primeros cien días tanto de Santos (2014) como de Duque (2018).
…pero ¿cumplirá?
No todo marcha bien. Hay cosas realmente indefendibles del actual gobierno.
Que Francia haya negado su beneplácito a la postulada por Petro para la embajada francesa y que un reconocido youtuber sea el designado para la embajada de México: apenas ejemplos de que en materia del servicio diplomático el “cambio” se ha quedado en el discurso.
Algunos funcionarios han cometido “fuego amigo” con una serie de declaraciones que no son imprudencias sino claras irresponsabilidades, con lo que agravan la incertidumbre de agentes económicos. Allí está el ministro de Hacienda, como el “adulto responsable”, tapando los autogoles de algunos miembros del propio gobierno.
Con este balance de cuatro meses intensos, el presidente Petro comienza el 2023 con el propósito de sentar las bases de su legado. En lo que sigue presentaré una selección de los diez retos que pueden marcar su gobierno y la sociedad colombiana en 2023.
1. La inflación
Es lo más retador para las políticas del gobierno. Seguramente el indicador del 2023 será inferior al de 2022; pero aun así estará lejos de la meta de referencia del Banco de la República: 3 %. Varios esfuerzos económicos y sociales se borrarían si no se controla la inflación. Por ello es urgente contar con medidas más comprensivas y coordinadas.
El Banco de la República ha cumplido su tarea, subiendo tasas de interés, y es muy posible que este año inicie una nueva fase de restricción del crédito disponible, al aumentar el nivel de encajes bancarios: el porcentaje de los depósitos que, legalmente, un banco no debe utilizar, cuyo fin es mantener la liquidez.
Pero para esto necesita la colaboración del gobierno.
El acuerdo de congelamiento de tarifas de energía es un logro importante que debería extenderse por un periodo. Igualmente, haber logrado un aumento del salario mínimo por consenso contribuye a moderar las expectativas inflacionarias. También lo hace el anuncio de romper la indexación de muchas tarifas al aumento del índice de precios al consumidor (IPC).
Pero todo ello podría no funcionar si además no se controla el gasto público.
Lo deseable es que la adición presupuestal no sea de los 20 billones de pesos que se piensan recoger con la tributaria, sino que su volumen sea inferior, con lo cual se completaría un círculo virtuoso de medidas para controlar la demanda agregada.
2. Las reformas sociales
En sesiones extra, se anunció el conjunto de reformas sociales. Entre ellas estarían el Plan de Desarrollo y las reformas pensional, de salud, laboral y de tributos locales. Me parece sensato discutirlas de forma coordinada, pues todas tienen efectos directos sobre el mercado laboral, que claramente requiere muchos ajustes.
Pasados cuatro meses del gobierno, no se ve un norte claro para el conjunto de las reformas; tampoco se conocen sus textos, soportes técnicos ni estimaciones de impacto. Sin esos detalles, construir un consenso será muy difícil, y, para el Congreso, será irresponsable aprobarlas.
Quiero ser claro: las reformas se necesitan, son urgentes, y el cambio tiene apoyo político y en la opinión. Pero, como bien lo mostró la Polimétrica ya citada, la gente quiere reformas; pero no necesariamente las que el gobierno está planteando.
Si el gobierno se demora en presentar sus cartas más allá de la primera semana de marzo, los tiempos políticos empezarán a complicar su trámite. Por otro lado, si bien el gobierno se ha mostrado conciliador y dispuesto al consenso, no parece ser el caso de la ministra de Salud.
Respecto de las pensiones, hay anuncios de que la reforma se presentará en abril o mayo, con lo cual es posible que ya este gobierno no tenga la fuerza política para tramitarlo.
3. Mover la maquina estatal
El presidente Petro tiene un buen diagnóstico sobre la sociedad colombiana y sus necesidades, pero no aparenta tener un buen grupo de políticas para solucionarlos. Además, no todo su equipo ha entendido que la fase de activismo debe combinarse con el diseño riguroso de políticas y con ponerlas en práctica.
Hasta el momento, en muchas entidades, los cuatro meses se han pasado en talleres, reuniones, foros y asambleas más propias del activismo que del diseño de soluciones concretas.
Creo que es entendible que el primer gobierno de izquierda en 200 años tenga gente sin experiencia; también que los ajustes de coordinación al comienzo de la gestión sucedan con todas las administraciones, y, por supuesto, que haya “adanistas” que creen que todo lo hecho en el pasado está mal y que ellos sí harán las cosas bien desde el principio.
Todo eso obstaculiza a los gobiernos; pero el nivel de adanismo, desconocimiento y activismo de muchos de sus miembros está llegando a niveles de franca incompetencia. Su primer efecto notorio es la lentitud y, en otros casos, parálisis de la estructura del Estado colombiano, que ya se observa en muchas entidades.
4. Cambio: el vacío del discurso a la realidad
El actual gobierno ha llegado con el discurso del cambio. Por ello, es inaceptable mantener muchas prácticas indebidas solo porque “los otros” también lo hacían; pronto comenzará a desanimar a las bases de apoyo del petrismo. Polimétrica identificó que hay un 37 % de “incondicionales” con el presidente, pero los expectantes y los escépticos que aún lo apoyan suman un 33 %.
Malos nombramientos, uso del servicio diplomático para pagar favores, indelicadezas con el uso de los recursos públicos, mensajes confusos sobre las políticas: cosas usuales en gobiernos de Colombia; pero un gobierno de izquierda que por años prometió acabar con todo ello no puede pretender quedar impune frente a dichas prácticas.
5. Madurar ideas, en público o en privado
Lo usual al formular políticas en Colombia era que el presidente o uno de sus ministros tuviera una iniciativa, la discutiera en el consejo de ministros, la sometiera a un filtro ante los técnicos y la discutiera con grupos específicos de interés; después, la presentaba al público.
El presidente Petro tiene un buen diagnóstico sobre la sociedad colombiana y sus necesidades, pero no aparenta tener un buen grupo de políticas para solucionarlos. Además, no todo su equipo ha entendido que la fase de activismo debe combinarse con el diseño riguroso de políticas y con ponerlas en práctica.
Con el presidente Petro las cosas son distintas: a él o a uno de sus funcionarios se les ocurre una idea, la lanzan en un trino o la presentan en una rueda de prensa; despues empiezan a discutirla internamente y se comienzan a diseñar detalles técnicos. Mientras tanto, se discuten y negocian los temas con el público, en lo que usualmente el gobierno ha cedido.
Eso trae como consecuencia un desgaste del gobierno, de su capacidad de coordinación, de las instancias técnicas, y, por ello, de la viabilidad de sus propias propuestas.
6. Indelicadezas con el gasto público y corrupción
Ya hemos visto la imprudencia con los recursos públicos de algunos miembros del gobierno y del círculo cercano al presidente. No han entendido que en una democracia el servicio público es para servir a la mayoría y no para darse pequeños privilegios.
Es tan recurrente que forma un entorno donde es más probable la corrupción. Por ello es imperativo que el presidente dé mensajes claros de que cuidará más los bienes públicos. De no hacerlo, pronto perderá una de sus principales banderas de cambio.
7. La paz total
Es una apuesta política de mucha importancia. Y creo que, aún si no logra la totalidad ni la mayoría de sus propósitos, puede traer mucho bienestar a la sociedad colombiana. Pero su éxito exige mucho más que la voluntad política del presidente y el concurso del comisionado de paz.
Se necesitan muchos otros apoyos, comenzando por la Fuerza Pública, que simplemente con su inmovilidad puede dañar los esfuerzos por la paz. También hacen falta todas las entidades de gobierno necesarias para secundar los esfuerzos de pacificación. Por supuesto, el concurso de otras ramas de poder público —como los jueces y la Fiscalía—, para que la paz total pueda cumplir con una parte de sus promesas.
Aquí el tiempo sí que corre en contra de la voluntad política del gobierno. Cada día que pasa, que se improvisa, que se comete un error, va disminuyendo el espacio político del presidente y de su gobierno para avanzar.

8. Modelo de intervención territorial
Los grandes retos para cambiar a Colombia también alcanzan a las zonas más apartadas, no solo en las ciudades, y la capacidad del Estado varía demasiado.
En las grandes ciudades hay mejores condiciones para hacer realidad las políticas; en la medida en que se llega a zonas más rurales, esa capacidad se deteriora hasta llegar a cero. En esos espacios los grupos ilegales han ocupado el poder.
Hoy el gobierno necesita un modelo de intervención territorial nuevo y efectivo, no para Medellín u Honda, sino para el Catatumbo, Arauca o Algeciras.
Hasta el momento no hemos visto una reflexión sistemática sobre la presencia del Estado. Y, si el Gobierno pretende que sus iniciativas incidan en todo el país sin una estrategia, quedará atrapado en la lentitud estatal.
9. La práctica de los logros sociales
El gobierno ya agotó el margen de espera que Colombia podía darle. Pero ya es necesario hacer notar mejoras concretas y substanciales en la vida de las personas. Para ello el crecimiento económico, la tasa de desempleo y los indicadores de pobreza y bienestar del país son la mejor forma de evaluar lo que está sucediendo.
Todos los analistas coinciden en que este año el crecimiento económico será menor, por lo que es previsible que la tasa de desempleo vuelva a aumentar. En ese sentido, las personas no se conformarán con derechos formales, sino con que sea posible vivirlos. El reto del gobierno será mantener lo que el país ya ha alcanzado y expandirlo. Sin lo primero, lo segundo no tiene sentido ni posibilidad.
10. El pacto histórico en las regionales
El actual gobierno verá en las elecciones regionales un primer balance de su viabilidad política a largo plazo. La coalición que lo llevó al poder es distinta de la que hoy gobierna, y una parte importante de sus líderes está en el gobierno nacional, razón por la cual tendrán que construir nuevos liderazgos y alianzas.
El gobierno del cambio se medirá según un estándar exigente: mantener los gobiernos alternativos en Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena, Santa Marta, Manizales, Villavicencio, Tunja y Cúcuta, entre las ciudades principales.
Varias de ellas no se ven posibles para el Pacto Histórico y su coalición. En cada región las dinámicas difieren; quienes han perdido en la contienda nacional tienen, como siempre, todos los incentivos para hacer mejores propuestas a los ciudadanos en las regionales.
El gobierno del cambio ha prometido transformar la realidad de los colombianos más vulnerables; lograrlo dependerá de su habilidad para enfrentar estos retos. De no hacerlo, se quedará siendo el gobierno del buen diagnóstico, pero sin soluciones: un gobierno de activistas buenos para denunciar y acusar, pero malos para ejecutar y solucionar. Ese sería el camino hacia la frustración de millones de personas que creyeron en la ilusión de tener una vida mejor, más justa.