El último informe de la OMS cambió la categoría “transexual” por la de “discordancia de género”, lo que causó un revuelo entre la comunidad trans. ¿Qué implica el cambio de nombre dentro y fuera del papel?
Julián Guerrero*
De “transexual” a “discordancia de género”
El 17 de mayo, durante la celebración del día contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó a la Asamblea Mundial de la Salud la última guía de ‘Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud’ (CIE-11) que entrará en vigencia en 2022.
En la guía, la palabra “transexual” fue reemplazada por el concepto de “discordancia de género”, con el cual se desvincula a la comunidad trans del terreno de las enfermedades mentales y marca su entrada al escenario de la salud sexual.
El asunto no es nuevo. En junio de 2018 cuando se publicó oficialmente la guía, la OMS anunció un cambio en el capítulo de salud sexual, en el que incluiría condiciones antes puestas en otros campos o descritas de otra manera, refiriéndose a la “discordancia de género”.
Sin embargo, el cambio volvió a ser tema de discusión en los últimos días debido a los titulares con que diferentes medios de comunicación anunciaron la noticia. La OMS decidió cambiar el término transexual por el de “incongruencia de género” (que aparece como “discordancia de género” en su traducción al castellano”) lo que causó revuelo entre la comunidad.
Cuando se trata de luchar contra la estigmatización las palabras tienen un peso relevante.
Cuando se trata de luchar contra la estigmatización y la desinformación sobre temas como éste, las palabras tienen un peso relevante y si bien parecería que no hay una gran distancia entre conceptos como “incongruencia” y “discordancia”, la afirmación podría darse para malentendidos.
Algunos miembros de la comunidad LGBTI se empeñaron en que “incongruencia” no podía ser una palabra que definiera a las personas trans, por lo que se manifestaron en contra de la nueva acepción de la OMS. El término “incongruencia” no solo perpetúa el estigma, sino que además supone una inestabilidad corporal y dudosa a las personas trans.
Esta manifestación pareció querer causar polémica más que informar con contundencia. La traducción directa del inglés por parte de los medios del término gender incongruence participó de la estigmatización que rodea la palabra y desvió la atención de los asuntos más relevantes que carga consigo la decisión de la OMS.
¿Una enfermedad?
En la CIE-10, el transexualismo hacía parte del grupo de trastornos de identidad de género en el capítulo de enfermedades mentales. En la guía se definía como el deseo de querer vivir y ser aceptado como parte del sexo opuesto a través de un proceso de inconformidad.
En la nueva guía el transexualismo ya no pertenece al orden de las enfermedades mentales y es definido bajo un concepto que refiere a un desacuerdo entre el “género experimentado” y el “sexo asignado”.
![]() Foto: Facebook: Red Comunitaria Trans |
Si bien el concepto no deja de causar revuelo, su cambio y salida del grupo al que pertenecía es garantía de un cambio en la OMS. Es una situación meritoria debido a que la OMS es la institución que regula, entre otras cosas, el suministro de medicamentos y hormonas, uno de los asuntos que mayor dificultad causan a las personas trans.
La decisión de la OMS tiene detrás el trabajo arduo de miembros de la comunidad LGBTI que busca luchar contra el estigma que padece la comunidad trans a lo largo del mundo. Su decisión incentiva las políticas de cuidado y abre la puerta para pensar asuntos que continúan en la agenda y que van más allá de un tema de nomenclatura.
Algunas de las tareas que aún tiene por delante la OMS son (1) el reconocimiento legal de la identidad de género, (2) la cobertura sanitaria, (3) el acceso a procedimientos de afirmación de género, así como la transformación de un escenario socioeconómico que favorezca a las personas trans, muchas de las cuales viven en condiciones de precariedad.
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Ser trans en Colombia
Basta mirar el escenario colombiano para dar con casos alarmantes sobre la vida de las personas trans. Las personas trans afrontan una discriminación cotidiana que no les permite llevar una vida digna, a lo que se suman las altas cifras de muertes a causa de su identidad.
En Colombia, la expectativa de vida de una persona trans es de 35 años. Además, afrontan problemas como el rechazo laboral debido a su identidad de género: para 2018 sólo el 16 por ciento de la población había firmado un contrato laboral.
Cuando se trata del sistema de salud el problema es aún más complicado. El sistema de salud les exige documentos legales que certifiquen el cambio de nombre o certificados psiquiátricos. Estas exigencias son algunas de las trabas que enfrentan las personas trans a la hora de acudir al médico, asuntos que, sumados a la discriminación, los obligan a automedicarse y a llevar a cabo su tránsito sin un acompañamiento médico y psicológico.
Uno de los asuntos más peliagudos es el no reconocimiento de la identidad de género en los hospitales, pues no permite un control individual para cada una de las personas de la población trans. El no reconocimiento en hospitales no sólo excluye a las personas trans, sino que lleva a que la comunidad desconfíe en las instituciones médicas.
Este no reconocimiento, por otro lado, ha derivado también en la consolidación de conceptos como la “disforia de género”, a través de la cual se explica la inestabilidad mental y anímica que, a la luz de la medicina, sufriría las personas con una identidad de género diversa al “no estar conformes con su cuerpo”.
Asumir otras identidades de género como un asunto patológico, sea mental o de salud sexual, excluye a las personas trans y las obliga a buscar sus propios mecanismos de participación y cuidado.
El transexualismo hacía parte del grupo de trastornos de identidad de género en el capítulo de enfermedades mentales.
Los desafíos son grandes y la comunidad no para de luchar. Entre el 16 y el 18 de mayo se llevó a cabo en Bogotá el IV Encuentro de Liderazgos Políticos LGBTI de las Américas y el Caribe. En el marco de este evento que reunió a líderes y representantes de distintos movimientos a lo largo del continente tuvo lugar la proclamación de un Manifiesto Transgénero que con diecinueve puntos afirmó los retos y las exigencias de la comunidad trans de diferentes territorios.
Justamente, entre las exigencias de estos líderes y lideresas estaba la de “un modelo de salud no patologizante que permita los procesos de tránsitos seguro, que se materialice en un sistema de salud digno y diferencial, promoviendo y garantizando innovaciones médicas, científicas, y tecnológicas de calidad”.
![]() Foto: Concejo de Bogotá |
En el encuentro se dejó claro que es necesario un modelo de salud que, por un lado no exotice ni revicitimice a las personas trans y, por otro lado que incluya en la oferta de tratamientos aquellos que son necesarios para los tránsitos de género y demás procesos corporales medicados, procesos quirúrgicos y enfermedades crónicas.
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Del papel a la realidad
Si bien la decisión de la OMS le abre la puerta a la población trans a la posibilidad de una salud y vida digna, lo cierto es que aún falta tiempo en la puesta en marcha de políticas públicas que sepan combatir el estigma social que pesa sobre aquellos que tienen una identidad de género diferente.
Por más que la Organización Mundial de Salud pretenda cambiar a través de decisiones como ésta el lugar que la sociedad ha dado a las personas trans, aún falta tiempo para que la cultura aprenda a aceptar la diferencia. Cambiar el concepto de “transexualidad” por el de “discordancia de género” y sacarlo del orden de las enfermedades mentales es sin duda un avance en la lucha por una vida digna de la comunidad trans, pero no deja de considerar la identidad como una enfermedad.
La presencia de la “discordancia de género” como una condición de la salud sexual no deja de ser un problema de nomenclatura que, al final, solo delata un problema de base traducido en desconocimiento y rechazo por la comunidad trans y sus problemas. Transformar la manera en que la OMS concibe a las personas transgénero es sólo un eslabón en la tarea de desestigmatizar y dar prioridad a la despatologización de lo trans.
*Profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana. Jefe de Redacción en la revista Cartel Urbano donde trabaja temas de cultura en Bogotá y población LGBTI.