Una mirada a las cifras disponibles para el mundo, para los países industrializados y para Colombia muestra que estamos ante una tendencia sostenida hacia la concentración creciente del ingreso – y a sus malas consecuencias sociales y políticas-.
Diego Guevara*
Un debate creciente
“Una economía para el 99%”, el informe preparado por Oxfam para el reciente Foro Económico Mundial de Davos ha vuelto a poner el tema de la desigualdad en el radar de los medios de comunicación.
Este es el dato del informe Oxfam que más ha impresionado a los periodistas: los ocho hombres más ricos del planeta tienen tanta riqueza como la mitad de la población mundial es decir, como 3.600 millones de personas. Pero además entre 1988 y 2011 el ingreso del 10 por ciento más pobre de la humanidad creció menos de 3 dólares al año, mientras que el del 1 por ciento más rico han aumentado 182 veces más.
El informe Oxfam se suma a una larga lista de trabajos académicos rigurosos de la última década sobre la desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza, entre los cuales se destaca el libro “El Capital en siglo XXI” del economista francés Thomas Piketty, que se convirtió en best-seller en 2014.
La crisis de 2008 fue uno de los catalizadores del debate, junto con las protestas del movimiento “Occupy Wall Street” que destacaron los altos niveles de concentración del ingreso en manos del 1 por ciento de la población de Estados Unidos. Pero se trata de un interés internacional y por eso hoy se puede acceder de manera gratuita a la “World Income and wealth database”, una base de datos en construcción que resultó del esfuerzo coordinado por el propio Pikerty y sus colegas Saez, Alvaredo y Atkinson.
Estados Unidos, Reino Unido, concentración del ingreso y populismo
![]() Bill Gates, uno de las personas más millonarias del mundo. Foto: Wikimedia Commons |
Las series estadísticas sobre más de un siglo que existen en países como Estados Unidos y el Reino Unido indican claramente un deterioro de la distribución del ingreso y la riqueza a partir de mediados de la década de 1970.
Los ocho hombres más ricos del planeta tienen tanta riqueza como la mitad de la población mundial.
Para el caso de Estados Unidos, la Gráfica 1 muestra cómo durante los años dorados del capitalismo (1945-1970) el avance del Estado benefactor y un mayor grado de regulación del mercado ayudaron a disminuir la concentración que había aumentado durante los años 1920.
Pero la tendencia volvió a revertirse a mediados de los 1970, y hoy el 1 por ciento más rico – el top– de los estadounidenses captura alrededor del 20 por ciento del ingreso total de este país.
Gráfica 1: Participación del ingreso del top 1 por ciento en el total de ingresos en Estados Unidos 1913-2013.
Fuente: Striking it Richer: The Evolution of Top Incomes in the United States, Emmanuel Saez, June 2015
La Gráfica 2 permite una mirada más cercana sobre las disparidades en la distribución del ingreso en Estados Unidos. Por ejemplo el top 10 por ciento percibe 9 veces más que el 90 por ciento restante de la población. Peor: el top 0,1 (el 1 por mil) recibe 84 veces más ingresos que el 90 por ciento de los habitantes de Estados Unidos.
Gráfica 2: Ingresos promedio en Estados Unidos en 2014 por percentil.
Fuente: Emmanuel Saez, Center for Equitable Growth, June 2015
Aunque la espectacular concentración del ingreso ha sido objeto de muchos debates en Estados Unidos, esta tendencia se ha mantenido inalterada incluso tras la crisis de 2008, y para muchos ciudadanos el “sueño americano” se ha desvanecido. Y este a su vez ha sido el escenario para la emergencia de Donald Trump y su promesa de volver a multiplicar los empleos bien pagados.
La situación es similar en el caso del Reino Unido, donde según algunos analistas la victoria del Brexit fue consecuencia de los altos niveles de desigualdad que se evidencian en el contraste en calidad de vida entre un residente de la “City” en Londres y uno de un pueblo marginado al sur de Gales.
Es claro entonces que la desigualdad extrema tiene consecuencias políticas que pueden distorsionar las decisiones democráticas y acabar en la elección de gobiernos totalitarios, o en general en tomar decisiones apresuradas que pueden empeorar la situación en materia distributiva.
Posiciones y explicaciones
![]() Thomas Piketty, economista francés especialista en desigualdad económica. Foto: Wikimedia Commons |
La mayoría de los economistas de diferentes corrientes coinciden en el diagnóstico sobre las implicaciones negativas de aquel creciente nivel de desigualdad. Y sin embargo:
- Algunos analistas, como Gregory Mankiw, han salido en defensa del top 1 por ciento bajo el argumento neoclásico de las recompensas asociadas con las grandes contribuciones a la sociedad de personas como Bill Gates o Mark Zuckerberg.
- Otros economistas siguen insistiendo en que el principal problema no es la desigualdad sino la pobreza (aunque aquí hay que insistir en que la desigualdad extrema tiende a minar los valores básicos de la democracia).
Por otra parte las hipótesis causales sobre el aumento de la desigualdad son múltiples y de una u otra forma se vinculan con las orientaciones políticas de los autores.
- Usualmente los economistas más cercanos a la derecha y a la escuela neoclásica han asociado el fenómeno con el cambio tecnológico. Las nuevas tecnologías son menos intensivas en empleo y demandan trabajadores mejor calificados, de suerte que hay un exceso relativo de no calificados, y esto aumenta la brecha de salarios entre unos y otros.
- Los economistas de corte más progresista destacan el impacto negativo de la globalización financiera sobre la distribución de los ingresos. En este punto vale recordar que buena parte del top de ingresos en Estados Unidos está integrada por ejecutivos del sector financiero que no necesariamente son muy productivos pero tienen gran capacidad de cabildeo en materias de regulación y alianzas inter-empresariales.
Bajo estas circunstancias, el cambio tecnológico y la creciente brecha salarial han tenido un impacto indiscutible, pero también ha sido decisiva la existencia de un capitalismo financiero global donde las redes de propiedad e inversión están muy concentradas y en poder del top 1 o del top 0,1 por ciento súper-rico.
¿Y Colombia?
Desafortunadamente para el caso colombiano no existen series históricas distintas de las que compilaron Facundo Alvaredo y Juliana Londoño para el período entre 1993 y 2010.
Pero el tema de la desigualdad salta a los medios locales cuando Colombia aparece entre los países peor clasificados del mundo. La desigualdad suele medirse con el “coeficiente de Gini”, un número entre cero y uno donde cero equivale a la igualdad absoluta (todos tienen lo mismo) y uno a la desigualdad absoluta (un solo individuo captura todo el ingreso y los demás nada). Así, entre más cercano a 1,0 esté el Gini de un país, mayor será la desigualdad.
Ahora bien, sobre la base de los datos de Alvaredo y Londoño, la Gráfica 3 muestra cómo el Gini de Colombia aumentó de manera dramática durante los años 1990 – con valores cercanos a 0,6- para disminuir hasta la cercanía del todavía excesivo 0,5 durante lo corrido del presente siglo.
Gráfica 3: Evolución reciente del coeficiente Gini en Colombia Fuente: DANE
Como Roberto Angulo señaló en esta misma revista, la desigualdad de Colombia es elevada aun en comparación con el resto de América Latina. Y la gráfica 4 sugiere que en efecto la situación relativa de Colombia ha seguido empeorando
Gráfica 4. América Latina, cambios en el Gini entre 2010 y 2014
Angulo sin embargo añade que las encuestas de hogares muestran un descenso marcado de la desigualdad; pero estas encuestas usualmente no capturan los extremos de la distribución es decir, ni las familias más ricas (el top 1 por ciento) ni las más pobres: en palabras sencillas, el encuestador del DANE no llega a la casa de Luis Carlos Sarmiento ni tampoco a la de un indígena Desano-Wira en el Vaupés.
Volviendo pues al trabajo de Alvaredo y Londoño, esto autores concluyen que:
- El top 1 por ciento de las personas con más ingresos en Colombia percibe alrededor del 20 por ciento del total, y que
- La tendencia al deterioro de la distribución del ingreso se mantuvo entre 1993 y 2010, con la sola excepción de la crisis de 1999 y con un nuevo deterioro desde el comienzo de la década actual (cuando el top 1 captura el mencionado 20 por ciento del ingreso nacional).
Como concluye la Gráfica 5, Colombia tiene un nivel de concentración similar al de Estados Unidos y está por encima de muchos de los países de la región:
Gráfica 5. Participación del ingreso del top 1 por ciento en el total de ingresos.
Fuente: Cepal con datos de la World Income and wealth database
Al hilar mas fino Juliana Londoño y Facundo Alvaredo en su trabajo de 2014 comparan en dólares PPA de 2010 los ingresos del percentil con mayores rentas en 3 países (Colombia, España y Estados Unidos) como se muestra en la gráfica 6. El principal mensaje de esta gráfica es que los niveles de ingreso del Top 0.1 por ciento y el top 0.01 por ciento de un país como España son similares a los de Colombia, a pesar que la nación ibérica tiene unos niveles de PIB per Capita muy superiores a los de Colombia. En palabras coloquiales y en un sentido metafórico los ricos de Colombia se parecen a los de Francia, España o incluso a los de Estados Unidos pero los mas pobres pueden llegar a ser equiparables a los de las naciones menos desarrolladas de Africá. Este es el panorama de la desigualdad en Colombia.
Gráfica 6:
La realidad entonces es que el fenómeno de desigualdad extrema también es latente en Colombia y se necesitan mayores investigaciones cuantitativas y a la vez construcción y accesos a datos de impuestos para seguir con la tarea. Curiosamente a pesar del que el conflicto del país tiene sus orígenes en causas distributivas, el debate mediático y político ha dejado el tema de lado y siempre se habla de pobreza y desigualdad como si fuera la misma cosa. Recordemos que teóricamente un país podría superar completamente la pobreza y la pobreza extrema pero a la vez continuar con altos niveles de desigualdad. De hecho como ya se dijo muchos economistas de la corriente principal han insistido en que lo que importa es la pobreza y no la desigualdad, pero como ya vimos los niveles actuales de desigualdad extrema que se han generado en tiempos de un capitalismo financiero no son sostenibles y ponen en riesgo incluso los mecanismos básicos de democracia. De ahí que los debates políticos del postconflicto deben pasar necesariamente por cuestionar la alta concentración del ingreso y de tierras pues los datos están mostrando una realidad preocupante de desigualdad extrema.
* Profesor e investigador del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional. dieguevarac@unal.edu.co
@diegoguevaro