
Las inundaciones que antes eran una bendición en los territorios anfibios, hoy vuelven a generar grandes desastres. La inversión que planea hacer el Gobierno no fortalece a las culturas anfibias.
Gustavo Wilches-Chaux*
La Colombia anfibia
Según el diccionario de la lengua, anfibio es un organismo o un sistema (incluido un territorio) “que puede vivir indistintamente en la tierra o sumergido en el agua”.
El libro Colombia Anfibia publicado por el Instituto Alexander von Humboldt en 2015, indica que los humedales existentes en las áreas hidrográficas de Colombia (Amazonas, Caribe, Magdalena-Cauca, Orinoquia y Pacífico) comprenden una extensión de 30’781.149 hectáreas, que representan el 26% del territorio continental e insular del país.
Para estas comunidades anfibias las inundaciones no desencadenaban desastres, sino que constituían una bendición: eran portadoras de vida.
El corazón de la Colombia Anfibia se encuentra en esa zona conocida como La Mojana, cuyas comunidades -al igual que otras que todavía existen en Colombia, como las del Bajo Sinú- heredaron de la Cultura Zenú las estrategias que les otorgan su condición de anfibias y que durante siglos les permitieron convivir sin traumatismos con las dinámicas del agua, y en especial con los desbordamientos periódicos de ríos y humedales.
Para estas comunidades anfibias las inundaciones no desencadenaban desastres, sino que constituían una bendición: eran portadoras de vida.
Investigadoras como Clemencia Plazas y Ana María Falchetti, e investigadores como Orlando Fals Borda, nos han explicado cómo los Zenúes y sus herederos de hoy han podido respetar y aprovechar su territorio anfibio: sus canales y jarillones en forma de espinas de pescado; su comprensión y capacidad de establecer alianzas con la biodiversidad; los mitos que le otorgaban sentido a su existencia, que “ordenaban el territorio” y que orientaban su manera de relacionarse con la Naturaleza de la cual se sabían y sentían parte integral.
En su libro “El País de las Aguas – García Márquez en La Mojana, la otra orilla de Macondo” (2007), el escritor mojanero Isidro Álvarez Jaraba, de la Fundación Pata de Agua, describe así este acuatorio:
“Esta parte de la Depresión Momposina de inmensas tierras llanas y de mares morenos, custodia en sus entrañas formas míticas y legendarias, dioses mágicos como el Ihtioco (el ser supremo), el Ninha (el sol), Thi (la luna), Uhrira (el lucero), que concurren en laberintos imaginaros que al flotar en sus aguas con islas viajeras, son la morada de mohanas y mohanes que, como Buhba, se convierten en sustancia narrativa, en sincronía con un bagaje cultural probado en la experiencia sensorial, convertido, en últimas, en escenarios de inspiración concretizados por la pluma de Gabriel García Márquez como pasajeras del tiempo”.
Escenario del desastre actual
Según un comunicado de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), en ese mismo “país de las aguas”, a finales de agosto pasado, “la fuerza del río Cauca generó el rompimiento sobre la margen izquierda del afluente del jarillón ubicado en el sector de Cara de Gato en el municipio de San Jacinto del Cauca”, suceso al cual se le atribuye un desastre, cuyo impacto la misma UNGRD, cuantificó así:
“A la fecha (septiembre 22), las inundaciones han alcanzado a los municipios de San Jacinto del Cauca y Magangué en Bolívar; Ayapel en Córdoba y Guaranda, Majagual, San Marcos, Sucre-Sucre, Caimito y San Benito Abad en el departamento de Sucre, lo que ha afectado a hoy a 30.286 familias y 109.594 personas ubicadas en 34 corregimientos y 133 veredas de esta subregión del país. […] 2.969 viviendas se han visto afectadas por el agua, así como 3 centros de salud, 9 acueductos, 6 puentes peatonales y 72 instituciones educativas. En materia agropecuaria, 24.253 hectáreas agrícolas han sido impactadas de manera negativa por este evento, especialmente cultivos de arroz, maíz y plátano, así como 6.757 bovinos, 6.083 porcinos, 603 equinos, 40.287 aves de corral y más de 550.000 peces”.
En ese momento el fenómeno de La Niña todavía no se había consolidado en el Océano Pacífico, ni por ende en Colombia.
Las verdaderas causas del desastre atribuido a La Niña en 2010-2011
Eso que está ocurriendo hoy en La Mojana ya había ocurrido durante la temporada La Niña 2010-2011.
Por ese entonces el Gobierno Nacional, con apoyo del Banco Mundial, convocó una Misión para evaluar las causas del desastre y las capacidades del país para enfrentar sus efectos. Estas fueron algunas de sus conclusiones:
“El uso y la ocupación del territorio en las zonas aledañas a las llanuras aluviales traen como consecuencia la reducción de las áreas de amortiguamiento naturales de los ríos; esta pérdida de la capacidad de almacenamiento de excesos de caudal en los ríos es una de las principales causas de las inundaciones en Colombia. Cada uno de los componentes del sistema de humedales está sujeto a grandes presiones antrópicas que tienden a modificar tanto su estructura como su funcionamiento, tornándolos vulnerables y frágiles. […] En la cuenca del río Sinú, al igual que en la región La Mojana, existe una clara y marcada diferencia entre el uso actual y la aptitud de los suelos. La ganadería extensiva en la cuenca hidrográfica del río Sinú oscila entre el 51,75% y 62,6% del área total dependiendo del régimen climático, mientras que los suelos con aptitud ganadera en la cuenca ascienden al 7,1%. […]”

Planes de gestión socioambiental
A partir de ese diagnóstico sobre las causas verdaderas del desastre de 2010-2011 (alteraciones arbitrarias de las dinámicas del territorio), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) formuló y se encuentra coordinando un “Plan de Adaptación al cambio climático en La Mojana 2013-2026” , el cual se adelanta en llave con el “Plan de acción integral para la reducción del riesgo de inundaciones y adaptación al cambio climático en la región de La Mojana”, del Fondo de Adaptación, institución adscrita al Ministerio de Hacienda.
Imposible describir en este espacio los enfoques, objetivos y estrategias de dichos planes, pero el énfasis, por lo menos en el del PNUD, es “Mejorar la capacidad de adaptación al cambio climático de poblaciones rurales y gobiernos locales de la Mojana”, a través de “Soluciones basadas en la naturaleza con enfoque en los más vulnerables al cambio climático y adaptación basada en comunidades y ecosistemas […] El proyecto también tiene en cuenta que “más del 60% de los hogares rurales de la Mojana están bajo condiciones de pobreza multidimensional (42 puntos por encima del resto del país)” y que las inundaciones periódicas forman parte del ciclo normal de los ecosistemas de la región.
Remedio equivocado
El 11 de agosto del 2020 el representante a la Cámara por el Departamento de Sucre, Hector Javier Vergara, citó a un debate de control político al entonces gerente del Fondo de Adaptación, Edgar Ortiz Pavón, al cual fue invitado el gobernador de ese departamento, Héctor Olimpo Espinoza quien, entre otras muchas cosas en ese mismo sentido, afirmó que:
“la única solución al problema de La Mojana que se inunda porque el río Cauca se desborda por el margen izquierdo buscando la depresión […] es la construcción de un muro de más o menos 53 kilómetros sobre la margen izquierda del río Cauca, por valor de $756.000’000.000 (756 mil millones de pesos) …”.
Invito a ver el video en el cual quedó grabado todo el debate, para que no se diga que esta declaración del gobernador, que va en contravía de lo que venían haciendo el PNUD y el mismo Fondo de Adaptación, está siendo citada “fuera de contexto”.
Lo cierto es que el pasado 2 de octubre “El presidente de la República, Iván Duque, y Alejandra Botero Barco, directora del Departamento Nacional de Planeación, anunciaron una inversión de 2,5 billones de pesos, tras evaluar los daños ocasionados por la ruptura del dique sobre el río Cauca, en el punto conocido como Cara de Gato.”
En su cuenta de Twitter la directora afirmó que: “Con esta solución estructural para la región se protegerá de inundaciones a La Mojana y se mitigarán futuras afectaciones”.
De esa billonaria inversión, en la que priman las grandes obras de infraestructura, solamente el 8% se invertirá en gestión ambiental: 200.000 millones de pesos en rehabilitación de canales y dinámicas hidráulicas, lo cual está contemplado en el Proyecto del PNUD.
En conclusión, se va a realizar una inversión billonaria con la cual se pretende conjurar el desastre con más de lo que lo produjo. Lejos de recuperar y fortalecer la anfibiedad de los ecosistemas y de las comunidades, esta se va a debilitar todavía más. ¿En beneficio de quién? ¿Quién se va a quedar con el control efectivo de ese territorio?
Para contestar esa pregunta hay que analizar otras dimensiones del desastre, una de las cuales está descrita en la Alerta Temprana N°003 de enero 16 de 2020, y en otros documentos expedidos por la Defensoría del Pueblo, que muestran cómo amenazas relacionadas con el conflicto armado, tan o más graves aún que las de origen hidrometeorológico, ponen en peligro a las comunidades anfibias. Las amenazas y los asesinatos de líderes sociales continúan en esa zona y en zonas aledañas como los Montes de María.
Queda para otro artículo la actualización del análisis de las amenazas que genera para La Mojana la incertidumbre en que hoy se encuentra -o mejor: de la que todavía no ha salido- el Proyecto Hidroituango.