El año pasado será uno difícil de olvidar para el deporte colombiano a causa de tres gestas en el ciclismo y el tenis. Aquí un balance de su esplendor y algunas proyecciones para el nuevo año.
David Quitián*
El “Nobel” ciclístico de Egan
En el deporte, como en la vida, los triunfos pueden marcar épocas.
La champaña campeona del zipaquireño Egan Bernal en los Campos Elíseos es, por mucho, el logro más importante del deporte colombiano en la historia. Dos razones respaldan este enunciado: el prestigio del Tour de Francia, que apenas lo ubica detrás del Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos y la pasión nacional por el deporte de los tubulares y las caramañolas.
El pódium parisino, que apareció en las portadas de los principales diarios del mundo, es apenas comparable con el Nobel de literatura de Gabriel García Márquez en 1982. El acontecimiento ratificó una doble consagración: la del ciclismo como deporte nacional y la de los “escarabajos” como marca de excelencia de calidad global. Ya en lo simbólico, la conquista permitió superar el “trauma de la virreina” —la resignación al subcampeonato— en la afamada ronda gala.
La hazaña del “niño maravilla”, como se conoce a Bernal, reposa sobre los pedalazos de tantos predecesores —oriundos en su mayoría de las montañas del altiplano cundiboyacense, del eje cafetero y de Antioquia— que faltaría espacio para nombrarlos a todos. Es la punta del iceberg de la notable cantidad de éxitos escarabajos en los cinco continentes, en pruebas de todos los niveles y categorías. El renombre de Colombia como potencia planetaria de este deporte y su expresión numérica en el escalafón de la Unión Ciclística Internacional (UCI) están más que justificados.

Foto: Facebook: América de Cali El triunfo de América de Cali fue uno de los eventos deportivos del 2019.
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Doblete de doblistas
El 2019 también inflamó el orgullo nacional con la seguidilla de victorias de la dupla de tenistas integrada por Juan Sebastián Cabal y Roberth Farah que, en Londres y Nueva York, levantaron los trofeos de Grand Slam de Wimbledon y US Open. La doble entonación del himno nacional originó un bonito dilema entre la opinión pública y la prensa especializada: qué triunfo era más importante, el del ciclista o el de los tenistas y a quién premiar como mejor(es) del año.
Estos logros son inéditos para el deporte de las raquetas, que si bien figura entre los primeros que llegaron al país —en la primera mitad del siglo pasado— ha sido árido en cosechas memorables, quizás por su asociación histórica con las élites, lo que redujo su práctica a quienes podían pagar su costosa práctica. Pero esta representación del “otrora deporte blanco” ha venido variando al aumentar en número de deportistas, especialmente entre la clase media.
Tratándose de dos de los grandes abiertos que tiene el calendario tenístico anual, el performance deportivo de la pareja de doblistas colombianos los encumbró al número uno del escalafón de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP), sacándolos del relativo anonimato nacional, pues sus caras se hicieron conocidas para el gran público.
Este, a su vez, activó “otro deporte”, este de carácter cultural: “volverse hincha de los deportes y deportistas que vayan ganando”. Ya se había vivido esta situación con deportes de poca tradición y esplendor pasajero como la Fórmula 1 —con Juan Pablo Montoya—, el salto de altura —Orlando Duque— y la gran afición por una disciplina prácticamente desconocida como el salto triple, que nos sigue prodigando alegrías difíciles de repetir en ese mismo deporte, con ese fenómeno llamado Catherine Ibargüen.
El regreso del diablo
Esos acontecimientos de júbilo patrio en escenarios globales contrastan con el frenesí escarlata desatado por el título, en la liga nacional de fútbol, del club América de Cali, que levantó el trofeo después de once años de sequía en sus vitrinas y de cinco años en el descenso.
Sus hinchas juzgaron la victoria como épica al ser fraguada con una “nómina obrera”, lejana del oropel característico de los equipos de la década del ochenta, que obtuvo cinco campeonatos en línea (de 1982 a 1986) y disputó tres finales consecutivas de Copa Libertadores (1985, 1986 y 1897), bajo la égida del Cartel de Cali.
“La mechita” obtuvo su estrella número 14, que lo instala como tercero en el número de títulos nacionales, detrás de Atlético Nacional con 16 y de Millonarios con 15; trio de equipos que son considerados, por el tamaño de sus hinchadas y su significativa presencia en las distintas regiones, como los únicos de carácter nacional.

Foto: Facebook: Tokyo 2020 Los juegos olímpicos de Tokio en el 2020 serán el acontecimiento deportivo de este año.
Fue un brasilero, Alexandre Guimarães, quien dirigió al equipo ante un rival de campanillas, como el Junior de Barranquilla, que venía de ser bicampeón nacional y que ha sido el principal animador del mercado de contratación de jugadores de alto nivel en los últimos tiempos, como lo demuestra la repatriación en 2017 de Teófilo Gutiérrez, los fracasados fichajes del peruano “Mudo” Rodríguez en 2018 y del chileno Matías Fernández en 2019, sumado a la actual contratación del atacante Miguel Borja, procedente del Palmeiras de Brasil.
Estos refuerzos calientan el clima de la liga nacional y renuevan el entusiasmo de nuestros equipos en los dos torneos subcontinentales: la Copa Libertadores, que además del regreso del América, tendrá la participación del Junior, el Medellín y el Tolima; y la Copa Sudamericana, que también será disputada por Atlético Nacional, Millonarios, Deportivo Cali y Deportivo Pasto.
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El Valle es valle, lo demás es loma
Bordado de estrella, el escudo americano también mereció nuevas puntadas en virtud del título de la liga profesional femenina que proclamó campeonas a las mujeres que derrotaron en la final al Medellín femenino, alzándose con la copa de la edición 2019. Esta moñona futbolera adelantó la Feria de Cali, en la que también se celebró el título general del Valle del Cauca en los Juegos Deportivos Nacionales 2019 —realizados en Bolívar—, superando al archirrival de siempre, Antioquia, que traía una hegemonía de triunfos en los últimos años (2008, 2012 y 2015).
La acción del Estado necesariamente debe combinarse con la iniciativa y patrocinio privados
Las justas atléticas hacen parte del sistema de rivalidades regionales en las que, además de la política, entran en disputa valores económicos, culturales y deportivos. Dentro de estas alteridades en juego, Santiago de Cali saca una luz de ventaja, conocida desde los Panamericanos de 1971 como “la capital deportiva de América”, distinción revalidada en 2019 cuando fue declarada —por la organización ACES Europa— como “capital americana del deporte”.
Copa América, Eliminatorias y Olímpicos 2020
El ambiente local se exacerba con la proximidad de los dos eventos que concitan la mayor atención de las audiencias nacionales: los Juegos Olímpicos “Tokio 2020” y el Mundial de fútbol “Qatar 2022”. Los primeros se llevarán a cabo entre los meses de julio y agosto en la capital nipona. El segundo tendrá cuatro fechas de eliminatorias sudamericanas en los meses de marzo, septiembre, octubre y noviembre, para un total de ocho partidos. En estos, Colombia enfrentará como local a su rival regional (Venezuela) y a los tres grandes de Conmebol: Uruguay, Brasil y Argentina; mientras que deberá medirse a domicilio con sus similares de Chile, Ecuador, Paraguay y Perú, respectivamente.

Foto: Wikipedia El nobel de Egan Bernal fue la joya de la corona en 2019.
Los compromisos de la selección se completan con la exótica Copa América Colombo-argentina a desarrollarse en los meses de junio y julio y que impone el doble desafío de ser buenos anfitriones en lo organizativo y de ganar esta edición dado el antecedente de la única realizada en suelo patrio, que fue ganada por los nuestros en 2001. Veremos si el director técnico portugués Carlos Queiroz logra llegar y ganar con la tricolor la final pactada en el Metropolitano de Barranquilla y si consigue seducir con su estilo europeo a los hinchas cada vez más escépticos con la nueva forma de juego de la selección.
Por otro lado, los Juegos Olímpicos tendrán el desafío de ratificar el avance del deporte federado colombiano que, en las competencias de Londres 2012 y Rio 2016, obtuvo cosechas en metálico y diplomas que lo ubicaron al final de la primera página en el listado general del medallero, superando a Argentina y México, acercándose a Cuba y quedando sólo por detrás de Brasil en Sudamérica.
Colombia también deberá demostrar progresos en disciplinas colectivas que evidencien una política estatal de formación y estímulo más sólida que la requerida para deportes individuales —pesas, boxeo, atletismo, ciclismo- BMX, judo, lucha— que, hasta el momento, son el fuerte de las delegaciones nacionales.
Para eso, la acción del Estado necesariamente debe combinarse con la iniciativa y patrocinio privados y debe obrar con el principio de que el deporte de alto rendimiento es una modalidad que se complementa y en el mejor de los casos es resultado del deporte social y del deporte para todos.
*Sociólogo y Doctor en Antropología, investigador junior (Conciencias), profesor de la Corporación Universitaria Minuto de Dios y de la Fundación Universitaria Panamericana.