Aunque países como Colombia ya tienen paridad de género, la participación política de las mujeres está lejos de ser igualitaria ¿Cuáles son las cifras de esta desigualdad en las gobernaciones en América Latina?
Tomás Dosek*
Belén Elías**
Sin voto femenino no existe democracia
La democracia es un proceso en construcción. Es imperfecta, incompleta, pero mejorable: la democracia es un ideal a perseguir.
La definición de una “democracia” minima implica algunos elementos básicos. Un país es democrático porque:
- Las elecciones son libres, limpias y regulares
- Se garantizan libertades y derechos políticos
- Existen varios partidos o una pluralidad de actores que compiten
- Pueden votar todas las personas
Posiblemente estaremos de acuerdo en que la democracia supone todas esas cosas.
Pero esos requisitos no siempre son tomados seriamente. Pamela Paxton mostró que, si el voto de las mujeres fuera una condición necesaria para la democracia, cambiaría nuestra perspectiva sobre cuándo se inauguró este régimen político en cada país del mundo.
Posiblemente el caso más conocido es Suiza. La mayoría de los estudios consideran el país como democrático desde 1848, pero el voto femenino demoró 123 años en concederse. Por lo tanto, la nueva fecha de la democracia en Suiza sería 1971.
La paradoja es apenas aparente. Por un parte la teoría de la democracia no se cansó de insistir en que la inclusión de todas las personas era una de sus principales dimensiones, pero por otra parte los estudios empíricos sobre la democracia dejaron a las mujeres fuera de sus mediciones.
No puede haber democracia sin la mitad de la población. Por eso en estos días la frase de Flavia Freidenberg se ha hecho viral en las redes bajo el hashtag #SinMujeresNoHayDemocracia.

Alternación en el poder
Actualmente, a nadie se le ocurriría quitarles a las mujeres el derecho a votar. Sin embargo, de qué democracia estamos hablando si las mujeres no llegan a los cargos de elección popular o, más aún, si no son ni siquiera candidatas en algunas elecciones.
Nada prohíbe que las mujeres sean candidatas en los países latinoamericanos, pero “existen importantes falencias (sic) en la dimensión competitiva” de la democracia, como sugieren Julieta Suárez-Cao y Lucía Miranda. Este “déficit competitivo” nos lleva a pensar la idea de Paxton un paso más allá. ¿Puede haber democracia sin mujeres candidatas?
Si el voto de las mujeres fuera una condición necesaria para la democracia, cambiaría nuestra opinión sobre cuándo nació este régimen político
Podemos adaptar algunas mediciones clásicas de la democracia para analizar la representación política de las mujeres. Adam Przeworski y sus colegas sostenían que la democracia necesita de alternación en los cargos políticos. Siguiendo esta lógica, podemos pensar que la democracia con género necesita alternación entre un hombre y una mujer en un cargo de elección popular. Pensemos, por ejemplo, en las gobernaciones departamentales.
Según este criterio, la democracia no ha existido en casi el 80% de los departamentos de los diez países de América Latina que eligen ese cargo por voto popular. En cuatro de cada cinco regiones nunca hubo una mujer al frente del poder ejecutivo, es decir, una gobernadora, intendenta o prefecta, según el país del cuál hablemos.
Sigamos con este ejercicio. Samuel Huntington proponía que la consolidación democrática necesitaba pasar la “prueba de dos alternancias”. En nuestro caso, eso podría significar que haya habido al menos dos mujeres diferentes en el cargo de gobernadora. En América Latina, apenas en nueve regiones (aproximadamente un 4%) ha habido dos gobernadoras diferentes. Si relajamos un poco el criterio, en otras nueve la misma mujer ocupó el cargo dos o más veces.
Por tanto, siguiendo este indicador, hay muy pocas regiones con democracias con género consolidadas.
Candidaturas de mujeres
Por último, debería haber al menos una mínima proporción de mujeres entre las candidaturas electorales, como sugieren Suárez-Cao y Miranda. Sin ir más lejos, que haya al menos una candidata a gobernadora.
Tomemos las últimas elecciones regionales en cada país. Los números posiblemente ya no sorprenderán. En casi el 40% de las regiones no hubo ninguna candidata. De hecho, en varias de ellas no hubo candidatas en los últimos tres comicios. Y sin mujeres candidatas, no hay mujeres gobernadoras.
En cuatro de cada cinco regiones nunca hubo una mujer al frente del poder ejecutivo
La situación ha tendido a empeorar durante los últimos años:
- En 2018, Paraguay y Perú se quedaron sin gobernadoras.
- En Colombia había cinco gobernadoras, pero en 2019 apenas dos resultaron elegidas (6%).
- Igual ocurrió en Argentina tras las elecciones provinciales de 2019 (9%).
- En 2018, solo un estado en Brasil eligió una gobernadora (3%).
- Bolivia nunca tuvo una y las recientes elecciones subnacionales de marzo no cambiaron esta situación.
- En Ecuador, si bien el número de gobernadoras electas parece ir en aumento, aún no supera ni una cuarta parte de las gobernaciones (17%).
- Lo mismo sucede en México (6%), Uruguay (11%) y Venezuela (21%).
Este año hay elecciones subnacionales en varios países. En Chile se elegirá por primera vez a las autoridades ejecutivas regionales mediante voto popular. Antes eran designadas, pero paradójicamente había más mujeres intendentas nombradas que en muchos países con gobernadoras electas por voto popular. ¿Cómo le irá a Chile? ¿Favorecerá las elecciones a las mujeres? ¿Habrá más mujeres gobernando en los estados mexicanos?
Lo que está en juego tras las cifras y los hechos que mostramos no es solo la desigualdad de género; sino la calidad de nuestras democracias
Sin gobernadoras no hay democracia
La exitosa campaña mexicana por la #ParidadEnGubernaturasYa, la reforma en ese país y las reformas recientes en Ecuador y en Perú que aspiran a la paridad en las candidaturas ejecutivas subnacionales son pasos clave.
La percepción social positiva y la participación política de las mujeres aumentan en la medida en que las mujeres ocupan los cargos ejecutivos. Su presencia tiene una dimensión simbólica y estimula la participación de otras mujeres.
La ausencia no se debe a que no haya mujeres en los partidos o en la política, o a que no tengan mérito o no quieran ser candidatas o gobernadoras. Más que por no “animarse a participar” , esa ausencia se debe a la desigualdad de género, la violencia y todas las trabas (visibles o no) que las mujeres encuentran cuando quieren hacer política, ser candidatas y ser elegidas.