La posesión de Gustavo Petro y la instalación del nuevo Congreso consumaron el final del uribismo. Comienza una nueva época. Y comenzaron también los aciertos y errores del gobierno del cambio.
Esteban Salazar Giraldo*
El final del uribismo
El 20 de julio, ante el nuevo Congreso, el presidente Duque pronuncio un discurso pendenciero, cargado de adjetivos y señalamientos, directos e indirectos, contra el nuevo gobierno.
El discurso fue un balance muy sesgado de la gestión del gobierno saliente, sin intento ninguno de autoexamen, que además confirmó la incapacidad del ahora expresidente para comunicarse con la ciudadanía de una forma sincera y sensata.
Duque, que se hizo elegir gracias a su bandera de atajar a la izquierda, entrega el país a sus opositores, con la bancada del Centro Democrático como una solitaria y reducida oposición: entre 2018 y 2022, el Centro Democrático perdió la mitad de sus congresistas.
Y sin su líder natural, el expresidente Uribe, quien vive con el “complejo” de un preso, la nueva derecha tendrá que reinventarse y revisarse. Se trata del fin de una hegemonía que se mantuvo durante veinte. Es el pleno comienzo del “posuribismo”.
El poder de los símbolos
Otra historia se vivió con la posesión presidencial, cuando Petro, Márquez y el presidente del Congreso, Roy Barreras, ejecutaron estrategia potente de marketing político con la simbología y los mensajes.
Por una parte, se eliminó la alfombra roja en la caminata de la familia presidencial, pues “todos caminamos sobre la misma tierra”. Por otra parte, se rompió el protocolo por parte de Márquez. quien prestó juramento en alusión a sus ancestros y remató con la frase “hasta que la dignidad se haga costumbre”.
Cada detalle del evento estaba cuidadosamente planeado. La solicitud de la espada de Bolívar por parte de Petro se percibió como un acto de soberbia y revanchismo por sus opositores. Sin embargo, fue todo lo contrario, pues se trataba de la representación misma de la victoria de la democracia sobre la vía de las armas para llegar al poder en el país.
Petro tendrá que mostrar durante los primeros cien días un conjunto de victorias tempranas que le permitan avanzar rápidamente en su plan de gobierno.
Además, la organización y distribución del espacio tuvo un gran significado: después del estallido social, con una ruptura grave de la confianza en las instituciones, se logró la presencia abierta y pacífica de la ciudadanía y los representantes de todas las ramas del poder público en un mismo lugar.
Más allá del esperanzador romanticismo que se vivió en la Plaza de Bolívar, Petro manejó dos discursos complementarios, y uno más realista que el otro:
- Petro en la Plaza planteó los principios de su apuesta de la paz total, la reducción de brechas de género, la defensa de la vida, el medio ambiente y el desarrollo de la economía popular, entre otros.
- Durante la posesión de su gabinete en el Palacio, su discurso fue más sobrio y allí reconoció antes sus ministros que los grandes problemas que tienen son el tiempo y la favorabilidad política.

Una revolución contrarreloj
Las esperanzas de los votantes y simpatizantes del nuevo gobierno son sin duda muy altas.
Mientras la derecha encuentra una hoja de ruta para dignificar la oposición, los principales vigilantes del Pacto Histórico en el Congreso y en el gobierno serán los ciudadanos, las comunidades y las organizaciones que los acompañaron en campaña.
Todas estas grandes apuestas tienen que concretar en una agenda legislativa, un plan de gobierno y una estrategia eficiente de transformaciones.
En principio, es importante reconocer que una revolución o transformación cultural, social y política no se logra por decreto o por leyes y mucho menos en cuatro años. Se trata de procesos a largo plazo, en los que también hay que hacer sacrificios.
Aciertos y desaciertos
Petro y Márquez saben que existen problemas en las instituciones que deben resolverse primero, así como problemas que no dan espera, como el del cambio climático.
Pero en el Congreso están empezando a enredarse y a diluir estas prioridades en temas populistas y absurdos.
Si bien la coalición de gobierno y el gobierno hicieron propaganda sobre los cinco puntos prioritarios para el Congreso —paz total, creación del Ministerio de la igualdad, reforma anticorrupción, reforma tributaria y reforma rural integral—, su agenta parece diluirse en nimiedades y discusiones que distraen de los cambios fundamentales.
Hasta la fecha de publicación de este artículo, se han registrado 115 iniciativas legislativas presentadas en Senado y 130 en Cámara de Representantes, de las cuales se resaltan la reforma tributaria, la reforma a la educación y un paquete de reformas ambientales de congresistas de la coalición de gobierno.
Hay sin embargo otros proyectos que se están llevando el protagonismo en la agenda pública y que no son urgentes, como la disminución del salario de los congresistas o la reducción de la edad para que jóvenes de 18 a 25 años puedan lanzarse al Congreso. Esto son novatadas de quienes impulsan estas iniciativas o una falta de claridad en las prioridades de la bancada.
Lo anterior no sería importante de no ser porque Petro y Márquez tienen apenas un año de “luna de miel”, hasta las elecciones locales, para lograr la mayor cantidad de reformas constitucionales y legislativas.
También, desde el gobierno nacional, Petro tendrá que mostrar durante los primeros cien días un conjunto de victorias tempranas que le permitan avanzar rápidamente en su plan de gobierno.
Pero si en vez de eso predominan las agendas de los activistas e influenciadores, desconociendo la urgencia y la ventana de oportunidad para plantar la semilla de los cambios, Petro y Márquez tendrán que replantear sus programas de gobierno.
Cada segundo, cada minuto y cada decisión cuenta. Esto significa que la curva de aprendizaje debe ser lo menos traumática, pero lo más transformadora posible, para no sucumbir ante las altas expectativas de propios o de los opositores.