Del monte al aire: ¿cómo escuchar a las FARC en la vida civil? - Razón Pública
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Del monte al aire: ¿cómo escuchar a las FARC en la vida civil?

Escrito por Camilo Tamayo

Firma del actual Acuerdo de Paz con las FARC-EP.

Camilo TamayoDurante medio siglo los medios presentaron a las FARC como el gran enemigo de los colombianos. Por eso la prueba ácida del proceso de paz bien puede ser el convertir a esa guerrilla desmovilizada en un interlocutor válido de la política.  

Camilo Tamayo Gómez*

Eafit

Cómo nos contaron la guerra

Durante la década del 2000 el proyecto Antonio Nariño para la Libertad de Expresión (PAN) llevó a cabo  tres estudios pioneros para analizar la representación del conflicto armado colombiano en los medios de comunicación. Combinando el análisis cuantitativo del contenido de las noticias televisivas y escritas con entrevistas a gerentes, directores, corresponsales y reporteros de medios de comunicación, estos estudios buscaron entender cómo se informaba sobre el conflicto armado en Colombia.

Uno de los hallazgos que más llamó la atención fue el concerniente a las fuentes directas de información a las que apelan los comunicadores para dar cuenta de la guerra. Los estudios mostraron que la agenda informativa del conflicto, al menos en los últimos tiempos, presentó un marcado protagonismo de la fuente única de las voces oficiales del Estado, sobre todo del gobierno y de la Fuerza Pública.

Cerca de la mitad de las informaciones analizadas (de un corpus de más de 4.000 piezas periodísticas) se elaboraron con una sola fuente directa, que en la mayoría de los casos se concentró en los temas militares y judiciales asociados con el conflicto. Pocas veces los medios de comunicación construyeron sus piezas periodísticas utilizando a los grupos armados ilegales como fuente directa. Estos tuvieron un marcado protagonismo en la cobertura noticiosa, tanto en las informaciones como en las imágenes, pero apenas fueron fuentes directas de la información en una proporción muy  reducida de las notas de prensa (6 por ciento).

Antonio Nariño, precursor del proyecto para La Libertad de Expresión.
Antonio Nariño, precursor del proyecto para La Libertad de Expresión. 
Foto: Wikimedia Commons

Es posible asegurar entonces que los grupos armados ilegales (y en particular la guerrilla de las FARC) no han sido fuentes directas de los medios de comunicación, sino objetos de la información; es decir, de ellos se ha hablado más de lo que ellos mismos han hablado de sí en los medios.

¿Qué significa esto? Que al menos durante los últimos 20 años los ciudadanos no hemos tenido acceso en la esfera mediática central a la voz de las FARC. Se ha elaborado una narrativa oficial sobre qué son o sobre quiénes son las FARC y con ella se ha construido un otro, un enemigo, que ha sido representado bajo las lógicas propias de la confrontación armada. De las FARC se ha hablado, se ha dicho mucho, pero realmente no se sabe quiénes son.

Una segunda consecuencia de esta situación consiste en que alrededor de las FARC se han construido imaginarios y representaciones bastante precisas como también bastante simplificadas. A partir de esta imagen definida, el intento de cambiar el discurso de las FASRC puede estrellarse contra el miedo entre ciertos sectores de la opinión pública que no pueden reconocer al enemigo como un interlocutor válido después de haber sido representado por años como un actor negativo para la sociedad.

  • ¿Cómo traicionar esa representación mediática construida, según la cual la guerrilla no merecía ser oída o reconocida públicamente, ora a través de los medios de información, ora en las plazas de nuestros centros urbanos?
  • ¿Qué pasos deben darse para des-radicalizar una esfera mediática tan polarizada y donde varios medios de comunicación optaron por tomar partido abierto hacia uno de los bandos?
  • ¿Cómo deconstruir esos imaginarios alimentados por narrativas mediáticas que asocian a las Fuerzas Armadas con héroes y a los guerrilleros con terroristas?

Participación política y medios de comunicación

En el punto 2 del Acuerdo de paz, sobre participación política y apertura democrática para construir la paz, se tocan varios asuntos sobre las maneras de asegurar la participación ciudadana a través de los medios de comunicación comunitarios, institucionales y regionales.

Para la mesa de negociación de La Habana quedó claro que el ejercicio de los derechos comunicativos es un elemento fundamental para garantizar la participación política de diversos actores sociales y para construir formas locales de democracia. El Acuerdo, particularmente en su apéndice 2.2.3, privilegia uno de los medios de comunicación que más incidencia ha tenido sobre la conformación de opiniones locales en Colombia: las emisoras comunitarias y de interés público. 

Los grupos armados ilegales no han sido fuentes sino objetos de la información;      

Es muy importante recalcar que los medios comunitarios (y en particular las emisoras comunitarias) han sido los canales de comunicación que han ayudado a crear corrientes de opinión pública en las zonas donde se sintieron más crudamente las incidencias del conflicto armado y han sido actores estratégicos también en los procesos de paz.

De ahí que no sea gratuito que una de las estrategias comunicativas más importantes de las Fuerzas Militares desde la década de 1990 haya sido el desarrollo de una red de emisoras de interés público (adscritas a la Policía Nacional, la Armada Nacional y el Ejército) para llevar a cabo acciones de propaganda a su favor, construir narrativas oficiales en contra de los grupos ilegales y enganchar a las audiencias tradicionales de las emisoras comunitarias establecidas en estos territorios.

Medios de comunicación, serán punto clave de lo acordado con las FARC-EP.
Medios de comunicación, serán punto clave de lo acordado con las FARC-EP.  
Foto: Presidencia de la República

Es hora de otro cuento

¿Qué consecuencias tiene entonces el apéndice 2.2.3 del Acuerdo? Principalmente dos:

  1. Una primera es encender las alarmas entre algunos sectores que parten del supuesto de que debido a la adjudicación de estas licencias de radio comunitaria se puede perder el trabajo llevado a cabo por las Fuerzas Armadas por muchos años en las zonas más afectadas por el conflicto y que ahora las FARC se dedicarán a menoscabar la legitimidad de la presencia del Estado en el territorio.
  2. La segunda preocupación, y quizás la más importante, es la controversia que producirá el hecho de que las FARC puedan usar emisoras comunitarias establecidas en territorios que antes contralaban militarmente para ganar adeptos a su causa política. En estos nuevos medios de comunicación escucharemos al otro que no conocemos públicamente, al enemigo, y esto puede producir una tensión político-comunicativa muy fuerte.

Por una parte, se estaría promoviendo la democratización de la información, pero, por la otra, se estaría haciendo visible la radicalización profunda que vive la esfera pública colombiana, en la que no se escucha al adversario como interlocutor válido.

En este contexto, la tarea pendiente es preguntarnos cómo vamos a des-radicalizar la esfera pública colombiana para que no sea un espacio cooptado por alguno de los actores del conflicto sino un lugar para la construcción de lo público a través del debate de las ideas, la argumentación y el reconocimiento del otro.

De las FARC se ha dicho mucho, pero realmente no se sabe quiénes son.

Nuestro reto principal es generar espacios comunicativos que permitan que las narrativas no oficiales del conflicto puedan competir en igualdad de condiciones con otras versiones y que el disenso y la diferencia sean la base de la arquitectura compleja de la memoria, la comunicación, la política y lo público en Colombia. 

 

*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad EAFIT. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.

** Doctor en Ciencias Políticas y Estudios Internacionales de la Universidad de   Huddersfield (Reino Unido), coordinador de la especialización en Comunicación Política de la Universidad EAFIT.

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