
Después de varios meses de lluvias e inundaciones en Colombia, ¿se acabará por fin la temporada invernal?
Gonzalo Duque Escobar*
Un invierno catastrófico
Durante el primer semestre de este año, las lluvias han desencadenado flujos torrenciales a lo largo y ancho de Colombia. Se han desbordado grandes ríos y cauces menores, un sinnúmero de calles se han inundado y los deslizamientos han obligado a las autoridades a cerrar vías.
Desde principios del año y hasta la Semana Santa, 53 personas fallecieron en Colombia debido a la temporada invernal bajo la influencia del fenómeno de La Niña, que afectó 275 municipios de 25 departamentos. Después, el 21 de marzo, con el equinoccio de primavera comenzó una temporada de lluvias que se prolongó, llevando la desgracia a otro tanto de colombianos con lo cual el aculatado en lo corrido de 2021 permite afirmar que se perjudicaron cerca de la mitad de los municipios de Colombia, ¿Pero esta temporada invernal es igual a la de los años anteriores? ¿Cuál es el pronóstico para lo que queda del año?
Las causas
Sabemos que de la estabilidad del clima dependen los asuntos más fundamentales: la agricultura, la seguridad alimentaria, el agua, la salud y el riesgo de desastres hidrogeológicos.
Esa estabilidad se ha visto amenazada por el cambio climático asociado con el calentamiento global. A causa de este cambio, los glaciares se derriten, las sequías son más frecuentes y las tormentas son más severas. Esto ha impuesto un reto global que no tiene fronteras.
Imagen 1. Clasificación climática de Köppen y los escenarios del cambio climático entre 2070 y 2100 en Colombia.

Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), entre 1971 y 2000 la temperatura media de Colombia aumentó en 0,13° C por década. En ese escenario, se espera que entre 2011 y 2040 la temperatura promedio aumente 1.4°C; entre 2071 y 2041 y 2070, 2,4°C; y entre 2071 y 2011, 3,2°C. En cuanto a la precipitación, el IDEAM estima que los volúmenes decrecerán entre un 15 y un 36 % en el Caribe y la Amazonía, y que aumentarán más del 20 % en la región Andina y parte de la región Pacífica.
Se han desbordado grandes ríos y cauces menores, un sinnúmero de calles se han inundado y los deslizamientos han obligado a las autoridades a cerrar vías.
En principio, la amenaza de mayores precipitaciones se acentúa en los valles de los grandes ríos y en los abanicos aluviales, donde los cuerpos de agua que descienden se desbordan. Pero el peligro también se intensifica en las zonas de montaña por la ocurrencia de deslizamientos. En el trópico andino, la magnitud y naturaleza de este tipo de eventos causados por la precipitación se asocia además con el grado de deforestación de las cuencas y con los usos conflictivos del suelo.
No obstante, hay otros factores estructurales que contribuyen al desastre, en particular dos: una cultura depredadora que explica el 80 % de pérdida de coberturas vegetales en la región Andina; y las fallas organizacionales de nuestras instituciones que, por la carencia de programas preventivos y de estrategias de largo y mediano plazo, caen en improvisaciones.
El Niño y La Niña
A lo anterior debe añadirse otra variable: el fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur (ENSO), con sus dos fases, El Niño y la Niña. Mientras El Niño causa en Colombia una disminución pronunciada en la humedad y las precipitaciones principalmente en las regiones Caribe y Andina, La Niña produce más lluvia en la región Andina, con secuelas como inundaciones, crecientes súbitas y movimientos en masa.
El Niño de 2015 y 2016 ha sido calificado como el mayor evento metereológico del siglo XXI. Por su parte, La Niña reciente de mayor intensidad se desarrolló entre 1973 y 1974, pero los eventos de mayor duración de esta fase fría del ENSO han sido los de 1954 a 1956 y 1998 a 2001.
Imagen 2. Serie de tiempo de El Niño-Oscilación del Sur basada en el Índice de Niño Oceánico

En todo caso, la influencia de la intensidad de los fenómenos ENSO no es lineal, por lo que puede ser diferente de la magnitud del efecto climático y del impacto socioeconómico.
Desde principios del año y hasta la Semana Santa, 53 personas fallecieron en Colombia debido a la temporada invernal
A modo de ejemplo, las Niñas de 2007 y 2008, y 2010 y 2011 tuvieron ambas una duración de 10 meses y anomalías de temperatura promedio similares: en la primera de -10,5 °C y en la segunda de -11,5 °C. Sin embargo, sus efectos ambientales fueron absolutamente asimétricos: mientras en La Niña de 2007 y 2008 hubo decenas de miles de damnificados en algo más de un centenar de municipios colombianos, en La Niña de 2010 y 2011 hubo unos dos y medio millones de damnificados, con daños severos a cientos de municipios, de los cuales cerca de tres decenas de cabeceras requirieron reasentamiento.
¿Qué viene?
Según el Centro de Predicción Climática (CPC) y otras instituciones, los valores más recientes de Índices de El Niño en el Pacífico central (Niño-4) y Este-central (Niño-3.4), estuvieron en -0,8°C y -0,7°C.
Con estos valores, los expertos pronostican una transición a ENSO-neutral durante la primavera 2021 del hemisferio norte. Durante el verano del hemisferio norte, se favorecería el ENSO-neutral, con una probabilidad del 78 % para la temporada de junio-agosto, contra una probabilidad de ocurrencia del 50 % para el otoño en la temporada septiembre-noviembre.
Imagen 3. Anomalías de temperatura en el Océano Pacífico y pronóstico del 19 de mayo de 2021

Si consideramos que los ciclos del ENSO (El Niño más La Niña) varían de ¾ de año a menos de 3 años, podría inferirse que, tras La Niña que comenzó a finales de 2020 y que ahora declina hacia la fase neutral del ENSO, nada garantiza que pasemos a la fase cálida de El Niño, pero tampoco que se repita La Niña. Y, aunque tras un invierno de La Niña suele ir otro, eso no ocurre fácilmente en El Niño.
Este carácter impredecible debe tomarse como un llamado a adoptar de inmediato y de manera seria una gestión ambiental participativa, planificada y coordinada. Es necesario contemplar el riesgo hidrogeológico para avanzar en la adaptación al cambio climático. Ese riesgo debe expresarse en los Planes de Ordenamiento Territorial con medidas preventivas, que solucionen los conflictos en el uso del suelo y que permitan reforestar las rondas hídricas.