La polémica que abrió la invitación de la ministra Vélez a decrecer la economía, pone en el centro la viabilidad de la agenda económica del gobierno Petro. ¿Qué es el decrecimiento? ¿Es una buena solución para la crisis energética?
Miguel Gomis*
Visión alternativa, viraje necesario
Entre tanta desmotivación, apatía, depresión y violencia, la mayoría de Colombia vive mal.
Trabajamos de sol a sol, pasamos horas en trancones o vías descalabradas, nos quejamos de nuestros salarios, y no tenemos tiempo de educar a la niñez enajenada por las pantallas. ¿Y qué hacemos en respuesta? Vemos series, noticias o tweets para transitar el peso de lo cotidiano.
Los pensadores actuales, como el filósofo de moda Byung Chul-Han, explican las cepas de las miserias de este siglo. Entre ellas, el actual sistema de producción, el cual es animado por la idea de crecimiento.
Pero las élites colombianas defienden la promesa de crecimiento económico desde la comodidad de sus vidas —aun cuando saben que esa comodidad está soportada por la desigualdad—. Al final, esta postura vestida de verdad científica justifica un reinado de opulencia a expensas de muchos.
Ahor bien, hay voces que balancean la discusión cuando exponen por qué el crecimiento es más condena que salvación.
En esta ocasión, los llamados “decrecentistas” ponen sobre la mesa una pregunta: ¿cómo vamos a solucionar la crisis ecológica desde la visión teórica que la crea y justifica?
Si bien la ministra de Minas debería comunicar mejor sus ideas, los ataques contra ella, contra indígenas del buen vivir, o contra estudiantes eco-angustiados, son muestra de que este debate hurga en puntos neurálgicos de la economía actual.
Los fallos de la economía actual
El decrecentismo es una visión de la bioeconomía, o de la economía ecológica. El punto de partida de esta teoría son los trabajos de Georgescu-Roegen, pero fue ampliada y difundida por Herman Daly, Kozo Mayumi y Óscar Carpintero, entre otros.
La bioeconomía señala cuatro fallas nodales de la economía (neoclásica) que domina en el planeta:
- Define al ser humano como un agente racional que busca maximizar sus intereses, cuando hay evidencia de que nuestra especie prosperó debido a la cooperación.
- Confunde flujos con fondos en contraposición a stocks.
- Resume la economía a ecuaciones cuya elegancia, a veces, es más importante que su contenido.
- No integra avances científicos como la física cuántica. De modo que ve los fenómenos naturales de manera lineal, y omite la relación biológica de la producción/consumo en el tiempo-espacio.
Para este último punto, Georgescu-Roegen introduce la entropía al análisis económico: la producción transforma materia y energía que pasa de “disponible” a “no disponible”.
Esto quiere decir que cuando las industrias usan energía o materiales, estos pasan a un estado de residuo. Aunque son aprovechables, su uso no siempre es viable porque: cuesta mucho, no hay conocimiento técnico, o no es práctico. Por ejemplo, las partículas de plástico que flotan en el mar podrían ser cualquier otro artículo de uso, pero es extremadamente difícil hacer esto.
Imposible seguir como vamos
Por un lado, si usamos cada vez más energía o materiales, habrá cada vez más escasez. Esto lo ignora la teoría neoclásica, pues: primero, el mundo es infinito según sus matemáticas, y, segundo, cierta población puede sacar provecho de ello.
Es claro: los economistas ortodoxos justifican una teoría que no funciona porque sigue produciendo dinero. ¡Qué conveniente!
Por otro lado, las alternativas a la reducción de la producción, como el reciclaje, son problemáticas. El reciclaje total puede ser posible, pero está muy lejos de ser eficiente. Aun así, vemos a la industria textil —una de las más contaminantes—defender la economía “circular” para el reciclaje de sus prendas.

El capitalismo es un sistema exitoso porque logra que lo defiendan aquellos a quienes explota.
Además, mejorar la eficiencia de la producción mediante tecnología no garantiza la producción de menos residuos. Por el efecto de rebote, el fenómeno puede empeorar, pues el aumento demográfico implica un aumento en la demanda de bienes y servicios.
Finalmente, los avances tecnológicos no llegan al mismo ritmo que nuestra depredación ambiental. Puede que en algún momento la tecnología nos ayude a mitigar los residuos y la escasez, pero es una apuesta arriesgada. Mientras tanto, muchas poblaciones ya sufren de sequía y hambre.
Esto propone el decrecimiento
Entonces, los llamados decrecentistas proponen: o una economía en estado estacionario (llegar a un punto de producción y consumo estable), o una economía que debe decrecer (consumir menos y bien).
Las medidas que proponen pueden ser desde las más difíciles como el fin del automóvil, hasta las más sencillas como apagar las luces de noche en las oficinas vacías.
En cualquier caso, el primer paso es deshacerse de la creencia de que el crecimiento económico es el mecanismo central para producir riqueza. La razón principal: aumentar la producción no mejora el bienestar, si eso implica explotar a las personas y la naturaleza.
Esto lo saben por carne propia las trabajadoras de las maquilas centroamericanas o los niños enfermos por desechos químicos en la India. La pregunta que salta a la vista es, ¿en serio se necesita tanta ropa?
El consumo se hace a expensas de la más básica de las reglas humanas: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran. Además, la fe en el crecimiento ha soslayado la discusión sobre la repartición de la riqueza. Esto no es una casualidad.
Un corolario necesario es dejar de despilfarrar la energía y los materiales en cosas innecesarias. ¿Cuándo nos obsesionamos metiendo todo en paquetes plásticos? Envolvemos hasta el cansancio, como para esconder lo que nos enfermará, y llenamos los océanos de plásticos que “nadie ve” (salvo cuando hay que salvar a Willy).
¿Cómo contribuir al decrecimiento?
Para los decrecentistas, el cambio está en los productores, pero también en los consumidores.
Los primeros deben ofrecer objetos que duren más, y acabar con la absurda obsolescencia programada. Por ejemplo, los cubiertos de usar y tirar son un crimen biológico, pues sus precios bajos nunca serán equivalentes al costo de reciclaje o de daño ambiental.
La industria de los celulares no se queda corta. Ni a los consumidores, mucho menos a los productores, les interesan los adolescentes en las minas de coltán del Congo, y su inocencia perdida entre fusiles.
Otra propuesta de los decrecentistas es relocalizar las industrias para evitar largos transportes por mar. Aquí tendría sentido que Colombia se reindustrialice. Además, ante la automatización y el boom demográfico, podríamos producir lo mismo trabajando mucho menos. De paso, se dignificaría el trabajo no intelectual.
Así mismo, proponen una agricultura ecológica, de cercanía y de temporada.
El decrecimiento es una alternativa válida
Dicen que los ecologistas son utópicos. No obstante, lo surreal es pensar que el mundo puede aguantar la locura productiva.
El decrecentismo no hace un diagnóstico sospechoso, apenas pide coherencia. De hecho, si existen unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es porque ya hay consenso sobre su insostenibilidad.
El debate actual ridiculiza a los que muestran evidencias. No obstante, si emprendemos el camino de la igualdad y ponemos en marcha medidas para evitar colapsos ecosistémicos, muchos han de desacomodarse.
La ironía de los economistas neoclásicos no tiene fin:
- acusan a los decrecentistas de incentivar la pobreza, mientras ellos la justifican;
- culpan a los colapsólogos de usar simplificaciones mecanicistas que ellos mismos inventaron;
- responsabilizan al consumidor de comprar mal, cuando la neuro-economía los manipula para lograrlo;
- hablan de salud mental en la empresa que exprime al empleado, y
- prometen más empleo cuando financian la robotización para ahorrarse salarios.
El capitalismo es un sistema exitoso porque logra que lo defiendan aquellos a quienes explota. Esto, por tres motivos:
- Promete que “tu bienestar depende de ti”.
- Creó, a través de los mercados y tecnologías digitales, individuos a la medida de su modelo: egoístas.
- Dispuso todo para que sea más fácil, y socialmente deseable, comprar que compartir.
En una era donde casi todo tiene precio, y donde cada humano es un producto, el decrecentismo nos invita a que los humanos volvamos a ser humanos. Vivir más simple es la alternativa inmediata ante la abrumadora complejidad de un mundo sofocado.
Si la teoría que nos llevó a un callejón sin salida nos propone la causa de la crisis como una solución, lo más sencillo es decir no con alegría.