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En defensa del centro en la política colombiana

Escrito por Mauricio García
Mauricio García

La izquierda y la derecha dicen que el centro no existe o que no tiene espacio en nuestra sociedad. Pero están equivocados: el centro existe y su papel es esencial para Colombia.

Mauricio García Villegas*

Me explico

La semana pasada, en mi columna habitual de El Espectador, critiqué a quienes sostienen que el centro político no existe. La columna desencadenó un debate airado, por decir lo menos.

En este ensayo me extiendo un poco más en mi argumento y añado algunas conclusiones.

Entre dos fuegos

Dije en la columna de marras que eso de desconocer al centro no es nuevo y que más bien es un fenómeno frecuente en situaciones de polarización. En estos casos no solo se desconoce al centro, sino que se intenta anularlo.

Durante la Revolución Francesa, por ejemplo, se expidió la célebre Ley de Los Sospechosos que condenaba como traidores a quienes “…por su conducta, por sus relaciones, por sus propósitos, sus escritos, se muestren como partidarios del federalismo y enemigos de la libertad”. Esa sospecha concernía a los traidores, claro, pero sobre todo a los que no habían tomado partido.

Cuando el conflicto se exacerba, los que están en el medio son vistos como enemigos por ambos lados de la confrontación. Esto decía el falangista Agustín de Foxá en los años de la guerra civil española: “España ha dado…tres castas de hombres: una, los que quieren una España “renovada” en la “tradición” y que podríamos llamar nacional. Otra: los que querían una España dependiente de Moscú y roja: una España comunista. Y la tercera: aquella que no quería a España ni “fascista” ni “comunista”, sino “ginebrina”, “afrancesada” y “masónica”. […] Yo no pido a la juventud que fusile a esta tercera clase de hombres. Yo solo exijo que los deje cumplir su propia voluntad, lo que ellos mismos pidieron al Destino. ¡Ni con la España roja ni con la futura España de nuestra falange nacional! Pues como no hay otra por ahora (y solo habrá la nuestra mañana) la condena que Dios por mi boca exige para ellos es bien simple. ¡Que se queden sin patria!”.

En situaciones de polarización se producen dos efectos:

  • El fortalecimiento recíproco de ambas partes, algo que Germaine Tillion denomina, los “la complementariedad de los enemigos”, y
  • El ataque a los que no hacen parte del enfrentamiento, con una fuerza incluso mayor que la que ejercen contra sus adversarios, como muestra la frase de Foxá.

Los extremos hacen eso porque lo creen, pero sobre todo porque saben que les conviene hacerlo y eso debido a que se sienten, con razón, favorecidos por algo que en sicología social se conoce como ventaja retórica: posturas como las suyas, que están formuladas en blanco y negro, con el bien y la justicia de su lado y con el mal y la injusticia del otro lado, tienen un atractivo mayor que otras, como las de centro, en las que se incluyen los matices, se consideran las variables, se valoran las particularidades y, eventualmente, se cambia de posición.

Una honrosa tradición

No soy amigo de las etiquetas partidistas y no tengo el temperamento ni las agallas que se requieren para soportar el voltaje de la militancia política. Soy profesor y escritor, y me involucro poco en asuntos de la coyuntura nacional. Pero nada de eso me impide tener convicciones claras y firmes sobre lo que acontece en Colombia. Si tengo que escoger un punto en el espectro político, me decido por el centro izquierda.
¿Qué significa eso? Al menos tres cosas:

  1. La defensa de los derechos y las libertades públicas,
  2. El respeto por las formas del Estado de derecho, y
  3. La promoción de políticas de redistribución económica y protección de la naturaleza.

Estos principios no son caprichosos ni subjetivos, sino que obedecen a una larguísima tradición intelectual, con pensadores tan respetables como Benjamin Constant, John Stuart Mill, Alexis de Tocqueville, Albert Camus y Raymond Aron, y políticos como Condorcet, Teodoro Roosevelt, Alberto Lleras Camargo o Barack Obama.

Es posible que esta no sea la mejor lista posible de centristas. Lo concedo. Faltan autores y algunos de los que están no necesariamente son los más representativos. Sin embargo, la lista es adecuada y para defenderla quisiera agregar, a las tres posiciones del centro que anoté antes, una adicional, una cuarta, y que caracteriza a todos los que están en esa lista.

Foto: Pixabay El centro político sí existe y es esencial para Colombia

Primero la verdad

Me refiero a que la persona de centro tiene una cierta manera de ver la relación entre el bien y la verdad. Todos los políticos creen que su ideología está fundada en el bien, es decir en los mejores valores posibles para la sociedad. Pero algunos creen esto con tal empeño, que ven su ideología como “la salvadora” y por eso están dispuestos a sacrificar la verdad (también la ley) cuando ella se interpone en la realización de ese bien.

Los autores de mi lista, en cambio, reconocen la verdad, incluso cuando esta va en contra de los intereses de su partido o de ideología. Mientras lo usual en los extremos es adaptar la realidad a las convicciones, aquí, en el centro, lo usual es adaptar las convicciones a la realidad, que es, justamente, lo que caracteriza a una mentalidad no-dogmática: la disposición a dejarse convencer y a cambiar de posición cuando los hechos indican tal cosa.

No es que los políticos de centro sean siempre francos, claro que no, son políticos, no santos, y como tales tratan de inclinar su interpretación de la realidad hacia el lado que más conviene a sus propuestas. Pero cuando está en juego la dignidad humana reconocen los hechos y se someten a la verdad (y a la ley).

El centro y sus variantes

Los rasgos que he descrito sirven para diferenciar el centro de los extremos, pero no para diferenciarlo de la derecha y de la izquierda democráticas.

Pues bien, a mi juicio, lo que distingue a estos tres grupos es el grado o énfasis que ponen en el tercer elemento, es decir en las políticas públicas redistributivas. Esto significa que puede haber una izquierda (también una derecha) respetuosa de los derechos, las libertades, las leyes y la verdad. La gran diferencia entre estas y el centro izquierda radica en el mayor o menor grado del reformismo.

Pero, además, para caracterizar las corrientes políticas no basta con el eje derecha/izquierda, sino además con el eje que separa a los que defienden la intervención del Estado en la vida privada de los que rechazan esa intervención. Temas como el aborto o las drogas ilícitas se definen por este eje, no por el de izquierda y derecha.

Estos dos ejes son solo indicativos. En la práctica, las alineaciones políticas son complejas y a veces dichos ejes no alcanzan a dar cuenta de ellas.

Un crimen es un crimen

Vuelvo al principio ético (el cuarto) para decir que un político debe denunciar las faltas y los crímenes que cometen los miembros de su partido o de los partidos cercanos y lo debe hacer con la misma fuerza que denuncian los crímenes que cometen sus opositores políticos.

Muchas veces lo he escrito: la civilización de nuestro sistema político implica que la derecha democrática denuncie los desmanes de la extrema derecha con la misma fuerza y convicción que denuncia los de la extrema izquierda y que la izquierda democrática denuncie los desmanes de la extrema izquierda con la misma fuerza que denuncia los de la extrema derecha.

Esto es algo tan simple como difícil de lograr. Mientras escribo esto me entero de una manifestación ocurrida el lunes pasado donde un grupo de manifestantes, muy probablemente petristas, le gritaban asesina a la alcaldesa Claudia López por la muerte de Dilan Cruz a manos de la policía. Esta reacción, a todas luces reprochable, no suscitó ninguna reacción de condena de parte de Gustavo Petro (Angela Robledo, en cambio, sí lo hizo, lo cual muestra su talante de izquierda democrática). Algo muy similar, casi calcado, se puede encontrar en la actitud de connivencia que ha tenido el expresidente Álvaro Uribe Vélez con los crímenes cometidos desde la extrema derecha.

La actividad política democrática, repito, no solo implica el respeto de las leyes sino también de una mínima decencia moral. De ambos compromisos suelen carecer los extremos. Eso no significa que un político de centro izquierda o de izquierda democrática siempre sea fiel a la verdad y a la ley. Puede que no, claro está y en ese caso traiciona sus principios, lo que digo, una vez más, es que el compromiso con la ley y con la verdad en el centro amplio suele ser más fuerte.

El debate

El propósito de mi columna no era defender las ideas de centro, como lo he hecho aquí. Mi objetivo era más modesto: confrontar la afirmación de que el centro no existe.

Para mi sorpresa, sin embargo, la columna desencadenó un debate intenso, sobre todo en Twitter. Hubo miles de mensajes dirigidos directa o indirectamente a mi columna. Me tomé el trabajo de clasificar los primeros 200 comentarios, en las primeras horas del debate:

  • El 30 % de ellos fue favorable a mi idea de que el centro existe;
  • Un 10% expresó dudas o hizo preguntas, y
  • El 60% restante fue hostil a mi argumento, a veces con insultos, con descalificaciones, burlas o ataques personales.

Solo unos pocos, poquísimos, se tomaron el trabajo de controvertir con argumentos.

Me sorprende, en primer lugar, la pobreza del debate. Pero más que eso me sorprende que todos esos mensajes vengan de la izquierda y muy probablemente del petrismo. Si la columna tomaba distancia de manera equidistante de los radicales en ambos lados del espectro político, ¿por qué recibo reacciones de uno solo de esos lados?

No estoy seguro, pero supongo que eso se explica porque en algunos de mis escritos hago críticas a la izquierda, o mejor, a cierta manera de entender la izquierda. Perdónenme si lo pongo en estos términos personales: tengo amigos y colegas en Dejusticia que, por haberse dedicado a otros temas, por ejemplo, a defender la paz o la justicia social, se han hecho acreedores a muchos odios venidos desde la derecha.

Entre estos amigos y yo no hay diferencias sustanciales desde el punto de vista político, y eso debido a que compartimos los cuatro rasgos que, según dije, caracterizan a la centroizquierda. Sin embargo, las críticas que despertamos vienen de lugares opuestos. Ellos reciben sistemáticamente ataques desde la extrema derecha, yo desde la extrema izquierda, lo cual muestra que algo no cuadra en estos ataques y sobre todo que ambas críticas parecen más epidérmicas y emocionales que fundadas en buenas razones**.
** A propósito, acaba de llegar a las librerías mi libro El país de las emociones tristes (Ariel, 2020), un ensayo destinado a entender nuestros conflictos, nuestra violencia y nuestras frustraciones de progreso y justicia social, a partir de las emociones. Ojalá sirva para mejorar este debate.

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