
La pobreza y la desigualdad que ya existían y ha agravado la pandemia son razones evidentes para replantear en serio el modelo económico vigente.
César Ferrari*
Pandemia y economía
La pandemia mostró lo que varios analistas venían diciendo desde hace años: que el modelo económico vigente no remedia la pobreza, es inequitativo y debe ser replanteado.
En el corto plazo, lo más urgente es aumentar la demanda mediante un mayor gasto e inversión del Estado, con el fin de recuperar la economía. Pero eso no es suficiente.
Construir una nueva economía, un nuevo capitalismo y una “ecología integral”, en los términos del Papa Francisco, es un esfuerzo de largo aliento que necesita intervenir el mercado.
Para evitar que la discusión sobre el papel económico del Estado se limite a posiciones ideológicas, debemos ponernos de acuerdo en cuáles son los problemas antes de plantear las soluciones.
Los problemas
En las sociedades latinoamericanas, tal vez los problemas más graves son la pobreza y la inequidad, causadas principalmente por un empleo insuficiente y mal remunerado.
Existen muchos otros problemas: la informalidad, el hambre, la educación sin calidad, la carencia de vivienda, etc. Pero es probable que todos ellos sean una extensión u otra versión de los primeros.
En Colombia, según las estadísticas del DANE, el coeficiente Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, pasó de 0,517 en 2018 a 0,526 en 2019. O sea que, desde antes de la pandemia, un problema que era grave se estaba intensificando. Y aunque no tenemos cifras comparables para 2020, los indicadores parciales que tenemos sugieren sin duda alguna, que la desigualdad se agravó con la pandemia.
También aumentó la pobreza monetaria, que es la condición en la que está un hogar si sus ingresos son inferiores a 327 674 pesos:
- En 2018, el 34,7% de la población nacional, el 31,4% de la población de las cabeceras municipales y el 46% de la población rural estaba en pobreza monetaria;
- En 2019, el 35,7% de la población nacional, el 32,3% de la población de las cabeceras municipales y el 47,5% de la población rural llegó a este punto.
La indigencia también aumentó. Mientras que en 2018 el 8,2% de la población nacional recibía menos de 137 350 pesos, en 2019 la cifra llegó al 9,6%.
El desempleo y la pobreza
La solución para estos problemas es alcanzar el pleno empleo, que proporcione ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas.
En Colombia, la tasa de desempleo ha estado por encima del 10% desde hace ya mucho tiempo. Como en una economía de mercado la gente que no trabaja se muere de hambre, muchos se ven obligados a crear su propio puesto de trabajo. Y como en la mayoría de los casos no hay suficiente capital ni conocimiento, ese puesto de trabajo es de baja productividad. En consecuencia, la estadística registra a esa persona como subempleada e informal.
Según el DANE, la tasa nacional de desempleo en febrero de 2020 fue 12,2%. La pandemia elevó esta cifra de forma dramática:
- En abril el desempleo llegó al 19,8%, y en septiembre, levantada la cuarentena, descendió al 15,8%.
- Pero si se incluyen a los “nuevos inactivos”, es decir, s quienes se desemplearon y no salieron a buscar trabajo porque pensaron que no lo obtendrían, las tasas llegan al 34,3% en abril y al 20,2% en septiembre.
Por su parte, la proporción de los ocupados informales en las 13 ciudades principales durante el trimestre junio-agosto pasó del 45,8% en 2019 al 46,4% en 2020. Hay que aclarar que el DANE considera como informales a los trabajadores particulares que laboran en establecimientos que ocupan hasta cinco personas, incluyendo al patrono o socio. Usualmente, estos trabajadores no pagan impuestos ni contribuyen a pensiones y salud.
Ante esa realidad, el gobierno adoptó una política de subsidios focalizados y cada vez más extensos (“Familias en Acción”, “Ingreso Solidario” y similares). Pero este es un sustituto inadecuado de la política de pleno empleo que en realidad se necesita. Además, se trata de una medida ineficiente e insuficiente, pues no alcanza a cubrir a todas las personas en condición de pobreza, y no reduce la pobreza ni resuelve la inequidad.
Como en una economía de mercado la gente que no trabaja se muere de hambre, muchos se ven obligados a crear su propio puesto de trabajo
¿Cómo llegar al pleno empleo?
Para alcanzar el pleno empleo es necesario reestructurar la economía.
Según el DANE, en 2019, la explotación de minas y canteras (principalmente de hidrocarburos y carbón) representó cerca del 5% del PIB, pero ocupó apenas al 0,9% de la población ocupada total.
Por su parte, los sectores manufactureros asociados con la minería y las canteras representaron el 4,3% del PIB, pero tampoco fueron intensivos en mano de obra. Las materias primas y las manufacturas asociadas representaron el 55,5% de las exportaciones de 2019.
En el futuro, estos sectores no deberían liderar la economía colombiana por su reducida capacidad de generar y, además, por su impacto ambiental: la matriz energética mundial está cambiando aceleradamente como respuesta al cambio climático.
Esos cambios reducirán notablemente la demanda de combustibles fósiles, en particular de hidrocarburos pesados y carbón térmico, como los que produce Colombia. Ello, sin duda, creará una nueva matriz energética en Colombia y disminuirá la contaminación.
La reestructuración del aparato productivo supone reconocer cuáles nuevos sectores deberían liderar el crecimiento. El mercado no los descubrirá porque solo le interesan aquellos que tienen la mayor rentabilidad; pero esta rentabilidad no es necesariamente consecuencia de que el sector tenga ventajas comparativas de carácter internacional. Muchas veces, es una consecuencia de las ventajas competitivas que otorgaron las políticas monetarias, fiscales o regulatorias del gobierno de cada país.
En el caso de Colombia, los candidatos más cercanos para sustituirlos son el sector agropecuario y la agroindustria, ciertamente a partir de una identificación adecuada de áreas, cultivos y ganaderías. Otros candidatos son las manufacturas en todas sus formas, el turismo y la industria digital, no tanto en la fabricación del hardware sino en el diseño y formulación de aplicaciones.
Pero para que estos sectores se desarrollen en forma satisfactoria, habrá que hacerlos rentables. Para eso son las políticas económicas. Y habrá que hacerlo antes que la transformación mundial de la matriz energética se produzca por completo. Invertir y construir sectores toma tiempo.

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Tecnología y geopolítica
En la construcción de la nueva economía, no puede olvidarse el avance imparable de la cuarta revolución industrial, con máquinas y sistemas digitales, inteligentes e interconectados.
Ese avance podría ser violentamente asimétrico en nuestros países. Mientras una parte importante de la población no tiene aún electricidad ni acceso a internet, otra parte avanza a pasos agigantados. Por eso, si las políticas públicas no aceleran el acceso de los primeros a los beneficios de la modernidad, la inequidad será incluso mayor que la actual.
Además, la digitalización significa automatización y, por lo tanto, una posible reducción en el número de empleos. En general las industrias digitales tienen costos marginales que tienden a cero y los bienes de información tienen costos marginales de almacenamiento, transporte y réplica también tendientes a cero.
Por eso, a menos que las empresas en los nuevos sectores líderes se multipliquen con más velocidad que aquella con la cual desparecen las viejas industrias, es muy probable que aumente el desempleo. Por eso es todavía más urgente construir aquella nueva economía.
Por lo demás, hay que tener en consideración el proceso acelerado de cambios geopolíticos. Los países asiáticos, en especial China, están creciendo con mucha rapidez en términos económicos, militares y tecnológicos.
En contraste, los mercados latinoamericanos son pequeños y pueden quedar sepultados en medio de las disputas entre las grandes potencias. Por eso importa responder a los cambios en el tablero mundial y dirigir los mayores esfuerzos exportadores hacia Asia y, en particular, hacia China.
Para conquistar esos mercados no tienen que revisarse los tratados de libre comercio ni los acuerdos de cooperación existentes; bastaría con acuerdos arancelarios y de protección a los inversionistas con dichos países. Y, sobre todo, se necesitan mecanismos y políticas para que las exportaciones y la producción que compite con importaciones sean viables, es decir competitivos y rentables.
(continuará)