Las cifras que presenta el Informe de Memoria Histórica dan pie a preguntas nada fáciles: ¿cómo se relaciona el conflicto armado con otras formas de violencia en Colombia? ¿Qué tanto van a disminuir los homicidios si se firma la paz?
Efraín Sánchez*
Foto: El Turbión
Un día memorable
El pasado 24 de julio — día de la publicación del Informe General del Grupo de Memoria Histórica (¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad) — una cifra resonó en los medios de comunicación: 220.000 muertos en 54 años de conflicto armado en Colombia.
El informe desglosa esta cifra en las principales modalidades del conflicto, revelando otros dígitos no menos escalofriantes:
· cerca de 150.000 asesinatos selectivos;
· 1.751 muertos en 1.982 masacres (entre 1980 y 2012);
· 1.344 civiles y 1.636 combatientes muertos en acciones bélicas;
· 2.119 muertos por minas antipersonal;
· 223 muertos en atentados terroristas (entre 1988 y 2012).
Y estas son solo las víctimas fatales documentadas.
De otra parte, sin contar a los heridos, el conflicto armado ha dejado:
· 25.007 víctimas de desaparición forzada;
· 6.421 niños, niñas y adolescentes víctimas de reclutamiento forzado;
· 1.754 víctimas de violencia sexual;
· 27.023 víctimas de secuestro;
· 10.189 víctimas no fatales de minas antipersonal (entre 1982 y 2012);
· 4.744.046 víctimas de desplazamiento forzado.
Conviene aclarar que estos números proceden tanto del trabajo de documentación adelantado por el Grupo de Memoria Histórica, como de otras fuentes entre las que se incluyen el Registro Único de Víctimas (RUV), de la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas, y de una gran diversidad de organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales, instituciones académicas, registros de prensa, expedientes locales y testimonios de las víctimas.
Las cifras anteriores son la materia prima en torno a la cual gira el primer capítulo del Informe, titulado “Una guerra prolongada y degradada. Dimensiones y modalidades de violencia”.
Como advierte en el prólogo Gonzalo Sánchez — director del Centro Nacional de Memoria Histórica — el informe “lejos de pretender erigirse en un corpus de verdades cerradas, quiere ser elemento de reflexión para un debate social y político abierto”. Los siguientes párrafos intentan contribuir a ese debate, presentando algunas reflexiones sobre los datos correspondientes a las víctimas fatales del conflicto.
¿Cómo diferenciar las distintas violencias?
Foto: Elisa Finocchiaro |
Una primera reflexión se refiere a los problemas asociados con la medición de los efectos del conflicto. Sin duda, estamos ante “una violencia difícil de medir”, como dice el Informe:
“Por una parte, la recolección y el procesamiento de la información se inició tardíamente en el país, debido a la falta de voluntad política para reconocer la problemática y afrontarla, y porque el mismo conflicto armado no se ha contemplado en su verdadera magnitud. A ello se suman obstáculos logísticos y metodológicos para captar y registrar la información, y problemas derivados de la dinámica misma de la guerra, tales como su extensión en el tiempo, las transformaciones en los mecanismos de violencia de los actores armados y el entrecruzamiento de múltiples tipos de violencia”.
Sin embargo, existe una dificultad adicional sobre la cual el Informe no profundiza: la diferenciación y las relaciones entre la violencia producida por el conflicto armado y los demás tipos de violencia que afectan a los colombianos. Notable debilidad del Informe, pues en este aspecto se encuentra una clave fundamental para identificar la verdadera magnitud del conflicto armado.
Según el Informe, la violencia del conflicto armado “es producto de acciones intencionales que se inscriben mayoritariamente en estrategias políticas y militares, y se asientan sobre complejas alianzas y dinámicas sociales” (Informe, p. 31). Las demás formas de violencia no tendrían estas características.
No es posible responder a la pregunta sobre la dimensión de la violencia homicida producida por el conflicto armado sin conocer la dimensión de la violencia en general. Según cifras de la Policía Nacional — Dirección de Investigación Criminal e Interpol (DIJIN) — entre 1962 y 2010 hubo en el país un total de 727.962 homicidios.
Pasando por alto las diferencias en la extensión de los períodos analizados, podría decirse que — aceptando la cifra del Informe (220.000 entre 1958 y 2012) — el conflicto armado generó alrededor del 30 por ciento de los homicidios, es decir, uno de cada tres producidos en el país.
Esto confirma una de las aserciones del Informe en cuanto al “peso real de la violencia del conflicto armado” (p. 32). Con todo, solo es posible discernir las proporciones –y, en verdad, “el peso real de la violencia del conflicto armado” analizando la evolución histórica de la violencia en Colombia.
El peso real del conflicto armado
Para avanzar en el análisis resulta útil comparar el Gráfico 1 — que registra los homicidios durante las cinco últimas décadas, elaborado a partir de cifras de la Policía Nacional — con el Gráfico 2, que ilustra la evolución de las cifras sobre muertes del conflicto armado y que hace parte del Informe.
Gráfico 1
Homicidios en Colombia
Periodo 1962-2010
Fuente: Gráfico del autor, sobre datos de Policía Nacional. Dirección de Investigación Criminal e Interpol)
Gráfico 2
Evolución de cifras de civiles y combatientes muertos en el conflicto armado de Colombia
Periodo 1958-2012
Fuente: Informe “¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y Dignidad”, Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013, p. 32.
La evolución de los homicidios tiene correlatos históricos muy claros:
· A la violencia partidista de las décadas de 1940 y 1950 siguió un período relativamente pacífico — que se habría prolongado entre 1960 y 1982 — con tasas que en el peor de los casos llegaron a 39 por 100.000 habitantes (1981), para un total de 10.805 homicidios.
· Pero a partir de 1982 la violencia dibuja una curva de ascenso agudo que alcanzó su pico en 1991, con 28.284 casos (tasa de 78 casos por 100.000 habitantes). Fue el momento más crítico de un período que podríamos llamar, de modo algo arbitrario, “las guerras del narcotráfico” y que se habría prolongado hasta 1998.
· Cerradas estas guerras con el desmantelamiento de los carteles de Medellín y Cali, sobrevino un nuevo pico de violencia, con su punto más alto en 2002, cuando se produjeron 28.837 homicidios (tasa de 65 por 100.000 habitantes), para descender luego de manera vertiginosa hasta situarse en 8.803 casos en 2010 (tasa de 38 por 100.000 habitantes).
Pero en el frente del conflicto armado las cosas sucedieron de modos visiblemente distintos:
Si suponemos para 1991 unos 3.000 muertos por esta causa, estos corresponderían a cerca del 11 por ciento del total de homicidios. Evidentemente, el peso del conflicto armado no fue grande durante las “guerras del narcotráfico”.
El peso habría sido menor entre 1962 y 1983, cuando de un total de 145.386 homicidios solamente le habrían correspondido alrededor de 11.000 (7,5 por ciento), si las cifras del Grupo de Memoria Histórica son correctas y si es posible leerlas a partir del gráfico publicado.
Por contraste, para 2002 — suponiendo un total de 16.000 muertos por el conflicto armado — estos corresponderían al 55 por ciento del total de homicidios ¿Qué sucedió en 2002?
Según el Informe, entre 1996 y 2002 se produjo “una tendencia explosiva” donde convergieron diferentes factores: “el conflicto armado alcanzó su nivel más crítico como consecuencia del fortalecimiento militar de las guerrillas, la expansión nacional de los grupos paramilitares, la crisis del Estado, la crisis económica, la reconfiguración del narcotráfico y su reacomodamiento dentro de las coordenadas del conflicto armado” (p. 33).
De este período surgen necesariamente varias preguntas: ¿Cómo fue el conflicto armado? ¿Cuáles fueron sus ámbitos específicos? Habría que examinar con mucha mayor atención lo sucedido entre 1996 y 2002 en términos de violencia.
Podría partirse de la hipótesis de que no se produjo un pico del conflicto armado, sino la confluencia y la retroalimentación de este con otras formas de violencia, incluida la generada por el narcotráfico y no directamente relacionada con el conflicto armado.
Asesinatos selectivos
Foto: UNHCR/ACNUR Las Américas |
De todo lo anterior surgen, desde luego, serios interrogantes en cuanto a las dimensiones reales del conflicto armado y su peso en la contabilidad de la violencia colombiana. Y los interrogantes se acrecientan al examinar la modalidad de la violencia del conflicto armado que ha producido el mayor número de víctimas fatales: los asesinatos selectivos.
Según la cifra que presenta el Informe, estos corresponden a unos 150.000 muertos, es decir, casi el 70 por ciento del total y quizás nueve de cada diez homicidios del conflicto armado, como indica el Informe.
¿Qué son asesinatos selectivos? El Informe los describe bien al decir que son “las muertes menos visibles”, ejecutadas en su mayor parte por desconocidos o grupos no identificados, por razones en la mayoría de los casos no muy bien establecidas y que han quedado impunes legalmente, en su mayor parte.
¿Cómo saber si cada uno de esos 150.000 casos corresponde al conflicto armado y no a otras formas de violencia? Para distinguir unos de otros, el Grupo de Memoria Histórica utilizó varios filtros, especificados en una nota de pie de página del Informe:
1. “participación directa de actores del conflicto armado o indicios de la misma (porte de armas largas, uso de prendas privativas de las Fuerzas Militares y número plural de victimarios)”;
2. “perfiles de las víctimas según factores de vulnerabilidad en contextos de conflicto armado, como militantes políticos, autoridades locales, funcionarios públicos, sindicalistas, defensores de Derechos Humanos, líderes comunitarios, docentes, población LGBTI, marginados sociales y reinsertados”.
Aun así, la duda prevalece en torno de estos casos. En cuanto al filtro del victimario, por ejemplo, la información que posee el Registro Único de Víctimas “es muy limitada (9,8 por ciento de los casos)”.
La otra violencia
Tal vez el principal problema radica en que si bien las acciones violentas en Colombia son evidentemente “intencionales”, resulta muy difícil distinguir cuáles “se inscriben… en estrategias políticas y militares, y se asientan sobre complejas alianzas y dinámicas sociales”, como se definen aquellas atribuibles al conflicto armado, cuando no se conocen ni los autores ni las circunstancias de los homicidios.
Desde esta perspectiva, las realidades del conflicto armado coinciden con las realidades de la violencia en general en Colombia, donde en el 70 por ciento de los casos en promedio durante los últimos años no se sabe quiénes ejecutaron los homicidios ni por qué.
En las circunstancias actuales, cuando se discuten en La Habana las bases del fin del conflicto y probablemente estemos regresando a una situación similar a la prevaleciente entre 1958 y 1982 — donde pueda atribuirse al conflicto armado una proporción de apenas el 10 o el 20 por ciento del total de homicidios — una preocupación de fondo comienza a esbozarse: Colombia está a las puertas de evitar que se produzcan uno o dos de cada diez homicidios causados por sus diferentes formas de violencia. Pero si tiene éxito y casi todos ansiamos que así sea… le quedaría por delante el reto de evitar los otros ocho o nueve.
* Sociólogo y doctor en Historia Moderna Latinoamericana por la Universidad de Oxford.