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De racismo, clasismo y poder en Colombia

Escrito por Pedro Adrián Zuluaga

Hace 100 años el presidente de Colombia era el exitoso empresario antioqueño Pedro Nel Ospina, hijo del expresidente Mariano Ospina Rodríguez, quien gobernó Colombia entre 1857 y 1861. Padre e hijo, en tranquila sucesión, fueron conservadores.

Le correspondió a Pedro Nel liderar un país que parecía encaminarse hacia «una era feliz y de confort»,* acompasada por la bonanza cafetera y el ingreso al país de 25 millones de dólares en concepto de indemnización por la separación de Panamá.

En 1886, e inspirados en lo que habían visto y aprendido en su educación norteamericana, Pedro Nel y su hermano Tulio fundaron la Escuela Nacional de Minas de Medellín –hoy adscrita a la Universidad Nacional– con el fin de formar hombres de ciencia y de trabajo, firmemente anclados a premisas de autocontrol y sobriedad.

Los hermanos Ospina querían limpiar el carácter antioqueño de indeseables excesos pasionales, y orientar su energía a la conquista de un progreso firme y seguro. Tulio (alma bendita que aspiraba a una influencia nacional) opinaba que las razas negra e indígena eran en gran parte responsables de la «barbarie e incultura colombianas».

En su obra (pues en esa época los empresarios también forcejeaban con las letras, y no solo con las de cambio) Protocolo hispanoamericano de la urbanidad y el buen tono, conceptuó que las clases populares «descendientes en gran parte de indios y negros cuyos abuelos eran salvajes hace apenas dos siglos, se hallan atrasadísimas en materia de cultura».

Tulio no fue presidente, pero un hijo suyo, Mariano Ospina Pérez, sí sentó su culo en el Solio de Bolívar, aunque por poco lo defenestran las turbas que se levantaron el 9 y 10 de abril a protestar por la muerte de su líder: el caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán.

De no haber sido porque el «traguito» corrió generosamente en esas horas caldeadas, la «plebe» pudo haberse tomado el poder. O al menos esos dirigentes de mejores apellidos que a nombre de Ella y del pueblo liberal, ocuparon las emisoras radiales para alentar la revuelta.

Un descendiente de Gaitán es, mas de siete décadas después, presidente de Colombia. ¿O Petro desciende, en realidad, de los borrachos que agitaron, de forma airada, machetes y botellas durante el Bogotazo? Como en cuestión de genealogías hay abundante imprecisión y bastante esnobismo, el mismo Petro afirmó en su biografía que su apellido proviene de nobles italianos de siglos pretéritos.

En el ejercicio presidencial Petro ha promovido movilizaciones en su apoyo y ahora mismo adelanta lo que, no sé si con fino humor o con un exceso de conciencia histórica (él siempre enarbola el tizón de la memoria y el  27 de septiembre, en su tarimazo, no fue la excepción) ha llamado «La Toma de Bogotá».

Las marchas, tomas y presuntas tomatas de Petro han abierto el baúl en el que estaban, muy mal guardados, los males entrecruzados del racismo y el clasismo colombianos.

Racismo y clasismo son la banda sonora de nuestra historia, desde la época colonial hasta los tiempos actuales de la República.

En la década “prodigiosa” de 1918-1928, ese binomio de fobias viejas y arraigadas, produjo discursos que, un siglo después, siguen siendo la base de las metáforas en las que se agazapan el odio y el desprecio social, que son como el equivalente de la lucha de clases, pero en manos de gentes, casi siempre, de derecha.

En 1918, en el Tercer Congreso Médico Colombiano, Miguel Jiménez López expuso sus ideas acerca de la degeneración colectiva en Colombia, y abogó por la inmigración de razas fuertes y hermosas para  superar “la endeblez, la depresión moral y la inopia social e intelectual del país”,** propiciada por la influencia de las que él consideraba razas inferiores.

En 1920, la Asamblea de Estudiantes de Bogotá suscitó la serie de conferencias llamada Los problemas de la raza en Colombia. Científicos y humanistas (entre ellos Luis López de Mesa, quien sería después canciller de Eduardo Santos) afirmaron allí su preocupación por los elementos humanos de que se disponía para formar una nación rica, civilizada y feliz.

En 1928, Laureano Gómez puso la cereza en el pastel. Según el futuro presidente, en la mezcla de españoles, indios y negros, la inferioridad de los dos últimos era un estigma calamitoso para Colombia. Las ideas de Jiménez López, López de Mesa y Laureano Gómez no solo circularon con entera libertad. Los tres hombres tuvieron el poder suficiente para tomar decisiones y moldear un marco institucional que las hiciera aplicables.

Ninguna discusión sobre racismo y clasismo en Colombia puede pasar por alto sus raíces ideológicas. Tampoco se puede obviar el problema de que a pesar de su poca cientificidad o su abierta inmoralidad, racismo y clasismo se fortalecen cada día. Las personas que medran en estos discursos pueden ser muy pragmáticas en muchas cosas, pero las fobias y los miedos se asientan en un lugar más allá de la razón. Son intereses. Y afectividades.

Por eso, cualquier persona con una voz pública (ya sea político, líder de opinión, artista o periodista) puede movilizar, ante todo, un nuevo repertorio emotivo y simbólico. Y actuar con la responsabilidad que exige estar hablando para muchos. Muchos políticos y periodistas, en la última semana –por poner un marco temporal de alta intensidad–, han sido notablemente inferiores a esta obligación.

Puede parecer una ingenuidad pedirlo, pero estos líderes deberían examinar sus discursos. Una vez dichos, tienen consecuencias. Como escribió Mark Thompson, quien ha estado al frente de la BBC y, ahora, del New York Times: “las palabras importan”. Tanto como las acciones. Y las palabras de los hombres (y mujeres) de poder importan tanto más. Racismo, clasismo y poder, en Colombia, han marchado siempre juntos. Y es una urgencia deshacer ese conjunto.

Notas:

*Son palabras de un anónimo comentarista de la época, en un periódico de Barranquilla.

** Sandra Pedraza en: En cuerpo y alma: visiones del progreso y de la felicidad. Bogotá: Universidad de los Andes, 1999.

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4 Comentarios

Delcy Ruiz Torres octubre 1, 2023 - 12:20 pm

Excelente reflexión.
Gracias

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Carlos Luna octubre 1, 2023 - 1:57 pm

Preocupa: razas inferiores, importar padrones como caballos y ganados. Hace pocas décadas, Corea , Singapur, India, hasta Vietnam, la gran China, eran pobres. No son Arios, no son Sajones y no tuvieron que importar padrones para ser hoy lo que son.

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Patrick octubre 5, 2023 - 4:43 am

Bueno todos somos seres Humanos, el racismo no deberia de existir, no importa tu color de piel, no interesa si eres blanco (Rubio) o negro, (Moreno) la vida no tiene colores, todos somos Humanos el sol sale para todos blancos y negros asi que dejen esa tonteria del Racismo..

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Jacqueline octubre 6, 2023 - 6:47 pm

Todas estas circunstancias han sido las consecuencias de nuestros complejos. Colombia no avanza mientras no se superen estas grietas que han conformado el lastre de esta sociedad. Muy bien maestro Zuluaga.

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