En Colombia nos escandalizamos porque se les habla a los jóvenes sobre sexo, pero no decimos nada ante las cifras escalofriantes de abuso sexual. Esto indica la urgencia de un cambio cultural que solo sería posible través de la educación.
Julián de Zubiría Samper*
Encuestas y marchas
En la última semana ha vuelto a prenderse el debate sobre la sexualidad a propósito de la encuesta del DANE sobre comportamientos y actitudes ante la sexualidad entre estudiantes mayores de 11 años que asisten a las instituciones educativas.
Hace un mes se habían realizado grandes movilizaciones impulsadas por quienes quieren ejercer presión sobre el Ministerio de Educación Nacional (MEN) para que no acate la orden de la Corte Constitucional que le exige a los colegios que eliminen de los manuales de convivencia cualquier expresión de discriminación sexual.
En esas marchas confluyeron diversos intereses personales, religiosos y políticos:
- Los de padres temerosos ante la formación e identidad sexual de sus hijos,
- Los de quienes quieren presionar el retiro de una ministra de Educación lesbiana,
- Los de los partidarios de que continuemos con la guerra, supuestamente para renegociar lo que nunca antes negociaron ellos, y
- Los de quienes quieren excluir a las parejas homosexuales y homoparentales de la posibilidad de adoptar a los niños sin padres.
Las marchas en defensa de la “familia tradicional” acabaron por obligar al presidente Santos a abandonar los lineamientos elaborados por el Ministerio según la orientación de Naciones Unidas.
Esta semana se reinició el debate, aunque tomó otras formas al hacerse públicas algunas de las preguntas con las cuales el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) indaga sobre la actividad sexual de los niños y jóvenes en el país desde 2006. Esta presión logró parcialmente su cometido y la encuesta fue temporalmente retirada mientras se revisan algunas de sus preguntas.
Ojalá esta decisión no impida que logremos recolectar la información necesaria para adoptar una política pública educativa que asegure la formación de mejores ciudadanos y por eso se acabe haciendo simplemente un leve ajuste formal.
El abuso sexual en Colombia
![]() Ministerio de Educación Nacional Foto: Ministerio de Educación |
Lo triste e irónico del caso que nos convoca es tener que reconocer que una parte del país se escandaliza porque se les pregunta de manera directa y explícita a los niños sobre sexo, pero no se inmuta al saber que el 15 por ciento de los menores de 13 años ya han iniciado su actividad sexual, y que de este grupo el 6,2 por ciento han sido forzados a hacerlo, es decir, han sido violados. Asimismo, según la Encuesta del DANE de 2014, el 3 por ciento manifestó haber recibido algo a cambio de tener relaciones sexuales.
Estas son cifras escalofriantes que muestran el grave problema de millones de niños y niñas que solo conocen sobre sexo a través de páginas pornográficas y comentarios de amigos, con quienes comparten su ignorancia sobre el tema. En este contexto, los menores quedan expuestos a los problemas del abuso, el embarazo infantil y la transmisión de enfermedades sexuales, si no es que se ven obligados a criar un hijo aunque no han terminado de criarse ellos mismos.
La vida de un niño violado se deteriora de manera irreversible. Su dignidad es asaltada para satisfacer el deseo momentáneo de un adulto y el concepto que tiene de sí mismo se rompe en mil pedazos.
Estos son niños que quedan –como decía Kafka– interiormente dañados. Sus relaciones con los mayores les empiezan a generar temor, ansiedad y odio. A partir de ese día, tienden a acercarse a los mayores con angustia y tristeza, ya que, aunque fueron violados por una sola persona, en la mente infantil, mediante el mecanismo de la proyección, todos los adultos comienzan a verse como potencialmente abusadores.
El deterioro en la estructura de la personalidad del niño solo podría detenerse si es tratado por profesionales y es acompañado por un infinito amor familiar, algo casi imposible si no detectamos el trauma a tiempo y si no tenemos en cuenta que es precisamente en el hogar donde suelen presentarse el mayor número de agresiones sexuales.
Necesitamos construir entre todos una escuela participativa y respetuosa de la diferencia
Según datos de la Fiscalía, en Colombia 122 niños son abusados sexualmente cada día. El número de denuncias más grande es sobre violaciones de niños entre los 5 y 9 años y de niñas entre 10 y 14 años. Pero según la Federación Nacional de Personerías de Colombia, el 97 por ciento de estas denuncias queda en la total impunidad.
Asimismo, como muestra un informe del Departamento Nacional de Planeación (DNP) de 2015, en nuestro país una de cada cinco mujeres menores de edad está embarazada o lo ha estado previamente, y esta cifra asciende al 33 por ciento cuando indagamos en regiones con menor nivel educativo.
Por ejemplo, una de cada tres niñas en Amazonas, Guainía o Putumayo ha estado embarazada. Estas jóvenes truncan por completo su vida, ya que deben abandonar sus estudios, vincularse al mercado laboral y comenzar a definir su proyecto en función de la nueva vida que han traído al mundo. En el mediano plazo, estas mujeres restringen su movilidad social y deterioran sus ingresos futuros.
Por lo general, los hijos de estas relaciones crecen al cuidado de abuelas, sin la presencia del padre y con muy pocos recursos económicos, dado que son hijos de embarazos no planeados. ¿Qué madurez tendrán ellas para formar una nueva vida? ¿Qué cariño podrán brindarles a los hijos del deseo, la ignorancia, el engaño o la violación?
La educación en el centro del debate
![]() Programas por parte del Ministerio de Educación a favor de la educación sexual en niños. Foto: Ministerio de Educación |
En este contexto se da el debate sobre la encuesta que les pregunta a los menores si han tenido relaciones sexuales, han sido presionados a tenerlas o han recibido dinero por hacerlo.
Un amplio grupo de rectores y de padres de familia se equivocan al suponer que los jóvenes solo empiezan a pensar en el tema después de responder las encuestas que realiza el DANE. Están confundidos. Los niños ya han visto parejas besándose en los parques y en la televisión, han conversado sobre el tema con amigos que saben tan poco como ellos y, sobre todo, han accedido sin restricciones a páginas pornográficas en internet.
Por lo tanto, el debate hay que centrarlo en la pregunta sobre cuál es la responsabilidad de las instituciones educativas y de los padres en los casos de abuso sexual o ante el inicio de relaciones sexuales a una temprana edad.
Según las investigaciones internacionales, los programas de educación sexual sí retrasan el inicio de las relaciones sexuales. Igualmente, los alumnos y alumnas que deciden iniciar su vida sexual pero cuentan con una formación al respecto previenen más el embarazo y disminuyen el riesgo de contagio de enfermedades de transmisión sexual. Por tanto, la educación sexual tiene exactamente el efecto contrario del que creen los padres de familia y las asociaciones de colegios que se oponen a ella.
Se necesita que todas las asignaturas aborden propósitos y contenidos de tipo valorativo y ético.
Lo que demuestra esta tensión que subsiste entre el MEN, las asociaciones de colegios y los padres de familia, es que hay que hablar de sexualidad, hay que investigarla y hay que abordarla de la manera más directa, clara y natural del mundo.
Desafortunadamente, en Colombia se ha creído que la solución a cada problema es crear una cátedra. Así apareció la de “tránsito” para educar a los peatones, la de “emprendimiento” para mejorar los resultados en las pruebas de competencias financieras, o la de “paz” para construirla desde las aulas de clase. Así también surgieron las cátedras de “cívica” y “urbanidad”.
Por ese rumbo llegamos a que hoy cada estudiante esté viendo quince asignaturas desligadas y fragmentadas. Este enfoque ha sido especialmente negativo para el desarrollo de verdaderas competencias ciudadanas.
Se necesita exactamente lo contrario: que todas las asignaturas de todos los grados y de todas las áreas aborden propósitos y contenidos de tipo valorativo y ético. Si no se hace así, muy seguramente los niños de hoy, cuando sean grandes, marcharán en defensa de la homofobia y la exclusión de sus compañeros gais, y seguramente serán adultos intolerantes, así hayan visto cátedras de urbanidad y cívica.
A la educación le ha hecho mucho daño el pensar fragmentado. Necesitamos una visión más general y global. Necesitamos una profunda reforma curricular que, entre otras cosas, cree el área de Valores Humanos que nos ayude a formar ciudadanos que se conozcan y comprendan más a sí mismos y a sus semejantes.
No necesitamos cátedras y asignaturas sueltas. Necesitamos, simplemente, que todos los docentes, de todas las áreas y de todos los cursos, desarrollemos competencias que nos ayuden a convivir de manera más sana y respetuosa con todas las personas, aprovechando la enorme diversidad de la vida.
Necesitamos construir entre todos una escuela más incluyente, participativa y respetuosa de la diferencia, que es precisamente lo que nos hace ser seres únicos a cada uno de nosotros. Si formamos mejor a la juventud, seguramente ninguno marchará con una pancarta como la que tristemente tuvimos que leer en las marchas del 10 de agosto en Colombia: “Prefiero un hijo muerto, que marica”.
* Director del Instituto Alberto Merani y consultor de Naciones Unidas en educación para Colombia. blogpedagogiadialogante.com
@juliandezubiria