CTeI, una apuesta errática - Razón Pública
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CTeI, una apuesta errática

Escrito por Marta Juanita Villaveces Nino

Los empalagosos discursos y documentos que ponen al conocimiento en el centro de la construcción del futuro están llamados a recogerse.  ¿Para qué la retórica cuando la práctica observa la inoperancia de la entidad llamada a ejecutar la política de Ciencia, Tecnología e Innovación en el país?  Más aún, ¿para qué exaltar la idea de sociedad del conocimiento y su papel en el desarrollo económico, ambiental y social cuando acá la ciencia y la tecnología juegan de suplentes? Genera desesperanza la inoperancia y el desinterés por darle un rumbo claro a la CTeI como motor del conocimiento, oportunidades y bienestar social en un país que sí que lo necesita.

Si se mira en la historia, hemos tenido más discurso que realidad, aunque hay esfuerzos emblemáticos para el país. Desde el siglo XIX se construyen algunos cimientos que permitieron el desarrollo del conocimiento: la Comisión Corográfica con Agustín Codazzi, la fundación de la Universidad Nacional de Colombia en 1867 y de la Escuela Nacional de Minas en Medellín en 1887, también apuestas particulares en la creación de las primeras academias científicas que se consolidaron en el siglo XX. Pero estas apuestas no han estado en el centro de la política pública y menos han sido llamadas a ser una política de Estado.  El siglo XX apostó más a la educación que a la CTeI. En un país con tantas debilidades sociales, la educación entendida como cobertura fue el foco.  La Ciencia y la Tecnología ha sido vista como subsidiaria y no como centro, quizá por la creencia que los científicos no aportan en el corto plazo, son costosos o desafían el statu quo del conocimiento que, en Colombia, lo dominaba la iglesia.

¿Qué ha faltado? ¿en qué hemos fallado los que estamos convencidos del papel de la CTeI para el desarrollo económico, social, cultural y ambiental del país?  Algunos dirán: no hay investigadores, otros que no hay recursos o no hay entidad que oriente la política.  Hoy los tres argumentos son inexactos.

Del lado de los investigadores, según MinCiencias somos 21 mil investigadores reconocidos con un incremento en el último lustro en el número de doctores. Sin embargo, “no hay cama pa´tanta gente” que, realmente es poca gente.  No hay financiación estable para que sea viable hacer un doctorado y dedicarse a investigar, no para todos los que aspiran a investigar.

Del lado de los recursos para la CTeI, los optimistas muestran un aumento en la inversión en actividades de CTeI (ACTI) que se ubica cerca del 0.9% del PIB para mostrar un compromiso, aunque esto suma lo que hace no solo el MinCiencias  sino todas las entidades de manera poco articulada incluyendo los recursos del Sistema General de Regalías para proyectos de CTeI que han sido ampliamente criticados por ser dispersos y poco pertinentes. Si se mira el presupuesto del MinCiencias la situación SÍ es crítica con la reducción que tendrá para 2024, lo que envía un mensaje de que la entidad de CTeI no necesita músculo presupuestal siempre que tenga otros recursos (regalías o beneficios tributarios) o, dicho de otra forma, que se puede gestionar ciencia y tecnología en la escasez.

Del lado de la entidad que oriente la política, suena triste decirlo, pero cuando se creó Colciencias a finales de los sesenta parecía tener más claridad sobre su rol para el desarrollo y para el país. Se extrañan las voces que en los noventa planteaban la C&T para una sociedad abierta, pensando el rol para una sociedad en transformación económica, social y democrática. Como lo estudiamos con Jaramillo y Cantor, a medida que se hizo el esfuerzo por elevar la ubicación de Colciencias en el organigrama del Estado fue perdiendo relevancia en su capacidad de pensar el papel de la CTeI para el avance del país a convertirse casi en tramitadora.

¿Por qué el miedo al cambio sostenible que puede dar el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación? Sin duda somos una sociedad del corto plazo y profundamente egoísta que prefiere los resultados tangibles hoy y no para un futuro incierto que no viviremos.  Afortunadamente unos “locos” le apostaron al largo plazo. No me imagino a Manuel Ancizar diciendo que no es necesario la travesía de recorrer medio país para entender sus recursos porque “es muy costoso y no da beneficios inmediatos” o evitando ser rector de la Nacional por que, “para qué ser gestor de un resultado que no viviré”. Las apuestas que nos trascienden son las apuestas para la sociedad, cosa que parecen no entender los gobernantes. El tiempo siempre aumenta los costos presentes, pero ya es hora de que asumamos esos costos para una sociedad real del conocimiento.

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2 Comentarios

Eduardo Sáenz Rovner noviembre 6, 2023 - 2:15 pm

Mientras tanto el principal enemigo de la investigación en la Univeridad Nacional de Colombia es la actual administración (rectora, vicerrectores, decanos) que le quieren imponer hasta siete cursos por año al profesorado. La sobrecarga docente no dejará tiempo para la investigación. No me imagino a Manuel Ancízar dedicando unas horitas marginales para recorrer e investigar medio país… (Eduardo Sáenz Rovner, Profesor Emérito, UN).

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Eduardo Sáenz Rovner noviembre 7, 2023 - 4:02 pm

Mientras tanto el principal enemigo de la investigación en la Univeridad Nacional de Colombia es la actual administración (rectora, vicerrectores, decanos) que le quieren imponer hasta siete cursos por año al profesorado. La sobrecarga docente no dejará tiempo para la investigación. No me imagino a Manuel Ancízar dedicando unas horitas marginales para recorrer e investigar medio país… (Eduardo Sáenz Rovner, Profesor Emérito, UN).

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