Crisis en Ucrania: ajedrez internacional - Razón Pública
Inicio TemasInternacional Crisis en Ucrania: ajedrez internacional

Crisis en Ucrania: ajedrez internacional

Escrito por Farid Badrán

Badran Robayo

Muchos ven esta crisis como el choque más riesgoso entre Rusia y Occidente desde el final de la Guerra Fría. Un análisis de los intereses, las posiciones y las acciones posibles de las potencias, de Ucrania, de la ONU y de la sociedad civil afectada.

Farid Badrán Robayo*

Rusia

Es evidente que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, tomó la decisión de jugarse todo su capital político internacional. Haciendo un cálculo de costo-beneficio  aprovechó la debilidad de Ucrania tras la crisis que llevó a la caída de Yanukovich, para reafirmar su presencia sobre una porción territorial que hace años quería recuperar por su altísima importancia geoestratégica.

Sin embargo es preciso ver más allá de los hechos coyunturales.  Los intereses geopolíticos rusos han encontrado en el asunto étnico-nacional una estrategia para expandir su influencia física y política en la región de la otrora Unión Soviética. El pretexto de la intervención de 2008 en Georgia fue similar: velar por los intereses de población de origen y lengua rusa allí donde se encuentren.

Los intereses geopolíticos rusos han encontrado en el asunto étnico-nacional una estrategia para expandir su influencia física y política en la región de la otrora Unión Soviética.

De esta manera, Moscú cae en la construcción de identidades predatorias como una estrategia donde se toma la defensa de una etnia como argumento para justificar el uso de la violencia contra otra. Así también lo hicieron los nazis o los serbios durante las guerras de la ex Yugoslavia.

Por otra parte, el hecho de que la intervención Rusia en Georgia no haya tenido mayores consecuencias internacionales, sumado a la capacidad disuasiva que mostró Moscú al congelar la tentativa estadounidense de intervenir en Siria, muestran que ha habido un cambio  en las relaciones de poder desde 1990.

Rusia se ha vuelto más necesaria para Occidente que Occidente para Rusia. Durante la primera mitad de los noventa, Rusia  precisó de Occidente para su reconstrucción institucional, económica y comercial. Hoy es Occidente quien recurre a Rusia como una fuente esencial de abastecimiento energético y como un socio para mantener el equilibrio en zonas geográficas donde la influencia de Moscú es mayor que la de Washington.


El Presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin.
Foto: IoSonoUnaFotoCamera

Ucrania

La inmovilidad de Ucrania frente a las acciones de Rusia no debe sorprender debido al menos a tres razones:

1. Al gobierno interino resultante tras la caída de Yanukovich  le sería riesgoso  movilizar a las fuerzas militares y embarcar al país en una guerra de consecuencias que  van más allá de la naturaleza de un gobierno de transición.

2. Una acción militar contra las tropas rusas tiene alta probabilidad de convertirse en una guerra civil, ya que la población en la región oriental de Ucrania es pro-rusa.

3. Una acción militar sin participación de países coaligados podría repetir  el escenario de Georgia, donde varios militares y civiles murieron esperando el apoyo que nunca llegó de Estados Unidos o de Europa, además de perder el control de los territorios en disputa.

Hay otras dos preguntas más de fondo que conciernen al presente y al futuro de Ucrania en esta crisis:

1. ¿El Estado ucraniano cumplió efectivamente el Memorando de Budapest, de 1994, que lo obligó a deshacerse de todo su arsenal nuclear?

2. ¿En su calidad de “Estado tapón”, está Ucrania condenada a plegarse a alguno de sus vecinos para subsistir?

Estados Unidos

La política exterior norteamericana se ha movido entre el presidencialismo imperial y el aislacionismo.

A lo largo de los últimos seis años, Washington ha demostrado que no le interesa hacer de Estados Unidos el único responsable político, y mucho menos militar, ante crisis de gran complejidad.

Por una parte, bajo George W. Bush la intervención en Oriente Medio (desautorizada por la ONU) fue objeto de rechazo internacional y cayó en el marasmo de una “guerra de baja intensidad”, con grandes costos físicos, económicos y morales para las tropas y la opinión pública de ese país.

Por otra parte, bajo Obama, la balanza se inclinó hacia el otro lado. La reticencia a involucrarse en crisis internacionales ha sido evidente. A lo largo de los últimos seis años, Washington ha demostrado que no le interesa hacer de Estados Unidos el único responsable político, y mucho menos militar, ante crisis de gran complejidad. Obama ha optado por agotar  las instancias diplomáticas, por emprender acciones con actores como la Unión Europea, e incluso con Rusia, en contextos como el de Afganistán, a través de la ISAF (misión conjunta de la OTAN y Moscú), o el de Irán, donde la presión rusa jugó un papel importante en los avances logrados hasta ahora.

No obstante, Estados Unidos sigue siendo una potencia en todos los sentidos, y el militar es tal vez el primero de ellos. La batería de escudos antimisiles desplegada en Europa Oriental y la presencia de los drones en los teatros de operaciones son elementos de cierto nivel disuasivo.

Además, no hay que olvidar que en toda esta situación media también la existencia del Memorando de Budapest, que obligaba a Ucrania a deshacerse de su arsenal nuclear a cambio de la protección de Occidente. Lo que no queda claro es el alcance de ese acuerdo ante la crisis actual.


El Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama 
y el Secretario de Estado John Kerry.
Foto: cmccain202dc

Unión Europea

La Unión Europea sigue sin estar preparada para afrontar amenazas directas a la seguridad internacional. Igual que en Libia en 2011, la UE se desgasta en una serie de consultas y pronunciamientos que distan de las acciones efectivas.

Por otra parte, la presidencia de François Hollande rompió en buena medida la dupla Paris–Berlín que coordinaba las acciones europeas. A esto hay que sumar dos elementos que obligan a la UE a manejar un perfil moderado:

  1. La dependencia del gas proveniente de Rusia que pasa por Ucrania. Aun cuando Noruega y algunos países del norte de África son proveedores subsidiarios de este recurso, su principal origen sigue siendo el este de los Urales.
  2. La grave crisis económica, que desde 2008 obligó a recortar el gasto militar y el tamaño de las fuerzas armadas europeas. Esto disminuyó la capacidad operativa de la OTAN, y deja aun más el peso de la responsabilidad militar a Estados Unidos

La ONU

La secuencia de crisis internacionales de la última década ha puesto en evidencia los problemas de la ONU para actuar de manera efectiva.

Esto se debe a varias razones. Primera, que el secretario general no logra persuadir a los Estados para actuar de manera efectiva frente a  escenarios de crisis. Segunda, la incapacidad de ejecutar acciones de manera directa: la ONU puede emitir resoluciones, pero son los Estados quienes deben hacerlas efectivas. Tercera, el derecho de veto que tiene cada uno de los cinco miembros  permanentes del Consejo de Seguridad y que bloquea toda decisión inconveniente a cualquiera de ellos

Así, pese a su inmensa  estructura, la ONU parece cada vez más incapaz de hacer aquello para lo cual se creó: mantener la paz y seguridad internacionales, al menos en los términos que estipula la Carta de San Francisco  

La sociedad civil

La acción colectiva organizada tiene cada vez más influencia en la política. Esta capacidad de incidencia parece ser inversamente proporcional a la importancia que le den los gobiernos a los levantamientos: cuanto más se ignore a los actores sociales, más se les incita a aumentar el grado de desestabilización para ser atendidos. La Primavera Árabe, el caso actual en Venezuela, Tailandia y la misma movilización de Kiev son ejemplos de ello.

La secuencia de crisis internacionales de la última década ha puesto en evidencia los problemas de la ONU para actuar de manera efectiva.

En ese sentido, empieza a ser cada vez más pertinente incorporar a la sociedad civil como un factor decisivo en el análisis de las trasformaciones domésticas, internacionales y geopolíticas contemporáneas.

El panorama futuro

En suma, vale señalar el hecho de que la post Guerra Fría tardía ha producido un cambio en la relación de poder entre Rusia y Occidente. Los intereses de la era soviética siguen guiando a Moscú, pero mediante estrategias diferentes y con la tranquilidad que brinda la inacción internacional ante las demostraciones del poder de Rusia.

En el caso específico de Ucrania, hay muchos intereses de por medio como para  considerar la posibilidad de un conflicto bélico de alcance mundial. No obstante, y como sucedió con Abjasia y Osetia del Sur, Rusia posiblemente reafirmará su presencia soberana en Crimea, ya sea a través de la anexión del territorio o  del patrocinio a una administración federal pro-rusa en el oriente ucraniano.

Ello sentaría un nuevo precedente sobre las capacidades de defensa de los intereses rusos en el sistema internacional. Algo que habría que mirar con cuidado, e incluso en el contexto de las asociaciones estratégicas de naturaleza militar que empiezan a existir entre Rusia y Estados latinoamericanos como Nicaragua y Venezuela.

 

* Internacionalista de la Universidad del Rosario, magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales del Externado de Colombia y maestreando en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Sorbona Nueva de Paris. 

Artículos Relacionados

Dejar un comentario

Este sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Leer políticas Aceptar

Política de privacidad y cookies