Historia viva pero increíble y triste del cándido Planeta y de los corchetes, los borradores y el “acuerdo” final para no hacer nada**.
Manuel Guzmán Hennessey*
De un tiempo acá se ha impuesto la curiosa costumbre de los corchetes, cuando se quiere señalar -en texto ajeno- que uno quiere discutir luego lo que mete en el signo cuadrado: […]
Y como todo lo que se pone de moda genera cierta forma de inexplicable reputación, los amantes del corchete abusan de él, así como en el pasado los poetas abstrusos abusaron del ditirambo, para dar a entender a los legos que su poesía era de mejor familia que aquella que no necesitaba más palabras que las comunes y corrientes: casa, mesa, café, perro.
Un género más tósigo que la poesía es el llamado draft; otra palabreja en boga, que los técnicos usan, para subir su estatus, en lugar de decir borrador, al parecer una palabra de menor prestigio: mesa, café, perro.
De acuerdo con esta lógica, un draft lleno de corchetes, que además llaman brackets, se supone documento más reputado que un borrador con paréntesis. Y vaya reputación la que dilapidaron los técnicos de la COP 15, quienes durante dos extenuantes semanas en Copenhague, abusaron de los brackets con tal ahínco, tan sólo comparable con el que acostumbra la senadora Martha Lucía Ramírez cuando le ponen un micrófono en sus manos.
Pero los corchetes que pusieron los técnicos en los drafts fueron convertidos en volutas de nieve – por no decir vil polvo – por los presidentes de algunos de los veinticinco países escogidos a dedo por el impresentable señor ministro del reino de Dinamarca, Hamlet, quise decir Lars Løkke Rasmussen.
Este anodino personaje mangoneó de lo lindo, sin que se le conociera límites en las estrategias para llevar el agua a su molino. Como el príncipe de la tragedia, trató de hacerse el loco durante toda la cumbre, y habiendo destronado de su papel a la reina Ofelia, quise decir Connie Hedegaard, la flamante ministra danesa del clima, quien renunció, al parecer por presiones internas, a la presidencia de la cumbre en su octavo día.
Lo primero que hizo Rasmussen fue deslizar un borrador de acuerdo por debajo de las mesas – el draft de turno- durante el mismo primer día de las negociaciones.
Pero como la estrategia le falló, principalmente porque los delegados de la Unión Africana no son bobos, acudió a las consabidas cenas en palacio, treta que bien conocemos, para invitar a unos y desairar a otros. Y se le vio deprimido como Hamlet, despistado y balbuciente, sin siquiera ponerse las manos en su cabeza para protegerse del palo que día tras día, sin tregua ni piedad alguna, le dieron los medios daneses.
Así acabó armando un nuevo bloque de negociación que nadie tenía previsto, y al que yo me permito bautizar como "el grupo de los 25 ¿Gatos ladinos?".
Aunque aquí habría que presentar excusas a los lectores pues gato ladino es pleonasmo.
El grupo de los 25 duró 24 horas. No me alcanza el espacio para nombrarlos a todos, pero ni falta que nos hará, pues acabaron convirtiéndose en cinco: Estados Unidos, cómo no, que no está en el Protocolo de Kyoto pero ni falta que eso le hace (¿habría necesidad de decir que a su instancia medró este grupo de los cinco?); los otros son Brasil, India, China y Sudáfrica.
Escribieron un documento baboso al que llamaron "Acuerdo de Copenhague", una vergüenza para la humanidad que había depositado en esta ciudad, y en esta cumbre sus esperanzas: Hopenhague.
Neologismo acuñado por la sociedad civil, significativo y apropiado, pero que tuvo poca acogida entre los líderes del mundo, que esta vez corroboraron su desprecio por esa sociedad, por la ciencia, y por la cultura, representadas en este caso por los jóvenes, quienes se manifestaron de muy diversas, creativas y pacíficas formas.
Lamentablemente Hopenhague ha devenido, al final de esta cumbre, en Brokenhague, la nueva palabra que nos servirá para recordar, ya no digo este fiasco, sino esta vergüenza.
Y Copenhague, una ciudad hermosa llena de gentes amables como es difícil hallar tantas en otra ciudad del mundo, pasará a la historia como la ciudad donde la humanidad pudo salvarse a sí misma, pero no hizo ningún esfuerzo por salvar el sistema de producción y consumo, que era en últimas lo único que había que empezar a examinar.
Y ya en la cima del inane triunfo del "acuerdo" que finalmente se firmó, a unos congresistas republicanos les alcanzó el cinismo para convocar una rueda de prensa en la cual dijeron, dos puntos, léase bien, primero: no se ha demostrado que el cambio climático ha sido causado por emisiones que provienen de combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón; segundo: las conclusiones del IPCC, y de decenas de academias científicas del mundo, son sospechosas. Léase bien, y léase, de ser posible, una segunda vez para que no se olvide.
Yo no escribí la palabra corchetes en el título de esta columna porque me parece que esa es una palabra de las matemáticas y yo a esa ciencia la abomino, pero al poner paréntesis tengo que reconocer que caigo en una inexactitud no matemática, puesto que lo que ha pasado en la COP 15, y así lo recoge el titular del diario Información, es que los líderes del mundo decidieron meter el futuro de la humanidad en unos horrorosos corchetes. Mucho peor que en Kyoto, donde lo habían metido entre paréntesis.
* Investigador independiente. Se ocupa de materias como el cambio climático global y la teoría del caos, catedrático universitario, escritor, columnista en varios medios del país y del exterior. www.manuelguzmanhennessey.blogspot.com Twitter: guzmanhennessey
** Para Razón Pública, desde la Cumbre de Cambio Climático de las Naciones Unidas en Copenhague
Esta es la primera plana del diario que aquí comento, el día sábado, cuando aún estaba reunido el pequeño grupo del "acuerdo" y ya se habían ido para sus países la mayor parte de las delegaciones de los demás países: Todavía a negociación.
En el pie de foto dice: "Primero pusieron el planeta en paréntesis cuadrado, ahora simplemente lo han borrado totalmente del texto"; así lo comentó el analista británico George Monbiot en su desesperación sobre la COP15. Acuerdo o no, dice al final, está claro que los líderes del mundo no están cerca de haber entregado una respuesta al desafío del clima.
Y ya habrá tiempo para examinar, con el debido espacio, los argumentos que sustentan mi impresión, y la de muchos de los analistas exceptuando por supuesto a dos o tres, sobre el fracaso de la COP 15. En el documento que habían elaborado los 25 ministros que fueron convocados por el ministro danés, luego de la cena con la reina, algo había sobre compromisos de reducción de emisiones. El principal argumento del fracaso es que el documento final no tiene compromisos de reducción, no es un acuerdo vinculante y tampoco establece una ruta hacia la COP 16, que será en México.
No es el Planeta el que ha quedado a la deriva, borrado del medio de un ominoso paréntesis. Es la civilización en su conjunto, empezando por las comunidades más pobres y vulnerables a los efectos del cambio climático.
@guzmanhennessey