Copa América en Colombia: «la pelota sí se mancha» - Razón Pública
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Copa América en Colombia: «la pelota sí se mancha»

Escrito por David Quitián
David Quitian

Según Maradona, “la pelota no se mancha”. Duque y la Conmebol insisten en que hospedemos la Copa América, pero los jugadores no quieren ser una distracción.

David Quitián

El partido más insólito del mundo

Este 13 de mayo el América de Cali y el Atlético Mineiro de Brasil jugaron el partido más insólito en la historia de la Copa Libertadores.

Ninguno de los futbolistas convocados quería jugar. La barra Disturbio Rojo —del América— objetó que se jugara durante la crisis actual. Los hinchas de otros equipos, junto con más manifestantes, se unieron para protestar en las afueras del estadio Romelio Martínez de Barranquilla, antes y durante el partido.

Inclusive el periodismo deportivo —que raramente se sale del libreto— tuvo matices que rompieron su habitual consenso. Varios expresaron su condena a la decisión de los dirigentes de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), de jugar en este momento.

Allí, los cánticos no fueron los de siempre —de apoyo a un equipo—, sino de rechazo al fútbol insensible. Cantaban: “no se juega, por Lucas no se juega”.

Hubo disturbios, estruendos y gases lacrimógenos que llegaron hasta la cancha. El juego tuvo que detenerse cinco veces.

Triste episodio de jugadores de ambos equipos y de sus banquillos técnicos: con ojos llorosos por los gases lacrimógenos del ESMAD, le pedían al árbitro uruguayo Andrés Cunha que parara el partido.

“Hace rato lo que menos importa en este juego es el resultado”, se lamentaba el narrador del canal internacional que transmitía. Esta rareza recordaba la noche previa: el choque entre el Junior de Barranquilla y River Plate de Argentina.

Sin justicia no hay fútbol

En el contexto del paro y la represión estatal, los plantones en Barranquilla tuvieron un claro antecedente: el asesinato de Lucas Villa. Desconocidos le dieron ocho balazos a este estudiante de la Universidad Tecnológica de Pereira, el 5 de mayo, en el Viaducto de Pereira.

Este crimen levantó una oleada de dolor e indignación en la ciudad, especialmente entre la juventud y los estudiantes movilizados. Al grito de “S. O. S., nos están matando”, se opusieron a que se jugara en el estadio Hernán Ramírez Villegas, a pocas horas del deceso del estudiante de Ciencias del Deporte.

Por tal razón, se manifestaron frente al hotel donde se hospedaba Nacional de Montevideo, el equipo rival.

Allí, los cánticos no fueron los de siempre —de apoyo a un equipo—, sino de rechazo al fútbol insensible. Cantaban: “no se juega, por Lucas no se juega”. Había carteles, que después repitieron las redes sociales: “La pelota rodando mientras nos están matando”, “#SinJusticiaNoHayFútbol”, “#ElFútbolPara” y “#ElFútbolNoSeJuega”.

El comienzo del partido se retrasó una hora. Finalmente, Conmebol presionó al equipo uruguayo —que al ver la manifestación se había negado a jugar— a saltar al campo de juego.

Pese al veto de la FIFA a las expresiones políticas, el entrenador de River Plate, Marcelo Gallardo, declaró su inconformidad: “el fútbol no puede mirar para otro lado. No es normal venir a jugar un partido de fútbol en una situación tan inestable, en medio de lo que está viviendo el pueblo colombiano”.

Foto: Alcaldía de Bogotá - Las autoridades están obstinadas en hacer la Copa América

Ciudadanos antes que futbolistas

La Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales de Colombia (Acolfutpro) publicó una carta, fechada el 13 de mayo. Esta contenía una declaración de los capitanes de equipo, que deliberaron para decidir la posición del gremio: “los futbolistas profesionales se solidarizan con los colombianos que exigen un país mejor”.

Como ciudadanos antes que futbolistas, estos jugadores profesionales se pronunciaron sobre tres puntos:

  • Expresan “total apoyo al clamor del pueblo colombiano en su protesta”; respaldan a “esas voces que piden un país más justo, equitativo e inclusivo, en el que se nos garanticen a todos, sin distinción, las condiciones mínimas para vivir con dignidad”.
  • Solicitan al gobierno nacional “que las tramite sin dilación, promoviendo los mecanismos que garanticen un verdadero diálogo social”; exhortan para que se llegue a “acuerdos que permitan la construcción de una sociedad donde todos tengamos espacio y mejores oportunidades para progresar y vivir en paz y equidad”.
  • Finalmente, Acolfutpro le solicita a la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), a la Dimayor y a los clubes profesionales que “hasta que no se resuelva la actual situación de orden público que afecta a todo el país y pone en riesgo nuestra integridad, no se programen los partidos de las competencias en los torneos locales”.

La pausa indefinida del balón envía un mensaje claro: es inmoral celebrar algo —así sea un gol— en medio del baño de sangre que nos enluta.

Copa América en medio del paro

En Colombia, esta es la primera declaración de una agremiación deportiva que marca una posición política concreta. Reconoce el origen popular y legítimo de las demandas sociales, y asume los orígenes de la mayoría de los jugadores: camadas barriales y de clase media emergente.

Este comunicado sintoniza con las motivaciones del paro. En esa misma vía, les habla claro a dos instancias que representan la contraparte de las manifestaciones: el gobierno y las grandes corporaciones, representados por la FCF y la Dimayor —filiales de la FIFA y Conmebol, respectivamente—.

Es una posición inédita; tiene efectos inmediatos en lo deportivo y lo político: el fútbol para. Hay serias consecuencias, sobre todo para el negocio de la televisión, Considerando el peso social del fútbol, esta es una forma de presión para instar al diálogo y a la negociación, en las que tanto se ha demorado el gobierno.

¿Opio del pueblo? ¿Pan y circo?

El contexto de protesta social involucra al fútbol. Es importante para la gente, pero su prestigio tiene límites; la importancia del fútbol no descarta las preocupaciones políticas.

“Fútbol sí, pero no así”: esa sería la máxima que explica las actuales polémicas del deporte más popular en Colombia. Esto pone en entredicho el refrán “el fútbol es el opio del pueblo” y la vieja creencia de que es “pan y circo”.

Hubo un amplio rechazo al evento de la Copa América en Colombia, según encuestas contratadas por medios de comunicación y según las redes sociales; en estas últimas, abundaron los memes que muestran una pelota manchada de sangre.

La condena social al uso político del fútbol en el gobierno de Iván Duque fue contundente; también se criticó la indolencia e indiferencia de la industria: sin consideraciones humanitarias, se planeaba un espectáculo mediático en ciudades como Cali —devastada por la violencia—.

Las mayorías lanzan un mensaje implícito: el fútbol es punto de llegada de la euforia y de la celebración, no su punto de partida.

Por naturaleza, no se le puede pedir al fútbol que solucione algo fuera de su alcance: surgió como escenario de identidades y alteridades, de catarsis simbólica, como lo indican los fervores que despierta; pero no puede disimular problemas tan graves como los que denuncia el paro.

Fútbol sí, pero no así

A pesar del presidente Duque y de los directivos de la FCF y Conmebol, no se celebrará la Copa América en Colombia. Es inviable; la ciudadanía movilizada ya lo decidió, forzada a actuar por la terquedad e insensibilidad de los jerarcas.

Así mismo, la liga nacional entra en paro, según los futbolistas agremiados en Acolfutpro. Esto ratifica que ninguna actividad puede aparentar normalidad en las actuales circunstancias.

La pausa indefinida del balón envía un mensaje claro: es inmoral celebrar algo —así sea un gol— en medio del baño de sangre que nos enluta.

Es el país que menos la ha hospedado. Las dos veces que ha sido candidata —en el 2001 y ahora—, el orden público lo ha impedido. Hubo graves dudas sobre la seguridad del certamen del 2001; tras mucho lobby diplomático se convocó, pero Argentina no asistió. Queda para un análisis posterior el trauma que ha significado para Colombia ser anfitrión de la Copa América.

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