Las tensiones entre Rusia y Ucrania podrían desembocar en una guerra que involucre a Estados Unidos y Europa. Este es el trasfondo del conflicto y estas son sus posibles consecuencias.
Vladimir Rouvinski*
¿Un conflicto inevitable?
El conflicto en la frontera entre Rusia y Ucrania se ha escalado de forma inesperada y extraordinaria: Rusia tiene cerca de 100.000 soldados en la frontera, y durante los últimos días los medios han advertido que una invasión de Ucrania parece ser inminente.
Aunque las tensiones entre estos dos países nunca se aplacaron tras la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia (2014), pocos imaginaron que la situación empeoraría con tanta rapidez, y que Estados Unidos y las potencias europeas también se involucrarían en el conflicto: ante la posibilidad de una invasión, el presidente Biden autorizó a varios países europeos para enviar armas estadounidenses a Ucrania.
Durante décadas, las élites rusas se han sentido ignoradas por Occidente y han concluido que la única manera de hacer sentir su voz es “calentar” las relaciones internacionales.
Pero, si analizamos los eventos actuales como parte de un proceso más amplio, veremos que en realidad lo que está pasando no es tan sorprendente —y que de hecho, es tal vez es inevitable—.
Las razones del conflicto
En el fondo, la disputa entre Rusia y Ucrania es un conflicto entre Estados Unidos y los países que aceptan y quieren su liderazgo internacional, por un parte, y por la otra, los Estados que han tenido un lugar secundario y anhelan un nuevo orden mundial.
Rusia es el líder y protagonista de este segundo grupo. Durante décadas, las élites rusas se han sentido ignoradas por Occidente y han concluido que la única manera de hacer sentir su voz es “calentar” las relaciones internacionales. Como ha dicho el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, “somos muy pacientes, pero nuestra paciencia ha llegado a su fin”.
Hasta la fecha no ha funcionado ninguno de los acuerdos entre Rusia, Ucrania, Francia y Alemania para solucionar el conflicto. Desde la perspectiva rusa, esto se debe a que los mecanismos internacionales existentes han perdido su relevancia. Por eso Moscú se niega reconocer el papel de los países europeos en la mediación del conflicto e insiste en negociar directamente con Washington. Esto demuestra que Rusia no quiere apenas resolver el “caso” de Ucrania, sino un cambio de fondo en el orden mundial.
En realidad, las tensiones actuales son consecuencia de la demora en reconocer el nuevo poder internacional que ha adquirido la Rusia de Putin. Para entender ese poder hay que tener en cuenta la economía, la población o la fuerza militar, pero además el liderazgo de Rusia sobro otros países.
En muchos aspectos, la fuerza estratégica de Rusia no ha cambiado con los años: tanto en la década de los 90 como ahora, Rusia tiene paridad nuclear con Estados Unidos y deja muy por atrás a todos los demás miembros del “club nuclear”. Lo que ha cambiado es la determinación de las élites rusas de imponer su propia agenda internacional, usando todas las herramientas a su disposición.

¿Por qué Ucrania?
Hoy en día, pocos rusos y ucranianos recuerdan que en la década de los 90 sus países hicieron una alianza para dejar atrás el legado soviético y construir nuevas instituciones democráticas. Pocos lo recuerdan porque los caminos de Moscú y Kiev se han separado desde entonces:
- La Rusia de Putin abandonó el compromiso de seguir fortaleciendo la democracia liberal y escogió el camino de exaltar el “glorioso pasado soviético”, hasta llegar a interpretar de forma conveniente las guerras mundiales y las hambrunas.
- En cambio, para Ucrania, el rechazo del periodo soviético sigue siendo un pilar ampliamente aceptado por sus actuales élites.
Pero, para Rusia, Ucrania es un símbolo que va mucho más allá del rechazo o aceptación del pasado soviético. Recientemente, los ucranianos han tratado separar sus orígenes de la historia de Rusia. Para la mayoría de los rusos, esto es ni más ni menos que un “secuestro” de los símbolos más importantes de su nación. Como resultado han surgido los odios y rencores entre rusos y ucranianos, que sirven para sustentar las políticas de sus élites.
Por otro lado, el conflicto en Ucrania no se limita a la seguridad estratégica de Rusia. Detrás de las preocupaciones militares están las tensiones políticas e ideológicas entre Occidente y Oriente. No se debe olvidar que el punto de partida del actual conflicto fue el intento de Putin de evitar que Ucrania firmara un acuerdo con la Unión Europea y comenzara su acercamiento político y económico con este bloque.
El plan inicial de Putin fracasó, su aliado Victor Yanukovich encontró refugio en Rusia y Ucrania prosiguió su acercamiento a Europa del Oeste, pero Moscú no aceptó la derrota.
En otras palabras, es equivocado afirmar que el conflicto se deba apenas a que Rusia no quiere que Ucrania sea parte de la Organización el Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Rusia ha dicho que esto sería inadmisible, puesto que comparten fronteras. Pero hoy por hoy varios miembros de la OTAN tienen fronteras comunes con Rusia: es el caso de Polonia, Lituania, Letonia, Estonia y Noruega. Además, Rusia también tiene un enclave dentro de la Unión Europea, que incluye una enorme base militar: Kaliningrado, ubicada entre Lituania y Polonia.
Adicionalmente, como resultado de las acciones rusas, países que siempre se habían mantenido neutrales, como Suecia y Finlandia, no descartan su unión a la OTAN. Debo resaltar que Finlandia también tiene frontera común con Rusia, o sea que esto habría de ser igual de preocupante para Moscú.
Desde la perspectiva rusa, América Latina sigue siendo “el patio trasero” de Estados Unidos. Por eso, durante las últimas dos décadas, Rusia ha tenido una política de reciprocidad con respecto a América Latina.
Pero la verdadera apuesta de Rusia es otra: el objetivo del conflicto con Ucrania es legitimar un nuevo orden internacional, donde Rusia tenga una esfera de influencia sólida y dentro del cual se incluiría a Ucrania. Putin también ha tratado de llevar a esta esfera de influencia a otras repúblicas de la exUnión Soviética rusa, incluyendo a Belarus y varios países del Cáucaso y Asia Central.
Desenlaces posibles
Según uno de los más famosos escritores rusos, Antón Chéjov, si en el primer acto de una obra de teatro hay un rifle colgado sobre la pared, en el siguiente acto el rifle va a ser disparado. En el conflicto entre Rusia y Ucrania, la fuerza letal de ambos lados ha aumentado como nunca en la historia reciente de estos países. La pregunta es si el rifle será disparado.
Este conflicto podría tener dos desenlaces posibles:
En el primer escenario, Estados Unidos y Rusia logran comenzar un proceso de negociación y encuentran un mecanismo para desescalar el conflicto en Ucrania. Este mecanismo podría incluir el restablecimiento de canales diplomáticos permanentes y de escala suficiente, como las misiones de la OTAN, y el aumento del número de los diplomáticos en las embajadas. Aunque es poco probable que Moscú logre conseguir todo lo que quiere, llamar la atención de Occidente y negociar con Estados Unidos como un igual sería una victoria.
En el segundo escenario, Rusia anexa parte de Ucrania utilizando la misma estrategia que le sirvió para anexar la península de Crimea. Ya hace unos días, el Partido Comunista –que hace parte de la oposición– solicitó el reconocimiento de la independencia de las repúblicas separatistas de Donbas y Lugansk en territorio ucraniano. Podría suceder que estos nuevos territorios independientes pidan ser aceptados como parte de Rusia y que el parlamento ruso los acepte. Después las tropas rusas llegarían a estos territorios, tal como sucedió en el caso de Crimea.
El hecho de que la solicitud de independencia hubiera sido formulada por un partido opositor y no oficialista indica que este es el “plan B” de Putin, en caso de que las negociaciones con Washington fracasen. Este segundo escenario podría terminar con una guerra a gran escala con Ucrania, cuyas consecuencias serían catastróficas tanto para Kiev como para Moscú.
Consecuencias para América Latina
Desde la perspectiva rusa, América Latina sigue siendo “el patio trasero” de Estados Unidos. Por eso, durante las últimas dos décadas, Rusia ha tenido una política de reciprocidad con respecto a América Latina, pero ha sido una reciprocidad simbólica que no ha va más allá de unas pocas declaraciones.
Por lo anterior, es muy poco probable que Rusia trate de usar territorios latinoamericanos como bases militares. Esto tendría un altísimo costo económico para Moscú y además implicaría enormes riesgos, pues podría dar comienzo a una nueva guerra fría de escala mundial. Seguramente no es esto lo que quiere Putin, pues sabe bien que los enormes gastos militares fueron una causa principal del colapso de la Unión Soviética.