Mal definida por Uribe y por Santos, la noción de “confianza inversionista” se presta a serias falacias. Un análisis riguroso de las cifras muestra que la inversión extranjera sí aumentó durante los últimos años, pero no por confianza de los inversionistas.
Marcela Anzola
¿Pura propaganda?
La confianza inversionista ha sido uno de los caballitos de batalla de Álvaro Uribe Vélez. Tanto durante sus dos periodos de gobierno, como al concretar los ideales del nuevo movimiento político Puro Centro Democrático, éste concepto ocupa el lugar central, junto con los de Seguridad Democrática y Cohesión Social.
A pesar de la importancia del concepto, dentro del ideario de Uribe no se encuentra una definición explícita del mismo. Tan solo se menciona marginalmente en el Plan de Desarrollo 2006-2010: “La confianza del inversionista permite el crecimiento económico con el cual se pueden financiar los instrumentos de cohesión social previstos en el Plan.” (Artículo 6º de la ley 1151 de 2007).
![]() Foto: Presidencia. |
Quizás lo que más se acerca a un intento de definición se encuentra en el discurso que Uribe pronunció en la reunión del World Economic Forum de 2010, donde afirmó que en América Latina el crecimiento económico y la confianza inversionista dependen de la existencia de democracias estables, para lo cual considera cinco elementos como fundamentales: seguridad democrática, libertades, cohesión social, respeto a los Estados con instituciones independientes y participación ciudadana.
Estos mismos elementos son las bases ideológicas del movimiento Puro Centro Democrático: la seguridad, las libertades, la cohesión social, la institucionalidad, y la participación pluralista de los ciudadanos.
Pese a la falta de precisión del término, Uribe lo utiliza repetidamente para descalificar el gobierno Santos, acusándolo de “haber minado la confianza inversionista”. A lo cual Santos ha respondido que el crecimiento continuo de la inversión extranjera durante su gobierno demuestra lo contrario.
Por su parte, Santos tampoco se ha ocupado de definir el término. El Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, Prosperidad para Todos se limita a contemplar de manera general una serie de acciones para mejorar el entorno de los negocios y promover la participación privada [1] sin ocuparse expresamente de este concepto.
En la práctica, en ambos casos el concepto se identifica con los resultados: tanto para Uribe como para Santos existe confianza inversionista porque hay inversión extranjera en el país, y hay inversión porque existe confianza.
Inversión no es igual a confianza
Se trata, sin embargo, de una conceptualización circular que deja por fuera elementos fundamentales. Este tipo de definiciones son problemáticas:
- De una parte porque llevan a apropiarse de manera indirecta de las características subyacentes al concepto en cuestión. En otras palabras, equivale a decir o a suponer que Colombia reúne los elementos necesarios para generar la confianza inversionista, sin detenerse a analizarlos y sin tener en cuenta que esta confianza no solo encierra un complejo conjunto de decisiones empresariales, sino además una serie de condiciones político-económicas que debe reunir el Estado.
Para Moran [2], por ejemplo, una política para atraer inversión extranjera directa depende principalmente de: baja inflación, tasas de cambio “de equilibrio”, crecimiento económico sostenido, altas tasas de alfabetismo, libre comercio, ausencia de tensiones étnicas, bajos niveles de corrupción, instituciones políticas estables y transparentes, sistemas judiciales independientes y altamente capacitados, y más recientemente, baja incidencia de enfermedades como el SIDA, la malaria y otras enfermedades infecciosas, así como buen acceso a internet.
- De otra parte, la definición adoptada por Uribe–Santos plantea un falacia en tanto deja por fuera el hecho de que la confianza inversionista tiene un peso diferente como criterio de decisión, dependiendo del sector al cual se dirige la inversión.
No es lo mismo un cierto volumen de inversión en sectores como minería, hidrocarburos o servicios públicos (electricidad, comunicaciones, agua), que una inversión en el sector de manufacturas o comercio. Mientras que en el primer caso la decisión de invertir requiere primordialmente de la existencia de recursos naturales en un determinado lugar o de un proyecto para cubrir las necesidades de una comunidad, en el segundo caso van a jugar un papel central factores como la estabilidad política o la existencia de condiciones adecuadas para establecer la inversión.
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En otras palabras, argumentar que existe confianza inversionista porque hay inversión extranjera puede ser cierto en el caso de inversiones en las que las características políticas de un país sean trascendentales para el desarrollo de la respectiva actividad, pero no en aquellas donde no haya posibilidad de escoger entre un país u otro, simplemente porque la inversión debe hacerse donde se encuentren los recursos naturales (minas y yacimientos petroleros) o el respectivo proyecto.
Es por esta razón que en el caso colombiano, en particular, la ecuación “inversión = confianza” debe manejarse con cierta cautela, porque el peso de las inversiones en sectores de recursos naturales y prestación de servicios públicos puede debilitarla.
Qué dicen los datos
Es indudable que la inversión extranjera en Colombia ha aumentado durante la última década, y esto podría interpretarse prima facie como un signo de aumento en la confianza inversionista; así lo muestra el grafico siguiente:
Gráfico 1
Al desagregar las cifras por sectores se encuentra, sin embargo, que buena parte del aumento a partir del 2005 se debe a inversiones en el sector de hidrocarburos y minería, con algunos picos en “otros sectores” en años específicos: 2005, 2007, 2008, 2011:
Gráfico 2
El pico más alto en “otros sectores” corresponde al 2005. No obstante, este debe mirarse con ciertas reservas, pues se explica en buena parte por la transacción entre Bavaria y SAB–Miller, que implicó también una importante salida de capital colombiano (pero que se registró como inversión colombiana en el exterior):
Gráfico 3
Cuatro sectores bajo la lupa
Adicionalmente, cuando se analiza en detalle la inversión en “otros sectores” se encuentra que el mayor porcentaje se concentra en cuatro de ellos: Manufacturas; Servicios Financieros y Empresariales; Transportes y Comunicaciones; y Comercio, Restaurantes y Hoteles:
Gráfico 4
Sin embargo al analizar estos sectores, se encuentran algunos puntos interesantes:
- En primer lugar, en lo que concierne al sector de manufacturas, donde aparentemente se concentra el mayor flujo de inversiones, se observa que estas se mantienen relativamente estables desde 1994, salvo en tres años: 2005 donde, como ya se anotó, el efecto Bavaria –SAB Miller juega un papel importante, y el 2007 y el 2008, donde hay un crecimiento de cerca del 100 por ciento respecto de los demás años.
Es interesante observar cómo el monto de las inversiones durante el período 2002-2004 y el 2009-2011 son incluso similares a las del cuatrienio 1994-1998, época para la que se consideraba que la “confianza inversionista” había sido muy baja por efectos del proceso 8.000:
Gráfico 5
- En el caso de los servicios financieros y empresariales (el cual comprende también las actividades auxiliares de la intermediación financiera y las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler), durante el cuatrienio 2002-2006, no se observa un crecimiento respecto de los anteriores cuatrienios. Las inversiones se concentran en el 2007, 2008 y 2010, y vuelven a bajar en el 2011.
Gráfico 6
- En el caso del sector de Transportes, Almacenamiento y Comunicaciones, las cifras reflejan principalmente las inversiones realizadas en el sector de telecomunicaciones:
Gráfico 7
- Finalmente, en el sector de Comercio, restaurantes y hoteles se observa un crecimiento a partir del 2006, y sobresale el desempeño del 2011. Estas cifras reflejan principalmente las inversiones que se han hecho en almacenes de cadena o grandes superficies:
Gráfico 8
Falta un análisis de costo/beneficio
Si bien es cierto que se observa un aumento en las inversiones extranjeras, este no necesariamente puede atribuirse a la “confianza inversionista”, y menos aún con las implicaciones que tiene este término en la teoría.
Se trata más bien de una utilización con fines políticos, pero que además no corresponde a un análisis económico serio sobre los costos y beneficios de la inversión extranjera, quizás lo más grave.
Esto se hace evidente cuando se observa que los flujos de inversión extranjera en Colombia no solo se han dirigido hacia sectores con muy bajo impacto en términos de valor agregado y de generación de empleo calificado, sino que además han sido objeto de profundos cuestionamientos en materia ambiental.
* Abogada de la Universidad Externado de Colombia, LL.M. Universidad de Heidelberg, Lic.oec.int Universidad de Konstanz, se desempeña como consultora en las áreas de comercio internacional, inversión extranjera y corrupción.
@marcelaanzola