Primero Vargas coleccionó las maquinarias y ahora le quitó las banderas a Uribe. A los demás candidatos les falta la maquinaria o les falta la opinión. Un análisis de las fuerzas profundas que parecen mover a los votantes cuando se acercan las nuevas elecciones.
Hernando Gómez Buendía*
Profecía sin encuestas
Este artículo es una profecía, pero además y sobre todo quiere ser un examen ordenado de las fuerzas subterráneas que mueven las elecciones en Colombia.
Por eso, más que acertar en un pronóstico, espero que mis hipótesis sobre el proceso electoral ayuden a la reflexión de los lectores -y tal vez al avance de las candidaturas progresistas-.
Este ejercicio puede ser más útil- pero más arriesgado– precisamente porque falta mucho tiempo para las elecciones o, en todo caso, porque la incertidumbre es todavía muy alta. Y tanto así que, como creo haberlo mostrado en Razón Pública, “las encuestas que se han publicado hasta el momento no dicen absolutamente nada sobre quién vaya a ser el próximo presidente o presidenta de Colombia”.
A falta de las encuestas, uno puede no opinar (y quedarse sin oficio), o puede apelar a su saber acumulado – a sus “prejuicios educados”- para tratar de leer hacia dónde van las cosas.
Comienzo entonces por un hecho, una distinción y un supuesto que enmarcarán el análisis:
- El hecho es la doble vuelta, vale decir que sólo las dos primeras minorías tienen el chance de escoger al presidente.
- La distinción es entre “maquinaria” y “opinión”, entre votantes por motivos clientelistas y votantes por programa o imagen del candidato. Esta distinción es discutible -e imposible de cuantificar-, pero aquí la usaré solo para ordenar la presentación.
- El supuesto consiste en que antes de la primera vuelta se habrán decantado cinco candidaturas con alguna opción de ganar la Presidencia:
- La del No (Uribe-Pastrana esto es, Centro Democrático, Ramírez y Ordóñez);
- La de Vargas Lleras;
- La de la paz (Partido Liberal e izquierda “no petrista”);
- La de la “Coalición Colombia” (CC), y
- La de Petro.
No descarto que algunos de estos bloques se unan para primera vuelta (el 1 con el 2, o el 3 con el 4), y a las demás candidaturas las doy por no existentes o por no opcionadas (partido conservador, FARC, iglesias cristianas, Pinzón y demás desconocidos).
Las maquinarias
Digamos, con otro supuesto crudo, que las maquinarias son las que eligen congresistas y que sus fuerzas son las que mostraron en la última elección para Senado. La situación para primera vuelta sería entonces como sigue:
Esta gráfica implica (i) que cinco “maquinarias” tienen candidato propio, (ii) que entre estas cinco el orden por tamaños es Uribismo, Paz, Vargas, CC; (iii) que sin embargo casi la mitad de los votos “amarrados” estarían disponibles para el candidato que ofrezca más prebendas y sea más o menos afín al grupo respectivo, y (iv) que si sumaran su pleno potencial, el orden de las candidaturas sería Paz (30, 1 por ciento)- Uribismo (27,9 por ciento)- Vargas (26,2 por ciento ), y CC (7,7 por ciento).
Dicho de otra manera: Petro no tiene maquinaria, la CC tiene muy poquita, y casi toda ella se reparte entre amigos y enemigos del Acuerdo de Paz.
En este mundo de la maquinaria, el que tiene un mayor potencial de crecimiento es Vargas Lleras, y por eso pasó meses discretamente dedicado a sumar 17 “casas” o personajes que no eran parte de Cambio Radical en casi todos los departamentos. Como detallará un artículo de Daniela Garzón para la próxima entrega de Razón Publica, lo que Vargas ha logrado es suficiente para llamarlo desde ahora “el candidato de la maquinaria”.
Y en todo caso – o independientemente de quienes sean sus candidatos- si en la segunda vuelta se midiera el bloque del “no” contra el del “sí”, el aporte de las maquinarias sería casi igual para ambos bandos, así:
Fijos |
Disponibles – Máximo adicional (P.U, P.C O.C) |
Máxima votación posible |
|
Bloque No (C.D + C.R) |
3,042,436 |
4,701,616 |
7,744,052 |
Bloque Sí (P.L + C.C+ ¿Mira?) |
3,181,540 |
4,701,616 |
7,883,156 |
En resumen, al mirar las maquinarias podemos concluir dos cosas importantes:
- Que Petro o la CC tendrían que barrer en la opinión para ganar las elecciones, y
- Que el candidato de la paz tendría que tener más votos de opinión que Vargas o que Uribe.
Pero esto no va a ocurrir: a un outsider no le alcanza la opinión para derrotar la maquinaria, y el “no” al Acuerdo pesa mucho más qué el “sí” entre la opinión.
Es lo que paso a explicar en el resto de este artículo.
La opinión
![]() Candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko. Foto: Conexión Capital |
La “opinión” no es tan reflexiva como la pintan. Más bien se mueve por sentimientos profundos (casi siempre negativos), cosmovisiones o prejuicios arraigados que los amigos y las redes sociales reconfirman ante cada coyuntura o votación.
En la Colombia de hoy es claro que en la opinión compiten una bandera positiva (la de la paz) y tres banderas negativas (contra la corrupción, contra el Acuerdo de La Habana y contra el hambre o la injusticia social).
Añadiré que lo que está pasando en estos meses de precampaña es la carrera “interna” para decidir quién se queda con cada una de las cuatro banderas:
- La de anticorrupción se la tomó Claudia López, pero está compitiendo con Fajardo (Robledo pinta más bien como cabeza de Senado).
- La del hambre se la tomó Petro, aunque el resto de la izquierda lo apoyaría en la segunda vuelta.
- La de la paz le cae mejor a De la Calle, pero la está disputando con Cristo (y a esta coalición se sumarían Clara López, Piedad Córdoba y “Timochenko”).
- Y por su parte la bandera del “no” es propiedad del uribismo, pero ninguno de sus precandidatos logra despegar porque Uribe se demora en decidir a quién prefiere. Vargas en cambio vino desde afuera y le dio un “raponazo” a esta bandera, con su andanada de ataques a la JEP, a las FARC, a Maduro y a todo lo que huela a “castro-chavismo”.
Y en este punto aprieto mis hipótesis sobre por qué la bandera que tiene más poder es la del No – vale decir, la bandera que Vargas acaba de apropiarse-.
1. La corrupción
Con 4.312.653 firmas en favor de su consulta, uno diría que Claudia López ya ganó las elecciones.
Pero López tendría que ganarle a Fajardo, y en la segunda vuelta tendría los problemas de ser mujer y gay en un país machista y homofóbico. Fajardo está más cerca de ser el candidato de la anticorrupción, pero no toma posiciones duras ni está tan claramente desmarcado de la “clase política”.
Como además creo haber mostrado en otro artículo, la bandera de la anticorrupción tiene dos problemas serios: (i) que en ambos bandos hay honrados y hay corruptos, y (ii) que tenemos muchos políticos corruptos porque la gente vota por políticos corruptos.
Ahora añado la hipótesis de fondo: con la bandera de la anti-corrupción no se elige a un candidato que acabe la corrupción sino al outsider que destruya el “sistema” que causa todos los males de la gente. Para no darle más vueltas, recordaré que Trump y Chávez fueron elegidos “para acabar la corrupción” es decir, para barrer al “establecimiento” que se lo roba todo y solo piensa en sus propios intereses.
Pero un outsider que invoca la moral (como hizo Mockus y hace ahora la CC), es apenas un outsider de la clase media, no el outsider de las masas populares, que además necesita de una crisis profunda para barrer con el establecimiento. Y esto me lleva a mi segunda hipótesis.
2. El hambre
Petro es el outsider que sí asusta al establecimiento porque podría movilizar a los pobres hacia un gobierno o un “populismo” de izquierda.
Pero Petro tiene problemas de imagen personal, no tiene maquinaria y no unifica a la izquierda. Peor todavía, Petro tiene en su contra el poder de la chequera, el de los medios y el de los organismos de control (incluyendo una multa impagable que impediría su posesión).
Y sobre todo: Colombia es el país de América Latina donde el populismo no pelecha, el país de la eterna ortodoxia económica que tanto aplauso recibe desde Washington. Esto en mi opinión se debe a que el Estado colombiano se fragmentó en “compartimentos estancos”, y la política económica depende de una tecnocracia completamente aislada de los políticos.
Por eso llevamos casi un siglo de mediocridad dorada, de crecimiento económico modesto pero sostenido, de inflación moderada y desempleo estable. En el resto de América Latina, el populismo emerge con las recesiones agudas y desemboca en las hiperinflaciones que devuelven el poder a la derecha, de manera que el ciclo económico se reconvierte en un ciclo político.
Pero la “recesión” que atraviesa Colombia no tiene el dramatismo suficiente para reconvertirse en explosión populista y llevar a Petro hasta la Presidencia.
![]() Germán Vargas Lleras rapó la bandera del No Foto: Vicepresidencia de la República |
3. La paz
Esta parece ser la bandera más obvia, y fue la que ganó las pasadas elecciones. Pero ya no funciona.
Lo que la gente quería era acabar con la violencia de las FARC, y esto sucedió desde hace tiempo. Por eso a nadie le interesa que se cumpla el Acuerdo de La Habana, ni nadie cree que los colombianos tengamos alguna deuda o alguna obligación con los ex guerrilleros.
Por eso la bandera de la paz mueve muy poca opinión. Peor todavía: como las FARC eran -y son- un cadáver político que por lo mismo no tendrá fuerza en el Congreso, Santos quedó como garante de la “implementación del Acuerdo” -o sea que quedó como el vocero de las FARC-.
En estas raras circunstancias, elegir al candidato de la paz el año entrante sería como elegir de nuevo Santos, con la pequeña adición de que en 2014 las FARC seguían disparando y secuestrando.
Pero eso ya pasó.
4. El No
El cumplimiento del Acuerdo no le interesa a la gente, pero el odio a las FARC sigue moviendo a más de la mitad de la opinión (y esto fue lo que se vio en el plebiscito).
Esta es mi cuarta hipótesis: el “no” al Acuerdo se transmutó en la bandera más amplia de la cosmovisión reaccionaria que predomina entre los colombianos. La mayoría de la gente “reacciona” contra una situación que ven como desorden, inmoralidad y falta de valores- o sea de autoridad, familia y religión-. De manera refleja, casi instintiva, esto conlleva el “no” a los guerrilleros, los delincuentes, los forasteros, los diferentes, los comunistas, los vagos, los perezosos, los gais, las mujeres “liberadas”…
Este !No! infranqueable fue el que le dijo “no” a la impunidad para los guerrilleros, a la “ideología de género” y a las reformas “comunistas” del Acuerdo. Y es un No que -después y más allá de ese Acuerdo – revive y se amplía por obra, gracia y estupidez de los supuestos amigos del Acuerdo:
- De Santos, que por tomar la vocería de las FARC pasó de ser un oligarca sin tapujos a ser el jefe del “castro-chavismo”,
- De Maduro, cuyo fracaso estruendoso se manipula y deforma como la gran amenaza de Colombia (cuando el trauma real para Colombia va a ser el derrumbe total de Venezuela),
- De Petro, que viene de la guerrilla, que es amigo de Maduro y que servirá de “coco” si se sigue asomando en las encuestas,
- Y para rematar, del partido de las FARC, que no tiene ningún voto pero lanzó a “Timochenko” y con eso les confirmó a los colombianos que estamos a punto de caer en garras del narcoterrorismo comunista.
Letra menuda
![]() Expresidente Álvaro Uribe junto a el candidato Germán Vargas Lleras. Foto: Razón Pública |
De modo pues, que en resumen, el candidato de la maquinaria es además el más firme y visible vocero actual del No: Vargas será el ganador.
Pero queda el detalle de Uribe. Su alianza con Vargas se ha venido fraguando y anunciando porque ellos piensan lo mismo y les conviene a ambos. Y sin embargo la suya es una rara relación:
- De cercanía y odio, que incluso tiene recovecos tan oscuros como quién orquestó el atentado contra Vargas o como el miedo bien fundado de que Vargas resulte ser otro “traidor”;
- De quién pone las condiciones, porque Uribe es el caudillo y Vargas fue su auxiliar pero Uribe es el pasado y Vargas es el futuro.
Suena raro decirlo pero Uribe necesita más de Vargas que Vargas de Uribe en le medida en que Vargas puede apelar -y está apelando- directamente a la opinión uribista. Uribe entonces tiene el dilema de ceder ante Vargas o de apostarle a un candidato más confiable (¿?) y esperar a la segunda vuelta. Pero con esto corre el riesgo de dividir el voto -y el de quedarse sin el queso y sin el pan-.
También queda el detalle de Santos, cuyo único interés – y única opción- es no ser o parecer derrotado por Uribe, y por eso ha seguido repitiendo que Vargas es su “leal y buen amigo”. También, para “neutralizarlo”, podría arrimarle unos amigos de la U y la poca mermelada que le queda.
Con esto Vargas, apoyado por los dos archienemigos, podría además decir que él está por encima de la polarización y que por fin nos sacará de ella: ¡bienvenidos al futuro!
De modo pues que Vargas Lleras tiene un solo enemigo: Vargas Lleras.
Pero para borrar la antipatía que despiertan sus amigos malucos, sus pasos dudosos y sus gestos patanes, Vargas tiene los memorandos técnicos que aprende de memoria, su buen manejo de los debates en televisión, los asesores de imagen, la chequera, los gremios, el Fiscal y los medios que manejan “la opinión”.
Es la Colombia que es, no es la que yo quisiera.
*Director y editor general de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic en este enlace.