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¿Cómo vivir con un vecino problemático?

Escrito por Mehmet Ozkan
Presidente Juan Manuel Santos, junto al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

Mehmet OzkanLecciones de otros países para Colombia frente a Venezuela.

Mehmet Ozkan*

Malos vecinos, nuevos desafíos

Tener un vecino problemático no es una decisión, sino una situación que se debe aprender a llevar.

Distintos países del mundo han tenido que aprender a vivir con los problemas y las diferencias que resultan como consecuencia de una “mala vecindad”. Esto ha ocurrido, por ejemplo, entre Sudáfrica y Zimbabue, Turquía y Siria, Afganistán y Pakistán o entre India, Pakistán y China.

Colombia también deberá aprender a relacionarse de una forma diferente con Venezuela a pesar de los problemas que afectan a ese país o que afectan el nuestro: en el pasado, el apoyo a los grupos terroristas y, actualmente, el declive económico y la gran cantidad de  venezolanos que llegan a Colombia.  Aunque existen estimativos muy distintos sobre el número actual de inmigrantes, es indudable que su presencia se ha convertido en un desafío tanto para las instituciones colombianas como para la política exterior y la forma como se ha llevado hasta ahora.

Uno de los mayores problemas es la politización de los asuntos entre Colombia y Venezuela, pues incluso los problemas humanitarios básicos no se pueden despolitizar fácilmente.

Frente a este panorama ¿cuál es la política exterior que Colombia debería desplegar con Venezuela? ¿Colombia deberá estar o no a la vanguardia en criticar la situación política del país vecino?

Cuatro claves para Colombia

Inmigrantes venezolanos.
Inmigrantes venezolanos.
Foto: Ministerio de Salud

Lo primero que debería considerarse es que tener un vecino fuerte y conflictivo es, de lejos, una situación indeseable que complica las decisiones en materia de política exterior y limita las opciones disponibles.

Pero en segundo lugar, el vecino en problemas está también expuesto a la influencia de terceros países, de manera que al país de al lado le conviene hablar poco y hacer mucho. La mayor parte de sus acciones deben hacerse de manera confidencial, estar lejos de la polémica y orientarse a resolver los problemas concretos que lo afectan.

Los Estados que han hecho lo contrario han pagado un alto precio a largo plazo, de manera que Colombia necesita aprender las lecciones del pasado reciente y tomar un nuevo rumbo.

En  efecto: la política reciente de Colombia hacia Venezuela ha consistido en hablar mucho y hacer poco. Es probable que ante la cercanía de un cambio de gobierno, el presidente Santos haya decidido adoptar una postura firme con la intención de dejar un legado positivo.

Pero el conjunto de decisiones con respecto a un ‘mal vecino’ competen al Estado y a la sociedad en su conjunto, no apenas al gobierno de turno. Las consecuencias de una decisión equivocada seguirán registrándose a lo largo del tiempo.

Por eso urge que el propio Santos vire ya mismo hacia una política exterior responsable, enfocada en resolver los problemas actuales y en prevenir los problemas futuros.

En tercer lugar debe notarse que un gobierno dedicado a hablar mal de su vecino problemático pierde su capacidad de maniobrar positivamente. Siempre será mejor mantener todas las opciones sobre la mesa que tener únicamente la más dura.

Usualmente en situaciones como estas, los países aliados (como decir en nuestro caso, Estados Unidos) presionan a su aliado para que aplique la mano dura, a pronunciarse contra el gobierno vecino e incluso a ser la voz de la comunidad internacional.

En algunos casos esto puede parecer deseable, pero nada demuestra que sea posible tener éxito si el país actúa de esta manera. Más bien  la experiencia demuestra que los  aliados internacionales dejan al país solo con el problema: lo habitual es excusarse y prometer una  ayuda que jamás llega y, si lo hace, llega tardíamente o es insuficiente.

En cuarto y último lugar, si Colombia pretende diseñar una política exterior eficiente y apropiada que a largo plazo permita solucionar los conflictos con Venezuela, deberá tener en cuenta lo ocurrido en otros países en situaciones similares.

Errores y lecciones

El primer ejemplo es el de Sudáfrica y Zimbabue entre 2002 y 2017.

A comienzo de los años 2000, el presidente zimbabuense Robert Mugabe comenzó a expropiar tierras a los blancos y a desplegar una política represiva contra la oposición. Esto condujo al aislamiento de Zimbabue y su declive económico, pues la comunidad internacional impuso sanciones y presionó a su vecino Sudáfrica para tomar una posición dura frente a Mugabe.

Thabo Mbeki, presidente de Sudáfrica en ese momento, rechazó firmemente a Mugabe y adelantó una “diplomacia silenciosa” (“quiet diplomacy”) consistente en tratar de  influir sobre otros mediante negociaciones secretas o absteniéndose de emprender una acción específica.

El gobierno de Mbeki no habló mucho en público, sino que se trabajó arduamente para lograr que las partes implicadas llegaran a un acuerdo en Zimbabue. Sudáfrica actuó  como mediador en la crisis y de ese modo amplió sus opciones para lidiar con el problema, al mismo tiempo que evitaba ser vista como una marioneta de los jugadores internacionales.

El segundo ejemplo es lo ocurrido entre Turquía y Siria entre 2012 y 2013.

Desde 2012 Turquía tomó una posición bastante dura contra el régimen de Bashar al-Ásad, dentro de la cual había dos elementos en juego: (i) El ambiente renovador de la “primavera árabe” que había triunfado en Túnez, en Egipto y en Libia, y (ii) El apoyo de Occidente que indujo a Turquía a ponerse al frente del problema sirio.

Pero las cosas no resultaron bien porque Turquía no fue capaz de derrocar el régimen de

al-Ásad, ni siquiera con el apoyo de los actores internacionales que se oponían al régimen sirio. En tan solo un año, la comunidad internacional cambió de posición y dejó a Turquía en medio de una crisis que incluía refugiados y grupos terroristas.

Aunque Turquía tomó la posición que éticamente era correcta, comprendió que hablar demasiado alto fue un error, pues limitó sus opciones para actuar ante Siria. Por eso en 2014 Turquía retomó una “diplomacia silenciosa”, hablando con todos los actores locales e internacionales.

Diplomacia silenciosa

Problemas de escasez en Venezuela
Problemas de escasez en Venezuela
Foto:  Wikimedia Commons

Parece ser que Colombia no tiene otra opción que la “diplomacia silenciosa” frente a la gravísima crisis de Venezuela.

El gobierno colombiano no puede ni debe confiar en las promesas de los actores internacionales, pues es muy probable que cambien de posición tan pronto como la situación de Venezuela deje de ser objeto de su interés.

De ser así, Colombia acabaría con millones de venezolanos refugiados, más problemas en la frontera y probablemente con poca ayuda de la comunidad internacional.

Si Colombia no está pensando sólo en lo que ocurrirá este año sino en las relaciones con el país vecino por lo menos dentro de la próxima década, el gobierno deberá revisar cuidadosamente los ejemplos sudafricano y turco, con el fin de aprender de sus experiencias. De lo contrario, cometerá los mismos errores de estos otros países y aprenderá a vivir con un vecino problemático, pero pagando un alto precio.

* Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. Ph.D en Relaciones Internacionales de la Universidad de Sevilla (España) y master en Política Africana de la Universidad de Johannesburgo (Sudáfrica), master en Política Europea de la Universidad de Linkopings (Suecia) e Internacionalista de la Universidad de Estambul (Turquía). @_MehmetOzkan

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