En este libro Charles Tilly explica cómo y por qué se han consolidado y debilitado las democracias durante los últimos cinco siglos en el mundo. Y su enfoque podría aplicarse al caso del posconflicto en Colombia, como también a la crisis de Venezuela.
Armando Mercado*
Democracia
Charles Tilly
Akal
2010
Una pregunta siempre pertinente
Con el autogolpe de Estado que ocurrió la semana pasada en Venezuela podemos preguntarnos desde cuándo ese país dejó de ser una democracia y cuándo inició su proceso para dejar de serlo. O, si preferimos analizar nuestra propia coyuntura, podemos preguntarnos si el acuerdo de paz con las FARC profundizará la democracia en Colombia y si podemos llamar democrático un Estado donde asesinan sistemáticamente líderes sociales.
Las preguntas y reflexiones sobre la democracia no son nuevas. Para Aristóteles, la democracia era la mejor entre las peores formas de gobierno. Para Churchill, la democracia era “la peor forma de gobierno, con excepción de todas las demás…”. En la actualidad, la mayor parte de los países del mundo se reconocen como democráticos, tanto en la letra de sus constituciones como en los discursos de sus jefes de Estado. Una pregunta distinta es si en realidad lo son o no.
Entender la democracia como un proceso histórico más que como un sistema estático y preguntarse por el grado de democratización de un país más que por si cumple o no unos requisitos básicos de formalidad son algunos de las propuestas que hizo Charles Tilly en su último libro publicado en español –y penúltimo publicado en inglés– antes de morir en 2008.
Se trata de una obra que decidió llamar Democracia, a secas. Allí, Tilly, con su habitual erudición histórica, describe, analiza y explica cómo se han desarrollado los procesos de democratización y “des-democratización” en el mundo durante los últimos cinco siglos. Esta obra es una exitosa combinación de las dos grandes líneas de investigación que desarrolló Tilly a lo largo de su vida: los movimientos sociales y sus repertorios de lucha política y los procesos de construcción de Estado.
¿Qué es la democracia?
![]() El Acuerdo de Paz ¿servirá para profundizar nuestra democracia en términos de Tilly? Foto: Presidencia de la República |
Tilly comienza por analizar los cuatro tipos de democracia que han sido definidos por la literatura: constitucionales, sustantivas, procedimentales y procesuales.
- De las constitucionales dice que un país que defienda derechos políticos y libertades civiles solo en la constitución y no en la práctica no debe ser considerado democrático, no solo por parte de los académicos sino por cualquier analista o ciudadano medianamente informado.
- De las sustantivas Tilly advierte que al sobrecargar la democracia de expectativas –como reducción de la pobreza, crecimiento económico sostenido, ausencia total de corrupción, etc.– el concepto se reduce tanto que acaba siendo poco útil para el analista, pues bajo todos esos criterios solo un pequeño grupo de países podrían ser considerados democráticos. Si las definiciones constitucionales pecan por formalistas, las sustantivas pecan por maximalistas.
- Con respecto a las definiciones procedimentales, Tilly reconoce que tienen la ventaja de limitar la democracia a una serie de procedimientos empíricamente observables (elecciones, multipartidismo, alternancia, etc.) que permiten hacer comparaciones de gran alcance y formular generalizaciones. No obstante, considera que al estudiar solo los procedimientos democráticos de un país como si se tomase una foto instantánea el análisis es demasiado estático y descuida los procesos históricos.
- Por este motivo, Tilly propone una definición procesual que tiene en cuenta los procedimientos democráticos básicos, pero analiza los procesos históricos que permiten a un país ser más o menos democrático. Si las definiciones procedimentales nos dicen qué país es democrático y cuál no lo es, las procesuales nos dicen, además, cómo han sido los procesos de democratización y “des-democratización” de los países que estamos comparando. De este modo también es posible plantear hipótesis sobre lo que podría ocurrir con ellos.
La construcción del Estado es fundamental para Tilly.
En este orden de ideas, para Tilly un régimen es democrático en la medida en la cual las relaciones entre el Estado y sus ciudadanos estén mediadas por consultas mutuamente vinculantes, amplias, en condiciones de igualdad y protegidas. La amplitud y la igualdad implican que los derechos políticos y las libertades civiles están equitativamente distribuidos; la mutua vinculación es la garantía de que las decisiones que se tomen serán respetadas tanto por el Estado como por los ciudadanos.
La democracia como proceso
En la definición anterior es evidente cómo la construcción del Estado es fundamental para Tilly. Solo un Estado medianamente fuerte puede proteger la consulta democrática en la medida en que puede garantizar derechos políticos y libertades civiles a todos sus ciudadanos por igual en la mayor parte de su territorio y evitar, a través del ejercicio de la violencia legítima, que actores no estatales (armados o no) limiten los derechos de los ciudadanos.
El lector familiarizado con la obra de Tilly reconocerá algunos de estos argumentos. Incluso, por momentos creerá estar leyendo fragmentos de otras de sus obras como Violencia Colectiva (2007) o Contienda política y democracia en Europa, 1650-2000 (2009), donde también explora la relación entre la capacidad de un Estado (alta o baja) y el tipo de régimen que este tiene (democrático o autoritario). Como producto de este ejercicio, el autor expone cuatro tipos de situaciones:
- Estados de alta capacidad y no democráticos (como China e Irán)
- Estados de baja capacidad y no democráticos (como Somalia o Haití)
- Estados de alta capacidad y democráticos (como Suecia y Chile)
- Estados de baja capacidad y democráticos (como Jamaica o Bélgica)
Tal vez lo más enriquecedor del ejercicio de Tilly son los tres procesos que el autor relaciona con la democratización o “des-democratización” de un país. Un Estado tiene más posibilidades de democratizarse si:
- Logra suprimir los centros de poder autónomos y coercitivos que le disputan los tres monopolios clásicos (violencia legítima, tributación y justicia) en su territorio. Ejemplo de estos centros de poder serían los señores de la guerra, las guerrillas, los cacicazgos, etc.;
- Logra integrar las redes de confianza a la política pública. Es decir, logra que grupos como inmigrantes y minorías étnicas o religiosas empiecen a ser parte de manera voluntaria en los procesos estatales. Así ocurrió a comienzos del siglo XX en Estados Unidos, cuando los inmigrantes empezaron a enviar a sus hijos a las escuelas públicas o cuando permitieron que sirvieran en las fuerzas militares o policiales nacionales; y
- Aísla las desigualdades (raciales, religiosas, de clase, de género, etc.) de la política pública. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se garantiza el sufragio universal y no solo el sufragio masculino.
Un Estado que avanza en estos tres aspectos es uno donde se está dando la democratización; y un Estado que retrocede en alguno de estos tres frentes está pasando por un período de “des-democratización”.
¿Y Colombia qué?
![]() Venezuela ¿desdemocratización? Foto: Gobernación de Miranda |
Aunque Tilly no analiza el caso de Colombia en esta obra, según sus planteamientos nuestro país puede ser considerado un Estado de baja capacidad, pero democrático. Aquí el Estado ha tenido problemas para consolidar los tres monopolios clásicos, pero también ha mantenido por mucho tiempo una democracia electoral con los estándares mínimos.
Nuestro país puede ser considerado un Estado de baja capacidad, pero democrático.
En este sentido, el Acuerdo de paz con las FARC y el posible acuerdo con el ELN podrían ser la coyuntura de la cual surjan las condiciones adecuadas para el desarrollo de los tres procesos antes descritos. Un acuerdo de paz permitiría suprimir dos de los centros autónomos de poder coercitivo que existen en muchas regiones de Colombia (FARC y ELN) y permitiría que el Estado llegue a esos territorios a proveer bienes públicos.
También permitiría integrar redes de confianza que por mucho tiempo han sido apartadas del Estado, como las comunidades campesinas, afros e indígenas. Así mismo, la inclusión del enfoque de género y el reconocimiento de la población LGTBI en varios de los apartes del Acuerdo de La Habana permitiría ir poco a poco retirando este tipo de desigualdades de la política pública.
Por otra parte, aunque aquí no se profundiza en la descripción que hace Tilly del caso venezolano, cabe anotar que este libro permite un análisis fecundo sobre los procesos de democratización y “des-democratización” en Venezuela que, desde una visión de procesos históricos de larga data, da luces para entender la actual crisis de ese país más allá de la inmediatez de las últimas noticias.
* Politólogo con estudios de maestría en Conflicto Social y Construcción de Paz. Investigador del Grupo Regional de Memoria Histórica de la Universidad Tecnológica de Bolívar.