Una serie de entrevistas a estudiantes universitarios revela su percepción sobre las ciudades y sobre lo que significa ser ciudadano. ¿Por qué se preocupan más por su entorno inmediato y piensan que pueden hacer poco por el país?*
Carlos F. Vélez Gutiérrez**
La pregunta
Durante los últimos años asistimos al espectáculo de la corrupción de las instituciones estatales en Colombia.
Las encuestas recientes sobre la legitimidad y la confianza en las instituciones muestran el malestar de las personas. En Colombia, son comunes desde hace décadas:
- las coimas que reclaman y reciben agentes de tránsito disfrazadas de “colaboraciones”, “porcentajes”, “paladas”, etc.;
- los almuerzos y materiales de construcción que reparten las maquinarias electorales;
- las redes empresariales y sociales que explotan los recursos públicos mediante contratos de todo tipo.
No estamos ante un fenómeno nuevo. Antonio Caballero y William Ospina han mostrado que la corrupción existe en Colombia desde la conquista, cuando surgieron las clientelas reales y el pago privado de favores políticos. Pero, la gran corrupción de hoy nunca se había visto y afecta las percepciones sobre la vida pública.
Pocos estudiantes tuvieron en cuenta la dimensión simbólica de la ciudad: la ciudad y las personas se construyen recíprocamente.
En este artículo, quiero explorar un enfoque menos frecuente: cómo los jóvenes universitarios de Colombia perciben la política y lo público. Mis reflexiones se derivan de 15 entrevistas a estudiantes universitarios de diversos programas académicos de cinco universidades de Manizales: (1) la Universidad Nacional, (2) la de Caldas, (3) la Católica, (4) la de Manizales y (5) la Autónoma.
Los estudiantes entrevistados estaban matriculados en programas que no tienen como objeto de estudio la política: hombres y mujeres de diversa procedencia geográfica, cultural y socioeconómica.
El análisis incluyó dos categorías: (1) la ciudad —en sus dimensiones física, social y simbólica— y (2) la ciudadanía —en sus formas de organización, los procesos de participación y las relaciones políticas que establecen los estudiantes—.
La ciudad reducida al espacio físico
En general, los entrevistados respondieron con énfasis en la dimensión física de la ciudad. Las referencias sociales fueron marginales o superficiales en su discurso. En este sentido, fueron escasas las relaciones abstractas de los estudiantes con el lugar que habitan.
Para describir la ciudad, la mayoría de estudiantes respondió que es “un lugar que tiene mucha gente”; “un lugar que tiene avenidas”; “un lugar donde se prestan servicios”; “un lugar en el que se maneja la economía”; “un lugar que tiene alcalde” y “un lugar donde las personas se pueden educar”. En prácticamente todos los casos, el contenido común, reiterado, es que la ciudad “es un lugar que tiene centros comerciales”.
En el momento de referirse a las personas que habitan las ciudades, algunos estudiantes lo hicieron como si hablaran de un componente físico más, indiferenciado de las vías y la infraestructura: “la ciudad es un lugar que tiene gente, comercio e industria”. Otros, por el contrario, reconocieron que la “gente” es el componente principal de la ciudad. Para estos últimos, la dimensión física de la ciudad cobra sentido cuando se relaciona con las personas: “la ciudad es un lugar que tiene la infraestructura que requiere la gente”.
Unos pocos estudiantes (dos o tres) llevaron esa relación a un mayor nivel de abstracción, pues diferenciaron a los habitantes de la ciudad de los de las zonas rurales por “su forma de ser”, de hablar, de vestirse, por las decisiones que toman o por las oportunidades que tienen. En suma, los estudiantes afirmaron que las personas del campo son más pasivas que las que viven en la ciudad.
Los estudiantes se preocupan por las personas más próximas, pero no por la política o la justicia.
Sólo un estudiante estableció una relación entre ciudad y cultura, al manifestar que “la ciudad crea y tiene cultura” y que esta cultura que crean las ciudades produce, a su vez, algunas “subculturas”. Este estudiante fue el único que tuvo en cuenta la dimensión simbólica en la configuración de su discurso sobre la ciudad: la ciudad y las personas se construyen recíprocamente.
Ciudadanías restringidas
![]() Casos de corrupción. Foto: Urna de Cristal |
Para los entrevistados, la ciudadanía se manifiesta en el sentido de pertenencia al lugar de nacimiento. De allí se desprenden responsabilidades como apropiarse del pasado, mantener tradiciones o cuidar un lugar. Así, el concepto de ciudadanía sería una especie de estrategia para conservar ciertas formas de organización social valoradas positivamente.
Otros entrevistados entienden la ciudadanía como el conjunto de habitantes de la ciudad o como el subconjunto de los residentes que asumen un papel activo: “son los que hacen surgir, los que aportan”, aunque no especificaron estos aportes: “así sea el más chiquito, pero algo le están aportando a la ciudad”. Estos mismos estudiantes relacionaron la ciudadanía con el ejercicio de derechos fundamentales, sociales y culturales.
Algunas afirmaciones señalaron la relación entre la ciudadanía y diferentes formas de organización social: por ejemplo, cómo la ciudadanía surge de los valores de las familias: “Yo creo que esa es la base para ser un buen ciudadano; si en la familia se inculcan esos valores básicos que requiere un ciudadano, yo creo que de ahí parte pues el futuro de un ciudadano”.
También, que la ciudadanía vincula a la gente con el gobierno y requiere la interacción con los políticos o los partidos, grupos y movimientos de los cuales hacen parte. En este caso, las percepciones incluyeron una idea omnipotente del gobierno, que define los términos para ser ciudadano y cómo ayudar a la gente de escasos recursos. Los estudiantes mostraron indiferencia o desconfianza hacia todo lo que hace el gobierno.
En cuanto a los políticos y los partidos, los entrevistados mostraron el mismo desconocimiento e ingenuidad. Fue común encontrar ideas arraigadas sobre la dicotomía violenta entre conservadores y liberales que sustentan valoraciones negativas y pesimistas sobre lo que son los partidos políticos y su función. Para otros, los políticos son mediadores entre la gente y la ciudad, que asumen el liderazgo sobre las personas. Este papel activo del político construiría la ciudadanía.
Casi todos limitaron la participación ciudadana a prácticas tradicionales, como votar o cuidar la ciudad. Los aportes más relevantes los harían los políticos o funcionarios destacados del gobierno. Esto significa que los estudiantes concibieron dos ciudadanías: una de primera, que produce cambios significativos, y una de segunda, que vota, no arroja basura y cuida las plantas de la ciudad: “Se podría participar, pero si tienes un rango mayor o un cargo político alto, porque uno así, como un simple ciudadano, lo único que tiene es elegir y cuidar, pero, para hacer más cosas, pues yo digo que no”.
Estudiantes universitarios. |
¿De espaldas al país?
Estos resultados coinciden con el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS 2017), publicado por el ICFES, según el cual los estudiantes colombianos están medianamente bien en lo tocante a actitudes ciudadanas, pero son muy deficientes en cuanto a sus conocimientos. En general, los estudiantes colombianos se preocupan por las personas más próximas, su familia o red social inmediata, pero no por la política o la justicia.
Los aportes más relevantes los harían los políticos. La participación ciudadana se restringiría a votar y no arrojar la basura.
Este énfasis está relacionado con la concepción que tienen sobre la ciudad y su vida cotidiana. Al final, los entrevistados cayeron en un doble reduccionismo: una comprensión pobre sobre la ciudad inhibe la elaboración conceptual sobre la ciudadanía y la identificación de diferentes niveles de responsabilidad y compromiso con la sociedad.
Desde sus planteamientos, ser buen ciudadano tiene que ver con dar valor al pasado, antes que con pensar en el futuro: en suma, la mínima actitud crítica frente a su propio papel. Los estudiantes no comprenden la ciudadanía como un tipo de relación social y política que requiere actitudes críticas y constructivas en relación con ellos mismos, con su ciudad y con su país.
*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad Autónoma de Manizales. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.
*Coordinador pedagógico de Ondas Caldas, arquitecto de la Universidad Nacional, magíster en Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Manizales, estudiante del doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad de Caldas, docente e investigador del Departamento de Educación de la Universidad Autónoma de Manizales.