Aunque se dice que arranca con una “leve mayoría”, las realidades de la política son más complejas y esto bien puede hacer que a Duque le vaya mejor que a Uribe y Santos- o puede hacer que le vaya bastante peor-. Estas son las razones.
Juan Pablo Milanese*
Una cuasi-mayoría
Con el gobierno de Iván Duque se inaugura un escenario inusitado en materia de partidos políticos.
Por lo menos desde el punto de vista formal, el Estatuto de Oposición les exige a los partidos con representación en el Congreso definir de modo explícito su posición frente al gobierno de turno. Por eso en el transcurso de la semana pasada, los partidos tuvieron que escoger una de estas tres opciones:ser partidos del gobierno, ser partidos independientes o ser partidos de oposición. Estas fueron sus decisiones respectivas:
Posiciones formalmente asumidas por los partidos en el Congreso |
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Gobierno |
Independientes |
Oposición |
Centro Democrático |
Cambio Radical |
Alianza Verde |
Partido Conservador |
Partido Liberal |
Polo Democrático |
Colombia Justa Libres |
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Lista de la Decencia |
MIRA |
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FARC |
Partido de la U |
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MAIS |
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AICO |
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Mamuncia |
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Playa Renaciente |
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Dado este marco formal, la relación del presidente Duque con el Congreso también comienza con una novedad evidente: si se compara el apoyo de los parlamentarios a los últimos cuatro gobiernos (dos de Santos y dos de Uribe), el de Duque podría caracterizarse como un gobierno de mayorías legislativas “ajustadas”—pues no superan el cincuenta por ciento del Congreso—.
Aunque con fluctuaciones, los gobiernos de Uribe y de Santos fueron apoyados por la mayoría de los congresistas—más del sesenta e incluso más del setenta por ciento—. Pero ni en el Senado ni en la Cámara de Representantes las bancadas que apoyan a Duque superan la mitad más uno de las curules. De esta manera las bancadas que respaldan al nuevo gobierno vienen a ser una cuasi-mayoría en el Congreso. Esta es la situación:
¿Gobernar sin “mermelada”?
Si bien estos resultados inusuales no pueden atribuírsele exclusivamente al gobierno, desde un punto de vista teórico, el comportamiento de Duque podría interpretarse como uno más racional que el de sus predecesores.
Aunque el nuevo gobierno no alcance a tener ni el sesenta por ciento del apoyo en el Congreso, políticamente es menos costoso sostener una coalición cercana al cincuenta por ciento que al sesenta o al setenta por ciento.
Cuantitativamente es preferible acordar con algunos de los “partidos independientes” el apoyo necesario para aprobar proyectos específicos. Y sobre todo cuando buena parte de los dirigentes de Cambio Radical y del Partido Liberal son susceptibles de caer en la tentación de los puestos o recursos que les ofrezca Duque, más aún ahora que su voto podría ser más decisivo -y cotizado-.
Esta estrategia supone llevar a cabo intercambios particularistas que, comúnmente conocemos como “la mermelada”. Por lo tanto, los recursos necesarios para sostener la mermelada deberían ser significativamente menores que los recursos necesarios para sostener de manera permanente una coalición como las que existieron entre 2002 y 2018.
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Pero la realidad suele ser más complicada que la teoría, y lo que es más racional no necesariamente es políticamente más efectivo –o, peor, no resulta ser viable-. Una coalición más “ajustada”, como la de Duque, puede ser una apuesta extremadamente riesgosa, máxime cuando el gobierno no tiene claridades o certezas sobre su capacidad de imponer una disciplina legislativa.
Además, hay que tener en cuenta que no todas las leyes necesitan las mismas mayorías y que no importa solamente la composición de las plenarias sino la de las comisiones del Congreso. Desde este punto de vista, el gobierno Duque podría tener dificultades para obtener quórum o aprobar proyectos que requieran mayorías especiales, como los Actos Legislativos. Y también necesitará asegurar la mayoría en por lo menos algunas Comisiones críticas, como decir la Primera del Senado (donde comienza el trámite de los proyectos relacionados con los acuerdos de paz)
Interrogantes con respecto a la coyuntura actual
![]() Presidente de la República, Iván Duque. Foto: Presidencia de la República |
Hechas las precisiones anteriores, paso a plantear una serie de preguntas sobre la sostenibilidad de la estrategia del gobierno Duque en el mediano plazo:
1. ¿Cómo se va comportar el partido de la U?
Este partido se declaró miembro de la coalición del nuevo gobierno —la posición auspiciada por los congresistas costeños Eduardo Pulgar y José David Name—.
Sin embargo se ha presentado una abierta y significativa disidencia dentro del partido, que encabezan algunos de sus principales dirigentes. Entre estos dirigentes se cuentan la gobernadora del Valle Dillian Francisca Toro (que tiene su propia bancada dentro del partido) así como los congresistas Aurelio Iragorri, Roy Barreras y Alejandro Benedetti.
Los disidentes de la U no necesariamente van a ser opositores acérrimos de Duque, porque sus posiciones suelen ser maleables. Varios de estos disidentes son miembros de la Comisión Primera del Senado, y por lo tanto es posible que el gobierno tenga que pagar una mayor cuota de mermelada para lograr un voto que necesita de manera especial.
2. ¿Cuál será el rumbo de Cambio Radical?
Al igual que el Partido de la U, Cambio Radical fue un pilar principal de los últimos cuatro gobiernos en el Congreso. Esta vez, sin embargo, se auto-reconoció como partido independiente.
Pero la independencia no es la mayor fuente de incertidumbre (de hecho, esta postura le ofrece más libertad a la hora de alcanzar acuerdos con el gobierno). La duda surge de las serias fracturas internas que Cambio Radical ha comenzado a mostrar en casos como la elección de los miembros del Consejo Nacional Electoral, donde fueron evidentes las disputas entre Germán Vargas Lleras y Alejandro Char.
De hecho, Char ha comenzado a buscar nuevos apoyos por fuera de la región Caribe, con el ánimo de proyectarse como un dirigente de perfil más nacional. Sus intenciones han elevado la tensión con Vargas, jefe del partido, quien intenta reposicionarse después de sus muy malos resultados en la elección presidencial.
3.¿Una nueva transición en el sistema de partidos?
La respuesta debe ser que sí. Es probable que en estos cuatro años asistamos a una reconfiguración de los partidos y movimientos como consecuencia de transfuguismos metamorfosis.
Además del Partido de la U y de Cambio Radical, a esta lista habría que añadir el Partido Liberal que también está mostrando fuertes tensiones internas que podrían derivar en algún tipo de fractura.
Naturalmente, estas incertidumbres hacen difícil predecir los escenarios de gobernabilidad que el gobierno Duque tendría que afrontar en el futuro.
¿Funcionará?
![]() ¿Cuál será el comportamiento del Partido de la U en el gobierno Duque? Foto: Cámara de Representantes |
Esta semana, mientras los partidos definían sus posiciones, el exrector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman publicó un trino que sintetiza exactamente la situación: “Si Duque quiere realmente gobernar sin mermelada le va a tocar usar al máximo posible las leyes que ya existen”.
El comentario es una muestra del escepticismo de la opinión pública con respecto al tipo de coalición que el gobierno está tratando de ensayar. No en términos de su conveniencia (ya dije que este modelo podría ser mejor que los anteriores) sino en términos de factibilidad: su mayoría es demasiado precaria y hay demasiado espacio para los sobre-cobros, por no decir chantajes, de algunos congresistas.
Tal vez el presidente pueda lograr las sumas necesarias durante su primer año de gobierno —cuando el Congreso tiende ser más dócil al Ejecutivo—, pero esta “luna de miel” se irá esfumando a medida que aumente el apetito de recursos que despertarán las elecciones de 2019 y 2022.
* Doctor en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Bolonia (Italia), jefe del Departamento de Estudios Políticos y profesor asociado del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad Icesi de Cali.
@milangacali