¿Qué piensan los colombianos que huyen de la violencia en el país vecino ante la eventual desaparición del líder carismático? Todo cambio para ellos es más un riesgo que una oportunidad, pues consiguieron lo que nunca tuvieron en Colombia.
Hugo Eduardo Ramírez *
Mirada en el espejo
Resulta lamentable que la atención pública colombiana esté más enfocada en la ausencia del presidente del vecino país, ignorando como es habitual, una gran cantidad de asuntos concretos de política interna con profundas repercusiones para quienes vivimos en Colombia.
Foto. Hugo Ramírez. |
La lluvia de información en torno a la salud del presidente Hugo Chávez — en su mayoría repetitiva, imprecisa y cargada de lugares comunes — alimenta un mercado de lectores, radioescuchas y televidentes, pero también de periodistas, académicos y políticos, ávidos de detalles morbosos, como si se tratase del último reality o de la telenovela de moda.
El mes pasado, entre un grupo variopinto de conductores y de pasajeros esperando que se levantara un paro, que duraría casi toda la noche, en la carretera de Barranquilla a Santa Marta, presencié en Ciénaga una improvisada asamblea de personas de distintos lugares y procedencias — Un Déjà vu costeño de la “autopista al sur” de Julio Cortázar —, obligados por el pueblo que había bloqueado el tráfico para reclamar la presencia del Estado.
El tema de conversación de nuestra reunión, nada mencionó aquello que teníamos a unos cuantos metros, sino que por el contrario se movió al rededor desde quién sería el ganador de “La Voz Colombia”, pasando por la ira que despertaba la reciente “pérdida de San Andrés”, hasta llegar obviamente a la persona del presidente Chávez. Los disparos a lo lejos no desviaron en ningún momento el rumbo de la conversación. Escenarios como estos, en los que el afuera se convierte en una catarsis de la desgracia que tenemos al frente, se repiten a todos los niveles, y desafortunadamente no sólo en las conversaciones de carretera.
Resulta más fácil criticar al vecino, en lugar de reconocer que gran parte de las denuncias indignadas sobre el presidente Chávez tienen un fiel reflejo en la realidad colombiana, bajo formas más agudas y menos públicas: abuso de poder, violencia, inseguridad, populismo, escasez de alimentos. ¿Y luego en Colombia no sufrimos por las mismas causas?
William Ospina escribió hace pocos días en su columna de El Espectador:
“Muchos medios del continente han hecho un gran esfuerzo por convertir a los contradictores de Estados Unidos en los grandes equivocados. Lo han intentado con Cuba y más recientemente con Venezuela, hasta el punto de que sus elecciones victoriosas son elecciones siempre sospechosas. No importa que en Colombia compren votos o arreen electorados bajo promesas o amenazas: esta democracia nunca está bajo sospecha. No importa que los paramilitares produzcan en diez años doscientos mil muertos en masacres bajo todas las formas de atrocidad: la democracia colombiana sigue siendo ejemplar, porque los poderes de la plutocracia siguen al mando. Pero si alguien es enemigo, no de los Estados Unidos sino de los abusos del imperialismo, eso lo hace reo de indignidad. Uno de esos grandes enemigos del imperialismo es Hugo Chávez.”
Como en el libro de Lewis Carroll, hace falta quién haga como Alicia con el gato, “para castigarlo, lo levantó para que se viera en el espejo y se espantara con la cara tan fea que estaba poniendo…”.
Profunda impronta
Sobre la real situación de salud del Presidente la información disponible resulta poco confiable: el oficialismo venezolano es casi hermético. Las demás fuentes han demostrado ser desatinadas en su mayoría.
Foto. Hugo Ramírez. |
Los opositores al régimen en Venezuela plantean diferentes hipótesis sobre la enfermedad de Chávez: desde quienes creen en una compleja estrategia política para reafirmar su popularidad, hasta quienes aseguran que los días del mandatario realmente están contados, con una cierta expresión de satisfacción en sus rostros.
Para los seguidores del oficialismo, la enfermedad del “Comandante” es un drama que esperan tenga un buen final. Mientras tanto, siguen empeñados en profundizar la revolución desde el lugar que ocupan. Se les escucha citar las palabras de Chávez como alguien que en realidad partió en dos la vida política venezolana.
Su victoria en las últimas elecciones fue resultado de la más amplia participación. Las últimas movilizaciones — como por ejemplo el llamado #YoMeJuramentoConChavez — indican que la popularidad del presidente venezolano está intacta, no sólo entre los sectores populares, sino también entre miembros de las instituciones públicas que permitieron su ausencia en la posesión presidencial.
Tan profunda ha sido la impronta dejada por Chávez que hasta sus propios detractores optan por utilizar sus formas de hacer política, de reconocer por fin a los sectores populares como un actor político esencial, de replantear la subordinación frente a Estados Unidos y de concebir la política social como una herramienta de desarrollo, así sea asistencialista o desestructurada.
Colombianos en Venezuela
A pesar de que hace dos meses le fue negada su solicitud de refugio, José del Carmen es chavista de corazón. Él y su familia hacen parte de los miles de humildes campesinos colombianos, que huyen hacia Venezuela, buscando algo que nunca pudieron encontrar en su propio país: ¡paz!
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José del Carmen escapó de la muerte que le aguardaba en el Catatumbo y fue testigo de cómo los paramilitares tomaron el control en el campo ante un Estado indolente, que ignoró sus denuncias y simplemente lo reconoció como una estadística más. Tal y como el mismo lo relata:
"Durante años fuimos con mi familia de un lado para otro. Unas veces reclamé, hice colas, denuncias, pero nadie me ayudó. Otras veces sólo me fui, dejé todo tirado y me olvidé de todo el trabajo que me había costado conseguirlo. Un día, ya cansados, encerrado en una casa en Cúcuta donde no podía hacer lo único que sé hacer que es trabajar en el campo, me vine para Venezuela. Aquí, gracias a la gente pude instalarme, pero sobre todo gracias a los chavistas. Ahora me pueden llamar por mi nombre, puedo dormir con la puerta abierta, mis hijos pueden salir al pueblo sin que me de miedo. Usted me preguntará, “¿Cuánto vale eso?”, pues yo le respondo eso en realidad no vale nada, y valiendo nada, nunca me lo pudieron dar en Colombia.”
La gran mayoría de estos colombianos refugiados en Venezuela están hoy en vilo por la salud del presidente Chávez. Desde sus experiencias personales, sienten que el conjunto de programas sociales que se crearon desde su llegada al poder, como la Misión Barrio Adentro, los Mercales y las Misiones Educativas — todos de acceso universal, incluso para personas como José del Carmen y su familia, que ni siquiera tienen documentos — pueden verse amenazados frente un eventual cambio del partido de gobierno en Venezuela.
La verdadera estabilidad política en Venezuela está hoy asegurada no tanto por el estricto control político de las instituciones y mucho menos por un inexistente equilibrio de poderes. La estabilidad que hoy reina en Venezuela — a pesar de la ausencia temporal o definitiva del presidente Chávez — está asegurada más bien por algo que ha calado en la vida cotidiana de las personas durante los largos años de gobierno chavista: perciben todo cambio más como un riesgo que como una oportunidad.
* Politólogo de la Universidad del Rosario. Maestro en Sociologia de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente realizador de un documental sobre la situación de los colombianos que escapan de la violencia hacia Venezuela.