Aunque las tensiones entre Colombia y Venezuela no son nuevas, el conflicto en la frontera está a punto de desbordarse. ¿Qué sigue?
Charles Larratt-Smith*
¿En la frontera de la guerra?
En los últimos meses, las relaciones entre Colombia y Venezuela se han deteriorado a tal punto que algunos analistas no descartan una confrontación militar entre ambos países.
Las tensiones se agravaron después de conocerse la presunta presencia de la disidencia de Iván Márquez y de Jesús Santrich en territorio venezolano.
Pero ¿qué tan probable es este desenlace? Un conjunto de hechos recientes ha dado lugar a un paulatino escalamiento del conflicto binacional.
A las graves y reiteradas acusaciones del presidente Duque contra Nicolás Maduro por albergar “terroristas”, se le sumó una ofensiva sin precedentes en la Asamblea General de Naciones Unidas: allí, el presidente colombiano señaló a su homólogo venezolano de ser un criminal de lesa humanidad, al mismo nivel que el ex presidente serbio Slobodan Milosevic.
Por otra parte, diferentes medios de comunicación publicaron unas imágenes donde aparece Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, acompañado por miembros de la banda Los Rastrojos en su tránsito hacia Colombia. Por eso, Maduro acusó a Colombia de promover un proyecto desestabilizador en contra de la Revolución bolivariana junto con ese reconocido grupo neoparamilitar.
Días antes, Maduro había trasladado 150 mil efectivos militares equipados con tanques de guerra, helicópteros y otra artillería pesada a la frontera con Colombia, y contratistas militares rusos habían viajado a esta zona para instalar un nuevo sistema de defensa.
El escenario se vuelve más preocupante si se tiene en cuenta que los canales diplomáticos están cerrados, y que los líderes de ambos países tienen claros incentivos para escalar la confrontación con el fin de mitigar los problemas de popularidad y gobernabilidad que enfrentan.
Una historia de tensiones
Aunque los hechos más recientes muestran una ruptura en la relación colombo-venezolana, también dan cuenta de algunas continuidades en el marco de una serie de interacciones hostiles entre ambos países. Las tensiones recientes no son tan nuevas como suele creerse.
En 1899, el caudillo venezolano Cipriano Castro alzó su ejército rebelde en Norte de Santander y con sus seguidores logró apropiarse del poder en Caracas. Muchos de sus opositores se exiliaron en Colombia, desde donde buscaron retornar a Venezuela con el fin de destituirlo. Esto ocurrió con el apoyo del presidente José Manuel Marroquín y el amparo del partido conservador colombiano.
![]() Foto: Embajada de Colombia en Venezuela |
En respuesta a esta ofensiva, Castro invitó al exiliado líder liberal Rafael Uribe Uribe a reunir una fuerza expedicionaria en San Cristóbal para repeler la invasión de Norte de Santander, tarea que Rafael Uribe cumplió con éxito. A su vez, el presidente de Venezuela expresó su gratitud apoyando a Uribe y la causa liberal durante la Guerra de los Mil Días.
Esta tensión persistió durante las primeras décadas del siglo XX. Regiones fronterizas, como Norte de Santander y Arauca, sirvieron de refugio a numerosos oponentes del brutal régimen de Juan Vicente Gómez, un viejo aliado de Cipriano Castro que había usurpado la presidencia en 1908 por medio de un golpe de Estado.
Los líderes de ambos países tienen claros incentivos para escalar la confrontación.
Estos exiliados venezolanos vivieron en Colombia confabulando y conspirando contra Gómez, mientras esperaban con ansias la noticia de una sublevación en Venezuela. Ante tal situación, el caudillo venezolano envió a Colombia asesinos y hombres de confianza que buscaron neutralizar estas amenazas. Una práctica que, algunos años después, sería repetida durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, cuando éste envió a varios agentes de inteligencia a Barranquilla con la orden de asesinar al teniente disidente León Droz en 1954.
Las tensiones regresaron en 1987 cuando una corbeta naval colombiana casi provoca un conflicto militar con la armada venezolana en el golfo de Coquivacoa. Sin embargo, la confrontación se resolvió a última hora por la mediación por la Organización de Estados Americanos (OEA).
En la década siguiente, las relaciones bilaterales se vieron afectadas por varios ataques del ELN a instalaciones militares de Venezuela en el estado de Apure.
Más recientemente, la llegada al poder de Hugo Chávez y Álvaro Uribe a finales de los noventa e inicios del siglo XX enfrentó una vez más a los dos países. Ambos hombres llegaron al poder con propuestas populistas, con la promesa de superar la crisis de legitimidad política en Colombia y Venezuela. Las tensiones aumentaron con las posiciones diferentes de los dos gobiernos frente al conflicto armado colombiano y otros asuntos geopolíticos. Las relaciones, cada vez más estrechas entre Colombia y Estados Unidos contrastaban con el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela.
Las herencias de Uribe y Chávez
Pocos recuerdan que hoy por hoy, Colombia y Venezuela están gobernadas por los herederos orgánicos de Chávez y Uribe: Nicolás Maduro e Iván Duque.
Los dos presidentes deben sus carreras políticas a sus jefes, y dependen en gran medida de su sombra para mantenerse en el poder. En este sentido, comparten programas ideológicos, coaliciones y audiencias.
Por un lado, Maduro está comprometido con un modelo de gobierno que, tras la apariencia de una fachada democrática, sostiene un régimen autoritario. Ese modelo ha llevado al colapso de la sociedad a tal punto que millones de venezolanos se han visto obligados a salir del país en busca de condiciones de vida dignas. Por otro lado, Duque ha asumido la oposición virulenta de Uribe al proceso de paz colombiano y ha dejado de implementar los Acuerdos de paz de 2016, asegurando así la continuación del conflicto armado en Colombia.
![]() Foto: Presidencia de la República de Colombia |
A lo anterior se ha sumado otra fuente tensión: los aliados internacionales con los que cada país ha estrechado relaciones y que, actualmente, fungen como los patrocinadores de cada parte en este conflicto binacional.
Las relaciones del chavismo con el régimen de Castro, en Cuba, se fortalecieron desde el comienzo de la década de los años 2000, a tal punto que Venezuela se ha vuelto cada vez más dependiente de este aliado caribeño en asuntos de inteligencia, defensa y seguridad nacional. Además, se han vuelto más estrechos los vínculos con Rusia y China, que son precisamente los dos jugadores que con mayor fuerza han irrumpido en el escenario geopolítico actual y que abiertamente han desafiado la hegemonía de Estados Unidos.
Por su parte, la relación entre Colombia y Estados Unidos se ha fortalecido todavía más en el marco de los acuerdos históricos que han desarrollado en asuntos de seguridad, defensa nacional, contrainsurgencia y guerra contra las drogas.
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Ni guerra, ni paz
Nicolás Maduro e Iván Duque tienen la necesidad de darle gusto a sus aliados nacionales e internacionales, a quienes deben sus posiciones.
Maduro y Duque tienen problemas de popularidad y, por consiguiente, la confrontación con su rival vecino les ayuda en su propio desempeño interno.
Las tensiones recientes no son tan nuevas como suele creerse.
Sin embargo, una confrontación militar no es una opción viable para ninguna de las partes, pues representa unos costos políticos y logísticos impensables. Pasar de la confrontación verbal a la armada puede dividir a las audiencias que se han unido alrededor de discurso “antivecino” y no hay opciones para creer que en cada lado de la frontera existan las condiciones materiales y financieras para entablar una guerra.
Por lo tanto, es probable que podamos esperar más de lo mismo: una relación de estancamiento que es envenenadamente hostil, pero no armada. Hasta ahora, esa ha sido la estrategia más rentable para ambas partes, de modo que ninguna de ellas tiene los incentivos suficientes para que deje de ser así.
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Pero esta confrontación binacional tiene el grave problema de que crea nuevas oportunidades económicas para muchos actores:
- Las Fuerzas armadas venezolanas y colombianas;
- Los grupos paramilitares leales a Maduro (los colectivos armados);
- Los grupos insurgentes colombianos;
- Y una impresionante formación de grupos criminales organizados promovidos desde ambos países.
Eso significa que probablemente habrá un conflicto creciente entre esos actores armados, que se disputarán el control de esas oportunidades. Cuanto más se prolongue esta situación, más factible será que estos conflictos se conviertan en un permanente problema de índole transnacional.
* Candidato a doctor de ciencia política en la Universidad de Toronto, Canadá. Sus intereses académicos radican en el conflicto armado, la contrainsurgencia, y el crimen organizado en Colombia y Venezuela.