Pese a haber enderezado el rumbo de las relaciones con sus vecinos suramericanos, lamentablemente el gobierno Colombiano sigue jugando al despiste (o sigue despistado) en cuanto a su compromiso con la cohesión regional.
Germán Camilo Prieto *
Protestan los vecinos
El pasado 3 de junio, el presidente Santos anunció que durante este mes se suscribiría un acuerdo entre el Ministerio de Defensa de Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para “iniciar todo un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras también a ingresar a esa organización".
Las reacciones de algunos líderes de la ‘nueva izquierda’ latinoamericana no se hicieron esperar:
· El presidente Evo Morales calificó esa iniciativa como “una amenaza a nuestro continente”, y anunció que solicitaría al Consejo de Seguridad de la Unión Suramericana de Naciones (UNASUR) una reunión de emergencia para fijar una posición sobre el anuncio del gobierno Santos.
· El presidente Ortega dijo que no veía bien el anuncio de su homólogo de Colombia, y que le "costaba" creer la aspiración de Santos, en nombre del pueblo y del Estado colombiano, de incorporarse a la OTAN.
· Y el presidente Maduro, a cuyos ánimos pendencieros de estos días no le podía caer mejor el anuncio de Santos, afirmó que con la idea “aberrante” de ingresar a la OTAN, Colombia estaba dando un “giro negativo” hacia la región, y secundó la posición de Morales en cuanto a convocar una reunión de la UNASUR.
Colombia no puede entrar a la OTAN
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Poco después del anuncio del presidente Santos, la propia OTAN dejó claro que Colombia "no cumple los criterios geográficos" necesarios para ser miembro de la Alianza, aunque aseguró que está interesada en impulsar la cooperación con el país.
Seguidamente el ministro de Defensa aclaró que Colombia no desea ser parte de la OTAN (rectificación tardía, pero clara), al tiempo que el Ministerio de Defensa solicitó a la OTAN el ingreso de Colombia al Sistema Integrado de Catalogación de Defensa (SICAD), el cual permitirá al Sector Defensa “hacer más eficientes todos los procesos que componen la administración del material logístico de la Fuerza Pública y al mismo tiempo, administrar mejor el consumo de elementos y la adquisición internacional de insumos para el mantenimiento de equipos”[1].
Pero más allá de las reacciones epidérmicas de los citados presidentes — que no estuvieron exentas de alusiones a la “amenaza imperialista” de una OTAN “controlada por Estados Unidos” — y de la aclaración de que Colombia no puede ser miembro de la OTAN, sino solo “cooperar” con ella, el mensaje del gobierno colombiano de querer pertenecer a la OTAN (aunque el ministro Pinzón haya rectificado al presidente) resulta preocupante por dos razones:
· La primera, y menos importante, es la evidente descoordinación o despiste de los funcionarios del Ministerio de Defensa, de la Cancillería y del propio Santos y sus asesores, en cuanto a desconocer que por razones geográficas Colombia no puede ser miembro de esa organización.
· La segunda, de gran importancia, es la persistente tradición — iniciada con el Plan Colombia bajo Pastrana, profundizada por Uribe y que creíamos alterada por Santos — de que Colombia juegue a ser el mal vecino, que prefiere aliarse unilateralmente con Estados Unidos y sus amigos del Norte, en lugar de dialogar y cooperar con sus vecinos del Sur. A continuación analizo las implicaciones de este comportamiento despistador.
UNASUR, comunidad de seguridad naciente
En primer lugar, las dificultades para consolidar la cohesión regional, que Andrew Hurrell definió como la necesidad de tener en cuenta a la región para la toma de decisiones individuales[2].
Desde hace 10 años, los países de Suramérica vienen trabajando en la consolidación de una Zona de Paz — en el marco de la UNASUR — para lo cual se creó el Consejo de Defensa Suramericano (CDS), y recientemente se publicó el Registro Único de Gastos de Defensa Suramericano, que por primera vez en la historia reporta los gastos totales en defensa de un conjunto de países en el mundo. Aparte de esto las autoridades de defensa de cada país vienen trabajando de manera conjunta en varios proyectos de cooperación para consolidar la Zona de Paz Suramericana.
Esto corresponde a lo que Emanuel Adler y Michael Barnett han definido como una comunidad de seguridad naciente, en la cual los Estados coordinan sus relaciones con miras a mejorar su seguridad de forma mutua.[3] Karl Deutsch concibió una comunidad de seguridad como aquella cuyos miembros tienen la certeza de que ninguno va a combatir físicamente al otro, sino que resolverán sus disputas de otra manera, y donde surgen expectativas crecientes de que cualquier cambio se producirá de manera pacífica[4].
En su etapa naciente, la cooperación entre los miembros de la comunidad de seguridad incluye intercambios bilaterales y multilaterales, y los actores pueden apoyarse en una institución común para promover la cooperación y extender y profundizar sus interacciones[5].
El surgimiento de una comunidad de seguridad hace que las expectativas de sus miembros comiencen a converger en materia de defensa, con lo cual la interdependencia de sus acciones aumenta, y esto fortalece la cohesión regional. A medida que la cohesión aumenta, aumenta las posibilidades de consolidar una Zona de Paz, ya que la interdependencia se vuelve compleja, en el sentido de Robert Keohane y Joseph Nye: cada vez resulta más costoso recurrir a la agresión física para resolver las disputas[6].
Si Colombia ha venido participando (incluso a regañadientes durante el gobierno Uribe) en este proceso suramericano desde su creación, ¿por qué quiere ahora hacer parte de otra comunidad de seguridad (la OTAN), cuando varios de los miembros de la UNASUR la perciben además como una amenaza?
Si bien solo Evo y Maduro han reaccionado hasta el momento, es de esperar que al menos los gobiernos de Correa, Fernández, Vásquez y, sobre todo, Rouseff, no vean esta intención con buenos ojos.
No cabe duda de que la UNASUR está buscando convertirse en una comunidad de seguridad, aunque bien haría en declararlo explícitamente. Tampoco parece necesario que los funcionarios colombianos conozcan a fondo los conceptos teóricos para darse cuenta de que buscar ser miembro de la OTAN es poner en tela de juicio la pertinencia de ser parte del Consejo de Defensa Suramericano (CDS).
Alguien dirá que no tiene nada de malo pertenecer a más de una organización, y que en aras de la defensa esto puede ser muy conveniente. Pero tampoco se necesita hacer carrera diplomática para darse cuenta de la incomodidad que representaría para los demás miembros del Consejo de Defensa Suramericano (CDS) tener un “representante” de la OTAN en su interior.
En otro mundo, y con otra historia, tal vez esto no tendría problema alguno. Pero la OTAN es en efecto, cuando menos, “liderada” por Estados Unidos, y sus intervenciones y “omisiones” recientes se han caracterizado por respaldar – o pasar por alto- las invasiones “anti-terroristas” de ese país. Colombia no puede jugar al “ciego sordomudo” en la UNASUR.
Complejo de inferioridad
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También resulta preocupante el “colonialismo” terco y pesado que sigue caracterizando a nuestros gobernantes. En su anuncio de la intención de pertenecer a la OTAN, Santos afirmó que “el país tiene derecho a pensar en grande" y por eso quiere hacer parte del grupo de “los mejores” en defensa a nivel mundial.
¿Por qué pensar en grande es pensar en la OTAN y no en UNASUR? ¿Por qué los mejores son los que tienen más armamento y armas nucleares? ¿Realmente le interesa al pueblo colombiano estar secundando o pasando por alto los proyectos bélicos de Estados Unidos y del Reino Unido? ¿De verdad queremos enviar a nuestras tropas a combatir a dictadores genocidas en los Balcanes o a perseguir fundamentalistas islámicos en Oriente Medio? ¿Para eso deseamos que prosperen los diálogos con las FARC en La Habana?
Bien haría el gobierno colombiano no solo en “repasar” los conceptos sobre seguridad internacional, sino en ser consistente y responsable con sus anuncios e “intenciones”. No solo porque las relaciones en materia de defensa afectan directamente la seguridad nacional, sino también para ver si por fin dejamos de ser el palo en la rueda de la integración suramericana.
* Candidato a Ph.D. en Ciencia Política, University of Manchester, magíster en Economía Política Internacional, University of Warwick, profesor e investigador en Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
[1] Sur1810 (04/06/13) ‘Colombia solicitó ingresar al sistema de catalogación de la OTAN’.
[2] Hurrell, Andrew (1997): “Regionalism in theoretical perspective”. In Louise Fawcett and Andrew Hurrell (eds.): “Regionalism in World Politics. Regional Organization and International Order”. Oxford: Oxford University Press, ch.3.
[3] Adler, Emanuel and Michael Barnett (1998): “Security Communities”. Cambridge: Cambridge University Press, p.50.
[4] Deutsch, Karl et al. (1957: “Political Community in the North-Atlantic Area: International Organization in the Light of Historical Experience”. Princeton: Princeton University Press, p.5.
[5] Adler and Barnett (ibid.).
[6] Keohane, Robert O. and Joseph S. Nye (1977) : “Power and Interdependence: World Politics in Transition”. Boston: Little, Brown.