Colombia y Venezuela: un año de relaciones amigables
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Colombia y Venezuela: un año de relaciones amigables

Escrito por Ronal Rodríguez

Tras 24 años de chavismo, la relación con Venezuela ha pasado de un extremo —la obediencia a Estados Unidos hasta el gobierno Duque— al otro extremo —la simpatía de Petro con el régimen—. Aun así, estos cambios pueden beneficiar a Colombia.

Ronal Rodríguez*

193 años de historia

Desde la separación de la República de Colombia —tradicionalmente denominada la Gran Colombia para diferenciarla de la actual república— ha sido difícil la relación entre Colombia y Venezuela.

Esa relación ha estado marcada por los altibajos: momentos de sinergia y cooperación, alternados con momentos de desconfianza e inquietud, que son de esperar entre vecinos tan interdependientes.

Pero entre esos 193 años de encuentros y desencuentros, los 24 años de gobiernos chavistas son un capítulo aparte.

Chávez, el mejor para Colombia

Paradójicamente, en algunos momentos Hugo Chávez fue el mejor presidente para los intereses colombianos:

  • Bajo los gobiernos de la revolución bolivariana, se regularizó masivamente a los colombianos en Venezuela, en el marco de la Misión Identidad;
  • Se produjo el mayor intercambio comercial en la historia de los dos países;
  • Sin la participación decidida de Venezuela, no se habría logrado el acuerdo de paz con las FARC.

Agresiones reciprocas

Por otro lado, los gobiernos de la revolución bolivariana —de Chávez y de su heredero político Nicolás Maduro—, han cometido las peores agresiones contra el Estado colombiano, sus autoridades y sus ciudadanos: desde los insultos, señalamientos y amenazas hasta la persecución y expulsión de más de 32.000 compatriotas en la zona de frontera en agosto de 2015 —la mayor agresión del Estado venezolano contra Colombia y los colombianos—.

no es clara la manera precisa como la defensa de un régimen autoritario que ha producido una tragedia humanitaria ayudaría a la ya de por sí controversial política de “Paz Total” del presidente Petro.

La percepción chavista de las autoridades colombianas no es menos compleja:

  • El gobierno de Andrés Pastrana fue uno de los tres que reconocieron a Pedro Carmona después del golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002;
  • El gobierno de Álvaro Uribe siguió la misma línea;
  • El chavismo sintió la mayor amenaza de una intervención extranjera cuando el gobierno Duque apoyó el ingreso de la “ayuda humanitaria” coordinada por USAID y por sectores de la oposición, la mayor agresión del Estado colombiano contra la Revolución Bolivariana.

El chavismo de Petro

Con la llegada del presidente Gustavo Petro, se abrió un nuevo escenario en la relación colombo-venezolana.

Ningún presidente colombiano ha defendido tan decididamente las narrativas chavistas en escenarios internacionales: Petro concuerda con Maduro en que las causas de la crisis venezolana son las sanciones internacionales, y relativiza la emigración de ese país — a pesar de que la diáspora ya llega a los 7,7 millones—.

Aunque el gobierno Duque fue irresponsable en su gestión con Venezuela, también lo ha sido el cambio de actitud de las autoridades colombianas al promover las narrativas chavistas.

Esa falta de equilibrio y ponderación amenaza a largo plazo las relaciones con Venezuela. Se podría argumentar que la actitud del presidente, el canciller y las autoridades colombianas hacen parte de una estrategia de construcción de confianza con el chavismo después de años de confrontación, o que se antepone la participación efectiva del gobierno de Nicolás Maduro en la “paz total” con el ELN y las disidencias de las FARC a cambio de mejorar la imagen del régimen venezolano.

Eventualmente, el apoyo a las narrativas chavistas podría ser una estrategia más elaborada para favorecer los intereses colombianos. Pero no es clara la manera precisa como la defensa de un régimen autoritario que ha producido una tragedia humanitaria ayudaría a la ya de por sí controversial política de “Paz Total” del presidente Petro.

Las sanciones y el comercio

En momentos de desaceleración de la economía colombiana, la recuperación del mercado venezolano sería de altísima utilidad, sobre todo en la zona de frontera.

Aun así, el comercio se estanca por las sanciones sectoriales que pesan sobre Venezuela; los exportadores colombianos temen a las autoridades norteamericanas, y los costos operacionales más la difícil logística de pagos hacen menos atractivo y provechoso el intercambio comercial.

Así las cosas, cabría pensar que el gobierno colombiano no pide que se levanten las sanciones porque cree que ellas son la causa de la crisis venezolana, sino porque el comercio colombiano sería uno de los primeros beneficiados con ese levantamiento.

Al pedir que se levanten las sanciones, Colombia también mejoraría su posición ante las autoridades venezolanas en otros puntos de la agenda. Pero es poco probable que esa sea la estrategia.

El comercio bilateral cerró el 2022 por encima de los 700 millones de dólares y, según proyecciones para 2023, podría llegar a los 1000 millones. Sin sanciones sectoriales, las condiciones podrían seguir mejorando; pero nunca serán como a principios de siglo. Pese a la actualización del Acuerdo de Alcance Parcial número 28, la coyuntura económica y el contexto de la relación son muy diferentes.

Durante sus primeros meses de gobierno, Petro propuso el retorno de Venezuela a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), que serviría como marco para el intercambio comercial.

Pero esto está prácticamente descartado: sin la aprobación de Perú, es imposible un retorno de Venezuela a la instancia regional. Mientras Petro sea presidente, Perú no va a apoyar ninguna iniciativa: aunque recuperamos la relación con Venezuela, la relación con Perú pasa por su peor momento en décadas.

Y además de las condiciones de intercambio, hay que tener en cuenta que el mercado venezolano es mucho menos promisorio de lo que fue en otra época:

  • Venezuela perdió entre el 21 % y 25 % de su población en los últimos ocho años
  • La capacidad adquisitiva de la mayoría de la población es muy limitada: los años del “está barato, dame dos” son cosa del pasado
  • La inflación en dólares, la desaparición del bolívar y una economía de burbujas desmiente la supuesta recuperación
  • En 2022, si bien la economía creció por encima del 17 %, contrasta con los años de contracción —que superaron el 30 %—; al cierre del primer semestre de 2023, la economía ya reporta un decrecimiento del 7 %

Hay que seguir trabajando por recuperar la relación comercial. Los esfuerzos de ProColombia y la CAF —ahora Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe— para recuperar el mercado apuntan en una buena dirección, pero no hay que hacerse falsas expectativas.

Las causas de la crisis económica en Venezuela se mantienen —y se agravan— con el paso del tiempo. La falta de inversión en educación y salud, y un sistema jurídico adversa al sector privado condenan a Venezuela a la pobreza. Aun si hoy se levantaran las sanciones sectoriales, la recuperación tardaría décadas.

Empeora la seguridad en la frontera

La reapertura y normalización de los pasos fronterizos es la acción más importante en este primer año de restablecimiento de relaciones.

Pero falta un plan de acción y manejo en los asuntos de seguridad: esto opaca los resultados a pesar de los cuatro encuentros presidenciales —seis si se cuentan los espacios multilaterales y los dos encuentros entre los ministros de Defensa—.

La coordinación no ha descendido a los territorios: son los grandes excluidos en la era Petro-Maduro.

Foto: Alcaldía de Bogotá - La migración venezolana es un tema que ha sido relativizado, pese a que la diáspora alcanza los 7,7 millones.

Las causas de la crisis económica en Venezuela se mantienen —y se agravan— con el paso del tiempo. La falta de inversión en educación y salud, y un sistema jurídico adversa al sector privado condenan a Venezuela a la pobreza.

Del lado venezolano, se impone un orden autoritario-criminal, en manos de Freddy Bernal —gobernador del estado Táchira—, quien balancea los intereses nacionales, regionales y de los actores criminales del área fronteriza con Norte de Santander. Es un orden cuestionable, pero al fin y al cabo, un orden.

Del lado colombiano, los departamentos del área fronteriza pasan por uno de sus peores momentos:

  • La violencia desatada por la reacomodación de actores colombianos y venezolanos que se disputan las rentas criminales —sobre todo el microtráfico, la trata de personas y el tráfico de migrantes—
  • Los tradicionales negocios del narcotráfico, el contrabando y el tráfico de armas han desatado una cruda violencia en las ciudades y municipios de frontera
  • No hay diálogo entre los cuerpos de seguridad en el terreno y las autoridades locales, que fueron cruciales para mantener los canales de comunicación durante los años de la ruptura de la relación

Más allá del presidente Petro

Nada indica que la situación venezolana cambiará en los próximos años; la consolidación y permanencia de Maduro no está en duda —como decía Chávez— “por ahora”.

En Colombia, de otra forma, lo más probable es que continué la alternancia política que ha caracterizado la última década y llegue al poder la centroderecha.

¿Cómo mantener una relación fluida con Venezuela, nuestro vecino más relevante, a pesar de las diferencias en los sistemas políticos y económicos?

¿Qué tanto está comprometiendo el presidente Petro al Estado colombiano en el mediano y en el largo plazo al repetir las narrativas del régimen venezolano?

¿Cómo va la recuperación de la infraestructura institucional entre los dos países, y porque tanta opacidad en los acuerdos a los que se está llegando?

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