Restablecer las relaciones con Venezuela no significa aceptar a Nicolás Maduro, sino entender que es lo mejor para todos en la situación actual.
Ronal F. Rodríguez*
El caso Merlano
El pasado 27 de enero, la excongresista Aída Merlano, prófuga de la justicia colombiana, fue capturada en Maracaibo, Venezuela, por la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) —la policía de élite creada por Nicolás Maduro—.
Después de la captura, la Cancillería colombiana afirmó que, “como es de todos conocido, Colombia, junto con varios países de América Latina y el resto del mundo, no reconoce y por ende no tiene relaciones diplomáticas con el régimen dictatorial de Nicolás Maduro” y que, por lo tanto, “el Gobierno Nacional hará la solicitud ante el legítimo Gobierno de Venezuela, en cabeza de Juan Guaidó”.
Guerrilleros, terroristas y otros criminales han encontrado refugio en Venezuela.
Sin embargo, este episodio mostró que el autoproclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, tiene poco o ningún poder decisión sobre el caso. Por su parte, Nicolás Maduro dijo estar dispuesto a restablecer sus relaciones diplomáticas con Colombia.
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Una relación compleja
El caso de Aída Merlano mostró que es necesario restablecer, al menos, las relaciones consulares con el gobierno dictatorial de Nicolás Maduro.
Desde el primero de mayo de 2017 se rompió la farsa democrática de la Revolución Bolivariana: el anuncio de una nueva Asamblea Nacional Constituyente (ANC) demostró que el chavismo busca imponer un modelo dictatorial en el país vecino. La convocatoria de la asamblea, la elección y los suprapoderes que se arrogó la ANC formalizaron la dictadura de Venezuela.
Entonces, el Estado colombiano, junto con otros Estados, organizaciones intergubernamentales y de la sociedad civil decidieron no reconocer a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. El país que recibió y protegió a los perseguidos de las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX colapsaba tras más de dos décadas de decadencia y crisis del sistema político.
Desde luego, no es la primera vez que el Estado colombiano tiene que lidiar con regímenes dictatoriales vecinos. “El Chivo”, en República Dominicana; Papa Doc, en Haití; Tacho, en Nicaragua; Noriega, en Panamá y, más recientemente, el Chino, en Perú, son solo algunos de los más estrambóticos dictadores que gobernaron países cercanos a Colombia.
No obstante, el caso venezolano es más complejo por la estrecha relación entre Colombia y Venezuela. Esa relación se ha vuelto aún más cercana a causa de la emergencia humanitaria en la que el chavismo ha hundido a Venezuela y la consecuente migración masiva hacia Colombia.

Foto: Ministerio del Poder Popular de Relaciones Exteriores
Maduro ¿abrió una puerta para el restablecimiento de las relaciones con Colombia?
Más de 4,7 millones de venezolanos han tenido que dejar su país, la mayoría de ellos han salido por algún punto legal o ilegal en los 2.219 kilómetros de frontera terrestre que comparte con Colombia. De ellos, más de 1,6 millones se han radicado en el país, pero si se suman los colombianos retornados, los colombo-venezolanos y los venezolanos con terceras nacionalidades, el número supera holgadamente los dos millones.
Por otro lado, no se puede olvidar que Venezuela fue el país que más recibió la diáspora colombiana durante el siglo XX. Aunque no hay certeza sobre el número de colombianos que llegaron a Venezuela, algunas entidades venezolanas afirman que son entre 5 y 6 millones. La cifra más cercana que tienen las autoridades colombianas, a septiembre de 2018, proviene de los colombianos que se acercaron a un consulado a solicitar algún servicio y que se aproximaba a los 3,4 millones de personas.
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Una oportunidad
Nicolás Maduro impuso una dictadura en Venezuela y, además, paradójicamente, abandonó el monopolio de la fuerza, perdió el control territorial, volvió a Venezuela uno de los países más violentos del mundo, y destruyó el sistema económico y la infraestructura de servicios públicos. Pocas veces el Estado colombiano ha enfrentado un reto tan grande en su política exterior.
En medio de esa crisis, el caso de Aída Merlano se convierte en la oportunidad para restablecer las relaciones consulares, así el presidente Duque haya respondido con un tajante no. Durante los años de la Revolución Bolivariana, delincuentes, narcotraficantes, guerrilleros, terroristas y otros criminales han encontrado refugio en Venezuela, en algunas ocasiones incluso con la complacencia y apoyo de las autoridades venezolanas.
El Estado colombiano tiene la obligación de proteger a los 3,4 millones de colombianos en Venezuela
La excongresista Merlano no es la primera y no será la última en esconderse en Venezuela, pero, por su valor simbólico, es utilizada por el gobierno de Maduro. Sin embargo, no se puede perder la oportunidad que se desprende del caso.
El reto del Estado colombiano es manejar la relación bilateral con un país con el cual está obligado a convivir. La dictadura de Maduro tiene el poder efectivo del Estado venezolano, como muchos otros regímenes autoritarios con los cuales Colombia tiene relaciones consulares y diplomáticas, como por ejemplo la Turquía de Erdogan, la China de Xi Jinping o la Rusia de Putin. Recordemos que, en el mundo, solo el 44 por ciento de los países son considerados libres, según el reporte Freedom in the world 2019.
Duque se opone a reconocer a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela y afirma que le es imposible encubrir una dictadura. Pero su postura no se ha materializado en un liderazgo: en el Grupo de Lima, que aborda el problema desde lo político, la postura colombiana ha sido problemática en más de una ocasión para los otros Estados que lo conforman. Y en el procedimiento de Quito, que aborda el problema desde lo migratorio, Colombia se está quedando sola en medio de las medidas unilaterales de los otros Estados para restringir la migración.
La justificación de Duque es retórica. Recordemos que el año pasado, Duque le rindió un homenaje con ofrenda floral a Mao Tse Tung durante su visita China, justamente cuando Xi Jinping adquirió más poder —y en uno de los años de mayor violación de los derechos humanos en el país asiático—.

Foto: Presidencia de la República
Duque se rehúsa a restablecer al menos las relaciones consulares con Venezuela.
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El deber de Colombia
Más de cinco millones de ciudadanos, entre los colombianos en Venezuela y los venezolanos en Colombia, requieren con urgencia la reapertura de las relaciones consulares.
El Estado colombiano tiene la obligación de proteger a los 3,4 millones de colombianos en Venezuela, de brindarles acceso a su documentación y acompañamiento jurídico en caso de requerirlo. No se trata de reconocer a un dictador, así él pretenda mostrarlo así. Se trata de cumplir las obligaciones que tiene el Estado colombiano.
Quizás es necesario ir más allá y restablecer las relaciones diplomáticas con Maduro. Hoy más que nunca, el Estado colombiano necesita información de primera mano sobre lo que está pasando en Venezuela. La falta de información certera nos deja con una única versión que nos entrega la oposición de Maduro. Pero no tenemos una visión propia de lo que sucede en el vecino país.
No se puede confundir el deseo de que la democracia vuelva a Venezuela con la negación de una realidad que se prolonga. La relación bilateral con Venezuela exige lo mejor de nuestro servicio exterior. Es necesario entender que, para Colombia, siempre es mejor estar que no estar en Venezuela, independientemente de su gobierno o su régimen político.
* Profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario. @ronalfrodriguez