El presidente Petro fue claro y vehemente en sus propuestas sobre el medio ambiente en la COP 27. ¿Cuál puede ser su eco internacional? ¿Por qué en Colombia lo criticó la oposición?
Mauricio Jaramillo Jassir*
Petro y la COP
Gustavo Petro asistió a la 27ª Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 27) que se llevó a cabo entre el 6 y el 18 de noviembre en Egipto.
Como es costumbre con las alocuciones del mandatario, su participación fue interpretada por los medios internacionales como un mensaje de reivindicación histórica para los países del “sur global”. Empero, el mensaje fue controversial para los colombianos.
Pasó algo similar cuando emitió el primer discurso internacional frente a la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre. Ahí el mandatario reconoció sin atenuantes que la llamada guerra contra las drogas fracasó e incluyó la importancia del tema ambiental en la política exterior.
Siguiendo esa línea, Petro llegó a la COP 27 en medio de grandes expectativas. No es un hecho insignificante que al primer gobierno de izquierda de Colombia le haya correspondido hablar sobre transición energética y ecológica en África. Un continente marcado por enormes vulnerabilidades frente al fenómeno climático. Por eso, el mandatario tuvo la ventaja de estar en una atmósfera donde ese tipo de reclamos son legítimos y justos.
Colombia y el medio ambiente
Petro dejó en claro que el sistema de acumulación de capital en la historia reciente del país, es decir, la vocación extractiva, resulta incompatible con las advertencias fácticas lanzadas por la ciencia. Y parece no admitir discusión alguna.
Aunque el discurso de Petro parezca virulento, e incluso catastrofista, se debe leer a la luz del informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) que salió a la luz el año pasado con conclusiones contundentes acerca de la gravedad del daño ambiental y la responsabilidad de los seres humanos.
Algunos han juzgado las declaraciones de Petro como desmesuradas por la insignificancia que le adjudican al país. Esto se debe a que Colombia tiene una reducida proporción de emisión de gases de CO2, que es el motor del calentamiento global. Sin embargo, esta afirmación desconoce la enorme vulnerabilidad que tiene el país por sus selvas, incluida la Amazonía, al ser un país bioceánico y primer productor mundial de cocaína.
También sugiere un complejo de inferioridad al suponer que los países industrializados tienen el monopolio de la solución frente a un tema que no conoce de poderes y desgraciadamente afecta a todos, aunque en grados asimétricos. No hay un solo territorio en el planeta que no haya sufrido los efectos del calentamiento global.
La propuesta de canjear deuda por inversiones en energías limpias no es nueva, pero sí es novedosa para Colombia porque el sector medioambiental jamás tuvo semejante peso en la política exterior.
Colombia, al verse vulnerable, empieza a exigir a los llamados países consumidores una responsabilidad proporcional a sus niveles desbordados de consumo de energía fósiles. Aunque vale recordar que las principales fuentes de emisión de gases en Colombia son la ganadería extensiva y la deforestación, seguidos por el uso de esos combustibles fósiles.
Las críticas
La polémica que ocasionó el discurso de Petro es vacía e incluso engañosa por las deficiencias argumentales de la oposición, buena parte de la cual ha optado por el negacionismo frente al calentamiento global.
Basta observar las críticas al Acuerdo de Escazú en el Congreso cuando se refieren a él como globalismo. Una delirante teoría que no solo niega la gravedad del fenómeno ambiental, sino que antepone el nacionalismo soberano sobre el compromiso con los derechos humanos y las buenas relaciones con las instituciones internacionales.
Pero la oposición toma ventaja de la evidente falta de claridad y pedagogía del gobierno para aclarar en qué consiste la transición energética. Hay mensajes constantes en sentidos contrarios, algunas veces explicables por la pluralidad del gabinete, pero otras veces por la aparente falta de coherencia.
Cooperación internacional
Por otro lado, Petro fue insistente en su crítica al sistema financiero internacional. Para el presidente colombiano existen demasiados estímulos económicos para que los países se preocupen por ser viables fiscalmente, sin tener ningún reparo por el desarrollo sostenible.
Por eso sucede que cualquier nación que avance en la vía de cambiar su matriz energética es sometida a una feroz presión por parte de los mercados e inversionistas, y corre el riesgo de perder elegibilidad para créditos internacionales. Petro pretende trabajar en un frente internacional por la defensa de las energías limpias. Petro insiste en que resulta imposible avanzar en una transición ecológica si, cada vez que un país de Suramérica anuncia un cambio energético, el sistema internacional lo disuade.
La propuesta de canjear deuda por inversiones en energías limpias no es nueva, pero sí es novedosa para Colombia porque el sector medioambiental jamás tuvo semejante peso en la política exterior. Esta idea recuerda la iniciativa de Rafael Correa en Ecuador, cuando propuso a la comunidad internacional un compromiso para no explotar los ingentes recursos de petróleo en la reserva Yasuní en la Amazonía, a cambio de los cual Ecuador recibiría 3600 millones de dólares. Pero la iniciativa no prosperó por falta de compromiso de los países más desarrollados.
Todavía hay mucho miedo y reservas sobre transición energética. El caso venezolano, que fue el más dramático y aleccionador, puso en evidencia el problema de depender de la industria extractiva.
Ahora que los países tienen más precariedades y situaciones deficitarias, es todavía más difícil encontrar un equilibrio entre el beneficio económico y la protección del medio ambiente.

Un progresismo verde
Estos elementos están presenten en el discurso de Petro como en el de Gabriel Boric, presidente de Chile. Falta saber si Luis Inácio Lula da Silva, presidente electo de Brasil, pretende sumarse a esta idea a partir de enero de 2023. Una unión con ese país no es descabellada, todo depende de cómo Lula maneje la poca gobernabilidad con un congreso adverso.
El nuevo progresismo proveniente del “sur global” se define por recoger las lecciones y aprender de los errores de cada uno de los experimentos de la izquierda latinoamericana, en especial del cuidado y perjuicio ambiental.
Se trata de un tema complejo para el actual gobierno colombiano, que divide a diferentes sectores dentro del propio gobierno. Para nadie es un secreto que el ministro de Hacienda tiene una concepción muy distinta sobre la transición energética que sus pares de Minas y Energía y Medio Ambiente.
Hasta ahora, el liderazgo de Petro ha prevalecido para que Colombia reivindique esta vocación pro medio ambiente, pero en materia económica no parece haber tanta claridad.
Esto es aún más complejo cuando se toma en cuenta la idea de vincular a la defensa del ambiente el tema del narcotráfico, factor decisivo en la deforestación y degradación ambiental. Aunque no es imposible, nada garantiza que el gobierno pueda conseguir suficiente apoyo para modificar el sistema de lucha contra los cultivos de forma tal que se proteja ante todo la selva, los bosques y la biodiversidad.
Aun así con todas las limitaciones y desafíos complejos en el corto plazo, se debe recordar que a un gobierno progresista se le elije para que introduzca cambios en el modo de generación de riqueza. Es claro que aquello impactará el medio ambiente.
Por eso, el discurso de Petro ante la Cop 27 y esta política exterior colombiana que toma como camino la defensa de la Amazonía y el ambiente deben juzgarse según las urgencias expresadas por la sociedad civil, la evidencia científica y los consensos nacionales e internacionales que no deben ni pueden alterarse.
Para finalizar, la decisión de Estados Unidos y Europa de retrasar la transición energética para mantener la guerra en Ucrania, obliga a los países suramericanos a empujar ese cambio y a hacer presión para recordar que se trata de un fenómeno que pone en riesgo la supervivencia humana.