Colombia, Ecuador, las Farc y las salidas - Razón Pública
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Colombia, Ecuador, las Farc y las salidas

Escrito por Hernando Gómez Buendía
Hernando Gomez Buendia

hernando gomez buendia

Encerrados en lógicas opuestas y acalorados por el ataque al campamento de Raúl Reyes, los dos gobiernos actúan de tal modo que, paradójicamente, no contribuyen a promover sus respectivos intereses nacionales. Podrían hacer lo contrario, dice el Director de Razón Pública, Hernando Gómez Buendía.

Hernando Gómez Buendía

El problema

Son tres zonas de frontera. La más poblada, sobre la carretera Pasto-Quito, por donde pasa el grueso del comercio. La del mar Pacífico, donde hay algo de pesca y algo de contrabando. Y los 586 kilómetros de la línea terrestre, con selvas habitadas por colonos dispersos, con cultivos de coca del lado colombiano, petróleo del lado ecuatoriano, y numerosos pasos por donde entran y salen guerrilleros y soldados.

Después de siglos de diplomacia sosa, a partir de los años 60 la frontera comienza a ganar vida, con la intensificación del tejido comercial que condujo a adoptar el Pacto Andino (1969) y más tarde la Zona de Integración Fronteriza (1989). Pero a partir de los años 90 las cosas se fueron enredando por cuenta de la droga y sobre todo por cuenta de las Farc.

-De la droga: el éxito de Estados Unidos en reducir los cultivos de coca en Bolivia y Perú los desplazó hacia el sur de Colombia, cerca de la frontera, mientras los capos, ayudados por la dolarización del año 2000, penetraban la economía ecuatoriana.

-De las Farc, que hicieron más y más presencia en Ecuador, debido al gran aumento de su pie de fuerza durante los 90, al desplazamiento de la guerra hacia el sur y a la presión del Plan Colombia (2001), del Plan Patriota (2003) y del Plan Victoria (2007).

Ecuador ha sufrido bastante por cuenta de la droga y del conflicto colombiano.

– De la droga: aunque casi no hay cultivos en el lado ecuatoriano, ese país percibe que la fumigación con glifosato que Colombia inició en el año 2000 produce “serios daños a la  salud y bienestar de la población local, incluyendo las comunidades indígenas que han sido desplazadas como resultado de las aspersiones químicas"[1].

También sufre, de modo menos directo pero más profundo, con la corrupción  que llevan los narcos colombianos y con el desplazamiento de narcoactividades que ocasiona la presión del Plan Colombia.

– El conflicto colombiano repercute de cuatro modos principales sobre la sociedad ecuatoriana:

1. Las Farc llevan a cabo algunos secuestros y extorsiones – aunque valer notar que la guerrilla “se mide” a este respecto porque no le interesa echarse encima al ejército ecuatoriano.

2. Desde el año 2000 han llegado a Ecuador unos 250 mil desplazados colombianos en extrema pobreza, de los cuales 32 mil solicitaron el estatus de  refugiados[2]. Estas son cifras bien considerables para un país tres veces más pequeño que Colombia.

3. Las incursiones militares de Colombia en pos de la guerrilla, la más sonada de las cuales fue por supuesto la que mató a Reyes; pero no ha sido la única.

4. El costo de mantener 11 mil soldados en la frontera, costo que asciende a unos 100  millones de dólares anuales[3].

Para Colombia el problema es el uso que hacen las Farc del territorio ecuatoriano a partir de sus bases en Nariño y  Putumayo:

1. Ecuador les sirve como una retaguardia bastante tranquila, donde curar a sus enfermos, pasar vacaciones, entrenar a sus cuadros y (quizás) esconder a sus secuestrados.

2. Les sirve como refugio temporal, para escapar a la persecución de las fuerzas armadas colombianas.

3. Les sirve para comprar armas, municiones y explosivos, a menudo con la complicidad del ejército y la policía ecuatorianos.

4. Les sirve para fabricar o comprar uniformes, botas, drogas, alimentos y otras muchas provisiones.

5. Y les sirve para reunirse con políticos y con activistas del mundo entero.

La calentura

En medio de su inestabilidad política y con vaivenes, hay dos fases marcadas en la actitud del gobierno ecuatoriano hacia el gobierno Uribe. La primera, de colaboración decidida, tuvo su pico en el 2004, cuando acabar las Farc ya era la prioridad de nuestra diplomacia pero la presión militar aún no había “trasladado” el problema al Ecuador. La segunda, de tensiones crecientes, a medida que el problema se trasladaba a territorio ecuatoriano, que aumentaban los incidentes fronterizos, que “el affaire Colombia” se convertía en tema electoral y que el gobierno de allá se movía hacia la izquierda.

La luna de miel fue con Lucio Gutiérrez. En 2004 se produjo la detención de “Trinidad” con ayuda policial ecuatoriana, la captura de cuando menos 18 guerrilleros del Frente 48,  el desmonte de una red de proveedores de armas, la incautación de una fábrica de uniformes y la ubicación de 47 pasos clandestinos de la guerrilla[4].

Destituido Gutiérrez en Abril de 2005, el Presidente Palacios da reversa y declara “neutral” a su país -tanto que columnas de las Farc marchan a pleno sol en suelo ecuatoriano sin que el ejército de allá se mosqueara -. Por eso aumentan las incursiones militares de Colombia, y por eso Ecuador denuncia cinco episodios durante el 2005.

Para arreglar las cargas, sin embargo, Uribe cede en materia de fumigaciones y en diciembre de ese año anuncia su suspensión en 10 kilómetros a cada lado de la frontera.  Pero a poco andar se reanudan las aspersiones, el intento de conciliación esbozado por Palacios en enero del 2007 es duramente criticado por el Presidente electo Rafael Correa, y el embajador es “llamado a consultas” que se alargan por meses.

Correa al principio trata de mejorar las relaciones con Colombia. Y Uribe le corresponde. Como resume Socorro Ramírez, “Uribe había acompañado la instalación de la Asamblea Constituyente ecuatoriana, había aportado recursos para la atención humanitaria y el desarrollo alternativo a los cultivos ilícitos, mientras Correa había cuestionado duramente el secuestro, no había secundado la solicitud de Chávez de declarar beligerante a las Farc, ni la de establecer un pacto militar con Venezuela y acababa de levantar la exigencia del pasado judicial a los colombianos que ingresan a su país. Ambos habían acordado un plan binacional de desarrollo fronterizo y la reactivación de todos los mecanismos de vecindad” [5]-

Pero entonces ocurrió el incidente.

Las dos lógicas

El incidente fue el fruto de dos lógicas opuestas, pero muy bien fundadas.

Ecuador no quiere involucrarse en la guerra. Pero está involucrado. La presencia de la guerrilla implica riesgo de secuestros o asaltos, igual que implica negocios de armas, de uniformes o de coca. Por eso, a los largo de los años, un buen número de ecuatorianos – en especial militares, testaferros, proveedores y activistas de ultraizquierda- han tejido relaciones con las Farc. Este modus vivendi justifica el malestar de Colombia, aunque no necesariamente quiera decir que Quito apoye o simpatice con las Farc.

Ese es el hecho. Pero el interés nacional de Ecuador es no meterse en la guerra. El pleito de las Farc es con Colombia y no con Ecuador. Es más: las Farc son un producto peculiar de la historia colombiana, y no hay riesgo de que surja en Ecuador una guerrilla gemela. Así que los soldados y policías ecuatorianos no tienen razón ni motivación para perder sus vidas en una guerra ajena.

Pero, por reciprocidad y por respetabilidad, también es interés nacional de Ecuador el perseguir a delincuentes enemigos del Estado Colombiano. Por eso sus operativos militares, policiales y judiciales en contra de integrantes de las Farc, y el reclamo de que Colombia no valora estos esfuerzos. Si Bogotá alega que su vecino no persigue a las guerrillas, Quito responde que en sólo el año pasado desmanteló 47 campamentos de las Farc y que cuando su Ejército las persigue, estas sencillamente se refugian del lado colombiano.

A los intereses nacionales de Ecuador se suma el efecto de la ideología que encarna el Presidente Correa, ideología confusa pero indudablemente anti-norteamericana. Ecuador no tiene interés en el TLC, y por eso ya con Palacios abandonó las negociaciones iniciadas al lado de Colombia. El actual gobierno decretó la  redistribución de los excedentes petroleros y una renegociación que tiene en ascuas a las multinacionales. Correa no renovará el acuerdo de la base de Manta, que vence en 2009, que es vital para Washington y que polariza a los ecuatorianos. Y aunque mantiene distancias con Chávez, con Castro, con Evo y con Ortega, Correa es por supuesto parte de la nueva izquierda latinoamericana.

En este clima hostil, abundan los reclamos de que Washington pretende desestabilizar al gobierno Correa. Y el Plan Colombia, más las declaraciones y las acciones de Uribe –sin duda el hombre de Bush en América Latina – son fácilmente interpretadas como pruebas de complicidad activa por parte de Colombia.

Por último, en algunos sectores de Ecuador existe la idea de que las Farc son una fuerza insurgente y con alguna legitimidad, así sus métodos no sean aceptables. Esta visión subyace a la tesis de que ese país debe ser “neutral” y abstenerse de combatir a la guerrilla – igual que de algún modo subyace a la tesis de que las Farc podrían aspirar al estatus de beligerancia si renuncian a sus métodos criminales.

Frente a la mezcla de razón y pasión que esgrimen los ecuatorianos, hay otra mezcla de razón y pasión del lado colombiano.

La razón: nuestro interés nacional, que sin duda es impedir que las Farc sean apoyadas por países extranjeros, que utilicen territorio extranjero para su acción militar o política, o que disfruten de refugio o asilo con el mero hecho de cruzar la frontera. Es más: con los avances de la seguridad democrática y el consiguiente “traslado” del conflicto a las zonas de frontera, este interés nacional se ha vuelto cada vez más relevante.

Por eso el argumento más válido que ha esgrimido Colombia ante la comunidad internacional a raíz del incidente es la constancia de las “16 solicitudes” infructuosas a Ecuador para que tomara medidas ante la presencia de Reyes.

Al interés nacional de Colombia se agrega el peso de la pasión que encarna el Presidente Uribe y que subyace a su visión simplista y maniquea según la cual “los que no estén conmigo están contra mi”.  O, en este caso, “aquellos que no combaten a las Farc, apoyan a las Farc”, de suerte que Correa es sospechoso de simpatizar con el gran enemigo de Colombia -y así lo “probarían” los archivos en el computador de Reyes-.

Y no se trata de quién vea la realidad, sino de dos lecturas opuestas de una misma realidad, de una contradicción irresoluble en tanto esas lecturas permanezcan cerradas y selladas. Por eso el incidente.

El incidente

No fue el primer intento contra Reyes. El 28 de enero de 2006, aviones  colombianos  sobrevolaron “El Bermejo” en la provincia de Sucumbíos, disparando ametralladoras y cohetes en un intento de eliminar al vocero de las Farc. Ecuador protestó formalmente y el Presidente Uribe presentó “disculpas al Gobierno y al pueblo ecuatorianos” por el “ingreso involuntario de nuestra Fuerza Pública” en su espacio aéreo.

Pero la operación del pasado 1 de marzo no fue “involuntaria”.  Los colombianos atacaron de noche y por sorpresa, dieron muerte a 25 personas – 5 no colombianas- y penetraron por tierra hasta el campamento guerrillero.

Semejante acto fue una violación flagrante de la soberanía ecuatoriana, condenado de manara inequívoca y unánime por todos los países de América Latina, y tanto en el Grupo de Río como en el seno de la OEA, cuya Carta establece que “el territorio de un Estado es inviolable, no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera que fuere el motivo, aun de manera temporal” (Artículo 21).

Aunque Colombia tuvo un proceder inadmisible, en honor a la verdad hay que notar que su intención no era agredir al Ecuador sino golpear a un enemigo profundamente odiado por los colombianos. De aquí el contraste entre el aplauso en Colombia y la censura en Ecuador, dado además que ese país viene de una guerra con Perú y la opinión es muy sensible a los asuntos de integridad territorial.

Los errores

Encerrados en sus lógicas opuestas y acalorados por el incidente, los dos gobiernos han actuado de modo equivocado esto es, de manera que sus palabras o sus actos no contribuyen a promover sus respectivos intereses nacionales.

Del lado ecuatoriano están las actuaciones que debilitan el apoyo internacional para  su causa. Las actuaciones radicales y las ambivalentes.

– Las radicales. Correa tuvo que romper relaciones ante la gravedad del incidente, pero no tenía porqué entrar en descalificaciones personales, evocar el fantasma de los gringos, poner la demanda contra las fumigaciones, dejar que Chávez metiera sus narices, o decir cosas que pueden interpretarse como guiños a las Farc. Esta retórica causa división interna y enfría el apoyo de los gobiernos tibios que ya habían condenado la trasgresión de Colombia.

– Las ambivalentes. Más allá de la retórica está la falta de una política seria y coherente del estado Ecuatoriano con respecto a las Farc. Oscilando entre el no involucrarse y la obligada solidaridad con Colombia, Ecuador no ha decidido qué está dispuesto y qué no está dispuesto a hacer en este asunto. A veces dice que atacará “cualquier incursión de fuerzas legales o ilegales” en su territorio, a veces captura guerrilleros, a veces se declara “neutral”, a veces dice que está mediando para ayudar a Ingrid, a veces que tiene pruebas de que las muertes fueron “a garrotazos”, y casi siempre deja que sus nacionales, por corrupción o por convicción, colaboren con la guerrilla. Cierto que esta ambigüedad nace de la situación misma, pero no menos cierto que ella permite que la contraparte cobre lo negativo e ignore lo positivo.

Del lado colombiano está el manejo torpe del incidente, y más al fondo está el enfoque inadecuado de su política hacia América Latina.

– El día del incidente, Uribe no le contó a Correa la verdad entera, Santos dijo mentiras infantiles y Araujo pasó de agache. Más torpe fue pasar de las excusas al agravio con la divulgación ruidosa de cargos graves contra Correa y su ministro Larrea (cuya foto con Reyes resultó ser falsa). La reunión de Santo Domingo fue todo un “show” de diplomacia emocional, donde Colombia estaba jugando más que los demás y por eso tenía que ser más cuidadosa. Y el colmo de la arrogancia vino cuando, después de la mediación del Centro Carter y el anuncio de restablecer relaciones, Colombia, el ofensor, volvió a hacerse el ofendido. Pero con esto entramos al asunto de fondo, que es la política exterior de Uribe.

– Una política exterior monotemática y obsesionada con derrotar al enemigo. Con  la convicción y el fervor de un misionero, el Presidente pretende que todos sus interlocutores admitan que las Farc son nada más que “bandidos”, “terroristas” y el “más grande cártel de narcotráfico” en el mundo. Una diplomacia de corte militar – que viene a ser lo contrario de la diplomacia-. Una diplomacia insensible al sentimiento de otros (como al esperar que Calderón y Correa aprobaran la muerte de sus connacionales en una acción ilegal de Colombia). Una diplomacia personalizada y por lo mismo no institucional.

Diplomacia que, además, se ha alineado con la política exterior de Bush y por eso se inscribe en la cruzada mundial contra el terrorismo. Este discurso puede funcionar en Estados Unidos o en Europa, donde las Farc han sido declaradas terroristas, pero carece de sentido en América Latina, donde el choque entre Islam y el Occidente tiene escasa vigencia. Lo que es peor, buena parte de América Latina desconfía de la expresión “terrorismo” porque ve en ella un pretexto para las maniobras turbias o dudosas  de Washington.

En el plano jurídico, Colombia apeló al Artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas (derecho a la legítima defensa) y a las resoluciones 1368 y 1373, adoptadas a raíz del 11 de Septiembre. Alegó que el compromiso de hacer frente al terrorismo implica combatir a las Farc dondequiera se encuentren, e invocó el precedente de que la OEA prohibió el libre tránsito de terroristas y dispuso la congelación de sus bienes.

Pero esos argumentos son endebles. El respeto absoluto de las fronteras es la base del orden internacional y admitir excepciones llevaría a la guerra de todos contra todos.     El Artículo 51 se refiere a la agresión militar de otro Estado, no a nacionales que ataquen desde el extranjero. Ni Naciones Unidas ni la OEA han definido el terrorismo ni tienen listas de organizaciones que lo sean. Colombia misma le ha reconocido algún estatus político a las Farc, al dialogar y negociar con ellas en muchas ocasiones. Y hasta en la declaración “amistosa” de Santo Domingo dicen los Presidentes que “Reiteramos nuestro firme compromiso de combatir las amenazas a la seguridad de todos sus Estados, provenientes de la acción de grupos irregulares o de organizaciones criminales, en particular de aquellas vinculadas a actividades del narcotráfico. Colombia considera a esas organizaciones criminales como terroristas.”

Pero aún si se comparten la obsesión de derrotar al enemigo y el argumento gringo sobre el  terrorismo, resulta claro que Uribe ha debido prever el desplazamiento de la guerra hacia las fronteras y la necesidad de asegurar mayor cooperación de los países vecinos – precisamente en función de la seguridad democrática y de los éxitos que se esperaban de ella.

Colombia necesita de esta cooperación amigable y mal puede inspirarse en el modelo de potencia militar que ha permitido a Estados Unidos incursionar en Irak o Afganistán, a Israel en Palestina o a Turquía en la región de Kurdistán. Ni somos esa potencia ni podemos distraer ni un soldado en ejercicios ofensivos o defensivos que tan siquiera inquieten a nuestros vecinos. Por el contrario, requerimos  una política exterior que haga de los vecinos socios en vez de observadores o estorbos en esta apuesta crucial para Colombia.

Las salidas

Para tener socios hay que partir de verdades, y en este caso de un par de verdades:

– La primera es que hay mucho territorio colombiano que no controla el Estado colombiano y mucho territorio ecuatoriano que no controla el Estado ecuatoriano. En estas circunstancias, la desconfianza de ambos es casi inevitable y sin embargo es la causa principal del problema.

– La segunda es que las Farc hacen daño también al Ecuador, pero Colombia tiene  mayor responsabilidad y mucho más que ganar en el arreglo.

Para limar la desconfianza vale pensar en tres tipos de medidas.  Una es bajarse del discurso ideológico e instalarse en el diálogo factual. Otra es construir sobre las relaciones que acercan en vez de distanciar a los vecinos. Y la tercera es crear mecanismos de observación recíproca que les cierren el paso a la desconfianza.

– Correa debe dejar de sospechar que Colombia conspira con Estados Unidos para tumbarlo, porque el único interés de Uribe es librarse de las Farc y este afán le  demanda todas sus energías. Colombia en cambio debe bajarle el tono a la retórica del terrorismo y apelar sencillamente a la solidaridad de pueblos y gobiernos hermanos ante la criminalidad ostentosa de las Farc.

– Los nexos comerciales deben robustecerse para estrechar las relaciones políticas.   En Ecuador hay cerca de 400 mil personas y más de mil empresas colombianas, a Ecuador exportamos 1.500 millones de dólares anuales y de él importamos 650 millones, lo que implica un tejido de intereses y contactos entre las dos sociedades que habrían de aprovecharse para la solución del diferendo. Y tanto así que, pese al incidente, estuvimos a punto de restablecer relaciones.

– La observación recíproca comienza por valerse de la OEA y del Grupo de Río para  llegar a acuerdos precisos y por tanto exigibles, pero podría avanzar hasta fórmulas de patrullaje coordinado una vez que se gane la confianza.

Sobre Colombia, que es la fuente del problema, recae primeramente el deber  de cuidar la frontera e impedir que su conflicto interno afecte al Ecuador. Por eso no tiene presentación que el pie de fuerza asignado por Colombia a esta tarea sea menor que el de Ecuador, y por eso es necesario destinarle más efectivos – y mejor equipados para ello-. Por la misma razón corresponde a Colombia el transferir más fondos para  atender los desplazados y para sustituir cultivos en zonas aledañas a la fumigación. Ecuador, por su parte, debe tomar en serio el compromiso de controlar el contrabando de armas, municiones, explosivos, precursores químicos o abastecimientos con destino a las Farc, y tomar más en serio los deberes de cooperación policial y judicial que de hace tiempo ha contraído con Colombia.

Pero en primer lugar se necesita que Colombia no haga más incursiones en territorio ecuatoriano y que de garantías de respeto a su soberanía. Algunos pensarán que esto es ingenuo, que sería mejorar el refugio de las Farc porque Ecuador no quiere o no puede controlarlas. Sólo que si volvemos a entrar en Ecuador le estamos dando a ese país el argumento para dejar de cooperar con nosotros. Entonces la única salida sería invadir a Ecuador- pero Colombia no tiene la fuerza de Israel, la de Turquía o la de Estados Unidos.

Vea Usted: uno no puede pedir por las malas que le ayuden por la buenas, no es posible comerse el ponqué y al mismo tiempo guardárselo.

 

CRONOLOGÍA: VIOLACIONES A LA SOBERANÍA ECUATORIANA

2005, 15 de noviembre
Durante enfrentamientos entre la Fuerza Pública y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Esmeraldas se produjo la incursión de ocho helicópteros colombianos en espacio aéreo ecuatoriano y el ingreso de 400 policías.

2005, 18 de noviembre
El jefe del Comando Conjunto de las FF.AA., Manuel Zapater, señaló que Colombia debería presentar excusas por la violación a su espacio aéreo en Esmeraldas.

2006, 28 de enero
Ecuador presentó a Colombia una nota de protesta por la violación de su espacio aéreo en la zona de La Bermeja, en Sucumbíos, por parte de tres helicópteros Black Hawk y dos avionetas.

2006, 9 de febrero
El embajador en Colombia, Ramiro Silva, es llamado en consultas a Quito tras las declaraciones del mandatario de Colombia, Álvaro Uribe, en las que dijo que las FARC planifican en Ecuador sus atentados terroristas.

2006, 14 de febrero
Durante una reunión de 45 minutos entre el canciller Francisco Carrión con su homóloga colombiana, Carolina Barco, se supera el impasse diplomático.

2006, 9 de marzo
En su comparecencia ante el Congreso, Carrión advirtió que, de repetirse las incursiones del ejército colombiano, irá a la Organización de Estados Americanos (OEA) y a las Naciones Unidas (ONU).

2006, 11 de marzo
El país envía una nueva nota protesta por la violación del espacio aéreo por aeronaves de Colombia en Sucumbíos.

9 de enero del 2007
En su intervención en la OEA, el canciller Carrión exige a Colombia el cese inmediato de las fumigaciones en la zona de frontera.

7 de febrero del 2007
La canciller María Fernanda Espinosa envió dos notas de protesta: una por el reinicio de las aspersiones y otra por el asesinato de Jorge Montenegro y Édison Chingal por el ejército colombiano.

16 de febrero del 2007
La FAE intensificó la vigilancia en la frontera con Colombia para interceptar las naves antidrogas colombianas y de Estados Unidos que ingresen ilegalmente.

29 de marzo del 2007
Ecuador presenta una protesta por la incursión de 15 soldados colombianos en un operativo para aprehender a dos personas que después aparecieron muertas.

25 de abril del 2007
Ecuador dispuso el regreso de su embajador a Bogotá, cuatro meses después de su retiro por las fumigaciones.

28 de abril del 2007
El presidente Rafael Correa anunció que no permitirá que fuerzas regulares o insurgentes de Colombia violen su territorio después de la captura de nueve guerrilleros de las FARC.

7 de noviembre del 2007
Ecuador denunció una aparente incursión en su territorio de aeronaves colombianas, que dejó varias viviendas abaleadas.

26 de noviembre del 2007
Sandoval informó que combates entre tropas ecuatorianas y fuerzas irregulares de Colombia dejaron un militar herido.

Fuente- El Universo, Quito, 4 de Marzo de 2008

 

Nota de pie de página


[1] Pablo Celi Torre, “La conducción política de la defensa”, El Telégrafo de Ecuador. Disponible en www.eltelegrafo.com.ec/

[2] Fundación Seguridad y Democracia: Observatorio de Seguridad Suramericano Reporte del 1 al 31 de marzo de 2007,  p.  27

[3] Declaraciones del presidente de Ecuador, Rafael Correa, en Telesur,  7 de abril de 2008

[4] Fundación Seguridad y Democracia: Colombia y Ecuador; dos visiones de seguridad, una frontera,   pp. 10 – 11

[5] “Colombia, Ecuador y Venezuela tienen un pasado que los une y un futuro de retos comunes”, revista Cambio, N. 766.

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