La construcción del país y de la paz necesita de profesionales capaces de reconstituir nuestro tejido social. Pero Colciencias piensa que lo “rentable” es apoyar proyectos en ciencias “duras” aun en desmedro de las ciencias sociales.
María Victoria Uribe* – Eduardo Restrepo**
Retórica y realidad
Alejandro Olaya, subdirector del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (COLCIENCIAS) afirmó en un escrito reciente que esta institución “va a tener un papel protagónico como entidad que orienta el propósito científico, tecnológico y de innovación de Colombia, en una era de postconflicto y paz para el país. Será una nueva era en la que podemos proveer todas esas soluciones a las desigualdades y los desafíos que implica reconvertir el país hacia una economía y una sociedad que funcione en paz”.
Es explícita. Está en los criterios de evaluación de la convocatoria 727. Ahí declaramos que el 70 % de las becas irían para ciencias básicas e ingenierías y 30 % para otras disciplinas”.
Pero semejante aseveración contradice las últimas disposiciones de COLCIENCIAS, que en efecto marginan a las ciencias sociales a la hora de asignar los recursos. Refiriéndose a estas disposiciones, el propio Olaya declaró que “sí existe una política y no es velada, es explícita. Está en los criterios de evaluación de la convocatoria 727. Ahí declaramos que el 70 % de las becas irían para ciencias básicas e ingenierías y 30 % para otras disciplinas”.
Para justificar tan arbitraria disposición, el subdirector dice más adelante que “lo único que buscamos en Colciencias es que los recursos públicos se entreguen a los programas de mejor desempeño”.
Saberes que sí producen
Sede de Investigación Universitaria de la Universidad de Antioquia. Foto: Wikimedia Commons |
Esta política desconoce los aportes que las ciencias sociales le han hecho a un país convulsionado y en crisis permanente, y con un desarrollo social desigual y accidentado. Ante los hechos cabe preguntarse si serán entonces los físicos, los ingenieros o los químicos quienes se encargarán de analizar y hacer recomendaciones acerca de los cambios que se le vienen encima a Colombia con la firma – no ya apenas de los tratados de libre comercio- sino de los acuerdos en La Habana, con la creación de la comisión de la verdad o con el sistema de justicia especial.
Arturo Escobar, respetado antropólogo vinculado a la Universidad de Carolina del Norte, considera que “Colombia, como tantos otros países del planeta, enfrenta un conjunto de situaciones muy dramáticas. Estos problemas, mucho más que problemas científicos y técnicos, son problemas sociales, culturales, y del imaginario de país y sociedad que queremos. Sería por demás ingenuo pensar que solo los llamados ‘expertos’ de las ciencias duras y económicas tienen la respuesta a las inusitadas preguntas y situaciones del posacuerdo”.
Pero esta situación de Colombia, que resulta evidente para los científicos sociales, es desconocida por los altos funcionarios para quienes resulta “más rentable trabajar en energías alternativas que en mecanismos de diálogo en una vereda de un municipio recóndito”, como dice Carolina Rivera, investigadora del Observatorio de Ciencia y Tecnología.
Todo parecería reducirse a la rentabilidad en el más recortado sentido de esta palabra, desconociendo que parte sustancial del atraso en materia de competitividad internacional, del conflicto armado y de los problemas de inequidad y pobreza que agobian al país se afincan precisamente sobre asimetrías y sobre lógicas del privilegio-despojo derivadas de tales políticas.
Estrechez de criterios
Recientemente, doce decanos de las facultades que agrupan carreras como Psicología, Antropología, Filosofía, Economía y Sociología decidieron crear la Asociación de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales. En este grupo figuran académicos de las universidades Nacional, de Antioquia, de Caldas, del Magdalena, del Valle y Tecnológica de Pereira.
Entre otras cosas consideran los decanos que la visión del conocimiento y de la investigación de COLCIENCIAS es “productivista”, y por lo tanto la entidad utiliza criterios muy discutibles para “medir” la calidad de los procesos y resultados de la labor investigativa en los campos de las ciencias sociales y de las humanidades.
De esta manera, COLCIENCIAS se ha dedicado a desestimular el avance de las ciencias sociales y de las humanidades, peor todavía, a negar de manera sistemática la pertinencia de estas para el desarrollo integral del país, al fomentar, con sus modelos de medición, cierto tipo de prácticas que resultan nefastas cuando se trata de las comunidades académicas dedicadas a las disciplinas sociales o a las humanidades.
Para comprender en su complejidad las múltiples realidades sociales y culturales que se verán transformadas como efecto de la creciente inserción de Colombia a la economía global, y en especial de los acuerdos de La Habana, harían falta comunidades de científicos sociales cuyas características y fortalezas desde hace mucho tiempo están por fuera de la agenda de COLCIENCIAS.
La visión del conocimiento y de la investigación de COLCIENCIAS es “productivista”
Ante tales situaciones y desafíos, una política centrada únicamente en el estímulo a la publicación de artículos en revistas indexadas, preferiblemente en inglés y dentro de los percentiles garantizados por las multinacionales del conocimiento, resulta evidentemente equivocada y desfasada. Las manías o taras de la “ciencio-metría”, ante las cuales COLCIENCIAS se ha postrado, y ante las cuales pretende postrarnos, no solo desconocen sino que socavan los compromisos y aportes de las ciencias sociales y humanidades al posconflicto y a la apropia competitividad integral de Colombia.
Protestan los científicos
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En una actitud autista y arrogante, COLCIENCIAS sistemáticamente ha desoído las críticas y las propuestas que le han sido formuladas por bien acreditadas comunidades científicas (y no solo desde las ciencias sociales y humanidades), tanto por sus errores técnicos básicos como por los efectos perversos de sus cada vez más engorrosas convocatorias de medición de grupos.
Por ejemplo, en un texto público varios humanistas de la Universidad de Antioquia se refirieron al costo económico prohibitivo que significa alimentar la plataforma con los datos y soportes solicitados en la anterior convocatoria. Por otro lado, profesores del Departamento de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Universidad Javeriana de Cali publicaron otra carta donde afirman que con la unidad de análisis y los criterios de medición de COLCIENCIAS no es posible lograr los objetivos de tales mediciones.
Resumiendo, si COLCIENCIAS ni siquiera sabe hacer lo que dice que hace, no es de extrañar su incapacidad para entender los efectos perversos de lo que hace para el avance de la investigación social y las humanidades en Colombia.
Por tanto, es hora de que COLCIENCIAS sea interpelado por quienes nos negamos a ser cómplices de sus plutónicas elucubraciones, que apuntalan una geopolítica del conocimiento y una colonialidad del saber que, en últimas, son expresión y garantía de un mundo de privilegios. El pensamiento colombiano – y su entidad presuntamente rectora- tienen que cambiar si es cierto que queremos un país más justo y sensato para la mayoría de los seres que lo habitamos.
* Antropóloga e historiadora, becaria del Wissenschaftkolleg (Institute for Advanced Study) 2014-2015 de Berlin.
** Profesor asociado del Departamento de Estudios Culturales de la Universidad Javeriana.